lunes, 22 de septiembre de 2025

El ambiente gay, visto por la zarzuela: El Orgullo de Quererte en los Teatros del Canal.

Madrid, 19 de septiembre de 2025.

No todos los días se asiste al estreno mundial de una zarzuela. De hecho, el panorama del género vive de las rentas de los grandes clásicos. Y cuando se estrena, aparece el recelo. Y muchas veces, el olvido. Muchos de los nuevos estrenos son encargos, los cuales tienen diferentes acogidas por parte del público. Sin embargo, un buen día de hace quince años, el músico y pianista Javier Carmena, junto con el libretista Felipe Nieto, tuvieron la idea de crear una zarzuela que celebrase la ciudad de Madrid - como tantas veces se hizo de forma gloriosa en el pasado-, en el siglo XXI. Y la visión inspiradora de este proyecto fue la plaza de Chueca, tan madrileña y colorida, que alberga la fiesta más grande de la capital: el Orgullo LGTBIQ+, antes conocido como "orgullo gay". El ambiente donde se mueve el colectivo tiene su epicentro en el barrio de Chueca, con su variopinta oferta de ocio, y su enorme diversidad de gentes, cuyas historias podrían dar para muchas zarzuelas de nueva composición, si bien esta se centra en la historia de amor de dos hombres gais. 

Así, Carmena y Nieto intentan revitalizar el género, no innovando, sino retomando la tradición musical zarzuelística en el mismo punto en que esta se paró en los años cuarenta del siglo pasado; poniendo música a una historia moderna de la capital. En esta partitura reconocemos ritmos musicales propios de los clásicos: foxtrot, pasodoble, pasacalle, chotis, fandango, copla... pero también influencias operísticas como el final del acto segundo que recuerda al de La Traviata de Verdi. Como bien he leído en un foro, tiene más visos de homenaje que de novedad. 

La historia es, desde el punto de vista del  ambiente gay, bastante costumbrista. El bello e inocente joven Tadeo, posiblemente recién salido del armario, reparte flyers en Chueca mientras asiste a su primer orgullo. Allí conoce a Alonso, un chulazo encantado de conocerse a sí mismo y al que ningún hombre se resiste. El flechazo es inmediato. Sin embargo, hay un tercero en discordia: el malvado P.J., expareja y aún amante ocasional de Alonso, y cuyos secretos conoce, chantajeándolo con revelarlos si no cede a sus peticiones. Él es el narrador de la historia, desde un futuro distópico, un futuro en el que el que el Orgullo ya no es necesario, los hombres pueden ya parir hijos y el género no existe, y el barrio de Chueca está a punto de desaparecer para convertirse en "Madrid Central 7", un barrio de rascacielos. Junto a este triángulo amoroso, encontramos a las mariliendres, tres mujeres alocadas y de estética choni, amigas de Tadeo, la Petri, prostituta de buen corazón y amiga de Alonso; y la pandilla de maricas malas, todos ellos amigos y esbirros de PJ. Y como en la zarzuela más típica, la pareja protagonista pasa por estados de amor mágico, de celos y malentendidos, una trama en la que los demás personajes intervienen para ayudar o intrigar... pero el desenlace abierto no es tan típico de la zarzuela, aunque sí se puede encontrar en la vida: la confianza no puede restablecerse, y de momento, ambos personajes siguen su camino.


"El Orgullo de Quererte" fue estrenado en versión semiescenificada en 2022 en los mismos Teatros del Canal, en una única función. En la temporada pasada, estaba prevista para julio de 2024, pero se canceló. Finalmente se estrenó el pasado día 11, con 6 funciones de las cuales la última es el sábado 20. 

Para su presentación escenificada, se ha contado con la dirección de escena del renombrado director teatral Albert Boadella. No hay demasiado color en la ambientación, sino que Boadella hace partir la acción desde una Chueca en ruinas, a punto de ser demolida, de acuerdo con los recuerdos de P.J. Al abrirse el telón aparece un enorme círculo, una cápsula del tiempo, desde la que P.J. cuenta y narra la historia. Al fondo, un grisáceo decorado domina la escena, el ruinoso barrio de Chueca con el que contrastan los personajes vestidos con el colorido vestuario de Gabriela Salaverri, y que cobran vida como un último recuerdo de despedida antes de la devastación final.  En el centro de la plaza aparece una boca de metro, la de la estación de Chueca, más pequeña que la verdadera. En el segundo acto, la manifestación del Orgullo, todos los presentes aparecen detrás de unas vallas, para ver desfilar las carrozas... que aquí son miniaturas, la más llamativa una que dice "Love Wins" con los colores del arcoíris. En el tercer acto, la boca del metro se levanta para el foxtrot de las mariliendres, mostrando una escalera que lleva al andén (aquí sugerido por proyecciones de anuncios), y cuando suben al tren, éste es sugerido por unas barras y el movimiento de la gente que las sujeta. Durante la obra hay danzas, que en el final de la obra contribuyen a la ambigüidad del desenlace, coreografiadas por Sara Cano.

Para estas funciones, al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid estuvo al frente la mediática maestra Alondra de la Parra. Pero en las dos últimas funciones, el maestro fue José Luis López Antón, quien dirigió el estreno de 2022. La orquesta sonó bastante fuerte, y en algunos momentos tapó a los artistas, especialmente al barítono. Pero tuvo un momento de lucimiento en el bellísimo Nocturno del inicio del tercer acto. El Coro también sonó sobrado de volumen al principio.

Tuve la impresión de que la obra da más protagonismo a Tadeo, cuyos conflictos y emociones están bien expresados, en detrimento de Alonso. Dicho lo cual, el tenor argentino Santiago Ballerini cumplió con su bella voz, de timbre juvenil y lírica, incluso capaz de demostrar su volumen (claro que la sala es pequeña) en sus dos romanzas, en el primer y el tercer acto.

Más discreto me pareció Enrique Sánchez-Ramos en el rol de Alonso, pese a que se esforzó por sacar adelante la función. Cumple vocalmente (la orquesta le tapó en alguna ocasión), aunque a nivel actoral tiene el buen físico que requiere el personaje. 

Este espectáculo no sería el mismo sin el tenor showman Enrique Viana, quien hace reír al público con sus intervenciones, tal y como hizo hace siete meses con La Corte de Faraón en el Teatro de la Zarzuela. Ahora es el malvado P.J., y suya es la función, no solo por ser el narrador sino por transmitir la frivolidad y el veneno del personaje con humor. 

Mención para Berna Perles como La Petri, especialmente en su romanza del tercer acto, bellísima y de lucimiento vocal, especialmente para unos pianissimos que Perles emitió muy bien.

Las tres mariliendres, interpretadas por María Rey-Joly (con madurez vocal pero con muchas tablas), Mar Morán (con el mérito de hacer que su voz sobrepasara la potente orquesta en el primer acto) y Andrea Rey, estuvieron bien cantadas y su actuación divertida, especialmente en el número del metro del tercer acto.  Igualmente los tenores que interpretaron a las "maricas malas", amigos y esbirros de P.J., lograron hacer que sus personajes fueran irritantes de lo malvados que son.


El teatro estaba prácticamente lleno, con un público de edad madura, pero también varios jóvenes. Hubo una considerable presencia de hombres gais entre el público. El respetable parece habérselo pasado muy bien, a juzgar por las risas, los aplausos y la alta ocupación. Posiblemente no aporte nada nuevo, pero la música hace tantos guiños a la música de las más grandes obras, que futuras reposiciones son deseables porque el público se divirtió bastante. Se trata una zarzuela divertida, ideal para pasar el rato, e incluso, por qué no, con potencial para sumarse a un repertorio necesitado de nuevas obras, innovadoras o no. Que es interesante el descubrir que una historia que a priori parece costumbrista y colorida, esconda un final conmovedor y doloroso, aunque no sin carencias. La primera sensación que tuve al ver la obra fue de ternura, porque el ambiente podría tener esos personajes, pero no baila ni se expresa ni canta así... aunque dejo abierta la posibilidad de que pudiera sonar así en el corazón de algún joven zarzuelero, que los hay, más de lo que uno podría esperarse, en los teatros.


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miércoles, 17 de septiembre de 2025

Beautiful, melancholic youth: the historical Barenboim's first Tristan und Isolde at Bayreuth.

The 1980s were the last decade in the history of the Bayreuth Festival in which traditional productions of all the canon operas were available, and happily most of them filmed on video: Until 1985, the Holländer was on staged in a version by Harry Kupfer that still makes the work's plot recognizable. Between 1985 and 1995,  Tannhäuser was presented in the Neu-Bayreuth style by Wolfgang Wagner, the composer's grandson, who maintained the classical aesthetics despite the simplicity of the sets. His also equally classical production of Parsifal was on programmed in 1980 and 1981; as well as  his legendary Meistersinger staging between 1981 and 1988, the most traditional in the Festival since 1952. In 1987, a enchanting, beautiful Lohengrin was premiered, directed by Werner Herzog, the famous filmmaker, in a production that was seen until 1993. In 1989, Wolfgang Wagner would premiere a minimalist production of Parsifal, but the aesthetics of the story would still be recognizable. Between 1983 and 1986, the last traditional Ring  at Bayreuth Festival would be staged, directed by Peter Hall, with Georg Solti conducting the orchestra the first year, which however was a big flop and was not filmed. Finally, between 1981 and 1987, a production of Tristan und Isolde was seen, orchestrally conducted by Daniel Barenboim, which marked the beginning of his 18-year collaboration with the festival, and staged by Jean-Pierre Ponnelle , in one of the most beautiful Tristans ever performed there. In October 1983, this production was filmed at the Festspielhaus, without an audience, with the same cast from the premiere two years earlier.

The result is not only the best of the very few classical productions of this opera on video, but also one of the most beautiful and romantic ever made of this work. Ponnelle does not follow strictly Wagner's stage directions, but creates a traditional setting that allows the story to be followed still faithfully. The performance is full of lyricism, melancholy, and beauty, imbuing the characters with youth, and with a strong presence of nature, which is here an omnipresent observer. For this filming, shots are used to display what would not be so easily resolved on stage, but in a filming session reinforces the director's vision in the third act. 

During the prelude, close-ups of the sea surrounding rocks, while a gray sky appears in the background, are shown. When the curtain opens, a rocky platform with steps reminiscent of a ship appears, presided over by a huge sail. Isolde stands in the middle of the stage, a circle surrounded by the ship's structure, wearing a crown on her head and a huge, thick cloak. This cloak represents Isolde's position as future queen, promised to King Marke, but which she does not desire because it oppresses her. Behind the sail are the chorus of sailors, Tristan and Kurwenal. This circular center is Isolde's world, which only her servant Brangäne and then Tristan can access. When they drink the love potion, their ecstasy is visible, giving rise to an unbridled passion, while the sail rises, showing the chorus, and finally Marke arrives, before whom everyone bows, including Isolde, whose crown falls.



The second act is one of the most beautiful images ever filmed in Bayreuth. A leafy tree dominates the entire stage, and lights emerge from its countless branches, as if recreating a starry sky. At its feet, a greenish lawn with flowers and a small puddle-shaped pond extend across the stage. During the duet between Isolde and Brangäne, an intense red light is seen, as if at dusk, when the hunters' horns sound. During the long love duet, night falls, and the production becomes enchanting. At one point (during the duet "O sink hernieder, nacht der liebe") they approach the puddle, illuminating them, drinking from it. But after Brangäne's initial warning, night turns into day, until the very end, when Tristan is attacked by Melot.

The third act shows the most interesting changes, becoming the most challenging specially in this version. Tristan languishes on a small islet, accompanied by Kurwenal and an old shepherd, in a split-open tree trunk. The sea and a gray sky menacingly surround these three characters. For Ponnelle, Isolde's final visit is a hallucination of Tristan's, as is the rest of the denouement. In fact, when it is supposed tha her ship is approaching, Kurwenal actually orders the shepherd to play a cheerful melody to make him believe she's coming. This idea was very difficult to put into practice in the actual performances, but in this film it's easier: behind each of Isolde's interventions, close-ups of an exhausted and ailing Tristan are superimposed, and in the finale, we don't see her, neither Brangäne, Marke, nor his entourage: only Tristan dying, now in the arms of his faithful Kurwenal and the shepherd, as darkness falls. After this ending, it is hard to return to reality: the hero's death has been so painful, hopeless and lonely.

Wieland Wagner wanted a young leading couple for his production of this opera in the 1960s, but his search was unsuccessful, having to turn to the mature and imposing Wolfgang Windgassen and Birgit Nilsson, with the correspondingly legendary result. But Ponnelle, with a couple not much younger than their predecessors, manages to convey all the youth and freshness that Wieland could not. René Kollo and Johanna Meier, both in their 40s, manage to convey their character's portraits ad delightful young lovers not because of their characterizations but for their convincing performances. Likewise, the rest of the cast achieves a dynamic performance. Such a youthful and passionate love duet had rarely been seen, nor has Tristan's agony been so painful. The anxiety and sadness of the remaining characters has rarely been captured with such convincing atmosphere.

Daniel Barenboim has gone down in history as one of the greatest interpreters of this opera, which he has recorded numerous times. This is his first recording of it, at just 41 years old. Barenboim has been criticized as academic and uneven, but here one feels an energy and passion befitting his young age. His rendition of the work would mature in later recordings. Conducting the Bayreuth Festival Orchestra , he gives a performance at times passionate, at times majestic, and at others rather lyrical, tense in the first act, tender and dreamlike in the second, and elegiac in the third. During the preludes to the first and third acts, the orchestra sounds marvelous. The brass have moments of brilliance in the most tense moments of the first act, and in the final moments of Tristan in the third. The strings are also splendid and at times sound electrifying, recreating the moods reflected in the score. The Festival men's Choir sounds as good as ever.

René Kollo is one of the most important Wagnerian tenors of the last 50 years. The bar for singing this work has been set very high by Lorenz, Vinay, Windgassen, and even Spas Wenkoff (who sang the work in the actual 1983 performances) used to sing better, but Kollo delivers his best performance in this role. The Berliner tenor enjoyed a rapid, meteoric rise in the previous decade, and by the time he filmed this video, he had already sung all the great Wagnerian tenor roles. This took its toll, but here he comes across as decent. Of course, that "decent" performance would be acclaimed as referential today. His voice is not that of a robust Heldentenor, but rather that of a youthful tenor who successfully rises to the enormous task. His timbre is beautiful, but limited at other times, and there are even a couple of lost notes in the second act. However, in the terrible third act, he makes do with his limited resources, giving a convincing acting and musical performance with some impressive high notes.

The American soprano Johanna Meier (not to be confused with Waltraud Meier, the legendary German mezzo-soprano who would sing Isolde in the following decade) is a remarkable Isolde, vocally in perfect shape, with a voice that tends towards a lyrical tone, though at times it verges on a dramatic one. Like Kollo's, her performance is that of a delicate young woman rebelling against her imposed situation, rather than the energetic and imposing woman in other versions. Her performances in the third act are full of beauty.

The rest of the cast is a regular at the Bayreuth of that time, from this and other recordings: Hanna Schwarz is a Brangäne who also sounds more youthful than matronly, with a voice in its prime, displaying a beautiful timbre. Matti Salminen is also a Marke at his vocal best, with a powerful voice that nuances the disappointment and pain of his character. Hermann Becht is Kurwenal: at first he sounds too guttural and grotesque, more ideal for the role of Alberich he filmed with Boulez and continued to sing with Solti that year, but in the third act his voice sounds more noble. Robert Schunk stands out with a beautiful interpretation of the young sailor's voice, and more discreet as Melot. Helmut Pampuch is a well-sung shepherd, and Martin Egel delivers in his brief role as the steersman.

This DVD is the first choice for anyone who wants to see a Tristan and Isolde performed in a classic style, with somewhat period costumes and a traditional aesthetic; it's definitely the ideal introduction to the work. But it's also for anyone who wants to see a truly complete show, not only scenically but also musically. Such beauty should be seen at least once in a lifetime. In fact, a production like this, could be missed these days. Highly recommended.

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Ardiente y melancólica juventud: el mítico primer Tristán e Isolda de Daniel Barenboim en Bayreuth.


La década de los años 80 fue la última década en la historia del Festival de Bayreuth en que se pudieron ver producciones tradicionales para todas las obras del canon, la mayoría filmadas en vídeo: Hasta 1985, se pudo ver el Holandés Errante en una versión de Harry Kupfer que hace aún reconocible el argumento de la obra. Entre 1985 y 1995 se pudo ver el Tannhäuser al estilo Nuevo Bayreuth de Wolfgang Wagner, nieto del compositor, quien mantuvo la estética clásica pese a la sencillez de decorados. Y de éste se pudo ver su producción de Parsifal en 1980 y 1981, igualmente clásico; así como sus míticos Maestros Cantores entre 1981 y 1988, los más tradicionales en la colina verde desde 1952. En 1987, se estrenó el bello y hechizante Lohengrin dirigido por Werner Herzog, el famoso cineasta, producción que se vio hasta 1993. En 1989, Wolfgang Wagner estrenaría una minimalista producción de Parsifal, pero aún se reconocería la estética de la historia. Entre 1983 y 1986, se estrenaría el último Anillo tradicional, dirigido por Peter Hall, con Georg Solti en el foso de la orquesta el primer año, que sin embargo fracasó y no se inmortalizó en DVD. Finalmente, entre 1981 y 1987  se vio una producción de Tristán e Isolda, dirigida orquestalmente por Daniel Barenboim, que dio inicio a 18 años de colaboración con el festival, y en lo escénico por Jean-Pierre Ponnelle, en uno de los más bellos Tristanes jamás representados en la verde colina. En octubre de 1983, se filmó en el Festspielhaus esta producción, sin público, con el mismo reparto del estreno de dos años antes.
 
El resultado es no sólo la mejor de las escasísimas producciones clásicas de esta ópera en vídeo, sino una de las más bellas y románticas que se hayan hecho de esta obra. Ponnelle no sigue al pie de la letra las indicaciones escénicas de Wagner, pero aún así crea una ambientación tradicional que permite seguir la historia fielmente. El espectáculo está cargado de lirismo, melancolía y belleza, imprimiendo juventud en los personajes, y con una fuerte presencia de la naturaleza, aquí una omnipresente observadora. Para esta filmación, se utilizan planos que no se resolverían tan fácilmente en escena, y que además refuerzan la visión del director de escena en el tercer acto. 

Durante el preludio, se ven primeros planos del mar rodeando unas rocas, mientras de fondo hay un cielo gris. Cuando se abre el telón aparece una plataforma rocosa, con escalones, que recuerda a un barco, presidida por una enorme vela. Isolda está en el medio del escenario, un círculo rodeado por la estructura del barco, portando una corona en la cabeza, y un enorme y grueso manto. Este manto supone la posición de Isolda como futura reina, prometida al rey Marke, pero que ella no desea porque la oprime. Detrás del velo se sitúan el coro de marineros, Tristán y Kurwenal. Ese centro circular es el mundo de Isolda, al que sólo su criada Brangäne y luego Tristán pueden acceder. Cuando beben el filtro del amor, su extasis es visible y Dan lugar a una pasión desbordada, mientras la vela se alza, mostrando al coro, y al final llega Marke, al cual todos reverencian, incluida Isolda, a la que se le cae la corona.


El segundo acto es una de las imágenes más bellas jamás filmadas en Bayreuth. Un frondoso árbol preside todo el escenario, y de sus innumerables ramas emergen luces, como si fuera una recreación de un cielo estrellado. A sus pies, se extienden por el escenario un verdoso césped con flores y un pequeño charco. Durante el dúo de Isolda y Brangäne se ve una intensa luz roja, como si fuera de atardecer, cuando suenan los cuernos de los cazadores. Durante el largo dúo entre los amantes, se hace la noche, y la producción se convierte en hechizante. En un momento dado (durante el dueto "O sink hernieder, nacht der liebe") se acercan al charco y este los ilumina, bebiendo agua de él. Pero después del primer aviso de Brangäne, la noche se convierte en día, hasta el final, cuando Tristan recibe el ataque de Melot.




El tercer acto es el más singular y el más duro de todos. Tristan languidece en un pequeño islote, acompañado por Kurwenal y un enjevecido pastor, en el que solo hay un tronco de árbol abierto por la mitad. El mar y un cielo gris rodean amenazantes a estos tres personajes. Para Ponnelle, la visita final de Isolda es una alucinación de Tristán, así como el resto del desenlace. De hecho, cuando llega el barco de ella, en realidad Kurwenal lo que hace es ordenar al pastor que toque una melodía alegre para así hacerle creer que viene ella. En las funciones reales fue muy difícil poner en práctica esta idea, pero en esta filmación es más fácil: detrás de cada intervención de Isolda, se superponen los primeros planos de un Tristán agotado y afligido, y en el final, no se la ve ni a ella ni a Marke ni a su séquito: solo a Tristán muriendo, ahora sí, en brazos de su fiel Kurwenal y el pastor, mientras se hace la oscuridad. Tras este final cuesta volver a la realidad: tan dolorosa y solitaria ha sido la muerte del héroe.


Wieland Wagner quiso una pareja protagonista joven para su producción de esta ópera en los años 60, pero no lo consiguió, teniendo que acudir a los maduros e imponentes Wolfgang Windgassen y Birgit Nilsson, con el correspondiente legendario resultado. Pero Ponnelle, con una pareja no mucho menor que sus antecesores, consigue imprimir toda la juventud y frescura que Wieland no pudo. René Kollo y Johanna Meier, ambos en los 40, consiguen parecer unos deliciosos y jóvenes amantes no por su caracterización sino por sus creíbles actuaciones. Igualmente el resto del elenco, logrando una representación dinámica en lo actoral. Pocas veces se ha visto un dúo de amor tan juvenil y apasionado y una agonía de Tristán tan dolorosa. La pesadumbre de los personajes restantes pocas veces se ha visto reproducida con una atmósfera tan convincente. 

Daniel Barenboim ha pasado a la historia por ser uno de los más grandes intérpretes de esta ópera, que ha grabado en multitud de ocasiones. Este es su primer registro de la misma, cuando contaba con tan solo 41 años. A Barenboim se le ha tachado de académico, de desigual, pero aquí se notan una energía y una pasión propias de su aún joven edad. Su lectura de la obra madurará en grabaciones posteriores.  Al frente de la Orquesta del Festival de Bayreuth, realiza una interpretación por momentos apasionada, en otros momentos apoteósica y en otros más bien lírica, tensa en el primer acto, tierna y onírica en el y cargada de tristeza en el tercero. Durante las oberturas del primer y tercer actos la orquesta suena maravillosa. Los metales tienen momentos de lucimiento en los momentos más tensos del primer acto, y en los momentos finales de Tristán en el tercero. Las cuerdas también están espléndidas y en ocasiones suenan electrizantes, recreando los estados de ánimo reflejados en la partitura. El coro masculino del Festival suena tan bien como siempre.


René Kollo es uno de los tenores wagnerianos más importantes de los últimos 50 años. Si bien el listón para cantar esta obra lo han dejado muy alto gente como Lorenz, Vinay, Windgassen, e incluso habiendo un Spas Wenkoff (quien cantó la obra en las verdaderas funciones de 1983) que lo hacía mejor, Kollo deja su mejor versión de los registros que hay de él en este rol. El tenor berlinés tuvo una rápida carrera meteórica en la década anterior, y para cuando filmó este vídeo ya había cantado todos los grandes roles wagnerianos de tenor. Ello le pasó factura, pero aquí se encuentra decente. Claro que ese decente hoy sería aclamado y referencial. Su voz no es la de un heldentenor de voz robusta, sino la de uno de voz juvenil que consigue salir airoso de la enorme tarea. El timbre es bello, pero justo en otros momentos, e incluso hay un par de notas desafinadas en el segundo acto. Sin embargo, en el terrible tercer acto, sale adelante con sus limitados recursos, dando una interpretación convincente en lo actoral y en lo musical con algunos agudos impresionantes.

La soprano estadounidense Johanna Meier (que no debe ser confundida con Waltraud Meier, la mítica mezzosoprano alemana que cantaría Isolda en la década siguiente) es una Isolda notable, vocalmente en forma, con una voz que tiende a ser lírica, aunque por momentos cubre las cotas de timbre dramático. Al igual que la de Kollo, su interpretación es la de una joven delicada que se rebela de la situación impuesta, más que el de una enérgica e imponente mujer en otras versiones. Cargadas de belleza sus intervenciones en el tercer acto.

El resto del elenco es habitual del Bayreuth de entonces, de esta y otras grabaciones: Hanna Schwarz es una Brangäne que suena también más juvenil que matronil, y con la voz en plena forma, de bellísimo timbre. Matti Salminen es también un Marke en su mejor momento vocal, con una voz poderosa pero que matiza la decepción y el dolor de su personaje. Hermann Becht es Kurwenal: al principio suena demasiado gutural y grotesco, mas ideal del rol de Alberich que filmó con Boulez y que siguió cantando con Solti ese año, pero en el tercer acto la voz suena más noble. Robert Schunk destaca con una bella interpretación de la voz del joven marinero, y más discreto como Melot. Helmut Pampuch es un pastor bien cantado, y Martin Egel cumple en su breve rol del timonel.



Este DVD es la primera opción de todo aquel que quiera ver un Tristán e Isolda representado a la manera clásica, con trajes de época y una estética tradicional; sin duda ideal para iniciarse en la obra. Pero también para todos aquellos que quieran ver un espectáculo redondo a nivel no solo escénico sino también musical. Tanta belleza debe verse al menos una vez en la vida. Incluso, se echa de menos ver alguna producción así hoy en día. Totalmente recomendable.

Las fotografías y vídeos no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.

sábado, 6 de septiembre de 2025

Hail, Rienzi! The controversial staging by the Deutsche Oper Berlin in 2010.


In 2010, the Deutsche Oper Berlin staged a new production of Richard Wagner's Rienzi. The production, conducted by Sebastian Lang-Lessing and staged by Philipp Stölzl, was controversial due to the obvious similarity between the staging and the aesthetics of the infamous Third Reich. Unfortunately, Hitler's appropriation of Wagner's music reached its peak with Rienzi, as in January 1905, when he was 15 years old, he was so moved after seeing it in Linz, that he claimed it was the beginning of his messianic political mission. And his ghost haunted this production: a performance scheduled for April 20, 2012, had to be rescheduled due to the anniversary of the dictator's birth. Hitler identified himself with Rienzi, as he projected his persona into the main character's one: a man who emerged from the middle class of medieval Rome and rose to power in a turbulent and decadent era dominated by the nobles. Yet this medieval leader was overthrown by the very people who had brought him to the top, as, in the final stretch of his second term, he became a degenerate and oppressive tyrant. Nevertheless, this nationalist teen weirdo projected himself into the part of the role that suited him: that of a messiah determined to redeem his people from the degeneration and decadence that, for the future dictator, was represented by the cosmopolitan Vienna, capital of the multiethnic Austro-Hungarian Empire.

As the musical team remarks in the "making of" section of the DVD, the historical events of the 20th century cannot be ignored in a modern reading of the work. Wagner's Rienzi is a dictator who seizes power with supposedly noble intentions, only to later become an autocrat, which will help his enemies overthrow him. And even more so, for them, it cannot be ignored given the two totalitarian regimes that haunted Germany in the last century: Nazism and Communism. 


As the overture plays, Rienzi is seen in his imposing office, inspired by Hitler's Chancellery: sober, cold, and imposing. The protagonist listens to the music from a gramophone, then becomes enraptured as the music plays. In the background, an impressive window overlooks a landscape dominated by snow-capped mountains, as if we were at Hitler's Berghof. In this mood, he begins to do somersaults. At one point, his sister Irene appears, characterized as the prototype of the "Aryan" German woman: blonde, conservatively dressed, and with the iconic braided hairstyle, like Magda Goebbels, on whom she seems to be inspired, or Gertrud Scholtz-Klink, the infamous leader of the National Socialist Women's League. Irene kisses Rienzi on the lips, something that will happen in other moments in the show: it is an incestuous relationship, as would later be seen between Siegmund and Sieglinde in The Ring, or reminiscent of Hitler's shady relationship with his niece Geli Raubal.

The first act seems to represent the Weimar Republic, with painted sets of enormous skyscrapers and cranes, a futuristic aesthetic taken from Fritz Lang's film "Metropolis." Scenes of street violence and colorfully dressed people revolutionize the scene. The nobles are like gangsters, and Rienzi, wearing a leather jacket and accompanied by a few paramilitaries, restores order and seizes power. Adriano is an elegantly dressed young aristocrat who joins the cause. At the beginning of the second act, everyone sheds their colorful clothes and wears black: the women wear white aprons, and the men wear uniforms reminiscent of the SS: everyone is now part of a new and "free" Rome. Rienzi is now a dictator and, dressed in an imposing military uniform, gives energic, passionate speeches. At the back of the stage, a screen shows images of Rienzi and his enthusiastic people listening to him, with iconography reminiscent of Leni Riefenstahl's infamous film "Triumph of the Will." Also shown is a weekly magazine called "Das neue Rom" or "The New Rome" in German, reminiscent of Nazi newsreels. From the third act onwards, Rienzi's bunker is shown, where the dictator, already in decline, gives speeches while his health was failing. In the famous prayer aria of Act Five, Rienzi plays with models of enormous buildings, including a large dome, reminiscent of the model of the new Berlin that Hitler had commissioned from Albert Speer. Violence is part of the work and is visible in the slow-moving battle scenes in Acts Three and Four, the latter showing women grieving for their dead, a powerful recreation of devastation. In the Finale, Rienzi is beaten, and with his face covered in blood, he curses the Romans and dies. Down in the bunker, Hadrian embraces Irene's body, while above, over Rienzi's corpse, the people praises Baroncelli and Cecco del Vecchio, as the curtain falls.

Considering that other attempts to represent Wagner with iconography based on the Nazi era have failed, even leading to their cancellation, this iconographic imitation with a runic R replacing the swastika, black uniforms, newsreels and the Irene-Magda Goebbels... I think the Berlin State Opera has succeeded in its experiment.

With the available material, a performance of the entire music from this opera would take around five hours. But in this version, it has been reduced to two and a half hours, not including intermissions. Lang-Lessing conducts an inspired Deutsche Oper Berlin Orchestra, with a chorus that performs wonderfully.

Torsten Kerl has performed Rienzi many times over the past decade, and in fact, the two main video references of this opera feature him in the title role. Kerl is devoted to the character, but his voice is rather lyrical and he lacks heroism at times, even when he does command the role. Still, the best moment, the prayer in Act Five, is well sung. He appears even more heroic in the 2012 video he filmed in Toulouse. 

Camilla Nylund plays Irene. At the time, Nylund, a very beautiful woman, was 42 years old and she was in her prime. Her voice is more suited to these roles, and as Irene, she excels with a beautiful, dark-toned voice, suitable here but not enough for other roles she's recently taken on, such as Isolde or Brunhilde. Furthermore, her spectacular physique fits the vision of an "Aryan" woman that this production calls for for her character.

Kate Aldrich is the best performer in the cast, with a beautiful voice and passionate singing, as well as her acting skills, which perfectly embody a young and impulsive Adriano, who at the same time realizes when things are going wrong, both when he decides to follow Rienzi and when he abandons him. A great performance.

The rest of the cast is of a decent level, including Ante Jerkunica's Colonna and tenor Clemens Bieber's Baroncelli.

The fact that the Bayreuth Festival has decided to program this grand-opéra for the first and only time, has drawn my attention to this difficult work, which I was able to see live in Madrid in 2012, in a concert version. I can certainly say that this is the most interesting staging of this opera, in terms of its video versions, although musically the one in Toulouse, with Kerl himself reprising his role and maestro Pinchas Steinberg conducting, is better. We are waiting the Bayreuth performances, a historic event that we will follow closely via streaming. In the meantime, it must be said that this work, while not Wagner's best, is interesting enough to enjoy, especially if it is staged. I think it should be performed more often. 

My reviews are not professional and express only my opinions. As a non English native speaker I apologise for any mistake.

Most of the photographs are from the internet and belong to its authors. My use of them is only cultural. If someone is uncomfortable with their use, just notify it to me.

¡Salve, Rienzi! El polémico montaje de la Ópera Alemana de Berlín en 2010.


En 2010, la Ópera Alemana de Berlín llevó a cabo una nueva producción de Rienzi, de Richard Wagner. Dicha producción, dirigida en lo musical por Sebastian Lang-Lessing, y en lo escénico por Philipp Stölzl, fue polémica por el evidente parecido de la ambientación de la obra con la estética del infame Tercer Reich de Hitler. Desgraciadamente, la apropiación de Hitler de la música de Wagner alcanza su cénit con Rienzi, ya que en enero de 1905, cuando tenía 15 años, la vio en Linz, y le conmovió tanto que aseguraría que ese fue el inicio de su mesiánica misión política. Y el fantasma del genocida alemán acompañó esta producción: el 20 de abril de 2012 estaba prevista una función que tuvo que cambiarse de día, debido a que esa fecha es el aniversario del nacimiento del dictador. Hitler se identificó con Rienzi, ya que se veía proyectado en él: un hombre surgido de la clase media en la Roma medieval, que se hizo con el poder en una época turbulenta y decadente, dominada por los nobles. Y sin embargo, este líder medieval fue derrocado, por el mismo pueblo que le llevó a la cima, ya que en la recta final de su segundo mandato se convirtió en un tirando degenerado y opresor. Sin embargo, el nacionalista adolescente se proyectó en la parte que le convino: en la de un mesías dispuesto a redimir a su pueblo de la degeneración y decadencia, que para el futuro dictador era representada por la Viena cosmopolita del multiétnico imperio Austrohúngaro.

Como bien dice el equipo musical en el "making of" en el DVD de la obra, los acontecimientos históricos del siglo XX, no pueden obviarse en una lectura moderna de la obra. El Rienzi wagneriano es un dictador que se hace con el poder bajo una supuesta noble intención, para luego convertirse en un autócrata, lo que ayudará a sus enemigos a derrocarle. Y más aún no puede, para ellos, obviarse teniendo en cuenta los dos totalitarismos que acecharon a Alemania en el siglo pasado: el nazismo y el comunismo. 

Mientras suena la obertura, se ve a Rienzi en su imponente despacho, inspirado en la Cancillería de Hitler, sobrio, frío, e imponente. El protagonista escucha la música desde un gramófono, para luego extasiarse a medida que la obertura transcurre. Al fondo, un impresionante ventanal con un paisaje dominado por montañas nevadas, como si fuera el Berghof de Hitler. Incluso de su ánimo, se pone a hacer volteretas. En un momento dado, aparece su hermana Irene, caracterizada como el prototipo de mujer alemana "aria": rubia, vestida de forma conservadora y con el icónico peinado de trenza alrededor del cabello, como Magda Goebbels, en quien parece estar inspirada, o Gertrud Scholtz-Klink, la infame líder de la Liga Nacionalsocialista de mujeres. Irene besa a Rienzi en los labios, algo que ocurrirá más veces en la obra: es una relación incestuosa, como luego se vería en El Anillo, o que recuerda a las relaciones turbias de Hitler con su sobrina Geli Raubal.

El primer acto, parece representar la República de Weimar, con unos decorados pintados de enormes rascacielos y grúas, de estética futurista, sacados de la película "Metrópolis", de Fritz Lang. Escenas de violencia callejera, y gente vestida de colores revoluciona la escena. Los nobles son como gánsters, y Rienzi, enfundado en una chaqueta de cuero y acompañado de unos pocos paramilitares, pone orden y se hace con el poder. Adriano es un joven aristócrata vestido elegantemente, que se une a la causa. Al inicio del segundo acto, todos se deshacen de sus coloridas ropas para vestir de negro: las mujeres con un delantal blanco, y los hombres con un uniforme que recuerda al de las SS: todos ya forman parte de una nueva y "libre" Roma. Rienzi ya es un dictador y vestido con un imponente uniforme  militar da discursos encendidos. Al fondo del escenario, una pantalla muestra imágenes de Rienzi y de su pueblo entusiasmado escuchándole, con una iconografía que recuerda a la tristemente célebre película "El Triunfo de la Voluntad", de Leni Riefenstahl. También se ve un semanario llamado "Das neue Rom" o "La nueva Roma" en alemán, que recuerda a los noticiarios nazis. A partir del tercer acto, se muestra el búnker de Rienzi, en el que el dictador, ya en declive, da discursos mientras está fragil de salud. En la famosa aria de oración del acto quinto, Rienzi juega con maquetas de enormes edificios, incluída una gran cúpula, que recuerdan a la maqueta de la nueva Berlín que Hitler había encargado a Albert Speer. La violencia forma parte de la obra y es visible, en las escenas de batalla en movimiento lento en los actos tercero y cuarto, en el que además se ve a las mujeres dolerse por sus muertos, una potente recreación de la devastación. Al final de la obra, Rienzi es apaleado, y con la cara cubierta de sangre, maldice a los romanos. Abajo en el búnker, Adriano abraza el cuerpo de Irene mientras arriba, sobre el cadaver de Rienzi, el pueblo arenga a Baroncelli y Cecco del Vecchio, mientras cae el telón.

Considerando que otros intentos de representar a Wagner con una iconografía basada en la era nazi han fracasado, no llegando ni a representarse, esta imitación iconográfica con una R rúnica sustituyendo a la cruz gamada, los uniformes negros, los noticiarios y la Irene-Magda Goebbels... creo que a la Ópera de Berlín le ha salido bien el experimento.

Con el material disponible, una interpretación de toda la música de esta ópera rondaría las cinco horas. Pero en esta versión, se ha reducido a la mitad: dos horas y media sin contar los descansos. Sebastian Lang-Lessing dirige a una entregada Orquesta de la Ópera Alemana de Berlín, y con un coro que actúa maravillosamente.

Torsten Kerl interpretó a Rienzi muchas veces en la década pasada, y de hecho las dos principales referencias en vídeo de esta ópera, cuentan con él para el rol principal. Kerl se entrega al personaje, pero la voz es más bien lírica y le falta heroísmo en ocasiones. Aun así, el mejor momento, la oración del acto quinto, le sale bien cantada. Más heroico se le vería en el vídeo de 2012 que filmó en Toulouse. 

Camilla Nylund interpreta a Irene. En ese entonces, Nylund, una mujer muy bella, contaba con 42 años y estaba en su apogeo. Su voz se amolda más a estos roles, y como Irene destaca con una bonita voz de timbre oscuro pero no lo suficientemente grande para otros roles que está afrontando recientemente, como Isolda o Brunilda. Aquí está simplemente ideal. Además su físico espectacular encaja con la visión de mujer "aria" que pide esta producción para su personaje.

Kate Aldrich es la mejor intérprete del elenco, con una preciosa voz y con un canto apasionado, igual que sus dotes actorales, que bordan un Adriano joven e impulsivo, pero que al mismo tiempo se da cuenta de cuándo las cosas van mal, tanto cuando decide seguir a Rienzi como para abandonarle. Una gran creación.

El resto del elenco tiene un digno nivel, entre el que destacan el Colonna de Ante Jerkunica, y el Baroncelli del tenor Clemens Bieber.

El hecho que el Festival de Bayreuth haya decidido programar por primera y única vez esta gran ópera de juventud del maestro, ha dirigido mi atención hacia esta difícil obra, que pude ver en vivo en Madrid en 2012, en versión de concierto. Ciertamente, puedo decir que esta es la puesta en escena más interesante que ha tenido esta ópera, en lo que se refiere a sus versiones videográficas, aunque musicalmente la de Toulouse con el propio Kerl repitiendo su papel y con el maestro Steinberg a la batuta es mejor. A la espera estamos de la de Bayreuth, en un evento histórico que seguiremos con atención vía streaming. Mientras tanto, hay que decir que esta obra sin ser lo mejor de Wagner, es lo suficientemente interesante como para disfrutarla, sobre todo si tiene una puesta en escena. Yo creo que debería intepretarse más veces. 

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