viernes, 14 de septiembre de 2018

Vídeo: Puestas en escena de Wieland Wagner. Parte II: Tristán y el Holandés Errante.



Siguiendo con los montajes de Wieland Wagner, le toca el turno ahora al legendario Tristan que Pierre Boulez dirigió en Osaka.

En esta ocasión, sigue siendo de lamentar el que sea la imagen en blanco y negro ya que esta producción legendaria se resiente, pero lo bueno es que la calidad es un poco mejor


a la de Walkiria. Wieland llega con este montaje a una de las cimas de su carrera artística, una producción abstracta y atemporal donde la iluminación y la escenografía nos transladan a un mundo onírico pero a la vez lleno de patetismo. El pesimismo flota desde el principio en el ambiente, rodeando a los personajes. De nuevo Wieland llega a trabajar los gestos y las emociones de los personajes, haciendo que en ocasiones canten a distancia y con una reducción de sus movimientos (aunque tampoco llega a convertirlos en estatuas) nos pueda llegar el enfrentamiento entre sus respectivos mundos psicológicos, llegando la confrontación de posturas al espectador de forma visible y clara.

El telón se abre en el primer acto para mostrar un pequeño monolito con un asiento de piedra, situado en una esquina mientras que en el fondo se proyecta la proa del barco. Representa la estancia de Isolda, mientras que los demás personajes y el coro de marineros están repartidos por el escenario, rodeando el camarote. El segundo constituye el momento más estético, con el famoso menhir celta largo y la iluminación haciendo el resto, aunque el blanco y negro no haga justicia a la magia. El tercer acto es el más impactante tanto a nivel escénico como actoral y musical en esta velada. Tristan e Isolde se funden en un largo abrazo tras beber el filtro. A principios del primer acto Tristan al escuchar al coro se va atormentado y no va a ver a Isolde. Durante su dúo, los amantes cantan sentados y juntos, transmitiendo su amor inmenso. Marke aparece como un hombre de gran nobleza, pero fatigado e inmensamente dolido por la traición de su amigo. Muy tierno el momento en que le abraza al final de su monólogo. Isolda levanta los brazos al cielo al ver a su amado muerto mientras la luz la ayuda a recrear ese momento intenso. Esta vez vemos una estructura rocosa que representa a las ruinas del castillo de Tristan, que se alzan amenazantes y con reminiscencias a los decorados rúnicos y célticos del Anillo del propio Wieland. En este acto veremos a Tristan cantar primero tumbado y luego alzarse y desgarrarse por la ausencia de su amada: un excelentísimo y referencial trabajo.

Boulez había sido elegido por Wieland para dirigir el Tristan en Osaka. Pero el nieto del maestro murió el año anterior y Boulez se quedó sin su mentor y llegó a Japón sin la preparación adecuada. Pese a la ayuda de la pareja protagonista, el estilo del francés distaba de ser romántico y dirigió la obra con su habitual aproximación moderna de tempi muy rápidos. Tampoco ayudó la bisoñez de la orquesta de la NHK, ya que los nipones nunca habían dirigido Tristan con anterioridad. El preludio es incómodamente veloz, no pudiendo disfrutarse el romanticismo y la transfiguración de la pieza. A medida que pasa la obra, uno deja de fijarse en la rapidez y termina percibiendo la dirección de la orquesta como poco relevante o de mero acompañamiento. La orquesta no da un mal resultado, pero en el primer acto se notan algunos excesos de volumen en algunos instrumentos. A destacar la bella melodía del pastor en el tercer acto a cargo del solista Takehiko Nitori.

 Birgit Nilsson y Wolfgang Windgassen en un momento del vídeo.

Esta filmación es la única en la que podemos ver a tres solistas de la época dorada de Bayreuth actuar juntos: los legendarios Wolfgang Windgassen y Birgit Nilsson como la pareja protagonista, y el no menos legendario Hans Hotter como el Rey Marke. Y el resto del reparto, sin llegar a los niveles de Bayreuth, también alcanza el mismo nivel del divino terceto. Un nivel lamentablemente imposible de conseguir hoy.

Nilsson está en plenitud de facultades en el momento de esta filmación. Su poderosa voz y dominio del personaje están presentes, con sus conocidos agudos potentes y magníficamente emitidos. Una voz que no parece estar fatigada en ningún momento. Impresionante la maldición del primer acto, y sus intervenciones del tercero; con su magnético e inolvidable Liebestod final que lo deja a uno al borde de la silla. A nivel actoral su Isolda tiene autoridad pero a la vez es una mujer frágil y presa de sus sentimientos.

Windgassen no está ya en su mejor momento vocal, pero la suya es la mejor interpretación de la velada de largo. Sus expresiones nos muestran en el primer acto un Tristan atormentado. Un héroe incapaz de disimular su malestar pero sin perder la clase. Sin embargo, es en el tercer acto donde realiza una creación inolvidable; casi a la altura de la Tosca de Callas en Londres. El tenor alemán se reserva para este momento, cantando con una entrega y una resistencia que ni de lejos se encuentra hoy en día. Su interpretación nos muestra una agonía espeluznante de Tristan, que uno llega a sufrir con y por él. Consigue estar espléndido de voz. Han pasado ya 51 años y no ha sido superado: con la voz en declive y con mala calidad de imagen sigue siendo la más conmovedora representación del personaje que haya sido grabado en vídeo. Y vocalmente no tiene rival en épocas posteriores.

Hotter también está en su ocaso vocal, aunque como intérprete sigue siendo enorme. Su Marke llega a impresionar por la clase y la capacidad de transmitir la psicología del anciano rey que descubre el engaño y asume su dolor con auténtica nobleza. Pese a que sus medios están mermados su versión es conmovedora. E igualmente en el tercer acto está impresionante en su corta intervención.

Herta Topper es una gran Brangäne, a la altura de las clásicas del personaje. Tiene una hermosa voz de contralto y su aviso del segundo acto es excelente.

Frans Andersson es un Kurwenal que puede resultar vulgar comparado con Neidlinger o Wächter: su interpretación es socarrona en el primer acto pero mejora a medida que transcurre la función. Tiene una voz de volumen generoso y convincente en el acto final.

Los comprimarios están a un gran nivel, con un destacable Gerd Nienstedt como Melot y el Timonel. Correcto Sebastian Feiersinger como el pastor. Georg Paskuda no tiene la voz más agradable del mundo para el joven marinero, pero es mucho mejor que los que cantan el personaje hoy en Bayreuth.

Este Tristan es historia de la ópera. Pese a las precariedad de la filmación es sin embargo de obligada referencia para los wagnerianos debido al gran trabajo escénico y la enorme talla artística del reparto que compensa la tediosidad de la mala imagen. No hace falta decir que el visionado es obligado.


El Holandés Errante, Bayreuth 1959.

Y terminamos este seguimiento a la obra de Wieland  con el vídeo de su producción de El Holandés Errante, en una reconstrucción para la Ópera de Roma en 1997. Al igual que las anteriores, la calidad de vídeo es mediocre, aunque con los avances de una grabación casera o interna del teatro que se puedan hacer treinta años más tarde de las funciones japonesas. Y esta vez nos acompaña el color.

En 1997, Wieland Wagner ya llevaba 30 años muerto y el mundo de la ópera era completamente distinto. El teatro romano encargó a Winfried Bauernfeind la reconstrucción del montaje que se estrenó en 1959. Y al parecer, según la prensa italiana, no hizo tampoco justicia al montaje de Wieland, incluso si comparamos con las fotografías disponibles hay diferencias entre original y reconstrucción.

En su día, Wieland llevó a la escena de Bayreuth el que posiblemente fuera su montaje más realista y distinto al minimalismo provocador que le caracteriza. Según Frederic Spotts, todo el mundo tuvo la sensación de acudir a una representación histórica; ya que junto a él estaban Wolfgang Sawallisch en el foso y George London y Leonie Rysanek como pareja protagonista. Y eligió la versión original de Dresde sin el romántico motivo de la redención. Y con un vestuario muy sencillo pero más fiel a la idea que el público tiene de la obra que en otros montajes.


Al abrirse el telón se ve la cubierta de un barco con el timón en el centro y los marineros moviéndose de un lado a otro, con unos uniformes de color azul brillante. La aparición del buque del Holandés es espectacular a la vez que siniestra: se ve entrar la tétrica proa del buque. Sus velas rojas aparecen recreadas por la iluminación. El Holandés aparecerá con un brillante y siniestro traje gris que refuerza su aspecto espectral. El primer acto es por tanto el más bello de todo el espectáculo. El segundo acto muestra las diferencias entre el original y la reconstrucción: las fotografías del original muestran una estancia de madera que domina la mitad inferior del escenario, con el retrato del Holandés en la mitad superior, imponente. Bauernfeind lo reduce todo a un escenario completamente desnudo y de tenue iluminación azul o gris oscuro donde debería estar el retrato , mientras que mantiene el vestuario original (de blusa gris y faldas y cofias de colores) y las ruecas de las hilanderas, con las sillas de Mary y Senta en el medio. Las hilanderas rodean a Senta para escuchar su balada y de nuevo los gestos y las distancias de espacio en el dúo de los protagonistas nos lleva a ver cómo dos esferas psicológicas diferentes se acercan. Vemos que al final de este acto el Holandés besa las manos de Senta como señal de gratitud mientras Daland y las hilanderas celebran la inminente boda. En el tercer acto volvemos a ver la cubierta del primero, ahora los marineros llevan unos trajes de colores ocre y algunos unas gorras demasiado actuales para ser del siglo XVII. La mala calidad y ángulos del vídeo en esta parte no permite ver muy bien el efecto lumínico y dramático de la larga escena coral. Al parecer, de nuevo el final nos muestra otra diferencia: en el original el Holandés moría en escena. Aquí desaparece entrando en su barco y Senta le sigue. Al final el barco desaparece y vemos como una espiral azul de aspecto de Vía láctea ocupa su lugar.

Un veinteañero y aniñadísimo Philippe Jordan, sustituyendo a Jeffrey Tate, dirige a una competente Orquesta de la Ópera de Roma. La obertura tiene algunos desajustes pero la agrupación italiana consigue salir airosa y la dirección en general es amena y tiene personalidad. El suizo consigue sacar un sonido bellísimo a la orquesta, aunque no alcance todavía el gran nivel que tiene hoy en día. A diferencia del original bayreuthiano, aquí se usa la versión con el motivo final de la redención y con pausas en cada acto. No sabemos lo que pensaría Wieland de esto.

José Van Dam interpreta un Holandés digno de estar en las producciones originales de Wieland. Su voz es impresionante y domina los recursos dramáticos del personaje, ya que con su porte y sus tablas consigue hacer una aproximación fiel a las intenciones del original que tanto trabajaban las expresiones. Su Holandés es esquivo, atormentado pero al mismo tiempo elegante. Aunque la voz ya no sea la misma que una década atrás aún puede hacer un protagonista inolvidable. Gran versión del monólogo.

Sue Patchell es una Senta digna y de voz muy dramática, pero no a la altura de Rysanek o Senta. La voz peca de ser un poco pastosa en la balada pero a lo largo de la función logra un dramatismo y un nivel decente. Además la voz parece tener mucho volumen. A su favor podemos decir que hay momentos de la balada que hace en un bello pianissimo.

Glenn Winslade es un Erik que tiene un destacable timbre heróico, aunque pocos años más tarde se habría desgastado a tal punto que en las funciones de Tannhäuser de Bayreuth bajo Christian Thielemann sería una tortura para el oyente. Aquí consigue un nivel vocal decente gracias a su registro medio, pero el aria del tercer acto le supone un problema en el agudo, que tiene que cortar y no suena tan bien.

Ulrich Dünnebach, a quien hemos de agradecer que haya subido el vídeo a Youtube, es un estupendo Daland, con una bella voz y excelentes graves. Los comprimarios mandarían a los que hoy cantan en Bayreuth al paro: Mette Ejsing -de hecho, habitual de Bayreuth en los 90- con una impresionante voz oscura de contralto que se roba la función en sus breves apariciones y Tommasso Randazzo como un excelente Timonel, con voz heróica aunque excediéndose un poco de vibrato.

Un momento del vídeo. Roma, 1997.

Quizá el paso del tiempo haya convertido al legendario Wieland Wagner en tradicional y muy clásico si tenemos en cuenta lo que se ve ahora. Pero su categoría artística es sin duda innegable: con sus lecturas revolucionó la forma de entender a Richard Wagner, consiguiendo que el espectador se preocupe más del drama que de una espectacular puesta en escena con acotaciones de un siglo atrás. Con su dirección de actores consiguió que no sólo se viera una representación de ópera sino también el abanico de emociones que son sus personajes. Su estética minimalista y la influencia de la tragedia griega que plasmó en sus producciones dio a las obras de su abuelo una atemporalidad que hace que su vigencia continúe. Y con su genialidad iluminadora consiguió una belleza estética que revolucionaría la forma de entender la ópera en Alemania y en el mundo entero, aunque no siempre en un sentido deseable. La mala calidad de los registros en vídeo de sus producciones que nos han llegado y las fotografías disponibles sólo nos permiten hacernos una idea de lo que fue y de lo que significó para la interpretación de Wagner y la ópera en general. Pero ni siquiera esta limitación disminuye un hecho que raramente se da en una familia de artistas: que el genio pase a las siguientes generaciones. Y ese fue el caso de Richard y Wieland Wagner.

El vídeo de la función de El Holandés Errante desde Roma se puede ver en este enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=UO620zQGc4g

Artículo del diario La Repubblica sobre esta función, pero dirigida por Jeffrey Tate:
http://ricerca.repubblica.it/repubblica/archivio/repubblica/1997/04/26/un-po-di-disordine-sul-vascello-fantasma.html

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