Madrid, 18 de octubre de 2024.
"¿Aún no has visto Marina? Pues deberías."
Fue lo que me dijo un amigo en el año 2013n cuando el Teatro de la Zarzuela programó Marina en una nueva producción de Ignacio García, con tres repartos de lujo, el primero con Mariola Cantarero, Celso Albelo y Juan Jesús Rodríguez, que fue filmada y emitida en televisión. Le hice caso, y la vi en "la noche de los teatros" de ese año, que coincidía con el miércoles santo.
Si hay una ópera que defina el "belcanto" español, esa es la Marina de Emilio Arrieta, una de las pocas óperas españolas célebres, tanto, que muchas veces se etiqueta erróneamente como zarzuela. Aunque como tal se estrenó en 1855. Sin embargo, la Marina tal y como hoy la conocemos se debe una iniciativa del célebre tenor italiano Enrico Tamberlick, que quiso cantarla en el Teatro Real, para lo cual se convirtió en una ópera al estilo belcantista, que fue estrenada en su nueva versión en 1871. Ya para entonces, las óperas de nueva creación habían dejado ese estilo, pero su repertorio seguía siendo el mayoritario en los teatros, especialmente en los españoles. Ciertamente, su música es tan ágil y virtuosa, como los intérpretes que requiere, que uno hace pensar que si esta ópera fuera italiana, posiblemente sería más interpretada en todo el mundo. Al oírla, uno parece que estuviera escuchando un sucedáneo, valioso eso sí, de una ópera de Donizetti o Bellini. La tesitura del rol de Marina recuerda a heroínas de óperas tales como Lucia di Lammermoor, La Sonnambula o I Puritani. La música belcantista, que acompaña a historias ambientadas en cortes medievales o renacentistas, o en idílicos pueblos europeos, aquí lo hace en una comunidad de pescadores en una pequeña ciudad de la Costa Brava catalana.
Hacía siete años que no se veía la obra del maestro Arrieta en el Teatro de la Zarzuela, después de una reposición en 2017. Ahora regresa en una nueva producción igualmente tradicional, pero de diferente estética, a cargo de Bárbara Lluch, quien adelanta la acción a principios del siglo XX, creando unas imágenes más propias de postales idílicas de una playa de vacaciones sacada de un cuadro de Sorolla, algo que parece reforzar el vestuario diseñado por Clara Peluffo. Si bien Marina es una enérgica joven aldeana, Jorge y Roque parecen sacados de la tripulación del mismísimo Titanic. Por no hablar del vestuario de Jorge y Pascual en la boda de este último, demasiado elegante para un astillero. El hecho de que veamos a los aldeanos con gente elegantemente vestida hace pensar que los turistas van para presenciar una boda de pueblo. O que la posición de los personajes es más elevada que en la historia original. La escenografía de Daniel Bianco es la misma para toda la obra: con el mar y el cielo recreados por animación y proyectados sobre el espejo, con arena en el escenario dando la sensación de estar en una playa real, presidida por un pasillo de madera. La animación y la recreación del cielo es estupenda. El segundo acto muestra la misma plataforma de madera, pero dentro de la astillería. La coreografía de Mercé Grané prevé unas danzas y una divertida pelea final. El montaje de Lluch podrá no ser tan fiel en ambientación, pero permite el entendimiento de la obra y su estética tradicional no molesta, incluso llega a agradar al público.
La función de anoche, cantada por el segundo reparto, ha sido una función inspirada en todos los sentidos. La Orquesta del Teatro de la Zarzuela, dirigida por José Miguel Pérez-Sierra, ha sonado todo lo entregada que ha podido, notándose que ya tienen la obra rodada. El segundo acto fue de lucimiento para la cuerda, el arpa y el clarinete, secciones que brillaron. Un poco torpe pero igualmente cargado de patetismo el metal en el preludio del tercer acto, con esa trompa presagiando los conflictos que están por venir. El Coro del Teatro de la Zarzuela estaba igualmente entregado.
Es curioso cuando la protagonista tiene el mismo nombre que la cantante que lo interpreta. Pero Marina Monzó cumplió las expectativas para el personaje: por su técnica, su habilidad con la coloratura, su voz carnosa y al mismo tiempo con agudos impresionantes. Sacó adelante el rol de principio a fin. Además, es una mujer muy joven y muy bella, lo que hace que sea una Marina completa.
Celso Albelo, quien cantó Jorge en 2013 en este escenario, repite con el mismo personaje. Once años después, la voz ha madurado, pero sigue impresionando con su juvenil voz y su volumen, que llena la pequeña sala, y sus potentes agudos, especialmente un sobreagudo con el que cerró el acto segundo.
Pietro Spagnoli, a quien hacía tiempo que no veía en un escenario, sigue en plena forma como Roque, especialmente en lo escénico, ya que llenaba el escenario con su presencia.
Notable el Pascual de Javier Castañeda.
Se nota el cariño del público por Marina. Todas las entradas estaban vendidas, y el público aplaudía con entusiasmo tras cada número. Al finalizar el Rondó que concluía la ópera, el teatro se vino abajo, con atronadoras ovaciones, tras una estupenda noche de ópera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario