lunes, 30 de octubre de 2023

Un recorrido por el Anillo del Siglo: cuando Boulez y Cheréau cambiaron Bayreuth para siempre.

Hace un mes, comencé una tarea titánica: ver en vídeo el famoso  Jahrhundertring, o "Anillo del siglo", como se conoce a la producción que entre 1976 y 1980, Pierre Boulez y Patrice Chéreau representaron en Bayreuth. Ver un Anillo en vídeo es siempre titánico, porque cada vez que uno lo ve/oye  necesita disponer de tiempo, y ganas. 


Todo wagneriano se encuentra, de algún modo u otro, con esta producción, debido a la impronta que estaba destinada a dejar: celebrar el centenario de El Anillo del Nibelungo, de Richard Wagner, la mayor épica musical de Occidente. Cuando se filmó en vídeo, en 1980, no solamente acrecentó la leyenda de este montaje, sino que también, a niveles técnicos supuso un paso más adelante en la difusión de esta obra, a la altura de lo que significó la grabación del Anillo de Solti veinte años atrás. Y es que si la del maestro húngaro fue la primera versión completada en estudio y que estuvo disponible para el gran público, la de Boulez era la primera filmación de la tetralogía, lo que en aquél entonces, cuando comenzaba la era  de las transmisiones televisivas de ópera, suponía una tarea monumental nunca antes hecha. Eso se tradujo en que, a inicios de los años 80, en plena era de la televisión, la epopeya wagneriana llegase a millones de personas. Nunca antes Wagner había sido seguido en vivo por tanta gente, y posiblemente, aunque lo hubiera deseado, desde luego no lo habría podido imaginar.

Qué puedo yo añadir que no se haya dicho ya sobre el montaje de 1976 de Patrice Chéreau. La palabra novedad es algo que rodea no solo la filmación, sino también la producción. Wolfgang Wagner, en la decisión artística más arriesgada de su vida, llama para el acontecimiento del primer centenario de la obra, y del Festival de Bayreuth, al maestro Boulez, quien eligió a un joven director de escena con muy pocas nociones wagnerianas, pero desbordante de creatividad. Hasta entonces, los escándalos los habían dado Wieland Wagner y Götz Friedrich con su Tannhäuser de 1972. La ortodoxia wagneriana, ya descontenta de por sí desde 1951, cuando en el templo wagneriano empezaron a sustituirse las majestuosas producciones naturalistas, por las minimalistas de Wieland y Wolfgang Wagner, posiblemente no esperaba la revolución que ocurriría y cuya influencia sigue hasta el día de hoy. Era la primera vez que en Bayreuth, de forma abierta, se ambientaba la acción en una época moderna y no en la mitológica en la que la habían ambientado siempre. Si además sumamos la nacionalidad francesa del equipo, la ira de los sectores más conservadores de Bayreuth y del mundo wagneriano estaba asegurada.

Peleas, boicots, amenazas de atentados, y según Frederic Spotts, rupturas de amistades y matrimonios, fueron la consecuencia más inmediata. Crítica y público no solo estaban atónitos, sino también divididos. Las asociaciones wagnerianas de la época pedían destruir esta producción y financiar una nueva.  Muchos cantantes no volvieron a participar en 1977. La orquesta se sublevó contra Boulez, pero Wolfgang Wagner impidió que dimitiera. Incluso Winifred Wagner ,desde la caverna, aseguraba que si vería a Chéreau, le mataría. Pero un año después, a él mismo le reconocería en persona, que era mejor que una producción generara debate a que aburriera. Esta producción, junto al Tannhäuser de Friedrich, llevó el regietheater a la escena de Bayreuth y lo consagró allí. Nada volvería a ser lo mismo desde entonces. Y por eso, cuando en 1980 esta producción terminó, recibió una ovación de 90 minutos. Esta filmación extendería su influencia a generaciones de aficionados y artistas.

Chéreau ambienta la obra en un marco temporal que comienza con la época de su propia gestación, la de la Revolución Industrial, hasta el auge de los fascismos, que por desgracia se miraron en el nacionalismo del músico y que aún continúan parasitando su obra. Hoy en día este montaje sería completamente clásico y conservador, porque muchas de las cosas de la acción original de Wagner se reconocen pese al cambio de ambientación: espadas, dragones, bosques, fresnos, uniformes de valquirias, fuego mágico... Pero estamos en una obra, en la que lo importante no son las batallas, los dragones, las gestas heróicas, ya que estas se mencionan más que se ven, sino los sentimientos de los personajes, lo increíblemente humanos que nos resultan pese a ser tan lejanos por ser mitológicos, y las consecuencias de sus acciones. Estos dioses no son poderosos, sino frágiles, hipócritas, impulsivos y volubles, como los políticos de la época de Wagner, de Chéreau, y de la nuestra. Del mismo modo los héroes, los enanos y los gigantes. El Anillo, esa sortija que no se ve, le da el título a la obra por las miserias que acarrea el ambicionarlo, más que el poder que emana de él. Esta producción se hace eco de todo esto. Es una versión con un lenguaje político, y también cinematográfico, aunque esto es algo que Wagner anticiparía décadas antes de la invención del cine.

El Oro del Rin es el prólogo de esta epopeya, y Chéreau lo trata con una crudeza y una intensidad que nos muestra la obra como nunca antes se había tratado. La primera escena es una presa hidráulica, en la que la niebla que de ella emerge evoca la profundidad del Rin. Alberich es un sucio vagabundo, un obrero borracho, que es seducido por unas hijas del Rin vestidas como prostitutas o cabareteras de can-can, algo en boga en el siglo XIX. El Oro no brilla desde el fondo del río, sino que aparece por una compuerta. El Walhalla no se ve completo, solo su monumental puerta neobarroca, incrustada en lo que se intuye un edificio industrial. Wotan y Fricka son dos aristócratas burgueses decimonónicos, pero Froh y Donner aparecen vestidos como dos fantoches del siglo anterior, desprovistos de vigor ante la fuerza bruta de los gigantes(porque aquí siguen apareciendo como gigantes, lo que no ocurre hoy), lo que el abandono de Freia se antoja total. De las alcantarillas aparece Loge, vestido de un siniestro, jorobado, narigudo funcionario dieciochesco. Él es el nexo con el Nibelheim, aquí  un barrio obrero bajo la superficie, de paredes de ladrillos, al que nunca llega la luz del sol, donde hay suciedad y violencia, con Mime como un capataz desarrapado y empobrecido. La aparición de Erda como una figura misteriosa y con velo, es un guiño a la creencia en el esoterismo y lo sobrenatural que había en los círculos burgueses de la época. El final es aterrador, porque Loge no participa de la gloria de los Dioses, sino que le dice a Wotan lo que piensa de ellos, en su propia cara, y estos, aturdidos tras presenciar la muerte de Fasolt y tras oír las advertencias de las hijas del Rin, son forzados por Wotan a entrar en el Walhalla, mientras que Loge cierra él mismo el telón con una mirada cómplice al espectador: el fin de los dioses está cerca y él será un actor principal del mismo.

Siendo La Valquiria la jornada en la que suceden menos gestas heroicas y hay más conflictos personales, Chéreau aprovecha todo esto para llevarlo al límite, haciendo una profunda  lectura teatral de la acción. El hecho de contar con una pareja de Welsungos joven y atractiva como Peter Hoffmann y Jeannine Altmeyer hace que, además de la evidente química entre los cantantes, la dirección de escena les haga desbordar pasión en escena, algo nunca visto antes en Bayreuth. Spotts lo compara con una película X. Además de que Hoffmann se queda sin camiseta en el acto segundo, lo que en su día despertaría la temperatura en alguna espectadora,o espectador. En el primer acto, la casa de Hunding es el patio de una mansión. Vemos a su séquito en escena, y Hunding es un terrateniente con elegante ropa de caza. En el centro de la casa hay un fresno del que saca Siegmund su espada. En el segundo acto asistimos al dúo entre Wotan y Fricka en un lugar indeterminado, con puertas y un reloj enmedio, posiblemente el Walhalla. Es curioso cómo Chéreau no determina el espacio físico del Walhalla, sino que da detalles, pistas de él, para reflejar su poder superficial, vacío por dentro. El todopoderoso Wotan aquí se envilece, no es noble, sino cobarde, atado a las convenciones, que traiciona a su esposa, a su hijo y a su hija valquiria. Solo le queda la agresión hacia Brunilda como muestra de fuerza y no de carácter. Y sin embargo, hay un atisbo de bondad, cuando se despide tiernamente de su hija en el dúo final, en el que por fin, ese corazón indolente se ablanda, mostrando amor y no limpiando su conciencia como en la muerte de Siegmund. El tercer acto es lo más espectacular de la obra, con esa roca de las valquirias, una monumental ruina de lo que fue un gran edificio. Chéreau pinta a Brunilda como una joven aguerrida, pero con una ternura e inocencia que no tienen los demás personajes. Y eso, contrarrestado a la brutalidad de Wotan hacen del tercer acto muy intenso. Al final, Wotan no golpea su lanza más que una vez, y de las valquirias emerge fuego y humo, dejando una escena espectacular a la vista.

En Sigfrido, la acción se traslada a finales del siglo XIX. Chéreau refleja, muy bien aquí el optimismo y la aventura que se respiran en la obra. Podemos ver de forma trabajada el carácter gamberro ( que para mí siempre fue insoportable) y al mismo tiempo inocente del héroe protagonista. Esta lectura del Anillo retrata el lado más oscuro y menos noble de Wotan, ya que desde su postura de dios sabio es arrogante, ambicioso, y pugna por el poder tanto como Alberich. Y es en el dúo con este en el segundo acto donde se ve el enfrentamiento entre dos viejos llenos de odio y rencor, y del mismo modo con Erda, a la que agrede tras obtener de esta la evasiva como respuesta. El bosque amenazante está presente en el primer acto, de fondo, en una casa de ladrillos, en  la que  imponente se levanta un horno enorme de fragua. Sigfrido aparece sucio, con la ropa roída, como un vagabundo de principios del siglo pasado. Otra cosa hoy rarísima de ver, es el oso con el que Sigfrido atormenta a Mime. Aunque resulta fuera de contexto ver las cazuelas y las ollas modernas al final de la fragua, ver a Mime cómo se pone una en la cabeza mientras Sigfrido fragua la espada, que aquí no martilla (de hecho los martillazos son una grabación). El segundo acto tiene posiblemente la que es la mejor recreación del bosque que se haya filmado en una representación, y sumado a la excelente iluminación, uno se siente en medio del mismo, se siente su frondosidad (a lo que contribuye el trabajo de las cámaras). Un momento visualmente maravilloso es que cuando se oye la voz de Fafner, se muestra, reluciente, el tesoro del Nibelungo. Aunque cuando el dragón se hace visible, no deja de verse a los tramoyistas moviendo el carro con ruedas donde este se asienta. El pajarillo del bosque es un pájaro real, aunque se encuentra dentro de una jaula. El tercer acto es igualmente impactante, en la primera escena todo rodeado de niebla, y luego de vuelta a la impresionante roca de las valquirias. La dirección de actores muestra a Brunilda frágil, asustada, pero luego tiernamente enamorada ante un viril y eufórico Sigfrido.

El Ocaso es la más moderna de las cuatro jornadas, en la visión de este montaje, ya que ambienta la obra en los años 30, cuando la Gran Depresión preparaba el camino de los totalitarismos en Europa. Y quizá esta debió de ser la más impactante en su época, porque por primera vez en su historia, los personajes no solo ya no vestían trajes tradicionales, sino que llevaban pantalones, gabardinas, trajes, y demás ropa de calle. El mítico mundo de héroes y dioses daba paso a la realidad cotidiana, nunca mejor dicho, en escena. Y es en estas condiciones cuando más reales se ven las acciones de, por ejemplo, los Gibichungos: Gunther no solo es el personaje manipulable y pusilánime, sino que Chéreau le desprovee de cualquier nobleza que le da su posición: vestido de traje y pajarita, es el típico político pijo que solo tiene su apariencia. Hagen, el bruto, poco refinado y mal vestido hermanastro, manipulador e intrigante, aparece aquí como el mafioso que mueve los hilos en este clan, ahora representado como cualquier ciudad costera occidental en plena época de la Depresión. Gutrune es una bella mujer, ataviada como una actriz del Hollywood clásico, la cara amable del régimen. La bella roca de las valquirias, aparece en el prólogo totalmente oscura, algo que anuncia la frustración de las esperanzas de la jornada anterior. Sin embargo, el cambio viene con el palacio de los Gibichungos, representado por dos enormes columnas, y el Rin inmenso, que parece más un mar, y al fondo una miniatura, un edificio lejano, en una arquitectura que recuerda a la Italia fascista. El segundo acto es el más bello plásticamente, ya que el Rin se ve tan extenso que parece un mar, mientras que las casas de los súbditos de Gibich se alzan a una orilla. El dúo Alberich-Hagen, en medio de la lúgubre noche, es un momento de gran belleza. Luego se ve, al coro, vestido de ropa de calle, gente de clase obrera, que empuña lanzas para recibir a Gunther, aunque éste también cuenta con un séquito vestido elegantemente de negro. El tercer acto muestra la melancolía de la obra de forma magistral: la presa en funcionamiento en el Oro, aparece aquí apagada, a plena luz del día, y las hijas del Rin visten pobremente. Aunque el principal clímax es la marcha fúnebre: tras la muerte del héroe se baja el telón y mucha gente se agolpa a ver su cuerpo.Luego esta gente mira hacia el público, y la cámara enfoca sus expresiones de tristeza: el pueblo ha perdido, a manos del poder, a su glorioso héroe, que era como ellos.

El apoteósico final es emocionante, como no puede ser de otro modo, y cierra el ciclo con un signo cinematográfico: el imponente portón neoclásico del Walhalla aparece ardiendo, mientras el pueblo se agolpa a ver la hecatombe. Pero cuando el fuego se extingue, todos se inclinan. De repente, en plena humareda, dos muchachas se levantan y miran al público, seguidas de todos los demás. En vídeo, esta imagen se mantiene, ya que es un falso directo, durante un largo (y por tanto emotivo) silencio cuando termina el último compás. Empieza una nueva era, pero ¿hay esperanza? ¿cómo hacer ahora que no hay dioses ni opresores?

Mucho se ha hablado de la dirección rápida, impersonal de Pierre Boulez. Sin embargo, no la encuentro así. El maestro tuvo que lidiar con comparaciones odiosas, y es que quince años atrás lo dirigió ni más ni menos que Karl Böhm. En el Oro su lectura es violenta, enérgica, y esa rapidez se traduce en hacer el drama más activo. Quizá sea la orquesta, o el sonido, pero la interpretación del preludio es poderosa, con el viento creando un sonido desde las profundidades. Boulez no da majestad a Wagner, lo hace dinámico y lo pone al servicio de la dramaturgia. Las cuerdas del preludio suenan magníficas. Y del mismo modo, durante la obra la orquesta tiene el sonido espectacular y violento que conviene al prólogo. Terrorífico el metal cuando Alberich maldice el oro o cuando se desciende al Nibelheim. Solo parece estar un poco menos refinada al final. En La Valquiria, las cuerdas en el preludio y el metal en las escenas de Hunding y el segundo acto llegan a un momento de esplendor. Sin embargo, pincha en el tercer acto, yendo demasiado rápido en el interludio antes del dúo de Wotan y Brunilda, incluso las cuerdas resultando anticlimáticas cuando Wotan duerme y prepara a su hija, aunque recuperándose durante la música del fuego mágico. En Sigfrido, de nuevo los tiempos ligeros se notan más en donde menos deberían notarse: en el apasionado final. En el Ocaso, Boulez prosigue con su dirección electrizante y rápida, acoplada al drama. Y ciertamente en el segundo acto alcanza su cénit, despuntando la tensión teatral. En los interludios es diferente: el Viaje de Sigfrido por el Rin es impetuoso, enérgico, pero a la Marcha Fúnebre le falta refinamiento, y la orquesta suena tosca, perdida, incluso siendo un momento solemne. Y aunque orquestalmente los tempi tan dinámicos del maestro francés se adaptan bien a la tensión dramática, en la conclusión orquestal final, la rapidez le quita un poco de apoteósico, pero no deja de emocionar. Los metales son excelentes en el breve preludio del prólogo y en el monólogo de Hagen del primer acto. 

El Coro del Festival está a su excelente nivel.

Si Boulez soportó comparaciones odiosas, más aún las sufriría el extenso  reparto, cuando hacía quince  años atrás aún estaban Hotter, Neidlinger, Windgassen, Nilsson, Varnay, Greindl, Frick, Rysanek o King. 

Donald McIntyre ha sufrido muchas críticas  por su supuestamente mal cantado Wotan. Puede que su timbre leñoso y nasal, no resista comparación con Hans Hotter, pero no se le niega una gran voz, una proyección considerable, de firme emisión, pero no siempre es agradable y tiene momentos guturales, pero en su mayoría se deja escuchar. A nivel interpretativo impone su presencia, representando a un Wotan violento, autoritario, más que noble.

Gwyneth Jones fue criticada por "chillar" demasiado. Y aunque ello pueda parecer cierto en sus agudos, en general su canto es aceptable, tiene personalidad y dejando atrás sus sobreagudos (que en el Ocaso le fallan) estamos ante una gran Brunilda. En Sigfrido resulta tierna a nivel musical y actoral, representando la fragilidad del personaje, así como en el Ocaso resulta en una memorable interpretación del segundo acto, a nivel musical y actoral representando la ira de Brunilda al ser traicionada, y en la Inmolación final, pese a sus limitaciones, su versión resulta augusta, imponente.

De Manfred Jung se ha escrito mucho, de cómo es el principal lunar de esta versión. Ciertamente, podrían haber elegido un mejor Sigfrido, ya que su voz en esa época daría, como mucho, para un Loge o un David de Maestros. Pero incluso si la voz no es agradable, al menos tiene volumen y la proyección es firme. Nada que ver con muchos tenores actuales cuya voz es frágil. Pero no excusa sus pobres medios, ya que en el agudo lo pasa francamente mal. Al menos como actor es excelente, ya que uno ve a Sigfrido con toda su bravuconería y hay química con la Brunilda de Jones.

Peter Hofmann y Jeannine Altmeyer son la sensación del montaje. Sin ser muy espléndidos vocalmente (aunque hoy en día se los rifarían en medio mundo), sus interpretaciones son notables. Hoffmann tiene esa voz peculiar, pero el registro medio es heroico, casi baritonal. Altmeyer cantaría Brunilda en los 80, pero su voz se ajusta más a Sieglinde, recreando a una mujer bella, y sensible, algo que traspasa su musicalidad. En Ocaso repite como una bella Gutune en todos los sentidos, aunque no destaque tanto como Sieglinde.

Hermann Becht no es Gustav Neidlinger pero tiene una voz grave, y musicalmente es excelente pese que resulta un poco agudo para el personaje. En Sigfrido y Ocaso interpreta a un Alberich más viejo y repulsivo, de forma notable, siendo gutural en la primera, y oscuro y ominoso en la segunda. De hecho uno de sus mejores momentos es la confrontación con Wotan en Sigfrido.

Uno de los hitos del reparto es el Loge y el Mime (de Sigfrido) de Heinz Zednik. Zednik se encuentra aquí en la cúspide de su carrera, y es la gran estrella de este reparto. Vocalmente es impecable, con esa voz de spieltenor que canta y expresa el doble rasero del personaje, y ese timbre grotesco, heredero de Gerhard Stolze. Como Mime no tiene el mismo nivel al principio (se superaría en su vídeo del Met, una década más tarde), pero poco a poco se hace con el personaje, brillando en la mitad del primer acto y en el segundo.  

Otra sorpresa del reparto es el gran Matti Salminen, excelente como Fasolt y Hunding, con su espectacular timbre grave, oscuro, que se encuentra en su mejor momento. Hanna Schwarz es una Fricka excelente, con una voz más dramática que autoritaria, una presencia escénica femenina, sensual, y un timbre delicioso. Franz Mazura, con su voz villanesca y nasal, podría no ser en principio ideal para Gunther. Pero precisamente esto le hace encajar en la repulsiva lectura que a su personaje le da este montaje, y resulta un éxito. Ortrun Wenkel es una Erda cumplidora, mejor como primera norna. Fritz Hübner es un buen Fafner, sin ser referencial, mejor en Sigfrido que en el Oro. En el Ocaso es Hagen, pero si bien como actor recrea el lado bruto, mafioso y repulsivo del rol, vocalmente es simplemente correcto. Helmut Pampuch es el Mime del Oro, rol que cantó en esta obra durante más de veinte años, con una excelente interpretación vocal y actoral.  En el resto del elenco hay futuras promesas, como Siegfried Jerusalem como Froh, Gabriele Schnaut como una valquiria y una norna, cantantes de reparto de aquella época como el Donner de Martin Egel, Carmen Reppel como una dulce Freia, la excelente Norma Sharp como Woglinde y el pajarillo del bosque,  o Gwendolyne Killebrew, quien es Waltraute tanto en Valquiria como en el Ocaso, algo único, y en esta última es cumplidora vocalmente, además de actuar bien (esa fría mirada que le lanza a su hermana Brunilda cuando la abraza). El resto del elenco, valquirias, nornas e hijas del Rin es notable, aunque no a niveles excelsos como en otros años.


Uno no entiende el desdén de muchos reaccionarios con el montaje, habida cuenta de que muchas cosas del libreto de Wagner hoy se reconocen. Y uno puede ver el Anillo del año pasado en Bayreuth para entenderlo: no se ven ni el bosque, ni dragones, ni oros, ni valquirias, ni escudos, ni cascos. Por no haber no hay ni emoción. En este caso, estamos ante uno de los vídeos de ópera más importantes de todos los tiempos, que recoge la producción que supondría la consagración del Regietheater en la escena musical europea. Chéreau consigue lo que Wagner quería: que se hablara de la obra y no dejara indiferente a nadie. Por eso, a más de cuarenta años desde su filmación y edición, este Anillo no envejece sino mantiene toda su fuerza dramática, redefiniendo nuestra forma de entender esta obra. 

Quiero terminar con una mención del no menos indispensable documental de esta producción, The Making of the Ring: mientras se ve el Final de esta jornada, el presentador anuncia que el año siguiente, 1983, vería un nuevo Anillo como conmemoración de la muerte de Wagner, diciendo que tanto el director de escena, Peter Hall, como el director musical, Georg Solti, encontrarían su justificación en la música de Wagner...

Y ya sabemos que el montaje tradicional que presentaron fue un absoluto fracaso, pese a que fue anunciado como la restauración de la verdad wagneriana, siendo además inevitablemente comparado con esta producción, ¡qué ironía!

Las fotografías y vídeos no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.

sábado, 21 de octubre de 2023

Discover the Grail! Act 3 from Wagner's Parsifal at the Madrid Auditorio Nacional, in concert.

Madrid, October 20, 2023.

Every year, the Spain National Orchestra offers a major operatic or symphonic-choral title at the Auditorio Nacional de Música, in its symphonic season. Last June, it was a glorious Mahler's 8th Symphony. This season, as the only operatic title, the third act from Richard Wagner's Parsifal, the "sacred-scenic festival" that the maestro composed specially for the Bayreuth Festspielhaus. It would be his last opera. It is surprising, we are only offered just a single act as the only opera of the orchestra season, when in past times we have been offered Tristan Und Isolde, The Flying Dutchman, Elektra or Salome. However, for Wagnerites it is still a  celebration, because the last time this music was heard in Madrid was during performances of the complete opera at the Teatro Real in April 2016, with the legendary staging by Claus Guth and, featuring Klaus Florian Vogt as the lead of an excellent cast.

Parsifal is not unknown to the  Madrid operagoers. Apart from the 2016 performances, it was also seen in concert at the Teatro Real in 2013 with the Balthasar Neumann Ensemble, a period instrument orchestra led by Thomas Hengelbrock. In 2001, it was performed by the great Plácido Domingo, Matti Salminen and Agnes Baltsa in the same stage. In its pre-1925 history, it was premiered in 1914, with each singer singing in their respective languages, further performances were done with Francisco Viñas, and in 1921, sung in German for the first time, conducted by Leo Blech. Miguel Fleta was scheduled to sing it in the 1925-26 season, which happened to be cancelled because of building ruining state. 

Wagner, after the apotheosis of Tristan und Isolde, the deep human comedy and "Deutschtum" of Die Meistersinger, the epic of the Ring where he portrays human condition, turns his vision towards the struggle between good and evil, represented in the struggle between the respective worlds of Titurel and Klingsor for the power of the Holy Grail, and redemption by faith, in Parsifal. The third act begins amidst desolation: the old order represented by the antagonism between Klingsor and Titurel has fallen after the deaths of their leaders. Gurnemanz, the once powerful and authoritarian Grail Knight is a hermit, Kundry, the wandering sinner who once laughed at Jesus Christ in his martyrdom, is no longer a wild temptress, but a sweet and helpful woman, who does not speak, and finally free from the yoke of Klingsor, who enslaved her. Amfortas, son of Titurel, has lost his mind and does not want to discover the Grail despite the insistence of his decrepit court. It is here when the hero, Parsifal, the pure fool promised by God, despite the fact that he himself became a wanderer after resisting the lustful temptation in the previous act, will come to reestablish order and redeem the sins of his world as Christ redeemed mankind a thousand years before.

Much has been said about the ultimate meaning of the work, and the use that German nationalism and ultraorthodox Wagnerians made of it, after the Wagner's death in 1883. The redeemer chosen by God who redeems a ruined country (which happens to be medieval Spain) and restores order, having as a antagonist a female sinner, a Semitic woman from Judea who laughed at God during his Passion, are among some of the arguments that have led to many biased interpretations. Offstage, the fact that a Jew, Hermann Levi, conducted the Christian opera of the most famous musician in Germany at that time was also a scandal, something increased after Wagner's death (who invited Levi to embrace Christianity), due to the contempt of his wife Cosima and radical Wagnerism, imbued with nationalism, racism and supremacism. The fact that Wagner wanted such a work to be performed only in his theater in Bayreuth, gave this work an aura of cult, the cult of Wagner, which self-proclaimed by nationalist wagnerites as the cult of German culture, of which Cosima Wagner and Bayreuth conservatives became self-proclaimed custodians .For thirty years the "sacred-scenic festival" was exclusive to Bayreuth, and everyone had to travel there (except in the U.S., when it was ilegally premiered in 1903) to hear it live, until January 1914, when all the theaters in the world, including Madrid and Barcelona, ​​premiered it, as the copyright expired, giving Parsifal to the rest of world.

This third act is probably the most static, since in its first scene there are more narrations and reflections from Parsifal and Gurnemanz before the baptism of the seductive Kundry, now silent and obedient, than more dynamic events. There is no longer the majesty of the Grail scene in Act One nor the sensuality in At Two, but rather the calm that precedes the final climax. However, the Prelude and the Good Friday Music, some of the most famous pieces ever composed by Wagner, as well as the heavenly Finale, are present in all their charm. Wagner's ability to portray the mood of heaviness and ruin in the prelude, the solemn funeral ambiance in the interlude between scenes, the descriptive and hopeful music of the first scene, and the exciting redemption at the end with the chorus singing: "Redemption to the redeemer"

Tonight, the orchestra has given a remarkable rendition under David Afkham's  baton, confirming itself, once again, as the most suitable orchestra for this repertoire available in the capital. Far from the Germanic depth and majesty (even though Afkham is German himself), maestro Afkham has opted for a dynamic, lyrical version, with more vivid tempi. Indeed, in some occasions conducting goes even a faster, like in the interlude of the third act, which despite this, it sounded spectacular. In the finale, the orchestra gave a moving performance. The strings had a shy stary at the beginning of the prelude, until the bass tremolo announced the climax of the piece, when orchestra reached their peak. Later it would reach a beautiful level, especially while playing the prelude theme during Kundry's baptism, accompanied by the woodwind, this one in perfect shape, just like the brass during the interlude and the climactic scenes, with their sound tending to solemnity, and the most overwhelming moments, sounding accomplished. It's a pity that the bell percussionist could hardly be heard since he was put in the organ, hidden from the orchestral volume, something that affected the interlude. The National Choir of Spain once again impressed with the stamina of its male voices, beginning their intervention from a shy "Geleitet wir..." to a terrifying "Zum letzten mal", in which they ask Amfortas to discover the Holy Grail through last time. Alongside the female voices, the ending chorus resulted moving and ethereal.

Veteran Austrian bass Franz-Josef Selig sang Gurnemanz. Although the voice, now mature, maintains its imposing and authoritative tone, as well as its spectacular low voice, sometimes it becomes covered when the orchestra makes a tutti. Thus, in the beautiful scene in which he meets Kundry, the voice sounds in all its splendor, but on the other hand shows signs of tireness, alternating with spectacular notes, in the famous Good Friday Music scene. Even so, there are few more experienced performers than him for this repertoire and this role.

Parsifal has been performed by the American tenor Bryan Register, still little known in Spain, an emerging name in the Wagnerian tenor scene. However, if his voice has a lyrical, youthful center, which, without being the most beautiful one, does not sound bad, the high notes not always are the most pleasant, and in expressiveness he pales in comparison to Selig in the first part. Even so, that lyrical part suits scenes like the Charm of Good Friday, in which he sound tender.

On the other hand, Tomasz Konieczny, leaves the audience amazed once again, after his excellent performance as Iokanaan in last year's Salome; with his vocal power, with a voice that reaches every corner of the Auditorio, so unfriendly to this instrument. In his brief intervention as the desperate King Amfortas, this Polish bass-baritone wins the audience over with his  heartbreaking, desperate performance. Although his vocal tone has a guttural touch that is not always pleasant, it impresses with its massive volume and firm projection,surpassing everyone on stage, in addition to conveying his character's anxiety about death.

Sadly, Kundry's character, so important in the complete opera, in the third act only screams three times and sings "to serve" twice, even though she is present at all times. Although it seemed that she was not going to appear on this occasion, since it was not announced until last week, finally the lyrical soprano and chorister of the CNE Francesca Calero, took the brief intervention.

Parsifal, despite its importance and part of the traditional repertoire, is not a work which has the theatres with the tickets sold out in Spain (unlike Tristan, Lohengrin, or the Ring), and that is why there were several free seats, although it was still highly occupated. But the audience did enthusiastically applaud the concert, this being one of the most awaited in this season, and also remarkably served.

Meanwhile, two thousand kilometers from here, in Berlin, one of the best interpreters of this opera, the legendary mezzo-soprano Waltraud Meier, one of the greatest Kundry of all time, has sung tonight the last performance of her long operatic career. Not with a Wagner opera, but with Strauss's Elektra, the same one with which she bid farewell to the Spanish audiences last year, in Barcelona. Although everyone has the right to rest, and she has earned it more than anyone else, her successor in this opera has not yet been established. We will always miss her on stage.

viernes, 20 de octubre de 2023

Redención (wagneriana) al redentor, y al mundo: tercer acto de Parsifal en el Auditorio Nacional de Madrid.


Madrid, 20 de octubre de 2023.

Cada año, la temporada de la Orquesta Nacional de España, nos ofrece un título operístico o sinfónico-coral de grandes dimensiones en el Auditorio Nacional de Música. En junio fue una gloriosa Octava Sinfonía de Gustav Mahler, y ahora, como única propuesta operística, tan solo el tercer acto de la monumental Parsifal de Wagner, el festival sacro-escénico que el maestro concibió para el Festival de Bayreuth; y que sería su última ópera. No deja de ser sorprendente, cuando en épocas pasadas nos han ofrecido Tristán e Isolda, el Holandés Errante, Elektra o Salomé, que esta vez no sea una ópera completa sino solo un acto de la misma. Sin embargo, para los wagnerianos no deja de ser una auténtica celebración. Más aún cuando la última vez que se oyó esta música en Madrid fue durante las funciones del Teatro Real en 2016, con el mítico montaje de Claus Guth y con Klaus Florian Vogt a la cabeza de un excelente reparto. 

Pese a su dificultad y su poca frecuencia, Parsifal no es desconocida al público madrileño actual: además de las funciones de 2016, también se vio en concierto en el Real en 2013 con la Balthasar Neumann Ensemble, con instrumentos originales, y luego en 2001 con el gran Plácido Domingo. Tampoco en el viejo Real, tras su estreno en 1914, con cada cantante cantando en su lengua respectiva, luego con Francisco Viñas y en 1921 por dirigida por Leo Blech, entre otras interpretaciones.

Wagner, tras la apoteosis de Tristán, la comedia y la alemanidad de Los Maestros Cantores, o la épica del Anillo donde retrata la condición humana, gira su visión hacia la lucha entre el bien y el mal, representada en la pugna entre el mundo de  Titurel y el de Klingsor por el poder del Santo Grial, y la redención por la fe, en Parsifal. El tercer acto nos muestra la desolación: los antiguos ordenes representados por Klingsor y Titurel han caído tras las muertes de sus líderes. Gurnemanz, el otrora poderoso y autoritario caballero del Grial es un ermitaño, Kundry, la pecadora errante que se rió de Cristo en su martirio, ya no es una tentadora y una salvaje huraña, sino una dulce y servicial mujer, que no habla, y por fin libre del yugo de Klingsor, quien la esclavizaba. Amfortas, hijo de Titurel, ha perdido la razón y no quiere descubrir el Grial pese a la insistencia de su decrépito séquito. Es aquí donde el héroe, Parsifal, el puro loco anunciado por Dios, pese a que él mismo se convirtió en errante tras resistir a la tentación lujuriosa en el acto anterior, vendrá a reestablecer el orden y redimir los pecados de todos, y así a la humanidad entera, como Cristo había hecho mil años antes. 

Mucho se ha hablado del mensaje de la obra, y del uso que se le dio por el nacionalismo alemán y los wagnerianos más conservadores tras la muerte del maestro. El redentor elegido por Dios que redime un país arruinado (que ni más ni menos se trata de España) y restaura el orden, teniendo como contrapeso a una pecadora, una semita procedente de Judea que se rió del creador, son algunos de los argumentos que se han prestado a muchas y sesgadas interpretaciones. Fuera de escena, el que un judío, Hermann Levi, dirigiera la ópera cristiana del músico más famoso de Alemania en ese momento supuso también un escándalo, algo que tras la muerte de Wagner (quien además le invitó a abrazar el cristianismo), se acrecentó debido al desprecio de la esposa de éste y del wagnerismo radical, imbuído de nacionalismo, racismo y supremacismo. El hecho de que Wagner deseara que semejante obra se representase solo en su teatro de Bayreuth, hizo que sobre esta obra pesase un aura de culto, el culto a Wagner, que era también el culto a la cultura alemana, de la que Cosima Wagner y sus seguidores se erigieron en autoproclamados guardianes y sacerdotes. Durante treinta años la obra fue exclusiva de Bayreuth, y todos debían desplazarse allí para escucharla hasta que en enero de 1914, todos los teatros del mundo, incluidos Madrid y Barcelona, la representaron tras la caducidad de los derechos de autor, entregando Parsifal al resto de la humanidad. 

Este tercer acto es el más estático, ya que en su primera escena hay más intercambios de narraciones y reflexiones entre Parsifal y Gurnemanz, manteniendo a la torrencial y seductora Kundry, silente y obediente, ya redimida de sus pecados. Ya no está la majestad de la escena de Grial del primer acto ni la sensualidad del segundo, sino está la calma que antecede al clímax final. No obstante, el Preludio y el Encanto del Viernes Santo, algunas de las más célebres páginas musicales wagnerianas, están aquí presentes. No deja de estar presente la capacidad de Wagner para retratar  la sensación de pesadez y ruina en el preludio, la angustia de Amfortas, el interludio entre escenas, la descriptiva y esperanzadora música de la escena primera, y la emocionante redención del final con el coro cantando :"Redención al redentor".

Esta noche, la ONE nos ha dado una versión notable con David Afkham al frente, confirmándose, una vez más, como la orquesta  más idónea para este repertorio disponible en la capital. Alejado de la profundidad y majestuosidad germánicas (aun siendo él mismo alemán), el maestro Afkham ha optado por una versión dinámica, lírica, con tempi no demasiado lentos. y en alguna ocasión hasta un poco rápidos, como en el interludio del tercer acto, el que pese a ese detalle sonó apotéosico. No obstante, se reservó para el final, donde dio una interpretación conmovedora. La cuerda sorprendió, desde el tímido arranque al comienzo del preludio, hasta que el trémolo de los bajos anunciaba el climax de dicha pieza. Luego alcanzaría un bello nivel, especialmente cuando interpretan el tema del preludio durante el bautizo de Kundry, acompañados de la madera, esta sí en forma, igual que el viento durante el interludio y las escenas de mayor clímax, con un metal que trabajaba la sobriedad y los momentos más sobrecogedores, de forma eficiente. Una pena que al percusionista de la campana se le oyera más bien poco dado su situación y el torrente orquestal, algo que afectó al interludio. El Coro Nacional de España volvió a impresionar con la fuerza de sus voces masculinas, empezando su intervención desde un tímido "Geleitet wir... " hasta unos aterradores "Zum letzten mal", en la que piden a Amfortas que descubra el Santo Grial por última vez. Junto a las voces femeninas, el final fue tan sobrecogedor como etéreo, celestial.  

El veterano bajo austríaco Franz-Josef Selig interpretó a Gurnemanz. Si bien la voz, ya madura, mantiene su imponente y autoritario timbre, así como su espectacular grave, a veces la voz pierde fuelle por momentos, llegando a ser tapada por la orquesta cuando esta toca al unísono. De este modo, en la bellísima escena en la que encuentra a Kundry, la voz suena en todo su esplendor, pero da muestras de cansancio, alternadas con espectaculares notas, en la famosa escena del Encanto del Viernes Santo. Aun así, pocos intérpretes más experimentados que él hay para este repertorio y este rol.

Parsifal ha sido interpretado por el tenor estadounidense Bryan Register, poco conocido en España, se abre camino poco a poco en el panorama tenoril wagneriano. No obstante, si su voz tiene un centro lírico, juvenil, que sin ser lo más bello, no suena mal, el agudo no es el más agradable del mundo, y en expresividad palidece frente a Selig en la primera parte. Aun así, esa parte lírica le conviene a escenas como el Encanto del Viernes Santo, siempre que no vaya muy arriba la voz.

En cambio Tomasz Konieczny vuelve a impresionar a los madrileños con su poderío vocal, con una voz que llega a todos los rincones del Auditorio, tan poco amigable con este instrumento. En su breve intervención como el desesperado rey Amfortas, este bajo-barítono polaco se mete al público en el bolsillo con su visceral y desgarradora interpretación. Aunque su timbre vocal tiene un toque gutural no siempre agradable, impresiona por su volumen y rotundidad, ya que supera a todos sus compañeros, además de transmitir la ansiedad de muerte de su personaje. Tras su excelente interpretación de Iokanaan en la Salomé del año pasado,deja al público otra vez con la boca abierta. 

Tristemente, el personaje de Kundry, tan importante en la obra, en el tercer acto solo da tres gritos y canta dos veces la palabra "servir", aunque esté presente en todo momento. Si bien parecía que no iba a aparecer en esta ocasión, ya que no se anunció hasta la semana pasada, finalmente la soprano lírica y corista del CNE Francesca Calero, se encargó de la breve intervención.

Parsifal, pese a su importancia y formar del repertorio tradicional, no es una obra que llene en España, y por eso había varios asientos libres, aunque la ocupación era alta. Pero el público asistente sí aplaudió con entusiasmo el concierto, siendo este uno de los más esperados de la temporada, y además servido notablemente.

Mientras tanto, a dos mil kilómetros de aquí, en Berlín, una de las mejores intérpretes de esta obra, la insigne Waltraud Meier, una de las más grandes Kundry de todos los tiempos, ha cantado esta noche la última función de su larga carrera operística, aunque no con una ópera de Wagner, sino con la Elektra de Strauss, la misma con la que se despidió el año pasado del público español, en Barcelona. Aunque todo el mundo tiene derecho a descansar, y ella se lo ha ganado más que nadie, su sucesora en esta ópera aún no se ha consagrado. La echaremos de menos en los escenarios.

Las fotografías y vídeos no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.

martes, 10 de octubre de 2023

ESP/ENG: Una gran tarde de lied con Lise Davidsen en el Teatro de la Zarzuela.

 


For English, please scroll down.
Madrid, 9 de octubre de 2023.

El Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela, arranca su nuevo ciclo con una de las citas más esperada de esta nueva temporada que comienza: el recital de Lise Davidsen, quien debuta en este teatro.

Esta soprano noruega es una de las cantantes más aclamadas y solicitadas en la actualidad. Su poderosa voz y su imponente presencia (se trata de una mujer muy bella y de estatura alta). Además, es una cantante cuyo repertorio es versátil, con roles que abarcan desde la Elisabeth del Tannhäuser wagneriano que la consagró en 2019, pasando por Fidelio, Sieglinde, la Mariscala, Eva, o Leonora de la Forza del Destino. En España ha cantado recientemente en recitales, más que en ópera escenificada: así, en el Teatro Real dio un concierto en 2022, y en el Liceu de Barcelona cantó junto a Iréne Theorin, en la despedida de Waltraud Meier de los escenarios españoles, y en 2024 cantará el primer acto de la Valquiria en concierto. La Davidsen también se prodiga en el ámbito del lied. Recientemente, ha obtenido un clamoroso éxito en Nueva York en un recital con un contenido parecido al de esta noche. Junto al pianista James Baillieu, nos han ofrecido el siguiente programa:

PRIMERA PARTE 

Fem Digte af Otto Benzon, op. 69 (1900)

Alban Berg (1885-1935)

Sieben frühe Lieder (1907)

SEGUNDA PARTE

Franz Schubert (1797-1828)

An die Musik, D 547 (1817)

Lachen und Weinen, D 777 (1823)

Die junge Nonne, D 828 (1825)

Gretchen am Spinnrade, D 118 (1814)

Erlkönig, D 328 (1815)

Litaney auf das Fest Aller Seelen, D 343 (1816)

Jean Sibelius (1865-1957)

Fem sånger, op. 37 (1900-1902)

Svarta rosor, op. 36, nº 1 (1899-1900)

Bises:

Edvard Grieg (1843-1907)

Ein Traum

Zur Rosenzeit

En la primera parte, la Davidsen empezó con los bellísimos "cinco poemas" de Edvard Grieg, en los que como bien dijo ella tras acabarlos, el público pudo entrar en contacto con el idioma noruego. Siempre es un placer escuchar en vivo la música del gran Alban Berg. Estas siete canciones, aunque agradables y al mismo tiempo dramáticas, tienen ya algunas puntadas de lo que veinte años después se convertiría en el autor de Wozzeck y Lulu, retratando la oscuridad humana en la música. Algo de eso hay en los primeros acordes de la primera canción, Nacht. La dicción alemana de Davidsen es tan exquisita que las palabras podían distinguirse claramente, como si fuera su lengua materna en lugar del noruego. 

La segunda parte fue lo mejor del recital. Davidsen despliega aquí sus poderosos medios vocales, ya que su timbre vocal, rotundo, recuerda a las glorias del pasado: hay momentos que recuerdan a Kristen Flagstad, a Birgit Nilsson y incluso algún agudo a Astrid Varnay. Tiene agudos poderosísimos como también es capaz de graves destacables. Empezó esta con unos lieder famosísimos de Schubert. De An die Musik dio una interpretación bella, prístina, sensible. De las más dramáticas Gretchen am Spinnrade y Erlkönig dio una interpretaciones muy operísticas, aunque las piezas se prestan a ello. Fue aquí donde su poderoso caudal vocal envolvió la pequeña sala del Teatro de la Zarzuela, aún resuenan, de Erlkönig, los gritos desgarradores "Mein vater, mein vater". Otro de los momentos más destacados del recital fue la Letanía, en la que desde la primera frase, Ruh'n in Frieden alle Seelen, en la que demostró su capacidad para hacer un bellísimo canto en piano, en una conmovedora interpretación. Antes de cantar las canciones de Sibelius, Davidsen se dirigió al público para comentar que si bien en el Norte de Europa la gente es más fría y en el sur es más cálida, las canciones de Sibelius mostraban la capacidad para mostrar emociones intensas. Y así abordó este tramo final del recital, cantando ahora en sueco. Muy profunda la forma de cerrar la trágica canción Flickan kom ifrån sin älsklings möte (la chica volvió de encontrarse con su amado), pasando de la felicidad a la tristeza más absoluta, culminando con una cruda pronunciación de la palabra "otro" en sueco "infidelidad", que puso los pelos de punta. De propinas dio dos canciones de Grieg en alemán, en las que de nuevo volvió a demostrar el poderío de sus agudos y de su timbre dramático. 

El pianista Baillieu fue tan excelente como Davidsen, ayudando a la voz a crear los ambientes, mundos mágicos a los que llevan las canciones al espectador. Logró hacer descender al público a las profundidades humanas en la primera canción de Berg, logró describir musicalmente la naturaleza bucólica de los lieder de Grieg y Sibelius, así como transmitir ese dramatismo casi escénico de las de Schubert. 

El público en éxtasis, pese a no llenar la sala se prodigó en ovaciones. Un espectador le gritó en inglés "Te amamos, vuelve pronto", y tras la segunda propina, el público no paró de aplaudir, y de aplaudir, hasta que tuvo que volver a salir a escena. Confiemos que tras sus incursiones en concierto (tiene otra en el Teatro Real en enero, de arias de ópera), en algún momento podamos disfrutar de alguna de sus interpretaciones escénicas, y de gozar en plenitud de la voz de la que ya muchos aclaman como la mejor soprano wagneriana de la actualidad. 


ENGLISH: Outstanding liederabend with Lise Davidsen at the Teatro de la Zarzuela.

Madrid, October 9, 2023.

The Lied Cycle held every season at the Teatro de la Zarzuela begins with one of the most awaited events of this new season: Lise Davidsen's recital, making her debut in this theater.

This Norwegian soprano is one of the most acclaimed operatic singers today, because of her powerful voice and her imposing presence (she is a very beautiful and tall woman). In addition, she is a singer whose repertoire is versatile, including roles such as Elisabeth from Tannhäuser (the role which paved her way towards stardom in 2019), Fidelio, Sieglinde, the Mariscala, Eva, or Leonora of the Forza del Destino. In Spain, she has recently sung in recitals, rather than in staged opera: thus, at the Teatro Real she gave a concert in 2022, and at the Liceu in Barcelona she sang alongside Iréne Theorin, in the Waltraud Meier's farewell to the Spanish operatic scene, and in 2024 she will sing there the Act One from Walküre in concert. Davidsen is also excellent singing lieder. Recently, she had a resounding success in New York, in a recital at the Met Opera, very similar to the last night one. Alongside the pianist James Baillieu, they have offered us the following program:

PART ONE 

Fem Digte af Otto Benzon, op. 69 (1900)

Alban Berg (1885-1935)

Sieben frühe Lieder (1907)

PART TWO

Franz Schubert (1797-1828)

An die Musik, D 547 (1817)

Lachen und Weinen, D 777 (1823)

Die junge Nonne, D 828 (1825)

Gretchen am Spinnrade, D 118 (1814)

Erlkönig, D 328 (1815)

Litaney auf das Fest Aller Seelen, D 343 (1816)

Jean Sibelius (1865-1957)

Fem sånger, op. 37 (1900-1902)

Svarta rosor, op. 36, nº 1 (1899-1900)

Encores:

Edvard Grieg (1843-1907)

Ein Traum

Zur Rosenzeit

In the first part, Davidsen began with the beautiful "five poems" by Edvard Grieg, in which, as she said, after finishing them, the public was able to come into contact with the Norwegian language. It is always a pleasure to hear the music of the great Alban Berg live. His Seven Songs, although pleasant and at the same time dramatic, already have some hints of what twenty years later would become the recognisable style of the composer of Wozzeck and Lulu, portraying human darkness in music. There is something of that in the first chords of the first song, Nacht. Davidsen's German diction is so exquisite that the words could be clearly distinguished, as if it were his native language, rather than of Norwegian.

The second part was the best of the recital. Davidsen did show her powerful vocal means here, since her resounding vocal timbre is reminiscent of the glories of the past: there are moments reminding the sound of the voices of such legends as Kristen Flagstad, Birgit Nilsson and sometimes Astrid Varnay. She also has very powerful high notes, as well as being capable of remarkable low ones. She began the second part with very famous Schubert lieder. From An die Musik she gave a beautiful, pristine, sensitive interpretation. In some classics such as Gretchen am Spinnrade and Erlkönig,she gave very operatic renditions, although the pieces lend themselves to it. It was here that her powerful vocal flow reached every corner at the hall of the Teatro de la Zarzuela, and Erlkönig's heartbreaking cries "Mein vater, mein vater" still resonate in the listener's ear. Another of the most outstanding moments of the recital was the Litany, in which from the first phrase, "Ruh'n in Frieden alle Seelen", she demonstrated her ability to make a beautiful piano singing, in a moving performance. Before singing Sibelius' songs, Davidsen addressed the audience to comment that although people are colder-tempered in Northern Europe and warmer in the south.She stated that Sibelius' songs showed the ability to show intense emotions. And this is how she approached this final section of the recital, now singing in Swedish. Very profound is the way she closes the tragic song  Flickan kom ifrån sin älsklings möte (The girl returned from meeting her lover), going from the initial happiness to the most absolute sadness, culminating with a raw pronunciation of the word "otro" in Swedish meaning" infidelity", which gave the audience goosebumps. As encores, she sang two Grieg lieder in German, in which she once again demonstrated the power of her high voice and dramatic tone.

The pianist Baillieu was as excellent as Davidsen, helping the voice to create the environments, magical worlds to which the songs take the viewer. He managed to bring the audience down to human depths in Berg's first song,managed to musically describe the bucolic nature of the lieder of Grieg and Sibelius, and to transmit the almost scenic drama of Schubert's.

The audience responded in ecstasy, despite not filling the room, but awarding Davidsen with strong ovations. A spectator addressed to her in English saying "We love you, come back soon", and after the second tip, the audience did not stop applauding, so she had to go back on stage to give a final bow. Let us hope that after her successful concerts (she has another one at the Teatro Real in January, of opera arias), at some point we will be able to enjoy some of her stage interpretations, and fully enjoy the voice of the singer who many people hail as the best Wagnerian soprano nowadays.

Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.

My reviews are not professional and express only my opinions. As a non English native speaker I apologise for any mistake.
Most of the photographs are from the internet and belong to its authors. My use of them is only cultural. If someone is uncomfortable with their use, just notify it to me.
Any reproduction of my text requires my permission.


martes, 3 de octubre de 2023

Music for the worst tragedy: filicide. Cherubini's Medée at the Teatro Real.


Madrid, October 1, 2023.

After a last season dedicated to the myth of Orpheus, the Teatro Real continues to delve into characters from classical Greek mythology. The 2023-2024 season is dedicated to the myth of Medea, the semi-goddess sorceress who, in revenge for the infidelity of Jason, for whom she left everything behind, even her family and her country, kills her own children. And the first opera of this season is Cherubini's Medea, premiered in 1797 in Paris, in the midst of the French Revolution. This opera did not meet immediate success, until its German-sung premiere in Vienna, in 1802, when it would start its successful path, reinforced by a new translation in 1855. Beethoven, Brahms, Spohr, Schubert and Wagner, among other major German 19th century composers, praised this work, considering it as one of the peaks of the dramatic opera in those days. However, its modern re-integration in the repertoire is due to the fact that  Maria Callas sang it (in the Italian version) for the first time in 1953, resulting in an iconic, landmark interpretation of this role, paving the way for other great sopranos in the following decades, to sing it. Curiously, because of Callas' centenary in 2023, the Teatro Real dedicates these run of performances to her memory, something curious because although she did sing in Madrid (1958, 1959 and 1973, not to mention her hologram, delighting the Madrid audiences since 2020 at the Príncipe Pío station theatre), she didn't do so at the opera house.

Cherubini's music, halfway between the virtuosity of the late 18th century and the romantic impetus that would come in the following century, attempts to set the tragic myth to music, from its well-known overture, tragic and unconventional for its time, to the prelude of the third act, the conflict of the protagonist while she dreams, in a somewhat modern musical language. In this occasion, the French original version, Medée, is offered, in a hybrid version of a French translation of the recitatives, now orchestrated by the late conductor Alan Curtis.

The message coming from the tragedy of Medea, both the myth and the work of Euripides, still prevails nowadays, specially in the cases of domestiv violence involving child abuse, when a spouse (usually a man) harms his or her children to harm to the other spouse (usually a woman), which in recent years has generate public debate in Spain. In this case, it is the woman who kills her children to harm her husband (rare but still some cases that have also been seen recently in Spain). It also depicts the betrayal of a man towards a woman who has done and left everything for him, and her revenge, taking her children as victims to plunge the father into the most absolute misery.

It is something that the director Paco Azorín, tries to make the audiences aware of in his vision of Medée, in a staging of great visual impact. As soon as people enter in the hall, Medée's children are seen playing before the play begins. As the overture begins, Medée is seen killing her children. It is the beginning of the tragedy. During the same orchestral introduction, she and Jason are seen dressed as in classical Greece, in front of the Golden Fleece. But this is a modern production. At the end of the overture, a huge platform with an elevator is seen, which will dominate the stage during the show, on which another rectangular stage sometimes descends, with two enormous blood stains on the floor, which acts as a temple and a palace. of Creon. In the background projections are seen, and during some instants a barren land with the Ukrainian flag being projected.  Ana Garay's wardrobe is contemporary, with an abundance of dark colors. Medée and Jason's children are outlandish teenagers who make videos on TikTok. Creon is dressed as a fascist dictator. Furthermore, Medée has an avatar on stage, an actress without dialogue who is the mythological Medea, with whom she confesses her deepest and tormented thoughts. The wedding between Jason and Dirce is celebrated according to the Greek Orthodox rite, with priests of this faith on stage. In the brief pause between the second and third acts, the Declaration of the Rights of the Child appears projected, and the fact of doing it while the instruments are being tuned makes it a creepy experience. During the long orchestral introduction of the third act, this Medée tries to kill her children unsuccessfully, while the real Medée sits asleep, since it is a recreation of her dream. Dircé's death is seen, showing how smoke emanates from the poisoned dress that Medée gives her as a present of her marriage. In the end, Medée rises towards the sky, while Jason falls into tremendous dispair, real fire appears on the stage. Medée's children no longer appear, because now they have been finally murdered, and the people flee in horror.

The Teatro Real Orchestra, conducted by Ivor Bolton, improved their rendition during the performance. The tragic and well-known overture was performed in a just correct, almost rutinary way despite Bolton's command of 18th Century music. However, from the second act onwards things did improve, the strings from that moment, reached a more dramatic and vibrant sound. The bassoon in Neris's aria was excellent, and the percussion also had its moment of glory during this act. The orchestra's highlight during the show, was undoubtedly the long orchestral prelude to the third act, with the orchestra reaching their peak. On the other hand, the Chorus, now with a new master, José Luis Basso, had an excellent intervention, especially in the wedding scene of Dircé and Jason, with the chorus "Fils de Bacchus, descend des Cieux", in which the male voices sang with stamina, making that moment to sound with great solemnity, which was heard well throughout the room. They were replicated by the female voices, who also had their best moment there.

Maria Agresta and Enea Scala in this performance.

Medée is an opera that needs a protagonist who needs a charismatic command of the stage, a primadonna able to cope with the dramatic force of the work. Maria Pia Piscitelli, who has sung only two performances with the first cast, replacing Maria Agresta, is a competent singer, with a  correct voice, a middle zone that does not sound bad, but that needs that aforementioned charisma, throughout the entire work. It is a voice with a tone with a dark touch, but the treble if it goes too high can be strident. Then she improved a lot from the middle of the second, reaching a notable intervention in her big scene at the beginning of the third act.

Enea Scala played Jason. The Italian tenor suffers from some kind of flu, as announced by the theatre shortly before the show, but he wanted to show defference with the audience, by coming out to sing. Scala has a lyrical-toned voice, but as he moves towards the high voice, he sometimes sounds a little strident. He should be seen, completely healthy, for a better appreciation, even more so if his tone seems pleasant. In terms of acting, his spectacular physique du rôle is suitable for the hero.

Jongmin Park was one of the great voices of the night, like King Creon, with his generous vocal volume and deep bass tone, standing out in the confrontation scene with Medea in the second act.

Sara Blanch was an excellent Dircé, showing her wonderful high notes in her complicated aria in the first act. Nancy Fabiola Herrera was another of the great voices of the night, as the long-suffering and loyal Neris, Medea's servant. Thus she sang her beautiful and heartbreaking Act Two aria Ah! Nos combs seront communes, her velvet-sounded, mature voice, whose beautiful tone joined that of the bassoon, in one of the best moments of the night.

With just a remaining last performance, the Teatro Real must be given the credit for staging a work composed for great voices, and despite the universality of its history, it is not seen frequently on the stages of major opera houses, as it should be. Last night's leading couple may have lacked a little more vocal charisma, but they gave themselves over to the drama. And as a result, it brought several ovations to the artists, especially Piscitelli.

My reviews are not professional and express only my opinions. As a non English native speaker I apologise for any mistake.

Most of the photographs are from the internet and belong to its authors. My use of them is only cultural. If someone is uncomfortable with their use, just notify it to me.

Any reproduction of my text requires my permission

lunes, 2 de octubre de 2023

Música para la peor tragedia, el filicidio: Medea, de Luigi Cherubini, en el Teatro Real.

 

Madrid, 1 de octubre de 2023.

Tras una temporada pasada dedicada al mito de Orfeo, sigue el Real por la senda de la mitología clásica. La temporada 2023-2024 está consagrada al mito de Medea, la hechicera semidiosa que en venganza por la infidelidad de Jasón, por quien dio todo, hasta su familia y su patria, mata a sus propios hijos. Y la primera ópera de esta temporada es la Medea de Cherubini, estrenada en 1797 en París, en plena Revolución Francesa. Esta ópera no conoció el éxito inmediato. Sería a partir de su estreno en alemán en Viena, en 1802, cuando empezaría su exitoso camino, afianzado por una nueva traducción en 1855. Beethoven, Brahms, Spohr, Schubert y Wagner alabarían las virtudes de esta ópera, considerándola como una de las cimas de la ópera de aquél entonces. Sin embargo, la presencia moderna de esta ópera se debe a que la gran Maria Callas la interpretó por primera vez en 1953, haciendo una interpretación icónica de este personaje, pavimentando el camino para otras grandes sopranos en las décadas siguientes. Curiosamente, y por el centenario de la Callas en este 2023, el Teatro Real le dedica a estas funciones, algo curioso porque si bien cantó en Madrid (1958,1973, por no hablar de su holograma, que lleva haciendo las delicias de los madrileños desde 2020 en la estación de Príncipe Pío), no lo hizo en el regio coliseo.

La música de Cherubini, a caballo entre el virtuosismo de finales del siglo XVIII y el ímpetu romántico que vendría en el siglo siguiente, intenta poner música al trágico mito, desde su conocida obertura, trágica y poco convencional para su época, hasta el preludio del tercer acto, donde de forma moderna recrea el conflicto de la protagonista mientras sueña. La tragedia de Medea, tanto el mito como la obra de Eurípides mantiene su vigencia, más aún en estos tiempos donde ya se habla del peligro social de la violencia vicaria, donde un cónyuge (habitualmente un hombre) daña a los hijos del matrimonio para hacer daño al otro cónyuge (habitualmente una mujer), aunque aquí es la mujer la que mata a sus hijos para hacer daño al marido (casos que también se han visto últimamente en la realidad española); y la traición de un hombre hacia una mujer que por él lo deja todo, y  la venganza de esta que se cobra como víctimas a sus hijos para sumir al padre en el dolor más absoluto, se reviste de una rabiosa actualidad.

Es algo que Paco Azorín, director de escena, intenta concienciar al público en su visión de Medea, en un montaje de gran impacto visual. Nada más entrar, se ve a unos niños jugando antes de que empiece la obra. Cuando empieza la obertura, se ve a Medea matando a sus hijos. Es el inicio de la tragedia. Durante la misma introducción orquestal, se ve a Medea y a Jasón vestidos como en la Grecia clásica, frente al vellocino de oro. Pero esta es una producción moderna. Al acabar la obertura, se ve una enorme plataforma con un ascensor, que presidirá el escenario durante el espectáculo, en el que a veces desciende otro escenario rectangular, con dos enormes manchas de sangre en el suelo, que hace las veces de templo y palacio de Creonte. Al fondo se ven proyecciones, y durante un momento se ve una tierra yerma con la bandera de Ucrania de fondo. Pero el vestuario de Ana Garay es contemporáneo, con abundancia de los colores oscuros. Los hijos de Medea y Jasón son estrafalarios adolescentes que hacen vídeos en TikTok. Creonte está vestido como un dictador fascista. Además, Medea tiene un avatar en escena, una actriz sin diálogos que es la Medea mitológica, con la que confiesa sus fantasmas. La boda entre Jasón y Dircé se celebra según el rito griego ortodoxo, viéndose a sacerdotes de esta fe en escena. En la breve pausa entre los actos segundo y tercero, aparece proyectada la Declaración de los Derechos del Niño, y el hecho de que lo haga mientras afinan los instrumentos, le da un tono aún más siniestro. Durante la larga introducción orquestal del tercer acto, esta Medea intenta matar a sus hijos infructuosamente, mientras la verdadera Medea está sentada, dormida, ya que se trata de una recreación del sueño. Se ve la muerte de Dircé, al ver cómo emana humo del vestido envenenado que le regala Medea. Al final, Medea se eleva hacia el cielo, mientras Jasón se retuerce de dolor en el suelo, aparece fuego real en el escenario y los hijos de Medea ya no aparecen, habiendo sido, ahora sí, asesinados, mientras el pueblo huye despavorido.

La Orquesta del Teatro Real, dirigida por Ivor Bolton, fue de menos a más durante la función. La trágica y conocida obertura fue interpretada de forma más bien correcta, aséptica. No obstante, a partir del segundo acto fueron mejor las cosas, las cuerdas a partir de entonces alcanzaron un sonido más dramático y enérgico. Excelente el fagot en el aria de Neris, y la percusión también tuvo su momento de gloria. El mejor momento de la orquesta fue sin duda la larga introducción orquestal del tercer acto, ya con la orquesta entrada en calor. En cambio el Coro, ahora con un nuevo maestro, José Luis Basso, tuvo una excelente intervención, muy especialmente en la escena de las bodas de Dircé y Jasón, con ese coro "Fils de Bacchus, descend des Cieux", que las voces masculinas entonaron con una fuerza única, revistiendo ese momento de gran solemnidad, que se hizo oír bien en la sala. Fueron replicados por las voces femeninas, que tuvieron ahí también su mejor momento. 

Medea es una ópera que necesita de una protagonista que debe ser un animal vocal y escénico, una primadonna capaz de poder con la fuerza dramática de la obra. Maria Pia Piscitelli, que ha cantado solo dos funciones con el primer reparto, es una cantante cumplidora, con un material que parece correcto, una zona media que no suena mal, pero que necesita ese carisma antes mencionado, durante toda la obra. Es una voz con un timbre con un toque oscuro, pero el agudo si va muy arriba puede ser estridente. Luego mejoró mucho desde la mitad del segundo, llegando a una intervención notable en su gran escena del inicio del tercer acto. 

Enea Scala interpretó a Jasón. El tenor italiano sufre de una afección de carácter gripal, según anunciaron por megafonía, pero por deferencia con el público salió a cantar. Scala tiene una voz de base lírica, pero a medida que se dirige al agudo suena a veces un poco estridente. Habría que verlo cuando esté completamente sano, para una mejor apreciación, más aún si su timbre parece agradable. En lo actoral, su espectacular físico es conveniente al héroe que interpreta. 

Jongmin Park fue una de las grandes voces de la noche, como el rey Creonte, con su generoso caudal vocal y su timbre de bajo profundo, destacando en la escena de enfrentamiento con Medea en el segundo acto. 

Sara Blanch fue una excelente Dircé, dando muestras de sus estupendos agudos en su complicada aria del primer acto. Nancy Fabiola Herrera fue otra de las grandes voces de la noche, como la sufrida y leal Neris, criada de Medea. Abordó así su bella y desgarradora aria Ah! Nos peines seront communes, del acto segundo, donde su voz aterciopelada, madura, cuyo bello sonido se unía al del fagot, siendo uno de los mejores momentos de la noche. 

A pocas funciones para que termine esta producción, es de agradecer al Real que programe una obra compuesta para grandes voces y que pese a lo universal de su historia, no se vea mucho en los principales teatros. A la pareja protagonista de anoche quizá le faltara un poco más de carisma vocal, pero se entregaron al drama. Y eso último trajo ovaciones a los artistas, especialmente a Piscitelli.


Las fotografías y vídeos no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.