Madrid, 29 de diciembre de 2024.
Una vez más, llega la navidad a la capital, y con ella el iluminado, el gentío haciendo compras para la familia, y el frenesí se apodera de los madrileños durante dos semanas. Este frenesí también llega a la cultura, y mientras el Teatro de la Zarzuela ha realizado una estupenda versión del ballet La Sylphide, el Teatro Real se pone a la tarea con un título lírico que goce del favor del público, y con buenas voces. Este año, el Real cierra la temporada con un título de repertorio, pero no tan clásico como otros años: Maria Stuarda, de Gaetano Donizetti, que forma parte de la famosa "Trilogía Tudor", sobre tres reinas: Ana Bolena reina consorte de Enrique VIII, María Estuardo, reina de Escocia, e Isabel I de Inglaterra, prima de la anterior, cuyas historias se narran en esta ópera, en Anna Bolena y en Roberto Devereux. Tres obras que debe cantar una auténtica primadonna, con tesituras difíciles, y que muchas de las grandes divas han abarcado, aunque no siempre hayan cantado las tres, y de hacerlo, no siempre con el mismo resultado en cada una. No está de más recordar que Sondra Radvanovsky nos dio un memorable concierto con los tres finales de estas óperas el pasado 6 de enero.
Basada en la obra teatral alemana Maria Stuart, de Friedrich Schiller, que ficcionaliza los hechos que rodearon a la ejecución de la desdichada María Estuardo (en italiano, Maria Stuarda), firmada por Isabel I, debido a que se le acusaba de reclamar el trono inglés y conspirar contra su prima. En su obra, Schiller enfrenta a ambas reinas, pese a que ambas no llegaron a conocerse en persona en la realidad. Y el libreto del jurista Giuseppe Bardari recoge esa historia. En su estreno en La Scala, en 1835, no tuvo el éxito deseado y fue prohibida a las seis semanas. Tras casi un siglo de olvido, la ópera regresó al gran repertorio en los años 60 del siglo pasado, con intérpretes como Leyla Gencer, la primera en exhumarla, Beverly Sills, la primera en grabarla, y otras como Montserrat Caballé, Edita Gruberova o Mariella Devia.
Por primera vez en su historia, el Teatro Real escenifica esta ópera en su escenario, aunque Montserrat Caballé cantó esta ópera en la capital en 1979, en el Teatro de la Zarzuela. Y lo hace con dos repartos sensacionales, toda una fiesta vocal que hace las delicias del aficionado a la ópera italiana y belcantista.
La puesta en escena está a cargo de David McVicar, director de escena habitual en el Teatro Real, y que acaba de hacer el Anillo en la Scala. McVicar ya había hecho una versión de esta ópera en el Metropolitan Opera House, pero en esta ocasión es un nuevo montaje. La puesta en escena es de agrado de los espectadores más conservadores Sin embargo, con su oscuridad, trata de transmitir el ambiente de tensión que se cierne sobre la protagonista, a la que la muerte anda rondando, así como el reino de terror en el que Isabel I (en esta obra) de Inglaterra tiene sometida a su corte. l vestuario de Brigitte Reifenstuel es de época, aunque tanto los aristócratas, que visten de negro, como el coro, que viste de colores grisáceos. A lo largo de toda la obra, un enorme orbe dorado, señal del poder, suspendido en el aire, preside imponente la escena. En el primer acto aparece enorme muro dorado en el que aparecen muchos ojos y orejas, y en el centro, una imagen de Isabel I. ¿Una muestra de los rumores de palacio que llegan sobre la situación de María y el complot del que se le acusa? En el segundo acto, caen hojas rojas, lo que podría interpretarse como la sangre de María que pronto se derramará, cayendo como hojas maduras de árbol en otoño. El tercer acto es más oscuro, en la segunda escena aparece un mural de varios puñales rodeando a un caballo, todo ello dibujado en tiza : el cerco se cierra sobre María, ya que ha sido condenada a muerte. En la escena final, no hay decorado: el escenario negro, con todos vestidos de este color y en gris, con María dando la única nota de color, con un vestido rojo, con el que asiste a su ejecución, la cual es un momento tenso, porque al colocarse para la ejecución, agita los brazos de forma convulsiva, mientras cae el telón.
La Orquesta del Teatro Real, dirigida por José Miguel Pérez-Sierra, ha sonado con unos tempi muy rápidos y con los instrumentos sonando muy alto, lo que a algunos les daba la impresión de estar pasado de decibelios. Sin embargo, esto tiene un lado positivo: los tempi rápidos pueden dotar de agilidad y emoción a una partitura belcantista. Además, la orquesta ya tenía rodada la obra, lo que hacía todas sus secciones sonaran bien. Mención especial al violonchelo en varias escenas, y a la cuerda en general en la escena de enfrentamiento de las reinas, así como en la introducción al tercer acto, en el que también destacó la trompa en la introducción orquestal a la gran escena final. El Coro del Teatro Real, dirigido por José Luis Basso, tuvo una intervención memorable, muy especialmente en su gran número de la escena final, en el que las voces volvieron a demostrar su potencial tanto musical como actoral: no solo transmitieron el dolor ante la inminente ejecución de la reina María, sino también demostraron su capacidad vocal: primero empezando las voces masculinas como un susurro, hasta lograr la plenitud en conjunto, en esta sombría pieza, que cerraron con una solemne nota prolongada en la palabra final "rossor", sobrecogiendo al público, que le recompensó con alguien exclamando "¡Bravo, coro!" y luego una ovación.
Para estas funciones, se ha contado con dos repartos excelentes. La función de esta noche ha sido la última del primer reparto, el cual dio lo mejor de sí.
La mundialmente famosa soprano estadounidense Lisette Oropesa, es una de las sopranos más queridas por el público de Madrid, en el cual tiene muchos seguidores. Desde su consagración en 2018 con aquella memorable Lucia di Lammermoor, ha deleitado a los madrileños con Traviata, Il Turco in Italia, y ahora esta Maria Stuarda que está entre sus mejores interpretaciones en la capital. Uno podría pensar a priori que su voz de coloratura no es la que demanda la partitura, pero Oropesa ha realizado uno de los mayores esfuerzos de su carrera para cumplir con la parte y el resultado ha sido un éxito. Su bella y dulce voz, sumada a sus agudos impresionantes, y su interpretación entregada del personaje, que ayudó especialmente en el grave; resultaron en una versión memorable. Cuando estaba en escena, no podía apartarse la vista de ella. A medida que transcurría el acto final, Oropesa subía el nivel, y de hecho el final fue conmovedor, tanto en el aria de oración, como en la escena siguiente, donde recibió aplausos espontáneos y en la cabaletta final "Ah, se un giorno", donde estuvo espléndida, cerrando con un sobreagudo espectacular. Una vez más, este ruiseñor latino ha conquistado a su público.
Frente a ella, una mezzosoprano emergente: la rusa Aigul Akhmetshina, un nombre en alza en el mundo de la ópera, ha impresionado con su poderosa voz, interpretando a Isabel I de Inglaterra. Akhmetshina tiene un timbre muy oscuro, contraltado, una voz que suena carnosa, con un impactante volumen y un grave apreciable. Algunos dicen que su dicción podría ser mejorable, pero lo que está claro es que sus medios vocales impresionan, y de seguir trabajándolos, podría convertirse en una de las mezzosopranos más importantes de nuestra época. Ya había cantado en 2021 en Madrid en el segundo reparto de Cenerentola, pero esta interpretación la ha consagrado para el público capitalino. Durante toda la función mantuvo un nivel espléndido, mejorando aún si cabe en su breve intervención en el tercer acto. Esperamos volver a verla pronto en el Real.
Ismael Jordi interpretó al conde Leicester. Jordi ya está en una fase de madurez vocal, que le pasa factura en el agudo, especialmente en el primer acto. Aunque breve en comparación con los anteriores, el rol de Leicester es intenso, y necesita un tenor de nivel, como Jordi, para sacarlo adelante. Pero aún le quedan recursos: por ejemplo, unos bellos pianissimos en el dúo del primer acto con la reina Isabel, y su interpretación fue a más, entregado en la gran escena final.
Espléndido en todo momento estuvo Roberto Tagliavini como Talbot. Este bajo italiano, habitual en el Real, interpretó brillantemente al amigo de María, con su potente voz y su espectacular grave.
El joven barítono polaco Andrzej Filończyk fue un notable Lord Cecil, especialmente en el tercer acto, y la mezzosoprano Elissa Pfaender una bien cantada Anna Kennedy.
En una ópera belcantista, si el reparto es de nivel, como en este caso, la representación es muy disfrutable, más aún cuando se trata de una ópera que requiere de cantantes de enjundia. Así,esta representación de Maria Stuarda ha sido vibrante, y se ha pasado en un suspiro debido a la intensidad del reparto, con ovaciones por cada intervención de Oropesa y Akhmetshina, y tras el final de la obra, a todo el elenco. Al salir del teatro, varios espectadores se dirigían a la salida de artistas para saludar a Oropesa. Posiblemente, nos encontremos ante el mayor éxito de la temporada.
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