lunes, 12 de febrero de 2018

Peter Grimes en el Palau de les Arts de Valencia. 10 de febrero de 2018.






Peter Grimes es una de las mejores óperas del siglo XX. Cuando tenía 14 años leí sobre la historia de autodestrucción de este huraño marinero, y sentí la necesidad de escuchar por primera vez esta ópera. Me quedé fascinado con los interludios musicales y algunos de sus números, incluído el trágico final.
Con esta obra, Britten nos muestra una realidad descarnada: cómo los inadaptados a la sociedad  como Peter Grimes son destruídos irremediablemente por ésta. Y no sólo eso, sino que también es la misma sociedad la que con sus chismes, rechazos y su morbo por la miseria ajena crea a estos personajes y les empuja a cometer acciones que serán su perdición. También nos muestra que en medio de la desolación, siempre hay voces amigas como Ellen Orford o el Capitán Balstrode que creen en alguien, aunque a veces esa ayuda no pueda evitar el desastre final. Y por último nos hace un retrato de la hipocresía de la sociedad de The Borough, que es capaz de disfrazar de moral puritana y justiciera su moral baja y chismosa. Y por no hablar de su genial musica, que le da a esta triste historia momentos de épica sinfónica y de dramatismo. Britten creó (y que me perdone Purcell), la cúspide de la ópera británica, muchas veces innovando donde no tuvo referentes en los qué inspirarse. Una empresa que sólo genios como él pueden sacar adelante con éxito.

Por todo ello, en cuanto supe que Peter Grimes estaba anunciado en esta temporada del Palau de les Arts supe que Valencia sería el destino de mi segundo viaje operístico. Nunca antes había visto esta obra en vivo y no me lo pensé.



La producción de Willy Decker es ya un clásico, en 24 años de andadura ha conquistado ciudades como Tokio o Madrid. Parece que Britten se le da bastante bien: su producción de Muerte en Venecia es igualmente bella.  Sin embargo, me ha parecido por momentos un poco vieja ya pero a medida que avanzaba la función ha ido ganando enteros y convertirse en un montaje poderoso e intenso.



Nada más abrirse el telón vemos unas paredes negras con una plataforma inclinada, Grimes lleva el ataúd de su anterior aprendiz, que simboliza la carga de sospechas y recelos que el pueblo carga sobre sus hombros. Decker crea un ambiente onírico y a la vez opresor, con el cielo nuboso y oscurecido de fondo. La dirección de actores es estupenda, con momentos memorables como el final del primer acto (con la taberna de paredes rojas) o la escena en la cabaña de Grimes. En cuanto a los decorados, por momentos la austeridad aunque pretende destacar lo irrespirable de la atmósfera del pueblo cae en lo aburrido, por ejemplo en la primera escena del primer acto. Los movimientos del coro son de lo mejor de la dirección de actores. Decker lo convierte en un personaje maledicente, cargante y temible (impresionante cómo se agolpan todos al final del primer acto señalando a Grimes y su aprendiz una vez que se han ido a casa).


Decker convierte las escenas sociales del pueblo del principio y el final en un oficio religioso, en el que se chismorrea y conspira contra Grimes. Un gran momento es el cuarteto femenino en el que las mujeres del coro se unen a las solistas con su silencio cómplice, así como la cabaña del protagonista: unas asfixiantes paredes grises que dan una idea de lo horrible que es la convivencia con él. La iluminación es igualmente magistral, creando escenas de iluminación tenue cautivadoras.


La Orquesta de la Comunidad Valenciana es la mejor que puede tener una casa de ópera de este país. Su sonido es espectacular, y más aún lo es con la excelente acústica de la sala. Pero además se lleva de calle a orquestas como la del Liceu o la del Real (la cuerda valenciana es mejor que la madrileña).  Christopher Franklin la dirige a un gran nivel, pero no llega a ser sobrecogedora. Aunque por momentos va demasiado rápido y la sección de trompeta parece descordinarse un poco, en otros muchos momentos llega a tener buenos momentos, como en los interludios o en el final.

El Cor de la Generalitat a cargo de Francesc Perales fue de lo mejor de la noche,  con unas poderosas intervenciones y además muy bien actuadas.

Gregory Kunde y el resto de solistas en un momento de la obra.

Gregory Kunde era el otro gran reclamo. Y no ha defraudado:  la suya ha sido una actuación perfecta. La voz es bella, corre por la sala y a nivel interpretativo es excelente. Su Grimes es temible, agresivo pero digno de compasión (cómo llora tras la muerte de John). Creo que éste es el mejor papel que le haya oído. Pocos han cantado What Harbour shelters peace? con tanta belleza. Y que gran escena final.

Leah Partridge y Robert Bork han sido unos excelentes Ellen Orford y Capitán Balstrode. Ella tiene una hermosa voz juvenil y robusta (excelente su aria Embroidery in childhood); además de ser una buena actriz , y él posee una gran voz.

Entre los comprimarios hubo un buen nivel, entre ellos Rosalind Plowright fue una tétrica Sra. Sedley, cuya voz estridente convenía al personaje. Me gustó Dalia Schaechter como la tía, de voz pastosa (es una tabernera, también conviene al personaje) aunque a veces no se oía. Richard Cox fue un excelente Bob Boles.
Gregory Kunde recibiendo en solitario la ovación cerrada del público.

El teatro no estaba ocupado del todo, pero los que estuvimos ahí aplaudimos y ovacionamos con fuerza. No ha sido el mejor Peter Grimes del mundo pero me parece un hito para Valencia el que se programe y se amplíe más el repertorio del público con una de las más bellas óperas del siglo pasado. Y además, el Palau de les Arts es un edificio impresionante, con unas vistas increíbles y una bella sala moderna.

Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con su publicación en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

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