Después de un memorable concierto hace tres años en el Teatro de la Zarzuela, en el que el público se rindió a su arte, el gran Leo Nucci volvió a dar un recital en el Ciclo de Lied del famoso teatro. Sus incondicionales teníamos pues una cita, aunque no llenásemos el teatro.
Esta vez, se hizo acompañar por el pianista británico James Vaughan.
Por motivos de fuerza mayor sólo pude ir a la segunda parte del recital. Me dijeron que en la primera parte del mismo hubo canzone italiana, pero empezó con el prólogo de Pagliacci. La segunda parte estaba centrada en la ópera.
Nada más entrar, se pudo ver muy cerca del piano una mesa con elementos de atrezzo para "dramatizar" algunos números. Nucci por momentos se convertía en un showman.
Cada año que pasa, Nucci acusa un declive cada vez mayor. Comparado con él mismo hace tres años, o uno solo, la voz está ya bastante ajada, y cuanto más arriba vaya más tiende a zozobrar. Pero aún queda material: el suficiente para impresionar por momentos y hacer que el teatro se venga abajo. El volumen sigue siendo impactante, al igual que los agudos y todavía tiene alguna capacidad para el legato. Por no hablar de las tablas, que siguen ahí, sobretodo para compensar las limitaciones ya lógicas de su edad. Esas tablas que transmiten experiencia, drama y que se ganan al público.
Empezó pues esa segunda mitad con Era uguale la voce? de Gianni Schicchi, que acometió con vis cómica y poniéndose un gorrito blanco. Luego tocó un aria de Foscari, O vecchio cor, que empezó a tener ya visos de mejora y sobretodo demostrando que aún sabe sonar a Verdi.
Luego, el pianista Vaughan interpretó una preciosa pieza, el Nocturno nº18 para piano en mi mayor, "Midi" , de John Field, en la que demostró mucha destreza. De hecho el acompañamiento en las arias fue generalmente bueno.
Reapareció Don Leo con el Eri tu del Ballo verdiano, que fue muy bueno aunque el fraseo le bailaba en l'universo avveleni per me. El concierto debía terminar con el Largo al Factotum del Barbiere, en el que Nucci sacó al cómico que lleva dentro una vez más (jugando con una flor y un bastón), y también demostrando que por qué sigue siendo el mejor Fígaro que haya oído aunque sea en una sola aria, con un fraseo que aún impresiona. Tras este número llegarían los bises, que serían cuatro.
Empezó con una Muerte de Rodrigo de Don Carlo, en la que impresionó de nuevo al público: con la voz ya entregada, su interpretación fue impecable y muy emotiva. De nuevo ese sonido de barítono que suena a Verdi y sabe de qué va la música de Verdi, con esos agudos aún poderosos ¡menudo ahimé final! Sin duda fue el mejor momento de la noche. Siguió con el Cortigiani de Rigoletto, su alter ego escénico, al mismo gran nivel.
Después vino un Nemico della Patria en el que hubo mucha entrega y buenos momentos, pero tuvo un gallo en com'era irradiato di gloria il mio cammino!, que evidenció su fatiga. Pero se le perdona, he de decirlo. Tras esto, y con su habitual simpatía deseó al público unas felices fiestas. A petición de una señora del público, cantó la Mamma de Bixio, en la que hizo participar al público, cerrando la función con unos aplausos atronadores.
Leo Nucci podrá estar empezando a acrecentar su declive, pero el animal escénico sigue incólume. Aún tiene material para impresionar, emocionar y hacer pasar un buen rato. Podrá criticársele el hacer un circo de la ópera, pero no se puede negar que el público termina entregado con su simpatía y su arte; porque sabe que estamos ante el último gran barítono italiano.
Y eso fue lo que ocurrió, su público incondicional le premió con una gran ovación y múltiples halagos. Y yo volví a salir satisfecho del teatro.
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