sábado, 13 de octubre de 2018

Vídeo: Siegfried desde la Ópera de Stuttgart, 2002/2003.

Tras la experiencia de dos Parsifales tan buenos como distintos entre sí, termino mi incursión wagneriana de óperas completas con este Sigfrido procedente de Stuttgart, a cuyo experimento he sobrevivido.

A principios de la década pasada, se grabó el Anillo de la Ópera de Stuttgart, que se ha mantenido durante mucho tiempo en cartel. La idea de la Intendencia era producir un anillo con cuatro directores de escena y cantantes diferentes. Este teatro es buque insignia del regietheater en estado puro. Este Anillo tiene a consecuencia de ello detractores (me inclinaría a decir que los más) y admiradores (especialmente en Alemania).



Los directores Jossi Wieler y Sergio Morabito estuvieron a cargo de esta jornada. Habituales de la compañía, su Sigfrido tiene lugar en lo que parece un barrio pobre y conflictivo de alguna ciudad posbélica, posatómica o posapocalíptica de nuestros días. Y sin embargo, resultó ser una actualización más fiel en su dramaturgia y atractiva de lo que me esperaba, que más bien era muy poco. Hay detalles que podremos reconocer más adelante como  Lo único es que en el momento que menos se lo espera uno aparece una genialidad que altera el dramatismo. La dirección de actores está muy bien trabajada, ya que todos resultan creíbles en sus personajes.

El primer acto tiene lugar en una casa destartalada con las ventanas rotas. Mime pela patatas mientras canta su entrada. Sigfrido entra con un abrigo de piel y un sombrero ruso típico como evocación del oso. Mientras dialogan preparan la cena. Sigfrido viste con vaquero y zapatillas, con una camiseta blanca que lleva su nombre: " Sieg Fried". El Viandante entra por la casa con unas llaves (¿sería el casero?) y vestido con pantalones,  chaqueta de cuero y gorra negros, como alguien que desea pasar de incógnito. En el torneo del saber se apuntan con una pistola mientras responden sus enigmas,  un momento de gran teatralidad. Pero la insensatez ya tardaba en salir. Una vez que Wotan-Viandante se va, Mime se masturba mientras canta su desesperada aria "Verfluchtes licht". Por lo menos, podemos ver a Sigfrido fraguar su espada de verdad.


El segundo acto tiene lugar frente a la valla electrificada de lo que parece un psiquiátrico de alta seguridad, en una noche totalmente cerrada. Alberich vigila descalzo fumando sin parar. La escena con el Viandante es teatro puro,  ya que las dos fuerzas del bien y el mal se enfrentan en la oscuridad de la noche que intensifica la acción. Fafner habla por unos megáfonos. El momento más desangelado son los Murmullos del bosque, ya que esa música descriptiva no termina de casar bien con la fealdad del escenario. Cuando se enfrenta al dragón, este se revela como un alter ego de Sigfrido, con su misma camiseta pero puesta del revés. El pajarillo del bosque es una mujer joven en chándal y con la cara blanca, aturdida quizá por una lobotomía.



La primera escena del tercer acto se desarrolla en unos baños destartalados, que parecen conectar con algún edificio de lujo. Erda aparece con un camisón largo de color rosa y parece estar muy aturdida. Wotan la hace dormir en la bañera y cuando llegan Sigfrido y el pajarillo, éste se esconde en un armario. El enfrentamiento entre el dios y su nieto es muy creíble dramáticamente y pese a todo vemos que Sigfrido parte la lanza de su abuelo. La segunda escena tiene lugar en una amplia y sencilla pero elegante habitación de color blanco con una cama verde. Brunilda duerme sentada en una silla inclinada sobre una larga mesa donde se adivinan un peine y un bote de laca. Sigfrido le quita el casco tal y como está escrito. Cuando le da el beso se tumba con ella y en una escena que de realista resulta cómica, Brunilda se niega a despertarse y se acurruca sobre Sigfrido como si fuera un lunes y no quisiera ir al trabajo, para luego estirarse. Un tratamiento curioso es que Brunilda en un principio invita a Sigfrido a yacer con ella, cosa que en el libreto a priori no da a entender que ocurre pero que casa perfectamente con el texto. El dúo de amor está muy bien tratado dramáticamente: ambos intentan comprenderse y acercarse lentamente, e incluso Brunilda desprende ternura cuando se peina mientras canta su aria Ewig war ich. Pero cuando ambos cantan su dueto final, inexplicablemente aparecen agitando las sábanas de su cama para luego caer en ella y reírse de dicha trastada.


Lothar Zagrosek es un excelente director de orquesta, y consigue que la Orquesta de la Ciudad de Stuttgart suene maravillosamente, pese a que a veces algún instrumento suene toscamente. Los preludios y el interludio musical del tercer acto están muy bien dirigidos y transmiten el conocimiento del director de la música, e igualmente la orquesta aún con sus pequeñas limitaciones.

Jon Fredric West fue uno de los habituales del protagonista hasta la década pasada. Dicen que en directo la voz es muy grande. Aquí se percibe una resistencia enorme y una proyección notable pese a la inclemente partitura, aunque la voz no siempre es tan bella e incluso algún agudo sale calado. Aun así la interpretación consigue salir airosa e incluso es mejor que muchos tenores wagnerianos que se atreven con el papel hoy en día.

Heinz Göhrig es un excelente Mime, tanto a nivel vocal como actoral, con una voz bella y que se antoja de gran volumen.

Wolfgang Schöne como El Viandante-Wotan es la gran sorpresa de este DVD, con una impresionante voz, y gran autoridad tanto vocal como escénica. Su entrada en el primer acto antes del torneo del saber es simplemente memorable, y muy creíble como actor en los actos siguientes.

Lisa Gasteen es una Brunilda bastante digna, con una voz muy apreciable aunque a veces el agudo puede flaquear.

Björn Waag es un Alberich bastante notable, aunque la voz se me antoja un poco ligera para el personaje aunque hay momentos en que llega a ser lo suficientemente grave. Attila Jun es un excelente Fafner. Helene Ramada es una Erda de bello timbre de contralto, pero la voz no parece ser demasiado grande y el grave tampoco es su fuerte, siendo por lo tanto más una buena comprimaria que una secundaria de lujo como suele pedirse para este personaje. Gabriela Herrera es un cumplidor Pájaro del bosque.

Y con este modernísimo Sigfrido termina mi primer periplo por las grandes óperas de Wagner, que ha durado dos meses. Confio en volver pronto a ellas y también a las obras de juventud como Rienzi. Quizá vuelva más pronto de lo previsto, porque la música del maestro es una fuente inagotable de nuevas y diversas interpretaciones dramáticas  y de una belleza cautivadora sin límite.

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