jueves, 10 de enero de 2019

Vídeo: El Oro del Rin en el Metropolitan Opera de Nueva York(2010).

Después de una experiencia arrebatadora viendo El Oro del Met en 1990 con un reparto inmejorable, la curiosidad me vuelve a llevar al mismo escenario a la producción que actualmente está en repertorio. En 2010, la producción de Robert Lepage se estrenó por partes en el coliseo neoyorquino, hasta que en 2013 se hizo el ciclo entero.

El desafío era enorme. Veinte años después del Oro de Schenk, el Met era otro totalmente distinto al de los años 90. La tecnología ya ha sustituido  al cartón piedra, las producciones modernas asomaban poco a poco e incluso la realización de vídeos es completamente distinta, presentada por los propios cantantes.
Toda la producción gira entorno a una enorme máquina o plataforma elevada que tiene un aspecto de piano, cuyas teclas se van moviendo para dar forma al escenario según convenga al drama. Sobre la misma se proyectan imágenes de rocas de río, fuego, nubes o rocas, andan los dioses y los gigantes, o se deslizan sobre ellos. Uno de los mejores momentos del espectáculo tiene lugar en las transiciones de escena, de la segunda a la tercera y de la tercera a la cuarta, con los dioses caminando sobre la plataforma a la hora de entrar y salir del Nibelheim. Y lo mismo a la hora de recrear la entrada de los dioses al Walhalla, elevándose a través de ella hacia las alturas (aunque se intuya que lo hacen sujetados por arneses). El vestuario es tradicional, pero además incluye efectos especiales como que las manos de Loge se iluminen, dando la idea de que son llamas, los corazones de los dioses resplandezcan y se oscurezcan, como envejeciendo muy rápido, o que cuando Loge está suspendido en la plataforma, ésta se ilumine de rojo. La dirección de actores está más trabajada, viéndose por ejemplo más ternura de Fricka hacia su esposo, o la expresividad más trabajada en los gigantes o las hijas del Rin. Todo esto permite crear unos efectos especiales más fieles a las acotaciones gracias a la tecnología, cosa que en época de Wagner eran irrealizables, y sólo podían estar en la imaginación del maestro o del espectador. 

Nada más empezar, una luz azul se proyecta en el fondo del escenario y la plataforma empieza a ondearse. Las hijas del Rin (con un horrible vestuario de sirena) flotan sobre la misma mientras Alberich intenta alcanzarlas. Las escenas segunda y cuarta proyectan nubes. Lo más logrado es la tercera escena, empezando por el efecto descenso antes mencionado, y siguiendo por la plataforma formando una espiral mientras se ve a los nibelungos (interpretados por mujeres) trabajar. Muy logradas las transformaciones de Alberich, con el yelmo iluminándose, así como su entrada con el oro mientras Wotan y Loge le esperan tras hablar con Mime. En la entrada de los dioses, se ve cómo el centro de la plataforma se pone en vertical para iluminarse con los colores del arco iris, donde los dioses caminarán, para luego cerrarse y toda ella formar un cielo estrellado mientras Loge se queda fuera, tramando el plan.

Y sin embargo, pese a los logros, la sombra de la producción de Otto Schenk es muy alargada. Primero porque pese a los efectos especiales mencionados y la espectacularidad de sus logros, la omnipresencia de la máquina plataforma quita belleza al ambiente. En el segundo acto uno agradece que los dioses se eleven gracias a ella, pero muchas veces vemos una máquina artificial con aspecto de piano sobre la que se proyectan cosas. Nada que ver con la bella fortaleza de piedra amenazante que se alzaba sobre el escenario, el bello arcoiris del final, o el fondo del Rin con esa roca cuya cima brillaba pero que se sentía uno en el fondo del río o ese cavernoso Nibelheim. No quiero desmerecer la producción, y creo que una se complementa con la otra, pero a veces se echa en falta la belleza de esos decorados que daban la sensación de estar en esos fantásticos lugares mitológicos.

                                                           Eric Owens como Alberich.

James Levine vuelve a estar al frente de la orquesta del Met, pero sólo en el prólogo, ya que el resto de la tetralogía lo dirigirá Fabio Luisi. Su maestría en Wagner sigue igual que hace veinte años, aunque quizá ahora sea un poco más lento. Excelente en la primera escena, de nuevo en la entrada de los gigantes y al final.

La sombra del reparto de 1990 es incluso más alargada que la de la puesta en escena, pero el reparto igualmente es muy bueno para lo que hoy vemos por los teatros.



Bryn Terfel es un Wotan tosco, rudo, aunque cabe esperarse esto de un primitivo dios nórdico. Aunque vocalmente al principio no me agradó mucho, mejoró mucho conforme transcurría la velada.
Stephanie Blythe es una Fricka tierna y sensible aunque de apariencia matronil, y muy bien cantada. Richard Croft es un Loge atípico. No canta en la línea de heldentenores en declive como Jerusalem, pero tampoco lo hace en la de tenores de carácter en forma como Zednik. Su Loge está bellamente cantado, lo que a veces hace que uno no se crea lo canalla del personaje de no ser porque vemos su impecable actuación. Eric Owens tiene una gran voz de bajo profundo. Pero al principio no termina de aprovechar ese material en aras de una interpretación creíble de Alberich. En la primera escena resulta bastante frío, pero a partir de la tercera escena cambia, y llega a su cénit en la maldición final, conde está espléndido. Gerhard Siegel es un Mime excelente, aunque al principio un poco deslucido. Los gigantes son bajos de raza, pero Franz Josef-Selig es un Fasolt excelente e igualmente Hans Peter-König como Fafner, aunque  no sean Rootering ni Salminen. Los dioses están muy bien interpretados, por el veterano Dwayne Croft como Donner, y Wendy Bryn Harmer y Adam Diegel como Freia y Froh, tan apropiados vocal como físicamente para sus personajes. Patricia Bardon interpreta a Erda: muy bien cantada, pero la voz no tiene los graves requeridos para el personaje; quizá porque su voz es más adecuada al repertorio barroco (donde tantos éxitos ha tenido) que para la diosa de la tierra que pide una voz de ultratumba. Por último, las hijas del Rin tienen un buen nivel vocal y consiguen salir airosas de su difícil movimiento por la plataforma. La Lucia di Lammermoor de nuestros días, Lisette Oropesa (cuyas caras  de sorpresa en el reportaje del "making of" de esta producción al ver la plataforma y el arnés que la van a sujetar son dignas de ver) es una dulce Woglinde, Jennifer Johnson es una buena Wellgunde pero la mejor hija del Rin es la bella Tamara Mumford como Flosshilde, excelente cantante y con un físico espectacular.


Una producción espectacular y disfrutable, con tecnología del siglo XXI para recrear una de las más difíciles óperas de escenificar. El Oro del Rin es un reto para el teatro que decida montarla, y esta vez el Met supera el reto como solo este teatro es capaz. Aunque uno termina acordándose de Otto Schenk, ya quisiéramos ver este montaje por Bayreuth, Berlín o incluso Madrid.

jueves, 3 de enero de 2019

Video review: Das Rheingold from Metropolitan Opera House. 1990.


We begin this new year, 2019, with a Wagner review. Since this month Teatro Real is scheduling seven performances of Das Rheingold, I decided to make a first approach by watching the classic DVD from the Metropolitan Opera house, in the early 1990s. This DVD comes quite close my idea of how Rheingold should be.

This production is obviously improvable. We find ourselves in front of such a work, in which ambition, power, cowardice, betrayal, falseness, oppression, theft among leaders and even loyalty and fragility of the most disadvantaged which would need a modernisation. But thanks to this production I realised that even if it's set in its original background, seeing gods, dwarfs, giants, nixies and beautiful fantastic landscapes, we still could feel the impact and energy of the untemporal and universal message of the work.

Otto Schenk's classic staging, with the sets by Gunther Schneider-Siemssen and the costumes by Rolf Langenfass is the only major traditional version of Wagner's Ring in commercial video. This production has been blamed to be kitsch or even Hollywoodian, Wizard-of-Oz-styled. This has been the last traditional production in a major opera house. Technology, budget reasons or changing tastes would make this impossible to do or even demodé to some people in modern audiences. Seattle or Beijing try to continue this way of representing Wagner nowadays.



At the beggining of the video, we don't see the conductor greeting the audience, but the hall gradually darkened and the curtain lighted in blue, like the water flowing, while the Prelude is being played. The curtain opens to show us the depth of the Rhine, totally dark, with waves, in which its daughters are dancing and playing, and a big rock is in the middle, whose top would became the gold shining with the first beams of the sun. Alberich has a repulsive appearance and tries to pursue the fairy-like nixies. Act 2 is the best known image: a rocky landscape with Walhalla raising at the bottom, with the gods and giant moving around. We see Gods stacking the treasure around Freia. Erda's appearance from the ground lightens the stage in dark blue, and at the end, we see a beautiful rainbow conducting to Walhalla. Act 3 is also beautiful: a deep cavern, in the bottom the fire of the perpetual forging in orange light, totally black-coloured, giving a sensation of obscurity. Costumes try to assimilate the era of pre-Christianism in Scandinavia, but Loge's, Alberich's, Mime's, Fricka's and the giants costumes are among the best done.

James Levine is a great Wagnerian maestro. His conducting has the power and majestuosity required,as well as drama. While listening to the prelude, we feel the world being created, the water flowing, the orchestra sounding amazingly. The entry of the giants is one of the best conducted moments, with the percussion and winds sounding violently (but slower) as Solti's version. A reference version, definitely.

The cast was the best possible in those days, because singers are extremely accomplished actors and convey the emotions and psychological profiles of their roles. Dramaturgy is well developped, thanks to their acting skills.


James Morris, in his style, knows how to sing Wotan and his voice sounds in good old school.

The legendary Christa Ludwig, 62 in the time of this video, has still a beautiful voice for Fricka and her gestures transmit a lot of class. Her acting is incredible: she starts scene 2 as a worried but full of energy, but after Fricka is taken by the giants and gods starts to age quickly, through her expressions we see an old and tired woman. That's why she has been one of the best Fricka ever.

Siegfried Jerusalem is an heroic Loge, but his acting portrays a resented and despicable deity. Ekkehard Wlaschiha was the Alberich of his time, thanks to his beautiful voice and deep portrait of the nibelung:  clumsy at the beggining while flirting with the Rhinemaidens, and a creepy tyrant in Scene 3. His curse aria doesn't make us to miss Neidlinger's rendition.  Heinz Zednik, is a veteran Mime (being only 50 years old), and despite sounding a bit older than in Boulez-Chéreau version, he is still a well sung and better acted Mime. He looks suffering as well as greedy and looking vengeance of his brother.

The rest of the cast is in a great level: Mari-Anne Haggänder's beautiful voice (her Eva in Bayreuth Wolfgang Wagner's Meistersinger made her known) suits to a Freia in trouble. The giants Fasolt and Fafner are sung beautifully by Jan-Hendrik Rootering and Matti Salminen. Birgitta Svenden's deep and impressive voice make a great Erda, Mark Baker and Alan Held sing nicely their parts as Froh and Donner respectively. The Rhinedaughters are also good singers, standing out Meredith Parsons' beautiful mezzo-soprano voice for Flosshilde.

This staging has been replaced by Robert Lepage's production based on a machine and special effects.  As I mentioned before, modernisation is needed for the universal message classical operas are still transmiting to modern audiences, but classical way of staging shouldn't disappear. We can see amazing and powerful regietheater versions in Bayreuth and elsewhere, but the beauty of the epic in which Wagner imagined firstly the work shouldn't be extinct, for the diversity of the art of staging.

Traditional and Regietheater productions should alternate, to enrich debate, not for a trend eliminating the other one dogmatically.


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