Madrid, 29 de abril de 2023.
Cuando las obras de arte, son obras maestras, no lo son gratuitamente, aunque su admiración pueda parecer manida. Tristán e Isolda es una obra capital de la música en general y de la ópera en particular, al cambiar, con su famoso acorde inaugural, el rumbo que la música iba a tomar en el siglo XX. Y la admiración por esta obra maestra que encierra una trágica y a la vez casi metafísica historia de amor, se manifiesta en la capital española en las varias programaciones que ha tenido en los últimos quince años, y por la entusiasta respuesta del público a las mismas, agotando todas las localidades. En el año 2000, Daniel Barenboim la trajo de gira junto a la Staatsoper, junto a Siegfried Jerusalem como Tristán. En 2008, los madrileños tuvimos el privilegio de ver a la legendaria Waltraud Meier como Isolda, y en el mismo escenario, en el año 2014 el no menos legendario montaje de Peter Sellars y Bill Viola hechizó al público. Además, en el año 2019 la Orquesta Nacional de España dio dos funciones de esta ópera en versión de concierto, brillantemente dirigidas por David Afkham. Ahora vuelve después de 4 años desde su última interpretación en Madrid y 9 desde su última interpretación en el Teatro Real. Y lo hace también en una versión de concierto, aunque con algunos movimientos escénicos a cargo de Justin Way, quien sitúa a la orquesta en el escenario y a los cantantes al borde de la escena, moviéndose a lo largo de la misma. También juega un rol importante la iluminación, que ilumina toda la sala al final del primero y del tercer actos, y en el dúo de amor con una luz celeste que recrea la noche, además de situar al joven marinero y a Brangäne en los palcos en sus intervenciones fuera de escena.
Semyon Bychkov regresa al Real después de su inolvidable Parsifal hace 7 años. El maestro ruso es capaz de hacer sonar a la Orquesta del Teatro Real como una orquesta alemana. En esta ocasión, la orquesta estaba en el escenario, lo que hizo que el sonido perdiera un poco de efectividad. Aun así, Bychkov, uno de los más grandes maestros wagnerianos de la actualidad, terminó logrando una dirección orquestal majestuosa, de tempi más lentos, que si parecía que le costó arrancar en la obertura, ya hacia la mitad del primer acto sonaba más bien trágica, elegíaca (especialmente el metal cuando se anuncia la llegada de Tristán), para concluir el mismo de forma apoteósica. En el segundo acto el dúo de amor constituyó toda una experiencia, ya que la interpretación de la orquesta se tornó más intimista. El tercer acto empezó con una interpretación de su preludio en la que se respiraba el patetismo, para luego seguir avanzando con la misma fuerza orquestal de los actos precedentes. Una vez más, Álvaro Vega, al igual que hizo en 2008 y en 2014, realizó una bella y mágica interpretación del solo de corno inglés en el tercer acto, creando un ambiente especial. De hecho, fue ovacionado al final. El Coro Titular del Teatro Real en su sección masculina, se dejó oír en su breve intervención del primer acto, demostrando su destacada sección tenoril.
En 2014, durante la anterior producción de esta obra en el Real, se turnaron varios tenores para sustituir al previsto Robert Dean Smith como Tristán, quien por enfermedad, tuvo que estar ausente durante algunas funciones. Uno de esos sustitutos fue el tenor austríaco Andreas Schager, quien desde su debut madrileño en 2012 con Rienzi, se ha convertido casi en el heldentenor de la casa, habiendo cantado dicho Rienzi, Sigfrido y de nuevo Tristán en el Real. Ahora convertido en el tenor wagneriano más solicitado del momento, regresa a un teatro que siempre le ha aplaudido con entusiasmo, y esta vez como el Tristán titular. Schager se mostró pletórico en los dos primeros actos, cantando a plena voz con su timbre heróico y su capacidad de resistencia. Eso pudo hacer temer por el tercer acto, pero el tenor salió airoso del reto: en algunos momentos estuvo comedido, y en otros cantó a plena voz como siempre, sin sonar mal, lo que es un logro en esta partitura.
Si en 2014 estuvo indispuesto el Tristán, ahora lo ha estado la Isolda. La prevista Ingela Brimberg ha sido sustituida por la inglesa Catherine Foster, una de las sopranos wagnerianas más solicitadas de la actualidad, habiendo triunfado en Bayreuth como Brunilda, y el año pasado Isolda. La soprano británica ha sorprendido a muchos con su interpretación, que ha superado las expectativas. Foster tiene un timbre juvenil, más lírico que dramático, lo que hace que su Isolda suene más bien "aniñada". No anda corta de voz, esta se deja oír y en su entonación se deja ver su dominio del personaje, que maneja con cierta teatralidad. Los agudos son firmes y no suenan mal, sin ser tampoco muy deslumbrantes. Esa aproximación lírica al rol hizo que en los actos segundo y tercero su interpretación fuese sensible y tierna, dejando una bella versión del Liebestod.
Como curiosidad, Schager y Foster hicieron historia cuando participaron en la primera función de Tristán e Isolda después de la pandemia, una versión reducida para canto, violín y piano que se hizo en la ópera de Wiesbaden a finales de mayo de 2020, cuando ir a la ópera aún se antojaba lejano para sus aún confinados aficionados.
Sin embargo, fue Ekaterina Gubanova, quien con su estupenda Brangäne, quien se "devoró" la escena cada vez que aparecía. La mezzosoprano rusa ya había cantado el rol en 2014 en este teatro, pero ahora con su bella y potente voz, su imponente timbre y su garra escénica, demostrando sus dotes actorales, fue capaz de sobrepasar a Foster como Isolda durante todo el primer acto. En el segundo, su interpretación de la vigilia en medio del dúo de amor, Einsam Wachend in der Nacht, fue uno de los mejores momentos de la noche.
Thomas Johannes Mayer interpretó un buen Kurwenal, con la voz ya madura, pero aún estupenda y sobre todo una fuerza actoral, convincente como el fiel vasallo de Tristán, especialmente en el tercer acto.
Franz Josef-Selig fue el Rey Marke. También lo interpretó en 2014, y como entonces, su interpretación fue deslumbrante, una de las mejores de la noche. Cantó su gran monólogo del segundo acto con una voz poderosa, con un precioso y firme grave y sin que el tiempo haya hecho demasiada mella en 9 años.
El resto del elenco estuvo al mismo excelente nivel, aunque el Melot de Neal Cooper sonaba demasiado "mimesco", más cerca del nibelungo que de un caballero medieval, pero sin desmerecer. Jorge Rodríguez-Norton fue un excelente pastor en el segundo acto, del mismo modo que David Lagares cantó un timonel con un precioso timbre en su efímero rol. Alejandro del Cerro interpretó a la voz del joven marinero, una hermosa pero no tan fácil intervención pese a su brevedad, que pese a todo abordó con su voz lírica y su timbre juvenil.
La pasión del público de Madrid por este título se traduce, como ya he señalado al principio, con un lleno total, y sobre todo con unas fortísimas ovaciones, ante el que posiblemente sea el reparto más completo de la temporada. Suponemos, y esperamos, que no pasen tantos años para ver de nuevo esta obra en la capital, que curiosamente se alterna con unas funciones, esta vez escenificadas, en Valencia de este mismo título. Algo que da cuenta de la popularidad de esta ópera en España.
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