Madrid, 3 de octubre de 2025.
Esta es la última temporada de David Afkham como director titular de la Orquesta Nacional de España. Una etapa fructífera en la que esta orquesta se ha convertido en un referente en la ciudad para el repertorio germánico: sus interpretaciones de Bruckner, Mahler y Wagner así lo atestiguan. El primer título de la temporada 2025-2026 de la ONE es una de las óperas más importantes del siglo XX y de todos los tiempos: el Wozzeck de Alban Berg.
De la mano de Arnold Schönberg, la Segunda Escuela de Viena desafió la tonalidad a principios del siglo pasado, con Alban Berg y Anton Webern como sus discípulos más aventajados. Berg compuso dos óperas: una fue Wozzeck, y la otra Lulú (que no terminó), ambas inspiradas en obras maestras del teatro alemán, sobre personajes rechazados por la sociedad. En ellas, Berg logró equilibrar con éxito historias de calidad teatral con una música innovadora, al mismo tiempo con guiños a la tradición, llevando la música atonal a un nivel más humano y romántico que su maestro Schönberg. Poco antes de que empezara la Primera Guerra Mundial, Berg vio una representación de la obra teatral "Wozyeck", de Georg Büchner, e inmediatamente le vino la inspiración para una ópera. La obra de Büchner está basada en un caso real: a principios del siglo XIX, un soldado Johann Christian Woyzeck asesinó a su mujer por serle constantemente infiel y fue ajusticiado por ello, pero se estudió (de forma pionera en la época) su quebrantado estado mental (padecía de esquizofrenia), en un caso que conmocionó a la sociedad alemana de la época. Tanto Büchner en su obra, como Berg en su música, trataron el drama de Woyzeck (al que Berg llamó Wozzeck), un hombre con trastornos en estados ya rayanos con la locura, que forma parte de una clase obrera empobrecida y explotada, que vive en un círculo vicioso de pobreza. Berg tardó diez años en acabar este proyecto, y su estreno en Berlín en 1925, fue todo un acontecimiento musical, en una Alemania repleta de gente empobrecida como su protagonista, que se confiaría a un "wozzeckiano" líder que una década después consideraría esta obra como "degenerada" y la prohibiría durante sus doce años de terror.
Sin embargo, pese a todo, el tiempo ha convertido a Wozzeck en una ópera consolidada en el repertorio por su fuerza musical y teatral: un retrato descarnado de la clase humilde obrera a través de la tragedia personal de un pobre soldado raso. Esta historia viene acompañada de una música poderosa, que requiere una enorme orquesta, con una riqueza orquestal, con evocadores e impactantes interludios musicales, y otros pasajes de gran belleza; que transmite la ansiedad del protagonista y de su entorno. Una música atonal y dodecafónica, pero que incorpora elementos tradicionales como el leitmotiv, con temas que se escucharán reunidos en el potente interludio orquestal final, como el resumen de la triste vida del protagonista. Es una obra cuyo impacto solo se puede en plenitud total en el teatro. De Wozzeck se sale sobrecogido, destrozado, revuelto, pero no indiferente.
En épocas más recientes, se ha podido ver esta ópera hasta dos veces en Madrid, siempre en el Teatro Real, a una por década: en 2006 con una potente producción de Calixto Bieito y con la batuta de Joan Pons, y en 2013 en una aburrida producción de Christoph Marthaler, pero con un sobresaliente Sylvain Cambreling al frente de la orquesta, y el reconocido Simon Keenlyside como protagonista. Ahora regresa en una versión de concierto, al inmenso Auditorio Nacional.
David Afkham lo ha vuelto a hacer: su lectura de la obra ha sido impactante. Cada sección de la Orquesta Nacional de España sonó tan oscura, trágica, lúgubre, sobrecogedora, como la partitura misma. La interpretación de los interludios musicales fue exquisita, impactante, evocadora, por parte de la orquesta, transmitiendo su belleza y su impacto. Sirva de ejemplo el breve e intenso interludio entre las escenas 2 y 3 del tercer acto, después de que Wozzeck mate a Marie, y que refleja su huída frenética. Una breve pieza dividida en dos partes, una más fuerte que la otra. Pues a la ONE le salió tan potente, desde el breve inicio por parte del metal, hasta el tutti final, en forte y prolongado agónicamente, que hubo gente que hasta se tapó los oídos. La lectura del interludio final fue igualmente impactante, seguida de una versión rápida, pero triste y emotiva de los acordes finales, que presagian el trágico destino del ahora huérfano hijo de Wozzeck y Marie. El Coro de la Orquesta Nacional de España suena bien en sus breves intervenciones: el coro masculino logró que su intervención del acto segundo sonara como la música popular coral en la escena cuarta y fantasmal en la quinta.
Martin Winkler es un cantante conocido en Madrid, ya que en los últimos tiempos ha cantado mucho en la capital: Alberich en el Anillo, Waldner en Arabella y la Nariz de Shostakovich. Ahora viene con un rol en el que si bien vocalmente está ya maduro y tiene un grotesco timbre gutural, a nivel actoral lo domina. Su Wozzeck es el de un hombre totalmente loco, ajeno a la realidad, blanco de burlas un despojo humano, que inspira compasión, pero que también es capaz de ser agresivo.
Lise Lindström en cambio fue la mejor del elenco con su Marie bien cantada, y con la voz aún resistente pese a notarse un poco de desgaste, debido a que tenía la orquesta detrás y por el repertorio que ha cantado. Aun así dio agudos impresionantes, y como actriz estuvo estupenda, sobrecogedora cuando recita en el tercer acto el pasaje de la Biblia.
Jürgen Sacher fue un Capitán bien cantado, pero sobrepasado por la orquesta. Stephen Milling cantó bien el rol del Doctor, con su bella voz de bajo, pero también tuvo momentos en los que la orquesta le venció. En cambio Tansel Akzeybek superó la prueba con su bien cantado Andres, de timbre juvenil. Rodrigo Garull fue un Tambormayor cantado con una atractiva voz de timbre dramático. Un poco más discreta Solgerd Isalv como Margret, aunque la voz tiene bonitos graves. El resto de comprimarios y el coro de niñas estuvieron convincentes en sus partes. Mención aparte el niño Jairo Somolinos que interpretó al desdichado hijo de Wozzeck y Marie.
La función contó con un concepto escénico de Susana Gómez, que ayudó bastante a la representación: el juego de luces creó un ambiente tan lúgubre como la historia, y en momentos como la muerte de Marie y la posterior huída de Wozzeck, la sala se iluminó de un rojo intenso, así como durante el interludio final, que se iluminó de un verde turquesa que aumentaba la sensación de tristeza. Se dispuso de una sillón de barbero no solo para la escena inicial, sino también como cama del hijo de Wozzeck y en la que la soprano estuvo recostada despúes de la escena de la muerte de Marie.
Wozzeck no es una ópera fácil, y durante la función hubo varias deserciones. Pero los que se quedaron al final, la mayoría, aplaudieron con entusiasmo a los artistas después de acabar la función. Una notable tarde de ópera, en la que uno disfruta por la calidad musical, y sale conmocionado después de hora y media de realismo descarnado. En el mundo, entre los más desfavorecidos de todas las sociedades sigue habiendo Wozzecks y Maries luchando por sobrevivir. Berg era un genio y esto lo demuestra.
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