sábado, 23 de noviembre de 2019

Mirentxu, de Jesús Guridi, un gran descubrimiento en el Teatro de la Zarzuela.


En lo que llevamos de otoño, el Teatro de la Zarzuela ha programado dos obras del maestro Jesús Guridi: El Caserío (de la que se dieron unas maravillosas funciones el mes pasado) y ahora Mirentxu, en versión de concierto, lo que le da a esta programación un peculiar toque vasco, sobretodo porque esta obra se canta en euskera y cuenta con la insigne Ainhoa Arteta como reclamo principal.

Guridi decía de Mirentxu que era su mejor obra. Al igual que en su famoso Caserío y en gran parte de su obra, la música está plagada de elementos folclóricos vascos, y en esta ocasión, dado su argumento y ambientación, es deliciosamente bucólica.  Los primeros compases del magnífico preludio que parecen describir el amanecer en un pueblo de la Euskadi profunda que nos recuerda al verismo (concretamente, a los primeros compases de Cavalleria Rusticana), y en la famosa romanza final de la protagonista cuyo lirismo es simplemente deslumbrante. Llamada por su autor "un idilio lírico en dos actos", hay discusión sobre el género concreto al que pertenece, la crítica musical no se pone de acuerdo en si es ópera, zarzuela, incluso un singspiel. Para su presentación en su versión original en la Zarzuela se ha optado por presentar la obra en una adaptación de Borja Ortiz de Gondra, en unos textos narrados por el prestigioso actor Carlos Hipólito, que dan cuenta de la trama, intercalados cada puñado de números.


Presentada en versión de concierto, y con un bello y clásico telón pintado representando un bosque que da la bienvenida al espectador, la orquesta de La Zarzuela, dirigida por el maestro Oliver Díaz, consiguió un genial renidmiento, extrayendo un sonido tan encantador y lírico como la partitura misma, excelente en el preludio, y sensible, mágico y al mismo tiempo dramático en el resto de la obra. El acto segundo fue memorable. El coro estuvo a un gran nivel en todas sus interpretaciones, especialmente las más intensas en dicho acto, sobretodo en sus últimas y dramáticas intervenciones, donde lograron una profundidad sobrecogedora. El coro de niñas Sinan Kay, también estuvo a la altura en sus divertidas escenas.


Ainhoa Arteta cantó una Mirentxu en estado de gracia, con una voz muy bella, y una interpretación que transmitía la vulnerabilidad de la protagonista. Al ser un personaje corto, ello le permitía reservarse para sus intervenciones. En su gran escena final dio una versión memorable, etérea, dramática, y lírica (con un aún gran registro agudo aunque a veces un poco maduro ya), de su célebre romanza Goizekoeguzki argiak (Cuando la luz del sol mañanero se despida), tras la que obtuvo una grande y merecida ovación. 

Mikeldi Atxalandabaso ha sido una agradable sorpresa con una gran interpretación, lírica y con una voz de volumen generoso, de Raimundo, el protagonista. En la romanza Mirentxu, barkanazazu (Mirentxu, perdóname) sonó lírico y hasta con un toque heroico: una versión inolvidable, cantada con buen gusto. 

Marifé Nogales fue una estupenda Presen, gracias a su deliciosa voz de mezzosoprano, destacable en los momentos más dramáticos. Christopher Robertson interpretó a  un Txanton de gran voz aunque a veces un poco áspero sin que eso desmerezca una digna interpretación. El barítono José Manuel Díaz fue un Manu con una voz  bien proyectada y de timbre interesante, siendo un cantante a seguir.


Poco antes de empezar la función, el director del teatro, Daniel Bianco, reivindicó este estreno como un día de celebración para nuestra lírica. Esta recuperación en este teatro es una muestra de la grandeza de nuestro género lírico, de lo poco que lo tenemos valorado y de lo necesario no solo de estas "resurrecciones" sino de su mayor frecuencia en nuestros escenarios. De haber sido compuesta, por un autor alemán, francés o italiano, tendría una frecuencia mayor en el repertorio internacional. El triunfo de Guridi está noche también lo ha sido para nuestro género.

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