lunes, 19 de agosto de 2019

La Verbena de la Paloma en el teatro EDP Gran Vía. 18 de agosto de 2019.

En febrero de 2019 vi mi primera función en teatro de La Verbena de la Paloma. Era para mí una especie de asignatura pendiente, el ver la más famosa de las zarzuelas, todo un icono cultural de la ciudad de Madrid. Lo hice en el templo mayor del género, el Teatro de la Zarzuela. La producción fue del juvenil Proyecto Zarza, que hizo una versión moderna divertida y agradable. Sin embargo, a causa de ello tuve la sensación de verla y no verla, por lo que me prometí a mi mismo ir a alguna función donde se viera una versión clásica y tradicional, tal y como muchos se la imaginan: ese mundo castizo donde chulapos y chulapas pasean por las calles del viejo Madrid.

Cada verano, la Compañía Luis Fernández de Sevilla programa funciones de La Verbena  en el Teatro EDP Gran Vía (anteriormente teatro Philips de la luz) justo en las fechas de la verdadera festividad. Dirigida por Nieves Fernández de Sevilla, la producción y dirección de escena corren a cargo del tenor Lorenzo Moncloa.


Moncloa recrea una producción es totalmente clásica, con un decorado corpóreo y pintado representando a una típica y pintoresca calle madrileña, con algunos balcones decorados con mantones. Los personajes visten los tradicionales trajes de chulapos y chulapas, con algún que otro baile. Como es costumbre en el género chico, se han hecho algunas modificaciones para hacerlo más duradero y no se quede en la hora escasa que suele durar. La obra empieza con un diálogo con rimas entre Don Sebastián y la Señá Rita, para luego dar paso a la obertura, que afortunadamente se representa con el telón bajado. La pena es que el público hablaba durante la pieza, como si no fuera una pieza importante para ser oída. Hay que agradecer, que a diferencia de otros montajes, no haya una sobrecarga de bailes (que por otro lado, se esperan en todo montaje) a cada momento, sino cuando es estrictamente necesario, aunque los que hay, como el chotis del tercer acto, son deslumbrantes.


Además, se han añadido algunas piezas de otras obras y otras de nueva composición a cargo de César Belda, arreglista musical de esta producción.

Enrique García Requena dirigió la orquesta de la compañía con un buen saber hacer, aunque por momentos las trompetas sonaban a veces demasiado metálicas. En cambio, la flauta en su maravilloso solo en el preludio estuvo exquisita. La pequeña orquesta estaba situada debajo del escenario, y con todo logro que la música de Bretón fluyera por la sala incluso como si fuese la agrupación más numerosa de lo que era.
El coro fue de lo mejor de la noche, con unas buenísimas voces y proyectándose magníficamente por toda la sala, sin signo alguno de descontrol, y con una buena vis cómica.

En esta última función, se vio el segundo reparto, en el que el único cambio es en la pareja protagonista.

Por fin se escucha un Julián tenor, a cargo de Víctor Díaz, cuya interpretación de Julián es la de un joven impetuoso, y al mismo tiempo con un lado tierno. Aunque en su romanza de entrada tardó un poco en entrar en calor, sus tablas consiguieron que sacara la función adelante y a un buen nivel. En el famoso dúo "Dónde vas con mantón de Manila" llega a su mejor momento vocal, ya en plenitud. Su voz suena juvenil  y fue mejorando a medida que avanzaba la función.

Marta Pineda fue una estupenda Susana de principio a fin, una soprano con una voz estupenda, aseada y con unos agudos generosos que se dejaron oír por la sala. Es la suya una Susana coqueta, pero enérgica y muy castiza, deliciosamente creíble cuando muestra su amor por Julián al final.

El veterano Santos Ariño impresionó a la sala con su poderosa voz de barítono como Don Hilarión y su genial creación del personaje, un boticario apacible pero lujurioso, siempre desde un divertido enfoque. Su versión de las Coplas alcanzó un nivel memorable, y por ello fue merecidamente el más aplaudido de todo el elenco.



Amelia Font  hizo reír a toda la sala con su hilarante interpretación de la tía Antonia, con su voz ronca y aguardientosa y su temperamento cómico, que ha paseado por muchos teatros españoles. Carmen Aparicio tiene una estupenda y enorme voz para la Señá Rita, además de transmitir  lo maternal y matronil del personaje. Ángel Walter fue un excelente tenor cómico a cargo del rol de Don Sebastián, con una bella y divertida voz y con un sentido del humor, especialmente en el tercer acto. Nancy Rodríguez cumplió sobradamente en el rol de Casta. El tabernero de Diego Falcón me parecía discreto al principio, pero a medida que avanzaba la función consiguió dominar y también transmitir muy bien lo chulesco y castizo del personaje. Teresa Martínez interpretó, a una cantaora con unos graves impresionantes (los mejores que haya oído hasta el momento en este papel) y con una bella entonación flamenca. El resto de personajes cumplió bien con su cometido y como los principales lograron que el público pasara una buena tarde.


Aunque el teatro no estaba lleno, y el público pese a haber gente de todas las edades, tenía una media de edad bastante más mayor que en las juveniles funciones del Proyecto Zarza. Pero estadísticas aparte, lo cierto es que se respiraba un ambiente familiar en la sala con los espectadores pasando una divertida tarde de zarzuela. No pueden elegirse mejores fechas para representar esta obra maestra que en verano, cuando la verbena real está en la calle y esta cita anual en el Teatro Gran Vía ya es un clásico indispensable que esperemos que siga durante mucho tiempo.

Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

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