domingo, 24 de febrero de 2019

La Verbena de la Paloma en el Teatro de la Zarzuela, 23 de febrero de 2019.




El Proyecto Zarza es una iniciativa del Teatro de la Zarzuela, que busca acercar a los jóvenes nuestro género lírico, adaptándolo a nuestra época; con el fin de acercarles a  la zarzuela de forma que puedan conectar con ella, sin prejuicios de casticismo rancio que suelen asociarse a la misma. Todo ello interpretado por cantantes muy jóvenes, de hecho su lema es "Zarzuela por jóvenes y para jóvenes". Tras dos años de éxito, la apuesta para este año ha sido con una de las cumbres no sólo del género chico sino de todo el género: La Verbena de la Paloma. Personalmente, una de mis asignaturas pendientes era ver en vivo la que posiblemente  se considere la más emblemática de las zarzuelas, y dada su popularidad, supuso una oportunidad para mí. Y había bastante afluencia de público.



La idea del Proyecto Zarza es acercar a la juventud actual a la zarzuela, y para este fin, cree necesario modernizar el género: la mayoría de jóvenes tiene una idea del género asociada a un casticismo rancio y hasta nostálgico, con unos elementos culturales con los que no conectan e incluso rechazarían, más cercano a sus abuelos que a ellos mismos. Por eso, para llevar estas obras a una nueva generación el equipo de esta producción cree conveniente modernizar la ambientación a una época con la que puedan sentirse identificados, porque como dice Daniel Bianco, el sainete reflejaba la realidad de su época. Y ciertamente, esta obra ha pasado a la historia como uno de los estandartes del casticismo madrileño, cuya cultura era una realidad cotidiana en su estreno de 1894.


En la búsqueda de esta modernización, el director de escena Pablo Messiez traslada la acción a un nuevo centro cultural de un barrio madrileño en nuestros días. La obra empieza con una discusión entre Julián y Susana. El calor, un elemento importante en la historia, hace estragos y la directora del centro, ante la imposibilidad de coordinar las diversas actividades del centro (que incluirán una función de La Verbena), deja pasar a los sufridos muchachos, que están delirando por las altas temperaturas. En lo alto del escenario, hay una pantalla donde se proyecta un documental silente donde vemos a niños y adolescentes hablando de lo que representa el amor para ellos. A lo largo de la función veremos a los artistas cantar los  números mientras realizan diversas actividades como tai-chi, ballet o danza. Los diálogos de Bretón son sustituídos por otros totalmente distintos, en los que se habla de temas tan modernos como el poliamor, de las formas diversas de amar reflejada en el amor no correspondido entre dos de los personajes masculinos o el beso de las dos cantaoras, del género no binario; o de la inmigración que se refleja en Marta, una joven china asistenta de la directora del centro (Rita) y entusiasta de la zarzuela, y el racismo, reflejado por ejemplo en la escena del sereno -convertido aquí en celador y limpiador-, que se atreve a hacer un saludo fascista. Hay dos tramas amorosas: una entre un Julián y Marta y otro entre los Julián y Susana de la zarzuela. A mitad de función, cuando Julián y Rita (no la directora del centro sino la cantante) cantan el dúo frente a la casa de Antonia, aparecen vestidos con trajes típicos de color negro y maquillados de blanco, y uno a cada lado de la escena canta su parte haciendo gestos sin moverse de su sitio, un claro guiño a las producciones de Robert Wilson. Al final, triunfa el amor y los jóvenes cantan Por ser la virgen de la paloma en plena apoteosis musical.  Aunque me ha gustado mucho, no puedo evitar sentir que he visto y al mismo tiempo no he visto la Verbena: al interpretarse la partitura completa, el montaje consigue que lo que se canta sea creíble y pueda más o menos seguirse el argumento. Pero al modificarse los diálogos para su modernización, se pierde el elemento castizo (patrimonio cultural de la ciudad) característico de la obra; y no porque los personajes no se vistan de chulapos y chulapas sino porque al transformar el argumento original de Bretón y De la Vega, ocurre que el público habitual de la zarzuela termina por no reconocerlo. De hecho, los mayores que estaban a mi alrededor estaban escandalizados porque tenían esa sensación.


El reparto estaba formado, como ya se ha dicho antes, por jóvenes cantantes y actores de menos de 30 años, cuyas voces no parecen especialmente líricas sino más bien propias de musical  y teatro (de hecho, durante algunos momentos tuve la sensación de que me sentía más bien viendo un musical en la Gran Vía). No obstante, podía palparse la entrega, la energía y el entusiasmo en sus interpretaciones, que han cautivado al público. Creen en este proyecto, gracias a él están aprendiendo a amar la zarzuela, y desean transmitir esos sentimientos al público más joven; y a tenor de las reacciones lo consiguen. Entre los cantantes podemos destacar a Etheria Chan como Marta, con una estupenda voz de soprano de coloratura que deslumbró al público. Mitxel Santamarina con sus divertidas actuaciones, y su convincente caracterización del Sereno que logró hacerse coger un poco de tirria al hacer el saludo fascista. Lara Chaves fue una divertida Rita-directora con una voz apreciable, y Laura Enrech una estupenda y expresiva Rita-cantante . La canción En Chiclana me crié fue cantada por dos cantaoras estupendas: Cielo Ferrández y Clara Muñiz, ambas protagonistas de uno de los mejores momentos musicales de la noche. Ya resulta curioso imaginarnos a un Don Hilarión jovencísimo, pero José Miralles logró convencer, igualmente Natán Segado con su divertido Tabernero. La pareja protagonista estuvo a cargo de David Pérez y Nuria Pérez, cuyos atractivos Julián y Susana tuvieron bastante frescura y energía, además de contar con buenas voces.



La orquesta estaba formada por ocho músicos, imaginamos que en parte para no tapar demasiado las ligeras voces del elenco. La agrupación musical estaba dirigida por Óliver Díaz, director musical de la casa e implicado como el que más, por lo que se pudo ver después. La partitura se interpretó completa, ya que una de las máximas del proyecto es no tocar ni una nota musical. Al acabar la función hubo un coloquio en el que el público hizo preguntas al equipo musical, y uno de los momentos más tiernos vino de una niña que preguntó al elenco que qué sentía cuando cantaba.



Si uno busca una visión clásica, con chulapos y chulapas paseando por las calles del centro de Madrid, este montaje puede hacer que se salga escaldado. Pero si se atiene a la máxima del teatro de conectar con el público del momento y se va con la mente abierta, entonces se puede salir con una sonrisa en los labios. Ese fue el sentir general en el público. Y si los más jóvenes pueden empezar así a introducirse, emocionarse y disfrutar del género y de su bella música, entonces este montaje es más que bienvenido.

Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

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