sábado, 14 de agosto de 2021

Twilight:Gods en Chicago. El Ocaso de los Dioses en un parking, y seguido desde su coche.


Para el año 2020, la Ópera de Chicago contaba con representar El Ocaso de los Dioses, más el ciclo completo del Anillo. Sin embargo, el Covid-19 lo impidió, suspendiéndose toda actividad operística, la cual está todavía regresando a paso de tortuga en Estados Unidos. Del deseo de representar al menos una parte de la egregia jornada final de la Tetralogía, surgió Twilight:Gods, una instalación en un parking donde se representaría una selección de una hora, adaptada a las circunstancias, y con un narración añadida, a cargo del joven director de escena Yuval Sharon. El montaje es una coproducción de la Ópera de Michigan (de la cual Sharon es director artístico) con la Lyric Opera de Chicago. En octubre del año pasado, se estrenó en un parking en Detroit, y en la primavera de 2021 en el parking Lakeside del Millenium Park de Chicago, de cuyo streaming gratuito hablará esta reseña. 

Yuval Sharon, creador del espectáculo.

Sharon, quien estrenó la última producción de Lohengrin en el Festival de Bayreuth en 2018, siendo el primer estadounidense en hacerlo, realiza una representación para ser seguida desde el coche del espectador, teniendo en cuenta las medidas de seguridad. Los coches tendrán que desplazarse por todo el parking para poder seguir la acción, pudiendo sintonizar la música (ya que deben tener las ventanas cerradas) a través de distintas emisoras de radio. Conforme una escena termina, avanzan hasta la siguiente zona para seguir. También ha creado un nuevo texto en inglés, una libre adaptación del libreto, pero fiel a la acción. Para este streaming, la función de 2021 fue filmada por Raphael Nash.


El hilo conductor, el nexo entre escenas corre a cargo de las tres Nornas, aquí representadas por el activista y escritor avery r. young , quien intercala también poemas propios, especialmente en el tercer acto, donde adquiere un tono de predicador religioso. Esta versión ha sido reducida a una orquesta de casi una veintena de músicos de la Orquesta de la ópera de Chicago, en un arreglo de Edward Windels, que incluye saxofón y guitarra eléctrica. Windels dirige la por otro lado excelente orquesta, de la que destaca en la primera escena el cello de Mark Brandfonbrener, con un sonido brillante, cálido, rotundo, que acompaña a la voz de Waltraute.

La primera escena es el monólogo de Waltraute, frente a Wotan, arruinado física y mentalmente en su trono, mientras ondea su lanza, aquí a cargo de la mezzosoprano Catherine Martin como la valquiria, con Henson Keys como Wotan. Martin es una Waltraute entregada, pero con un timbre estridente que la deja en una correcta interpretación. La segunda escena es la de Alberich y Hagen, ambos cantando desde unos sillones, representando la aparición en un sueño que hace el nibelungo a su perverso hijo. Alberich es aquí el veterano Donnie Ray Albert, quien pese a tener la voz envejecida, aún conserva graves y una dicción excelente, que evoca la maldad del nibelungo, que canta en susurros a su hijo. Por el contrario, el Hagen de Morris Robinson es impresionante tanto física como vocalmente: de enorme estatura, igualmente enorme es su voz, y su registro grave de bajo profundo, con un timbre oscuro, potente, de ultratumba. Las siguientes escenas son las de las hijas del Rin y Sigfrido, continuando con la muerte de este. Las hijas del Rin son interpretadas por tres competentes solistas. Sigfrido es el tenor americano de origen ceilandés Sean Panikkar. Panikkar, que canta habitualmente repertorio lírico, empieza con una radiante voz, de sonido juvenil, pero en su monólogo final, al ser una parte más dramática, aunque la voz se hace más oscura, suena todavía ligera y agradable, pese a no tener la tesitura del rol. A continuación los coches mismos forman parte de la "procesión" por el difunto Siegfried, a través de una zona iluminada con velas, y con las luces danzantes a lo largo del recinto. La música de la Marcha Fúnebre aparece como una -desafortunada para mi gusto- canción bailable, con ritmos de los años 70: uno nunca piensa que Wagner se podría llegar a "bailar", pero aquí ese momento sublime aparece como una música beat, pero bastante kitsch. La última escena es la Inmolación. Aquí aparece Christine Goerke como dueña y señora del show, con su poderosa voz y su experiencia como una de las sopranos más solicitadas en este repertorio, a nivel mundial. La voz se proyecta bien, y los agudos son brillantes, con un volumen abundante. Goerke domina el personaje, y esto se nota en el estilo y la dicción, en una interpretación de gran nivel musical y teatral. Al final, mientras se ven a unos coches iluminarse para crear el efecto de que están ardiendo, un antiguo descapotable rojo aparece al grito de "Grane, mein ross", que se lleva a Brunilda fuera, con lo que termina la función, sin resolver la catástrofe final de la forma épica que merece, o al menos no aparece recogido en este vídeo. Solo se enfoca durante un instante, una pared donde está grafitado: "The Gods' destruction brings a new day" (La destrucción de los dioses trae un nuevo día). Mientras los coches abandonan el lugar, la voz de las normas cierra la narración al son del apoteósico final de la obra. 

El montaje tuvo un éxito enorme, con todas las localidades vendidas y buenas críticas en la prensa. Sharon lleva la epopeya al vasto espacio de un parking, donde se extiende su grandeza en este espacio underground, haciendo partícipe al público desde sus vehículos. Una interesante producciónque debió de entusiasmar a quienes asistieron (pese a la olvidable marcha fúnebre, que si bien casa co n el montaje, no lo hace con el clímax épico, dramático de la obra llegando a resultar molesta), pues desde un coche y conduciendo por todo el vasto escenario, llegando a ser partícipe del mismo. Sin embargo, no se puede comprarar visto desde un streaming, ya que puede resultar poco atractivo y no tan fácil de ver, ya que con seguridad se pierden detalles cruciales.

A la espera del regreso de la ópera en vivo a Estados Unidos, que se está haciendo de forma paulatina, y con las temporadas de ópera ya vislumbrándose, Chicago y Detroit se han apuntado un tanto. Esta producción ha devuelto por un instante la alegría al público de un país que, golpeado por la pandemia y las tensiones políticas y sociales, la necesita. 

En este enlace de la ópera de Chicago, pueden inscribirse para ver el streaming gratis hasta el 29 de octubre. 

 Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

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