miércoles, 20 de noviembre de 2024

La ultrajada santa feminista: Theodora de Händel en el Teatro Real.


Madrid, 17 de noviembre de 2024.

Hace muchos años  leí, no recuerdo en qué foro, o tal vez me lo contaron, que durante una función del Otello verdiano hace más de sesenta o setenta años, el famoso tenor que lo interpretaba cantaba la escena final, ante el cadáver de su amada Desdémona, momento el cual aprovechó para sobar todo su escultural cuerpo, mientras agonizaba junto a ella. Al bajarse el telón, Desdémona, encarnada por una diva de las de antes, de fuerte carácter, se incorporó y abofeteó al lascivo tenor. Hoy en día, con tantos escándalos sexuales que han afectado al mundo del espectáculo, incluidas acusaciones a famosos artistas y empresarios, y con una mayor sensibilidad con el tema, en el mundo del cine y de las series de televisión, hubo actrices que empezaron a exigir los servicios de lo que hoy se llama coordinador de intimidad, que son los responsables de que en las escenas de sexo, los actores involucrados no se excedan más allá de lo debido y traspasen la delicada línea entre actuación y abuso. 

¿Por qué hablo en primer lugar de todo esto? Porque el Teatro Real de Madrid ha anunciado en todos los medios, que para el montaje del oratorio Theodora, de Georg Friedrich Händel, (que se verá este mes de noviembre y que se vio en el Real en 2009 en versión concierto) se ha contado con los servicios de la coordinadora de intimidad más famosa del momento, la británica Ita O'Brien, quien ha trabajado en series famosas como Sex Education. O'Brien es colaboradora habitual de Katie Mitchell, la directora de escena de esta Theodora, procedente de Londres, que ambienta la acción en una época moderna. Theodora es un oratorio que Händel estrenó en 1750, pero pese a que el compositor la consideraba como una de sus mejores creaciones, no tuvo mucho éxito. Sin embargo, la obra ha gozado al fin de la popularidad que merece, pues su música es bellísima, y aunque como todo oratorio es una obra estática, en esta ocasión sobre el martirio de Teodora, una legendaria joven cristiana que vivía en Alejandría (Antioquía en la obra) en tiempos del emperador romano Diocleciano (famoso perseguidor de cristianos), y de Dídimo, un romano enamorado de ella, que se convierte al cristianismo por amor. Una historia que el libretista Thomas Morell tomó de una obra de teatro.

La producción de Mitchell potencia la escenificación de este argumento, haciéndolo más ameno e interesante. Conocida por su labor feminista en escena, Mitchell ambienta la vida de esta santa en una época moderna. Como dato interesante, recurre al movimiento a cámara lenta, aquí recreado por los cantantes, para darle una intensidad mayor a la acción. Theodora no es una joven doncella mística y abnegada, sino una mujer de carácter dispuesta a todo por su fe, convertida así en un referente feminista para la actualidad. Los cristianos son el personal de servicio de la embajada romana de Antioquía. La santa Theodora, y su amiga Irene, trabajan como  cocineras, pero al mismo tiempo son activistas radicales cristianas, que para combatir la persecución romana recurren al terrorismo. Así, en la amplia y moderna cocina, preparan bombas y esconden armas. Pero también celebran la navidad, sacando un pequeño arbolito iluminado. La producción transcurre en un espacio muy pequeño, una caja escénica que se mueve de un lado a otro, revelando las estancias de la embajada. La cocina y el salón de la embajada son lo principal. Pero cuando la santa se niega a adorar a Júpiter, es forzada a prostituírse. 

Mientras canta su famosa aria "Angels ever bright and fair" los romanos la visten de prostituta y la llevan a una estancia roja, con bailarinas profesionales de table dance bailando en la barra, las cuales luego auxiliarán a Theodora más adelante. Al lado izquierdo, una habitación con una redonda cama roja es el escenario donde un soldado romano intenta violar a Theodora, que se defiende con un arma, pero aun así al cabo de un rato, logra su atroz cometido, el cual no se ve, afortunadamente, en escena. Irene, con un enorme peso en la obra, es aquí una suerte de lideresa, sacerdotisa, e incluso al final del primer acto se encarga de oficiar el bautizo de Dídimo, en un emocionante acto litúrgico, antes de que el soldado libere a su amada. 

Al final de la obra, los protagonistas son condenados a muerte en la cámara frigorífica al lado de la cocina, con unos cuantos cerdos colgando. Pero la santa no muere junto a su amado: Mitchell cambia el final. Irene y los cristianos les salvan y matan a los romanos, tomando la embajada y permitiendo a la pareja escapar.

La Orquesta del Teatro Real, dirigida por Ivor Bolton, fue yendo de menos a más a medida que la obra avanzaba. Tras una obertura sin demasiado brillo, la orquesta fue adquiriendo un sonido más camerístico, tan estático como la obra misma. Tras haberlo visto preparar la obra, el Coro del Teatro Real logró sonar místico y emocionante en los coros finales de cada acto. En el primer coro, And draw a blessing down, las voces pudieron con la endiablada coloratura, así como transmitir el misticismo en el final del primer acto, junto a sus colegas masculinos. En el coro que cierra la obra, O love divine, el coro masculino destacó sus potentes voces graves, transmitiendo el carácter religioso de la pieza, aunque las mujeres no se quedaron atrás. Una vez más, misión cumplida, y de forma excelente.

Aunque no era la protagonista, desde luego Joyce DiDonato en el rol de Irene era el reclamo principal. Y lo cierto es que en este repertorio juega en casa: su voz aterciopelada, que se deja oír y que domina el repertorio. Su interpretación de la bellísima aria Lord, to Thee each night and day, fue sin duda el mejor momento de la noche, capaz de cantar en piano y dar un pianissimo prolongado, en un momento sobrecogedor. Y de hecho fue el único número aplaudido. 

Julia Bullock fue una Theodora discreta. Pese a que tiene una bonita voz, de timbre más oscuro, parecía cantar más contenida de lo esperable, incluso su volumen vocal parecía pelearse con la orquesta. Como actriz estuvo impecable, y comprometida con el montaje, que demuestra conocer bien.

Iestyn Davies fue un excelente Didymus, bien cantado y dominando la coloratura en las arias, en un personaje con muy bella música. Igualmente notable el tenor Ed Lyon como su amigo Septimius, un tenor que sorprendió con su tesitura aguda en la bella y larguísima aria Descend, kind Pity. Callum Thorpe fue un Valens de voz grande y con un grave tan potente como no tan sutil por momentos. Thando Mjandana como el mensajero tiene un breve papel que solo recita, pero la voz es buena. 


Pese a la sonada publicidad dada al tema de la coordinadora de intimidad, lo cierto es que el público vino a disfrutar de una tarde agradable de música barroca, y de Joyce DiDonato, tan querida en esta ciudad. No salió defraudado el respetable, pese a que no estaba lleno el teatro. Al final, la gran triunfadora, aparte de DiDonato, era la esperada: la bellísima música de Georg Friedrich Händel, en lo que puede definirse como uno de los grandes éxitos de esta temporada. 


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