sábado, 24 de febrero de 2018

La Bohème en el Auditorio Nacional de Madrid. 23 de febrero de 2018.


Qué ganas tenía de volver a ver en vivo La Bohème. Doce años llevaba sin poder ver una función de esta maravillosa y conmovedora ópera del maestro Puccini. Una neumonía me impidió verla en enero en el Real, pese a tener una entrada desde hacía meses. Me quedé con la espinita, pese a que después de ver el vídeo de la función emitida por Facebook sentí que no me había perdido gran cosa.

Por eso en cuanto supe que la cita operística anual de la Orquesta Filarmonía de Madrid en el Auditorio Nacional sería la Bohème, pensé que tenía una oportunidad para ver esta obra.

Se trataba de una versión semiescenificada a cargo de Jesús Peñas, pero en honor a la verdad ha sido una auténtica función de ópera porque la Orquesta estaba situada debajo de los cantantes, aunque significó que varias veces fueran tapados. Había utensilios y un coqueto pero sencillo vestuario a cargo de Paz Volpini, que nos situaba en la historia. En el segundo acto hubo un batiburrillo de actores y funambulistas que intentaban hacernos imaginar el Café Momus.

                                                   
                                   


Pascual Osa dirigió a la orquesta. Los tempos tenían alguna irregularidad y el sonido quizá podría refinarse un poco más. Fuera de eso, el maestro concertaba a las voces. Hubo cortes al principio de los actos tercero y cuarto, supongo que por agilizar la duración de la función ya que empezaba bastante tarde.

Los coros no actuaban sino que estaban en sus bancos mientras en escena les daban vida un grupo de actores. Y lo mismo el coro infantil.

El principal reclamo aquí era la Mimí de Montserrat Martí. Nunca antes la había escuchado en un rol de enjundia. Hay que decir que probablemente fuera la más experimentada de todos. Y hay que decir también que escénicamente tiene presencia y su aportación actoral es intachable: muy tierna en el tercer acto. Vocalmente, quizá tuviera la voz más grande de toda la plantilla. Hay momentos de belleza redondeados por su interpretación del personaje, pero también algunos manierismos heredados de su ilustre madre, como a la hora de afrontar el pianissimo en Mi chiamano Mimì. El agudo es poderoso, pero puede ser un poco estridente. Me sorprendió cómo éste podía engullirse a los solistas y a la orquesta.

Israel Lozano fue un Rodolfo de aceptable centro, pero tenía complicaciones si se iba por el agudo, lo que le pasó demasiada factura en el primer acto. Mucho mejor en el tercero y en el cuarto acto, donde se desempeñó decentemente en el Mimì tu più non torni.

Marta Estal fue Musetta y su vals fue aceptable. Enrique Sánchez como Marcello no estuvo mal pero en las altas zonas a veces era difícil oírle.

El veterano bajo Francisco Santiago fue la segunda gran voz de la noche después de Martí. Siempre que le he escuchado me ha sorprendido gratamente. Tiene una gran presencia escénica y su voz es bella. Nos dejó una bonita versión del aria de Colline del acto final.



La función se hizo amena gracias al empeño de la compañía por hacerla accesible (por ejemplo a la hora de vestir y hacer actuar a los solistas), pero para disfrutar no se puede venir a exigir un nivel como en el Real porque ocurrirá lo contrario.


Como curiosidad, cuando todos ya habían saludado y se habían ido, el coro infantil salió a escena y se puso en formación. Los que quedábamos les aplaudimos.

No quiero terminar esta crónica sin dejar de referirme al pésimo comportamiento de parte del público de esta noche. Al menos en la zona de  Anfiteatro la gente se ponía a hablar incluso en momentos clave como la muerte de Mimí. Tengo la impresión de que iban a la ópera como si fueran al cine de barrio. ¿Cómo puede disfrutarse así de la musica? Sin comentarios. Pese a todo, me gusta la iniciativa de esta formación musical  de acercar la ópera al gran público a precios asequibles.

Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con su publicación en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

lunes, 19 de febrero de 2018

Michael Nyman en el Auditorio Nacional, 18 de febrero de 2018.




Este 18 de febrero  Michael Nyman se presentó en el Auditorio Nacional de Madrid con su famoso conjunto musical, The Michael Nyman Band, en la gira por el cuarenta aniversario de su formación. Nyman es habitual en esta sala madrileña, y su fama mundial como célebre compositor de música minimalista y New Age fue suficiente para reunir a más de 2000 personas en una tarde que prometía ser mágica.

Personalmente, tengo que decir que no conozco mucho a Nyman; salvo por su bellísima  ópera Facing Goya, y por sus obras para el cine. Además he de admtir que me gustan más otros minimalistas como Steve Reich. Y dado que el Auditorio tampoco facilitó el listado de obras del concierto, fui prácticamente virgen de conocimientos a la función.

Nada más entrar a la sala me sorprendí de ver la amplificación, algo que deslució un poco
el concierto porque el sonido era verdaderamente atronador. Creo que no le habría hecho falta, pero desconozco las razones por las que se puso. La orquesta sólo estaba formada por doce músicos incluido el propio Nyman al piano.


Empezó el concierto con mucho brío, y poco a poco Nyman fue interpretando varias de sus mejores obras para su agrupación: comenzó por Chasing Sheep is Best Left to Shepherds, luego llegaría una impactante versión de An eye for optical theory, o la conocida Sheep and Tides , el Memorial de  El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, la vibrante Drowning by Numbers y un largo etcétera.

Tras acabar el concierto, vino una generosa ronda de bises. Nyman apareció en solitario para interpretar al piano la célebre The Heart Asks Pleasure First. Y en ese momento el mundo pareció detenerse. La famosa melodía de la banda sonora de la película El Piano tiene ese poder indescriptible para conmover, para mantener al público con la respiración contenida. Fue algo mágico.

Luego vinieron otras piezas orquestales y el concierto terminó con Nyman de nuevo en el piano para interpretar Franklyn, de la película Wonderland.


El concierto fue recibido con una calurosa acogida por un público entusiasta de la música de Nyman, y tuvo momentos que percibí como mágicos pese a mis pocos conocimientos en este autor. Una velada memorable, sobretodo para quien conozca muy bien su música.

lunes, 12 de febrero de 2018

Peter Grimes en el Palau de les Arts de Valencia. 10 de febrero de 2018.






Peter Grimes es una de las mejores óperas del siglo XX. Cuando tenía 14 años leí sobre la historia de autodestrucción de este huraño marinero, y sentí la necesidad de escuchar por primera vez esta ópera. Me quedé fascinado con los interludios musicales y algunos de sus números, incluído el trágico final.
Con esta obra, Britten nos muestra una realidad descarnada: cómo los inadaptados a la sociedad  como Peter Grimes son destruídos irremediablemente por ésta. Y no sólo eso, sino que también es la misma sociedad la que con sus chismes, rechazos y su morbo por la miseria ajena crea a estos personajes y les empuja a cometer acciones que serán su perdición. También nos muestra que en medio de la desolación, siempre hay voces amigas como Ellen Orford o el Capitán Balstrode que creen en alguien, aunque a veces esa ayuda no pueda evitar el desastre final. Y por último nos hace un retrato de la hipocresía de la sociedad de The Borough, que es capaz de disfrazar de moral puritana y justiciera su moral baja y chismosa. Y por no hablar de su genial musica, que le da a esta triste historia momentos de épica sinfónica y de dramatismo. Britten creó (y que me perdone Purcell), la cúspide de la ópera británica, muchas veces innovando donde no tuvo referentes en los qué inspirarse. Una empresa que sólo genios como él pueden sacar adelante con éxito.

Por todo ello, en cuanto supe que Peter Grimes estaba anunciado en esta temporada del Palau de les Arts supe que Valencia sería el destino de mi segundo viaje operístico. Nunca antes había visto esta obra en vivo y no me lo pensé.



La producción de Willy Decker es ya un clásico, en 24 años de andadura ha conquistado ciudades como Tokio o Madrid. Parece que Britten se le da bastante bien: su producción de Muerte en Venecia es igualmente bella.  Sin embargo, me ha parecido por momentos un poco vieja ya pero a medida que avanzaba la función ha ido ganando enteros y convertirse en un montaje poderoso e intenso.



Nada más abrirse el telón vemos unas paredes negras con una plataforma inclinada, Grimes lleva el ataúd de su anterior aprendiz, que simboliza la carga de sospechas y recelos que el pueblo carga sobre sus hombros. Decker crea un ambiente onírico y a la vez opresor, con el cielo nuboso y oscurecido de fondo. La dirección de actores es estupenda, con momentos memorables como el final del primer acto (con la taberna de paredes rojas) o la escena en la cabaña de Grimes. En cuanto a los decorados, por momentos la austeridad aunque pretende destacar lo irrespirable de la atmósfera del pueblo cae en lo aburrido, por ejemplo en la primera escena del primer acto. Los movimientos del coro son de lo mejor de la dirección de actores. Decker lo convierte en un personaje maledicente, cargante y temible (impresionante cómo se agolpan todos al final del primer acto señalando a Grimes y su aprendiz una vez que se han ido a casa).


Decker convierte las escenas sociales del pueblo del principio y el final en un oficio religioso, en el que se chismorrea y conspira contra Grimes. Un gran momento es el cuarteto femenino en el que las mujeres del coro se unen a las solistas con su silencio cómplice, así como la cabaña del protagonista: unas asfixiantes paredes grises que dan una idea de lo horrible que es la convivencia con él. La iluminación es igualmente magistral, creando escenas de iluminación tenue cautivadoras.


La Orquesta de la Comunidad Valenciana es la mejor que puede tener una casa de ópera de este país. Su sonido es espectacular, y más aún lo es con la excelente acústica de la sala. Pero además se lleva de calle a orquestas como la del Liceu o la del Real (la cuerda valenciana es mejor que la madrileña).  Christopher Franklin la dirige a un gran nivel, pero no llega a ser sobrecogedora. Aunque por momentos va demasiado rápido y la sección de trompeta parece descordinarse un poco, en otros muchos momentos llega a tener buenos momentos, como en los interludios o en el final.

El Cor de la Generalitat a cargo de Francesc Perales fue de lo mejor de la noche,  con unas poderosas intervenciones y además muy bien actuadas.

Gregory Kunde y el resto de solistas en un momento de la obra.

Gregory Kunde era el otro gran reclamo. Y no ha defraudado:  la suya ha sido una actuación perfecta. La voz es bella, corre por la sala y a nivel interpretativo es excelente. Su Grimes es temible, agresivo pero digno de compasión (cómo llora tras la muerte de John). Creo que éste es el mejor papel que le haya oído. Pocos han cantado What Harbour shelters peace? con tanta belleza. Y que gran escena final.

Leah Partridge y Robert Bork han sido unos excelentes Ellen Orford y Capitán Balstrode. Ella tiene una hermosa voz juvenil y robusta (excelente su aria Embroidery in childhood); además de ser una buena actriz , y él posee una gran voz.

Entre los comprimarios hubo un buen nivel, entre ellos Rosalind Plowright fue una tétrica Sra. Sedley, cuya voz estridente convenía al personaje. Me gustó Dalia Schaechter como la tía, de voz pastosa (es una tabernera, también conviene al personaje) aunque a veces no se oía. Richard Cox fue un excelente Bob Boles.
Gregory Kunde recibiendo en solitario la ovación cerrada del público.

El teatro no estaba ocupado del todo, pero los que estuvimos ahí aplaudimos y ovacionamos con fuerza. No ha sido el mejor Peter Grimes del mundo pero me parece un hito para Valencia el que se programe y se amplíe más el repertorio del público con una de las más bellas óperas del siglo pasado. Y además, el Palau de les Arts es un edificio impresionante, con unas vistas increíbles y una bella sala moderna.

Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con su publicación en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Dead Man Walking en el Teatro Real, 6 de febrero de 2018.



Después de tres largos meses, volvía al Teatro Real para ver Dead Man Walking, una ópera basada en una historia real. Había leído y oído que se trataba de toda una sensación y avivó mis ganas de verla. Me he encontrado con una obra muy bonita, que sin ser un hito (al menos de momento, pero el tiempo lo dirá; y segundas lecturas si procede) emociona, trata un tema actual, íntimo y universal.
Una función muy emocionante es la que se ha vivido este 6 de febrero en el Real.

La historia de la religiosa Helen Prejean fue llevada al cine, y Susan Sarandon ganó el Oscar a la mejor actriz por su interpretación. Prejean recorrió un camino para el que se necesita humanidad, y también mucha entereza: asistir a un condenado a muerte en la recta final de su vida. Recientemente, el compositor Jake Heggie la convirtió en una ópera, que ha tenido mucho éxito. Y ahora ha repetido ese triunfo en Madrid.

La música de Jake Heggie es preciosa, y por encontrarle un análogo me ha parecido mejor que The Perfect American. Además, ha conseguido gustar al público. Muy americana en el estilo y las melodías - opiniones más leídas encuentran influencias de Bernstein-, y con un esquema que incluye preludios, arias, monólogos, escenas, impresionantes coros, etc. Personalmente, recuerdo una bella música para viento en una escena a solas de la protagonista en el segundo acto. La producción de ópera contemporánea en Estados Unidos suele tener aceptación entre el público debido a la composición tradicional y el tratamiento de temas históricos y sociales estadounidenses. Ahí tenemos a Adams y a veces a Glass.

Mark Wigglesworth dirigió muy bien a la orquesta del Real, aunque no lograse ésta un nivel supremo. No eché en falta brillantez en ninguna sección esta vez, lo que es decir mucho.



La puesta en escena de Leonard Foglia es espectacular y funcional a la vez. Nada más abrirse el telón se ven unas rejas y el asesinato de los jóvenes por parte del protagonista y su cómplice, para luego dar paso a una colorida escuelita donde empieza la historia. Muy bien resuelta el aria de la Hermana Helen mientras conduce, con proyecciones de fotografías de carreteras americanas: una excelente composición de Elaine J. McCarthy.  La plataforma escénica que representa la prisión es impactante, así como la dirección de actores para el coro de presos; que se comen a Helen con la mirada. Muy bella la aparición de Joe (el condenado) con una iluminación azul y violácea de fondo. La dirección de actores como ya dije antes ha sido espléndida, siendo cada vez más conmovedora: la comisión de inocencia y todo el acto segundo llegan al alma. Pero el final es aún más espléndido, con la ejecución del preso en silencio sepulcral con una aturdidora iluminación amarilla y esos pitidos de máquina del corazón que llegan a provocar ansiedad acrecenta la fuerza de la escena. Gran trabajo.

Joyce DiDonato y Michael Hayes en un momento de la representación

Joyce DiDonato ha interpretado magistralmente a la gran hermana Helen Prejean. Su actuación ha sido impecable y vocalmente bella. De piedra me he quedado con el espiritual final a cappella, sobrecogedor. Para el recuerdo.

Michael Mayes ha sido igualmente un gran Joe De Rocher. Quizá no me lo imagine como Rigoletto o el Conde de Luna por esa voz un tanto gutural, pero a este personaje le viene como anillo al dedo; porque a partir de ella realiza una interpretación sobrecogedora, que nos hace sentir al antihéroe. Me gustó mucho el pianissimo que hace en "everything is going to be alright" en el dúo con Helen en el primer acto.

Measha Brueggergosman volvía al Real después de mucho tiempo. Me gustado esta vez su interpretación y su voz, que sonaba preciosa y se dejaba oír (algunos dicen que su voz es muy pequeña). Creo que Brueggergosman está más indicada en este papel de comprimaria que hace años como Antonia de Los Cuentos de Hoffmann, de la que hizo una interpretación olvidable. Aquí resultaba encantadora.

El resto del reparto ha estado a un buen nivel. Particularmente, hemos de mencionar a  Maria Zifchak, que interpretó magistralmente a la madre de Joe, y también a Toni Marsol como Owen Hart (padre de una de las víctimas), excelente a nivel vocal y actoral.



Creo firmemente en que la ópera debe seguir viva a través de nuevas creaciones. Hay muchos caminos como obras de arte deje cada uno, muchos no gustarán al público y otros sí. Obras como esta pueden no sólo agradar al público más conservador sino que también su temática actual atraerá a personas ajenas a la ópera: a mí me han preguntado algunos interesados profanos, aunque no he podido esta vez traerme a nadie. De momento, esta vez la sala tenía alta ocupación y por los comentarios el público ha salido entusiasmado. Junto a La Favorita, ya tenemos al éxito del año en lo que llevamos de temporada.


Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con su publicación en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.