Alcalá de Henares, 12 de julio de 2025.
El año pasado, se creó un nuevo festival de ópera, llamado Festival de Ópera de Cámara de Madrid, u Ópera a Quemarropa, en el que en diversos teatros en los alrededores de Madrid, se programan óperas de pequeño formato. En su primera edición el año pasado, se destacaron Il segreto di Susanna de Wolf Ferrari en Aranjuez, o una mezcla de canciones del Mahagonny y los Siete pecados capitales de Weill en el Escorial. Este año, uno de los puntos fuertes de esta edición es el estreno en España de la mono-ópera de Grigori Frid, El Diario de Ana Frank, basado en el celebérrimo diario de aquella niña judía holandesa víctima del Holocausto. El escenario elegido es el histórico Corral de Comedias de Alcalá de Henares, un teatro que data de 1602, con capacidad para unas 200 personas, y que conserva su estructura clásica.
Al igual que Ana Frank, y que su compatriota Mieczysław Weinberg, autor de otra ópera sobre el Holocausto, La Pasajera, Grigori Frid es judío. A finales de los años 60, Frid lee el diario y decide condensarlo en una ópera corta, una "mono-ópera" para soprano y orquesta de cámara, de una hora de duración, compuesta por 21 escenas. En esta época, Frid empezó a probar con música dodecafónica y atonal. Aunque el libreto original es en ruso, para su estreno en España, se ha optado por una traducción al alemán, ya que la producción procede del Musiktheater de Viena. Si bien compuso con acompañamiento orquestal, en esta ocasión se interpreta solo con acompañamiento de piano, como en su estreno en Moscú en 1972. La puesta en escena corre a cargo del regista alemán Bruno Berger-Gorski. El equipo musical está formado por los israelíes Miriam Hajiyeva, soprano, y Almog Aharoni, pianista.
La puesta en escena se basta únicamente con la presencia de la soprano, vestida como Ana Frank, una silla y una maleta. En algunos momentos, cuando teme la deportación (que terminaría ocurriendo por desgracia), se viste con un abrigo en el que está bordada la estrella amarilla con la palabra "Jood" (judío) en alemán, o una camisa de rayas, de los campos de concentración. El piano no se ve, está escondido detrás de escena.
Hajiyeva no tenía una tarea fácil. Estar sola en el escenario durante casi una hora, tratando de llenarlo con su presencia y su voz. Y sin embargo, parece que lo logró a juzgar por los aplausos y comentarios oídos. Es una soprano lírica, con timbre juvenil (aunque con agudo que aún le cuesta), y en general agradable. Pudo transmitir con éxito al público la inocencia, reforzada por su aspecto juvenil, y la creciente madurez forzada de su personaje.
La música de Frid, reducida al piano, tiene un impacto distinto del que habría sido con orquesta completa. La partitura relata los distintos estados de ánimo de la adolescente, así como la ambientación de la descripción de situaciones o ambientes, e incluso sus sentimientos amorosos hacia un muchacho que se escondía con la familia, Peter van Pels. Aunque se eche de menos ver la obra como la compuso el autor, el piano puede también transmitir de forma más íntima, al tratarse además de un pequeño teatro, todas esas emociones: por ejemplo, cuando describe a la Gestapo acercarse, y muy especialmente aquellas hacia Peter y también en el abrupto final. De todo esto el pianista Aharoni se hizo eco, interpretando la partitura de forma que se pudiera apreciar esta gama de detalles, y poniéndola al servicio de los sentimientos de la protagonista.
El pequeño teatro estaba prácticamente lleno. Al final hubo un coloquio con los artistas y el público, en el que una señora habló de lo maravilloso de la interpretación y que el espíritu de Ana Frank estuvo presente. Otros preguntaron a los artistas que cómo era posible interpretar a Wagner y ser judío, pero el director de escena respondió algo cierto: que muchos judíos eran y son excelentes wagnerianos.
La programación de esta obra era una cita ineludible. Pocas óperas sobre este terrible período histórico han encontrado su sitio en la escena operística internacional, pero esta pequeña ópera de Grigori Frid va camino de ser una de ellas. De hecho, esta y La Pasajera son las más conocidas, y ambas proceden de Rusia, ampliando su vastísimo repertorio. El tema es universal incluso hoy, porque en muchos países con conflicto, y muy especialmente en los dos que más despiertan la atención de Occidente, no necesito mencionar cuáles son, hay muchas Anas Frank que quizá ya no escriban un diario, sino que lo hagan en redes sociales donde publican historias que nos muestran el horror del que no pueden escapar.
Hay que agradecer al Festival de Ópera de Cámara que haya traído esta ópera a España, donde tan necesaria es una obra de esta característica, y más en estos tiempos que corren, llenos de polarización, prejuicio y violencia contra el diferente, provenientes de cualquier ideología, desde la más abiertamente violenta hasta la más insospechada.
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