Argentina es el país más wagneriano de América Latina. El Teatro Colón de Buenos Aires ha visto a las mejores intérpretes de las óperas de Richard Wagner sobre su escenario, y prueba de ello son las excelentes grabaciones antiguas de gloriosas representaciones. Pero además, el país sudamericano sigue teniendo hoy en día una vibrante actividad operística. Desde que la pandemia de Covid-19 obligó a la humanidad a confinarse en sus hogares, privándoles de actividad operística, muchas e imaginativas iniciativas han surgido en la web, a falta de representaciones en vivo, y en muchas ocasiones, yendo más allá del coto que un escenario puede poner a la creatividad.
En estas condiciones, a la compañía Lírica Libre se le ocurrió una singular idea: una miniserie sobre una adaptación muy libre (según recalca el mismo grupo) de la ópera Lohengrin, con un triple marco temporal: La pandemia, La Segunda Guerra Mundial y el nazismo; y la historia original de la obra. Dirigida por el regista Pablo González Aguilar, en esta adaptación se parte de una base argumental: en Argentina, en pleno confinamiento por la pandemia, una compañía de canto decide representar a otra compañía que representa la obra original de Wagner, pero esta vez en la Bélgica ocupada por los nazis en 1940. Además, el director propone para la historia una relación incestuosa entre Elsa y su hermano Gottfried, quien un día desaparece, luego cuando Lohengrin vuelva para defenderla de la acusación de asesinato, le pide que no averigüe su origen porque en realidad no es otro que el propio Gottfried.
Nunca antes se había hecho una miniserie sobre una obra de Wagner. González Aguilar utiliza las posibilidades del lenguaje cinematográfico para contar la historia de una forma distinta. Dado que la filmación y grabación del audio musical se han hecho en plena pandemia, con los protagonistas confinados en sus domicilios y sin poder interactuar entre sí; el resultado es una aproximación inédita, en la que la fuerza psicológica, y al mismo tiempo la vulnerabilidad de los personajes queda totalmente expuesta. Esta limitación permite que al aparecer solos, con primeros planos, sobre fondos negros o blancos, sus almas queden desnudas al espectador. Si en el teatro deben expresar sus sentimientos a la vez que cantan, teniendo que intuirlos, aquí directamente podemos verlos, algo raramente apreciable en un teatro. La serie se realizó en tres ciudades distintas: Mendoza, Mar del Plata y Buenos Aires, según donde viviesen los artistas y el personal técnico, en una realización prácticamente telemática, si bien se rodaron exteriores en Mar del Plata.
Lohengrin es una tragedia, la única de Wagner, en la que vence el mal y no hay esperanza visible a corto plazo. Es una historia de desconfianza, de idealización en la figura de Lohengrin, la necesidad -peligrosa- de un líder fuerte, una historia de invasiones. En el Amberes de la Edad Media la invasión venía del Este. En la Bélgica de 1940 la invasión provenía también del Este, de la Alemania nazi, que hacía llegar la muerte desde el aire, con bombardeos a la población civil, y en 2020 también llega del Este, esta vez de China (pero sin un culpable directo), y la muerte también llega, esta vez invisible, desde el aire.
Todas estas historias se entrelazan durante los ocho capítulos de la miniserie, cada uno de entre unos 20 y 40 minutos de duración, todos ellos de acceso libre en Youtube:
- Capítulo 1: La culpa.
- Capítulo 2: La inocencia.
- Capítulo 3: Lo Prohibido.
- Capítulo 4: La desgracia.
- Capítulo 5: El veneno.
- Capítulo 6: La esperanza.
- Capítulo 7: Lo imposible.
- Capítulo 8: Toda la verdad.
Y este entrelazado de imágenes de batalla de la Segunda Guerra Mundial, del Nazismo, con imágenes actuales de la pandemia, las calles de Buenos Aires totalmente vacías, con el Subte totalmente desierto, termina cruzándose con la realidad de la compañía. A la compañía la veremos también en tres escenarios distintos: además de la historia original, con vestuario de los años 40 y actual, con imágenes intercaladas de los artistas cantando tanto caracterizados de sus personajes, como de ellos mismos con su ropa de calle; todo ello magistralmente filmado y montado por Mariano García. En cuanto a la historia original, la superposición de primeros planos (como cuando en la escena de acusación de Elsa se ve a Ortrud sincronizar el canto de Telramund) y los juegos de cámaras, magistralmente empleados por ejemplo en el séptimo episodio, en el que se enfocan los primeros planos de Elsa y Lohengrin en la escena del lecho nupcial, como si estuvieran haciendo el amor mientras cantan la primera parte del dúo, la más bella, o cuando hacia el final del mismo se unen los dos lechos, como si realmente los artistas estuvieran cantando juntos, algo que solo es posible en las escenas de Ortrud y Telramund, ya que sus intérpretes son pareja en la vida real. El quinto episodio es en este sentido muy intenso, ya que los tres solistas requeridos (Telramund, Ortrud y Elsa) cantan sobre un fondo negro con la cámara en movimiento, resaltando la perfidia de los villanos y la inocencia de la protagonista. Un guiño a la pandemia lo encontramos en el momento en que Ortrud siembra la duda en Elsa: de la villana emana un humo blanco, en el que aparece el Covid-19. El veneno de la desconfianza, convertido en ese virus mortal invisible que lleva casi ya dos años azotando a la humanidad. Muy lograda, por otra parte, la caracterización y el vestuario a cargo de Belén Rivero, Adriana Padra y Florencia Ponzo, quienes consiguen, dadas las limitaciones, crear una ambientación respetuosa con la historia. Muy bellas las armaduras de los hombres, con el cisne cubriendo la cara de Lohengrin, también la de Telramund, así como el vestuario de las mujeres en la escena de la catedral, alternando el negro con velo blanco de Elsa, con el vestido verde de Ortrud, ambos muy ornamentados pero acordes a sus personalidades. Por último, importante la elección del blanco para Elsa en las demás escenas.
González Aguilar se pregunta cuán peligrosa puede ser la música. Más aún si se utiliza como arma propagandística para la guerra y el genocidio. La música tiene un efecto casi narcótico en las personas, más aún si desde una propaganda eficiente y bien adornada se usa con fines ideológicos. Así lo hizo la Alemania Nazi con la música de Wagner, ya que Lohengrin, una de las óperas favoritas de Hitler, con su música marcial encajaba en la cosmovisión nazi, tan amante de la guerra. Además del arreglo musical, del que hablaremos más adelante, el director se sirve de clásicas grabaciones de la obra para ambientar la historia. El bello y siniestro preludio del segundo acto es de la versión de Rafael Kubelik, donde se muestran tanto las ciudades vacías, los hospitales llenos y el estado de alarma surgido de la pandemia, como también a imágenes de Hitler en Bayreuth en el último vídeo. De esa grabación se muestra el esperanzador interludio del segundo acto, para acompañar imágenes de los experimentos de las vacunas, y cómo estas llegan a todo el mundo para las campañas de vacunación. Por último, para el tercer acto, el impactante interludio del tercer acto acompaña las imágenes de la Wehrmacht y las SS desfilando por Berlín y Bélgica, en medio del clamor popular, esta vez en la versión de Georg Solti (irónicamente, un director judío poniendo involuntariamente música a los desfiles nazis). El episodio 8 resulta incómodo, porque muestra la afinidad del delirio genocida de Hitler con el nacionalismo de Wagner, y parece desmentir a Friedelind Wagner cuando declara que su abuelo se habría sentido asfixiado, pero vemos al maestro, en una marioneta, diciendo que todo esto le da miedo, incluso de sí mismo. Wagner posiblemente no habría aprobado el Holocausto pero ¿se habría sentido cómodo en el régimen nazi que tanto potenció su obra y que llevó su nacionalismo decimonónico a las más altas cotas de perversión?
En cuanto a la parte musical, se trata de un arreglo para cuatro voces, clarinete y piano. Jonas Ickert es el pianista y director musical, y Gonzalo Borgognoni el clarinetista. Ambos tienen la titánica tarea de sustituir a los majestuosos coro y orquesta previstos por Wagner. Y ambos superan la prueba, con un bello acompañamiento, tan íntimo como el mismo montaje, además con el clarinete asumiendo la parte del coro, pero también destacando en sus propios pasajes; y el piano exquisito en el In Fernem Land. La unión de ambos llega a ser tan eficiente que en la maldición de Ortrud realmente uno escucha a una orquesta. Las cuatro voces son Elsa, Lohengrin, Ortrud y Telramund. Los roles del Rey y del Heraldo se suprimen, llegando sus partes a ser representadas como rótulos de cine mudo. Los artistas son cantantes profesionales, quienes además son unos actores consumados.
La gran protagonista y verdadero líder del reparto es la soprano Georgina Espósito, que interpreta a Elsa. Espósito tiene una bellísima voz lírico-dramática, con un timbre cristalino, más oscuro que ligero, y un exquisito canto, pausado, sensible. Su participación en el segundo vídeo es simplemente memorable, con una de las más bellas interpretaciones del aria Einsam in Trüben Tagen que he escuchado en los últimos años. De nuevo al final del tercer vídeo, con su promesa a Lohengrin de no preguntar sus orígenes, ataca con unos pianissimi estupendos. Durante el resto de la obra mantiene su bellísimo y aterciopelado centro, destacando una deliciosa interpretación del Euch lüften die mein klagen. Como actriz, muestra el lado más vulnerable e inseguro de Elsa, la gran maltratada de esta historia. Su retrato es el de una mujer frágil, pero tampoco ingenua, que cae en la desconfianza que le costará la felicidad y su propia vida, algo que transmite convincentemente.
El tenor Fermín Prieto es Lohengrin. Al igual que Espósito, logra un primer acto memorable. Su Lohengrin es más lírico que dramático, y con una habilidad para apianar y cantar en piano sensacional. Así es como borda su entrada en un bellísimo Mein Lieber schwan, y en la frase "Elsa, ich liebe dich". La parte heroica del rol si bien la consigue en el primer acto, le puede resultar un poco más difícil en el resto de la obra, pero aún así saca adelante el personaje con su sensible interpretación, conmovedora en el In Fernem Land, donde transmite la nobleza celestial del rol con su agradable voz. Vuelve con una versión prístina en su despedida, un canto plagado de lirismo, en un Lohengrin a la italiana. En su interpretación transmite el aura de misterio del personaje, totalmente hundido cuando se ve en la necesidad de revelar su secreto.
Mauro Espósito es Telramund. Espósito, quien es esposo de Biasotti en la realidad, lo que se potencia en la química que hay entre ambos en sus escenas, especialmente en el lujurioso beso que se dan al final del dúo, o cuando Ortrud vela el cadáver de su esposo afligida, una vez que la empresa está perdida. Este barítono transmite la nobleza pero también la altivez del personaje, capaz de dejarse llevar por la intriga de su mujer como al final del episodio 5 con la frase "así entró el mal en esta casa". Muy destacable en el primer acto, con una voz con un timbre agradable, sensible en su canto, aunque no tan grueso, pero también adecuado para el caballero caído en desgracia.
Al final, la serie se cierra con la partida de Lohengrin, un epílogo donde se dice la derrota del nazismo, de cómo el virus sigue azotando al mundo y con el suicidio de Elsa, quien incapaz de vivir sin su amado hermano, se ahoga en el mar. No hay esperanza en un mundo incapaz de resolver sus problemas si no es con la ayuda de un líder mágico, poderoso, ideal. Esa es la tragedia de la que trata esta obra, en los tres escenarios no hay un final feliz. Después de los títulos de créditos se puede ver a los artistas, en absoluto silencio, cerrando sus partituras, guardando los equipos, en un momento realmente emocionante de un mundo mágico que termina. De nudo en la garganta ver al tenor cerrando la partitura con un suspiro de alivio tras acabar la titánica tarea, o al director guardando en una maleta a la marioneta de Wagner, tras lo cual la palabra "Fin" aparece en la pantalla.
Lírica Libre ha logrado innovar en un momento histórico donde ha proliferado la creatividad, en un mundo donde, encerrados forzosamente para preservar nuestra salud, nos resistimos a dejar de crear y producir. El arte florece hasta en las circunstancias más adversas. Ahora que el mundo lucha por dejar atrás esta enfermedad devastadora, y se reanuda la actividad artística, esta compañía argentina ha logrado uno de los mayores acontecimientos wagnerianos del año. La obra de Wagner sigue viva, sigue estando vigente y esta interesante miniserie es prueba de ello. No se la pierdan.
Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
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