Emociones Líricas
domingo, 8 de junio de 2025
La ópera en el barrio de Chamberí: Tosca en el Teatro Amaya.
lunes, 2 de junio de 2025
French Baroque through multicultural lens: Rameau's Les Indes Galantes premiere at the Teatro Real.
Madrid, June 1, 2025.
Rameau, en una mirada multirracial: estreno de Las Indias Galantes en el Teatro Real.
Dentro de la recuperación y programación del repertorio barroco, el apartado correspondiente a la ópera francesa de este periodo no es tan popular como su homóloga italiana, pese a la importancia de autores como Jean-Baptiste Lully, Marc-Antoine Charpentier, o Jean-Philippe Rameau. Pero este panorama es aún más acusado en la escena lírica española. Por esta razón, el estreno en el Teatro Real (que el año pasado ofreció en concierto la Medée de Charpentier) de una de las óperas más conocidas del compositor y gran teórico musical Jean-Philippe Rameau, Las Indias Galantes (Les Indes Galantes en francés), es todo un acontecimiento en esta temporada que se acerca ya a su fin.
Esta opéra-ballet de bellísima música habla de cuatro galantes historias de amor, en una pugna entre Hebe (el amor) y Bellone (la guerra). Este tipo de óperas, basadas en los bailes cortesanos, no tienen un argumento fuerte como lo podría tener, para los estándares de su tiempo, la opera seria. Aquí es más importante la danza que el canto. No es un drama, sino un divertimento.
Para su presentación en Madrid, se ha traído una producción que está de gira por Europa, que la ofrece en una aparente versión semiescenificada, a cargo de la coreógrafa francesa Bintou Dembélé, una de las pioneras del hip-hop en el país galo, y del maestro Leonardo García Alarcón, al frente del conjunto Cappella Mediterranea. Basada en una producción de la obra completa en la Ópera de París en 2019, Dembelé y García Alarcón traen una versión reducida, que dura alrededor de una hora menos que la completa.
He dicho antes de que es una aparente semiescenificación de la obra porque en realidad, los límites con una escenificación completa son difusos. Hay un vestuario, totalmente moderno y de estética de barrio de clase obrera, hay una iluminación y hay una dramaturgia, aunque la orquesta esté sobre el escenario. Las danzas vienen a cargo del Coro de Cámara de Namur y de la compañia de danza Rualité, dirigida por Dembélé. Pese a que aparentemente el Real anuncia la fusión de la música con danzas urbanas, estas no aparecen tanto. De hecho, hay más movimientos escénicos, más o menos coreografiados y dramatizados, que danzas. Gran parte de la producción transcurre con muy poca iluminación, proveniendo esta de unas barras de luces que los artistas mueven de un lado a otro, y de un enorme círculo de luces situado en lo alto del escenario, que dará bellas combinaciones. Dembélé sitúa a los personajes divinos en el palco real, y en ocasiones, a cantantes y bailarines en diferentes puntos del teatro, para crear un efecto envolvente bastante conseguido. La diversidad y el multiculturalismo son el leitmotiv del montaje, a juzgar por su estética y el multirracial grupo formado por bailarines y coro. Al reducir la obra, afectando especialmente a la tercera "entrada" o parte, y al consistir en coro y solistas moviéndose por todo el escenario siempre con la misma ropa, y a abundante oscuridad, se pierde la esencia de delicia y bucolismo de la obra. Finalmente, la prometida danza hip-hop viene en la parte final, esta vez con una coreografía espectacular, que llega a su cénit con el fragmento más famoso de la obra, el coro Forêts paisibles, que siempre termina cosechando una ovación del público.
En cuanto a lo musical, García Alarcón logró sacar de la orquesta una interpretación estupenda, ágil, y con cada instrumento sonando maravillosamente, como la gaita o la flauta en la bellísima aria de la segunda parte, "Viens, Hymen", y el coro igualmente en su doble tarea de cantar y bailar. Además, en el número "Brillant soleil" de la segunda entrada, se unieron las voces de los músicos de la orquesta.
El elenco vocal, formado por cuatro solistas, cada uno a cargo de múltiples roles, fue notable en su conjunto.
Julie Roset destacó como la indudable líder del reparto, con su deliciosa y bella voz, así como de su dominio de la coloratura en el prólogo. El mejor momento de la noche, el aria "Viens, Hymen" fue cantado por ella, acompañada del flautista Rodrigo Calveyra. La interpretó además situada en uno de los palcos de la tercera planta, rodeada de público. La interpretación de esta aria fue de una belleza única, lograda por el angelical timbre de Roset.
Andreas Wolf es conocido en Madrid por sus roles mozartianos. En esta ocasión volvió a cantar con su potente voz, y a nivel actoral y vocal su mejor momento fue en la segunda parte, interpretando al celoso sacerdote inca Huáscar.
El tenor Mathias Vidal en general estuvo bien aunque algun agudo en la cuarta parte le supuso cierta dificultad. La soprano Ana Quintans cantó a un buen nivel.
Aunque el teatro no estaba lleno, pero sí con alta ocupación, el público aplaudió entusiasmado tras el famoso Forêts paisibles, del cual se dio un bis al final de la representación, y luego fue generoso en ovaciones a todos los artistas. Incluso al pasear por los pasillos, hubo quien tarareaba la pieza. Ha sido sin duda una delicia que el gran Rameau pudiera oírse en el Teatro Real, aun en versión reducida.
Las fotografías y vídeos no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.
sábado, 3 de mayo de 2025
Fairytales from the mind: Dmitri Tcherniakov triumphs with The Tale of Tsar Saltan at the Teatro Real.
In the current Teatro Real season, which comes closer and closer to its conclusion, there has been a remarkable presence of Russian opera, with an emblematic opera, Eugene Onegin , and now with a beautiful opera, rarely performed outside Russia: The Tale of Tsar Saltan, by Nikolai Rimsky-Korsakov. Rimsky-Korsakov's "The Golden Cockerel" was already seen at the Teatro Real in 2017. Rimsky has achieved absolute glory as a composer with his symphonic works: the universally known symphonic poem Scheherazade, a classic of ballet and symphony orchestras; Capriccio Espagnol, another great symphonic poem; and even the famous "Flight of the Bumblebee," which is part of this opera, is known in its orchestral version. However, he has interesting operas in his work catalogue: The Legend of the Invisible City of Kitezh , or the two already mentioned above. In these works, the themes covered are fairy tales, stories of legendary figures from Russian tradition, such as Kitezh , or Pushkin poems like The Golden Cockerel and Tsar Saltan. The music is colorful, beautiful, with folkloric touches, and orchestrally rich. This very personal touch also meant that his orchestration of Modest Mussorgsky's Boris Godunov, helped establish this brilliant masterpiece in the international operatic repertoire as the most important Russian opera.
I still can't believe, and I am very excited with the fact that Dmitri Tcherniakov, the Russian enfant terrible of operatic stage directing, is back to Madrid after twelve years without seeing a production of his. Mentored by the late Gerard Mortier, during the latter's tenure as artistic director at the Teatro Real, he aroused as much passion among regietheater enthusiasts as he sparkled outrage among the more conservative opera goers with his stagings of Eugene Onegin, Macbeth, and Don Giovanni, the latter a complete deconstruction of the legendary seducer, which drew enormous boos at the premiere and at many performances. I did believe that after Mortier's death in 2014, and after his shameful departure from the Teatro Real a few months earlier, he would never be interested in visiting us again.
But now he returns, triumphant, with a production of this opera, from Brussels, where it premiered successfully in 2019. Tcherniakov takes a new approach, taking this Pushkin-esque fairy tale and turning it into a drama in which the Tsarina, a single mother, and her son Guidon have been abandoned by the Tsar. Guidon is autistic, and his only reality is the fairy tales his mother tells him, as she is also the only person he speaks to. There is no curtain; instead, there is a room with chairs and a gold-colored wall, and on the stage, some toy soldiers, a squirrel, and a dressed doll, with which Guidon plays while the Tsarina speaks to the audience and tells them that they have been abandoned; that the father doesn't know his son, and that she will tell him everything in the form of a fairy tale. In this way, the story, until the final scene, unfolds like a fairy tale in Guidon's mind. Tcherniakov's regular collaborators, Elena Zaytseva , costume designer, and Gleb Flishtinsky , lighting and video designer, have contributed to the production's success in visible ways: the former's costumes, whose aesthetic is faithful to the classic characterization of the characters, but with a cartoonish touch. From the third scene onwards, Flishtinsky's videos begin to become part of the production and, I would say, are the key to its success: in them we see animations that help us to understand the story and to set it: the suffering of the Tsarina and her son in the barrel; the hunting of the falcon and the release of the swan, which, after becoming a princess, appears surrounded by a colorful landscape; the moving appearance of the city of Ledenets; or the Tsar's court table and the bumblebee that stings the Tsarina's evil witch sisters. All this action takes place in Guidon's imagination and is projected onto a panel that only he can enter through, under the watchful eye of his mother. At the end of the play, the Swan Princess is freed, becoming a real person, a girl just like Guidon. The Tsar, the sisters, and the court appear in the real world: they are Guidon's father and his friends, who have come to help father and son get to know each other. But in the end, madness and confusion take hold of everyone present, and poor Guidon has an anxiety attack and punches the wall, invoking the fairy-tale world, as it is the only place where he is happy and safe, much to his mother's dispair.
Karel Mark Chichon was scheduled to conduct the Teatro Real Orchestra , but for health reasons he had to be replaced by the Israeli conductor Ouri Bronchti, musical assistant at La Monnaie in Brussels and to Alain Altinoglu, who conducted the production's premiere in the Belgian capital. Bronchti made the orchestra fulfilled and recreated the magical world enclosed in Korsakov's score. The interludes were inspired, with special mention of the horns and violins. As for the Teatro Real Choir , always professional under the direction of José Luis Basso , they had to deal with the challenge of singing competently in Russian and with the always complicated movements in Tcherniakov's productions. There were moments when the chorus sang on stage, but at other times the voices seemed to come from offstage, even if people were there, as if Guidon's mind were narrating the story.
Svetlana Aksenova is completely devoted to the production, convincing as a concerned mother and caregiver to her son, with a nice singing. The role of Guidon has beautiful music and requieres a voice that shines like the character. After having sung Lenski in Tchaikovsky's Onegin two months ago, Bogdan Volkov now takes on Guidon with his lyrical voice. Volkov doesn't have the greatest volume, but his effort is notable, and his lyrical-toned voice and devotion to the character align with Tcherniakov's vision of the autistic Guidon.
Of the rest of the cast, Ante Jerkunica was a well sung Tsar Saltan, Carole Wilson as the wicked Babarikha is the best of the cast, with outstanding bass, Nina Minasyan was a Swan Princess with a beautiful voice, and the Spanish tenor Alejandro del Cerro as a well-sung messenger.
Opportunities to see works like this are rare, and it's a good thing that in eight years, two Rimsky-Korsakov operas have been performed at the Real. Judging by the comments heard from the audience, even those ones who had reservations about Tcherniakov's staging, wer delighted and gave applause to almost the entire cast, especially Aksenova and Volkov.
Los cuentos de la mente: Tcherniakov vuelve triunfal al Teatro Real con La leyenda del Zar Saltán.
lunes, 28 de abril de 2025
La vida misma, en el género chico: La Revoltosa y El Bateo en el Teatro de la Zarzuela.
Madrid, 27 de abril de 2025.
Además de su corta duración, otro problema del género chico es la enorme cantidad de obras del mismo, y muchas de ellas, grandes clásicos. En las últimas temporadas, se ha visto género chico en la cita anual del Proyecto Zarza, más que en el resto de la programación, aunque el año pasado tuvimos una gloriosa producción de La Verbena de la Paloma. Esta temporada, tenemos dos obras emblemáticas en un programa doble: El Bateo, de Federico Chueca, y La Revoltosa, de Ruperto Chapí.
En ambas obras, se trata el ambiente vecinal del Madrid más castizo y auténtico. Ambas son obras con un fuerte carácter coral. La Revoltosa habla sobre las relaciones entre hombres y mujeres, de celos, de una mujer en apariencia liberada, Mari Pepa,muy deseada por el vecindario, pero en realidad es una treta para poner a prueba el amor de su amado Felipe, algo de lo que se benefician sus vecinas ya que ese flirteo les sirve para poner a prueba a sus maridos. En el Bateo, se trata además un tema de actualidad candente en los tiempos de Chueca: el anarquismo, cuyos activistas eran una amenaza para el régimen de la Restauración borbónica, y que además recurría al terrorismo si era necesario. El anticlerical Wamba, ardiente anarquista y verdadero protagonista de la obra, muestra sus ideales, asombrosamente vigentes a más de 120 años después de su estreno, en su célebre Tango.
En esta ocasión, se ha contado con una nueva producción, a cargo de Juan Echanove, quien ya dirigió Pan y Toros en este mismo escenario en 2022. Echanove intenta actualizar estas dos historias, llevándolas a épocas más modernas, pero con resultados controvertidos. Ambas obras comparten la misma plataforma escénica, que viene a representar las vecindades en las que originalmente transcurren. Pero mientras que El Bateo parece transcurrir en una época actual, con personajes vestidos con una estética entre lo choni y lo punk, en un barrio demasiado humilde, casi miserable; La Revoltosa transcurre en una época más atemporal, con una estética propia de la segunda mitad del siglo XX, siendo ambientada en una discoteca que comparte nombre con la obra, apareciendo este con luces de neón rojo. El Bateo es caótico, La Revoltosa es elegante. En El Bateo aparece el andamiaje escénico cubierto con telas que durante el tango de Wamba se proyectan imágenes de letreros contra la especulación y la gentrificación. En la planta baja de la plataforma, se ve una mesa con varios platos de paella, encargados para el bautizo del niño de Nieves y Lolo, y de hecho el arrocero trae una enorme paella en el momento más tenso del conflicto por saber quién se mete en la casa de Nieves y Valeriana. En el coro de los organilleros, las coristas aparecen vestidas con trajes de chaquetas, más parecidas a ejecutivos. En La Revoltosa, hay danzas elegantemente coreografiadas, pero la acción es más estética, el número más animado es el de las Guajiras, cuando Soledad se pasea subida encima de la barra. En ambos casos, pese a las novedades introducidas, escénicamente es fácil seguir la trama, siendo más interesante El Bateo a nivel escénico que La Revoltosa.
Óliver Díaz ha dirigido la mayoría de funciones, excepto dos. Al frente de la orquesta, estuvo mejor En La Revoltosa que en El Bateo. En la obra de Chueca, la orquesta sonó un poco brusca en el preludio, pero fue mejorando. En cambio en La Revoltosa sonó más inspirada, desde las cuerdas con sus sonidos aterciopelados durante el preludio y el dúo de Felipe y Mari Pepa, como el viento durante el inédito terceto de las tres mujeres, redescubierto y arreglado en 2023, para su escucha por vez primera en estas funciones. El Coro obtuvo su momento de gloria en el Popurrí de los Organilleros, en el que se lucieron las mujeres.
En dos obras tan corales, cuyos roles además son cantados por el mismo elenco, destaca un espléndido Gerardo Bullón en los roles de Wamba en Bateo y Felipe en Revoltosa. Bullón hace gala de una excelente forma vocal y unas sólidas actuaciones: excelentemente cantado y actuado el Tango de Wamba, donde transmite lo cascarrabias y pillo del personaje, así como se convierte en un apasionado, viril y enérgico Felipe, sacando su lado más tierno en el dúo con Mari Pepa.
Berna Perles, con una voz oscura, interpretó una Mari Pepa coqueta y de carácter, logrando su mejor momento en el dúo con Felipe.
El resto del elenco se entregó enteramente a la producción: María Rodríguez como Visitación y Encarna, mostrando sus excelentes graves, logró una gran interpretación del primer personaje. Milagros Martín también se defendió en su doble papel como Valeriana y Gorgonia, en esta última cantando muy bien, sacando igualmente unos graves maravillosos. José Manuel Zapata fue Virginio y Candelas. En el primero estuvo desternillante, con una buena interpretación del dúo con Visitación.
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