jueves, 27 de julio de 2017

Medea en la Komische Oper de Berlín. 15 de julio de 2017.


Berlín, esa ciudad de una vida cultural tan vibrante, capital de un país donde la ópera es una alternativa de ocio viable y popular entre los diferentes públicos. Una ciudad en la que la ópera se programa de una forma distinta a la que estamos acostumbrados: varios títulos de ópera al año y cada día un título distinto. Y no en un sólo teatro sino en varios. Siempre he tenido envidia de la ópera de repertorio, ya que además de tener oportunidad de ver tus óperas preferidas cuando quieras, puedes iniciar también siempre que quieras a algún amigo, familiar o pareja en este mundo mágico. Y Berlín tiene además tres teatros de ópera importantes: la Staatsoper (ópera principal), la Deutsche Oper (ópera alemana) y la Komische Oper (ópera cómica). La Komische Oper de Berlín es la más pequeña de las tres salas, y la más popular entre el público poco convencional y más joven. Sus provocadores montajes tienen fama más allá de Alemania. Para muestra de ello la genial Flauta Mágica que se vio en enero de 2016 en Madrid. Y la sala es preciosa, con una decoración decimonónica que cautiva tanto o más que las propias producciones del teatro.




 Se trata, pues, de un teatro que siempre me pareció interesante debido a su programación, puestas en escena y su precioso interior. Ya quisiera un teatro de ópera con una sala tan hermosa en Madrid.

Hace dos semanas, estaba de vacaciones en Berlín; y era el único que estaba abierto en esos días. Por esas y otras razones, el título que vi fue Medea, del contemporáneo compositor  alemán Aribert Reimann.


                             

Al oírla un poco antes de viajar estaba dubitativo, pero he de decir que en vivo y con puesta en escena se hace bastante disfrutable. He de decir que su música me ha gustado más que el Bomarzo del Real, o la Ciudad de las Mentiras.

El director de escena Benedict Andrews es celebrado en Alemania por sus transgresores trabajos. Para el estreno de esta obra en Berlín ha creado una puesta en escena sencilla pero tremendamente oscura y efectiva.  El escenario está parcialmente desnudo, con los bastidores visibles y las paredes negras, con el suelo totalmente pedregoso, creando una ambientación lóbrega y siniestra. Hay cerca del borde unos hilos que forman una silueta de casa que representa el palacio donde Medea se siente recluída. El vestuario es contemporáneo, pero se destaca el contraste de Medea con el de Creusa: una de camisón blanco  y otra con un sencillo traje amarillo.


El director consideraba demasiado fuerte y difícil representar la escena de la muerte de los hijos de Medea con niños reales, asi que estos son sustituidos por marionetas. La dirección de actores es excelente y muy intensa en Medea, donde ya desde el principio vemos a una sufrida mujer que se integra mal en su nuevo reino y que da muestras de locura desde el principio. Se recrea de manera muy verosímil la muerte de Creusa con una doble prendiéndose fuego en directo al vestido de boda. Hay una especie de farol enorme que da luz a la escena desde finales del primer acto y que con las luces bastante apagadas al final de la obra crea un efecto tenue en medio de la oscuridad, que nos mete en la intimidad del sufrimiento de los personajes una vez consumada la tragedia.  Un buen trabajo.

La orquesta del teatro al frente de Steven Sloane ha sonado bastante bien. Además los instrumentos de percusión estaban fuera del foso y al lado de la platea. No siempre es agradable estar cerca del gong, se lo puedo asegurar.


                                                 Nicole Chevalier, como Medea


Nicole Chevalier ha creado una gran interpreración de Medea. La voz de esta soprano  es enorme y consigue salir airosa de la extrema partitura. La actuación ha sido impecable y aterradora.

Lo pequeño de la sala hace que voces que en el Real no podrían oírse aquí se escuchen muy bien. Tal ha sido el caso del barítono Günter Papendell, de voz buena y mejor nivel actoral como Jasón; pero de volumen sospechosamente susceptible de ser peor percibido en salas más grandes. O la de Nadine Weissmann como Gora, a la que ya conocemos por España. Aquí sonaba como una interesante contralto.

 De muy buen nivel el resto de comprimarios. Me gustó mucho la mezzo Anna Bernacka como Kreusa, con una voz muy bonita, el tenor de carácter Ivan Turšić como Kreon tiene una voz interesante e igualmente muy bueno el contratenor Eric Jurenas como el Heraldo.

El público de esta función tenía bastante gente joven y aunque seguramente hubo deserciones, no las vi en el primer acto; pero hay que decir que no había lleno total. Me parecía también un público muy alejado del boato de los grandes teatros, y más cercano al de una función de tarde de teatro hablado. Incluso se oyen silbidos de aprobación, algo poco común en el Real.

         

                                      Aribert Reimann recibiendo el aplauso del público 


La funcion fue un éxito y el público ovacionó a todos los artistas, sobretodo a la protagonista. Detrás de mí había un señor que se desgañitaba braveando como un tifoso en la Scala, algo curioso en una obra atonal. El propio Reimann salió a saludar un par de veces y fue  ovacionado.

Espero volver algún día a este gran teatro, y con una obra más interesante.  La compañía es maravillosa.


El material audiovisual aquí publicado no es de mi autoría. Si alguien no está conforme con su publicación en este blog, que me lo comunique para quitarlo lo antes posible.

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