Acabo de ver estos Maestros Cantores del Festival de Bayreuth de 2008, dirigidos escénicamente por la actual líder del festival, Katharina Wagner.
Esta producción estrenada en 2007, fue el inicio de la sucesión dinástica en el Festival de Bayreuth: en 2009, el patriarca Wolfgang Wagner cedía la dirección del teatro a sus hijas Katharina y Eva. Katharina, entonces una joven treintañera, estaba labrándose una carrera como directora de escena (Budapest, Las Palmas de Gran Canaria), y su debut tuvo lugar con una obra cuya realización se reservaba siempre para un Wagner: Los Maestros Cantores de Núremberg.
Como todo en Bayreuth, y más aún tratándose de alguien con semejante apellido, el montaje fue recibido en su primer año con un estruendoso abucheo, algo que siguió al año siguiente como se recoge en este vídeo. El tiempo no ha tratado con justicia este montaje, que aún cuenta con detractores, especialmente entre la ortodoxia wagneriana. Lo cierto es que el planteamiento de Doña Katharina es muy interesante, pero no siempre tiene una feliz interpretación es escena, de hecho hay momentos de cierto sopor. Para la directora de escena, esta obra es un debate sobre qué es arte, sobre la concepción de arte que se ve sometida a transgresión: un aire de frescura entre tanta rigidez. Todo el montaje está plagado de referencias del arte clásico alemán.
Tras la obertura, el telón se abre en lo que parece el gran vestíbulo de una academia de arte. En el techo se ve cómo se pintan algunas imágenes de famosas pinturas. El ambiente parece irrespirable, ya que el coro encarna a unos alumnos con semblante serio, que actúan como autómatas, bien peinados y uniformados, algunos con cabelleras rubias. De repente, de un piano emerge Stolzing (curiosamente, pasaría lo mismo en el montaje de Barrie Kosky en 2017), que es un estrafalario y transgresor artista moderno, con actitud simpáticamente chulesca. Eva, Magdalena y David son alumnos de esta institución. De hecho en algún momento se ve a David hacer fotocopias. Stolzing pinta sobre pinturas clásicas palabras diversas, en su espíritu transgresor. Los maestros aparecen como profesores y catedráticos, totalmente serios. Sachs dará el punto discordante con su atuendo desaliñado y descalzo, de intelectual bohemio, todo lo contrario al formal Beckmesser. La presentación de Stolzing no puede ser más transgresora: extendiendo láminas de clásicos de la pintura con sus añadidos, como un redondeo de senos a una Venus desnuda. El examen del caballero francón será una competición de quién arma más rápido un puzzle de un cuadro del viejo Núremberg. En el segundo acto vemos unas mesas, y una enorme escultura de una mano en el mismo patio. Una cafetería aburrida, donde Eva y Magdalena, hasta la llegada de Stolzing mantienen una actitud pasiva. Al ser un intelectual, Sachs no es zapatero, sino escritor, y su máquina de escribir es lo que marcará los fallos de Beckmesser. Uno de los momentos más destacados del montaje es la riña final de este acto, cuando alumnos, profesores, estatuas de grandes genios de la música como Mozart, Beethoven y Wagner bailan y corretean por todo el vestibulo. Vemos a gente agitar latas de Sopa Campbell mientras en la planta baja aparecen otros estudiantes llevando esculturas cubistas de Picasso mientras se pone perdido el suelo: una confrontación salvaje de todos los estilos artísticos que supone el principio del fin de la rigidez conservadora de la institución, mientras que tras irse todos, y Beckmesser habiéndose pintado en su camiseta "Beck in town", las estatuas de los grandes músicos bailan un vals.
El tercer acto tiene lugar en la vivienda de Sachs, en cuyo fondo se ven figurantes con grandes cabezas de grandes personalidades del arte alemán. Poco a poco los personajes se van aburguesando, con el quinteto mostrando las familias modélicas y socialmente jerarquizadas formadas por David y Magdalena y Stolzing y Eva, con sus respectivos hijos, con Sachs en medio. El protagonista sufre aquí una metamorfosis: ya no es ese bohemio desaliñado de los dos primeros actos. Ahora es un impoluto y trajeado líder, con un aire siniestro y autoritario. La famosa escena de la festividad de San Juan es un baile de los compositores, que al aparecer valquirias cabezudas, empiezan a hacer unas danzas lascivas, algunos de los músicos como Mozart con los sexos en erección y con algunas de las figurantes con cabezas gigantes de valquiria haciendo un topless. De repente, tras esta danza más bien tétrica, los músicos se retiran y los que parecen los responsables de esa pantomima son de repente sacrificados e incinerados (¿una posible referencia al Holocausto?) en un ritual dirigido por Sachs, David y sus aprendices. El concurso de canto es un talent show, con el público detrás. Beckmesser hace surgir a un hombre desnudo de un montón de tierra y luego junto a una mujer también desnudo tiran cosas al público. Stolzing es un cantante de música popular que se presenta junto a una pantomima de dos personajes del siglo XVI cortejándose. Naturalmente, gana el premio de diez mil marcos, que recibirá junto a su familia. Sin embargo, rechaza el venado de oro que sale del horno donde se había cremado anteriormente a los artistas, entonces Sachs lo sitúa en medio del escenario. Todo se oscurece y la estatuilla iluminará a Sachs, dándole un aspecto terrorífico, de ocultismo, a la vez que emergen dos esculturas doradas de estética sospechosamente nazi. Beckmesser, que lo había presenciado todo, sale huyendo de la escena dejando solo a Sachs, quien ya es un líder autoritario. Una era terrorífica, de censura e imposiciones acaba de comenzar, y así la obra más festiva de Wagner termina con esta visión de horror, adelantando un negro futuro.
Sebastian Weigle dirige la orquesta con cierta lentitud, pero con un resultado apreciable, aunque no es difícil con esta orquesta. La obertura es un ejemplo de opulencia y riqueza orquestal, aunque se echa de menos cierta frescura. El coro, como siempre en un excelente nivel.
Franz Hawlata cumple con el porte de este Sachs camaleónico, con su imponente físico. Vocalmente tiene su habitual sonido gutural, pero en el tercer acto consigue levantar la función.
Michael Volle es un excelente Beckmesser, con un rol que se adecúa más a su voz que el Sachs que interpretaría una década más tarde, y que sigue cantando hoy en día en el festival.
Klaus Florian Vogt está aquí en el inicio de su carrera. Si bien es cierto que Walther von Stolzing requiere una voz más heróica y rotunda, Vogt aprovecha las limitaciones de su voz para dar una interpretar un Stolzing juvenil, con un bello sonido, que no envejece todavía. Excelentes interpretaciones del aria Am Stillen Herd y de la canción del premio.
Michaela Kaune es una Eva de voz apreciable y bonito timbre, pero no siempre expresiva. El veterano Artur Korn en cambio es un excelente Pogner, con una voz de bajo muy bonita y con sus intervenciones cantadas con buen gusto, algo muy destacable teniendo en cuenta que tenía ya 71 años.
Norbert Ernst y Carola Gruber son unos excelentes David y Magdalena, respectivamente. El primero además hace una interpretación creíble del inexperto aprendiz, reforzada además por su rostro angelical. La segunda tiene una destacable voz y es una comprimaria de lujo. Un joven Markus Eiche es un correcto Fritz Kothner, tanto en lo actoral como en lo vocal. Uno podría decir que este rol es más adecuado para su voz que Wolfram en Tannhäuser años más tarde. Friedemann Röhlig, como siempre en sus intervenciones, es un Sereno de voz poderosa.
Esta producción marcó el inicio de una nueva era. Era prácticamente la única obra que no había sufrido una alteración de su estética clásica en Bayreuth y con el montaje de Katharina se produjo una ruptura. El Wagner más amado por el nacionalismo, el conservadurismo alemán se convirtió en una reflexión sobre los caminos que puede tomar el arte y lo peligroso que puede ser para la libertad una censura y la intransigencia para con la libre expresión en el arte, algo que Alemania y el Festival de Bayreuth conocen bastante bien. No podía saberse entonces que con Katharina empezaba una etapa mucho más radical del espíritu del Werkstatt o Taller en el Festival: las producciones de Castorf, Herheim, Laufenberg, Kosky y Kratzer llevarían a Bayreuth al interesante nivel de actualización de la obra de Wagner que estamos viendo en los últimos años, relacionada con la historia reciente de Alemania, tratando en su más sacra escena lírica todos los fantasmas de su historia reciente, poniendo de manifiesto así que Wagner, Bayreuth y el mensaje de sus obras siguen estando más vivos que nunca.
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