Una función de La Verbena de la Paloma cerró mi temporada lirica pasada. Y ahora, otra función de la misma obra abre una nueva, la 2019-2020, con las mismas ilusiones de siempre. Hace un año, no lo habría creído, puesto que era una obra a la que no le daba demasiada importancia. Y en lo que llevamos de 2019 con esta ya son tres las que veo de esta obra maestra.
Mis ganas de ver en vivo nuevas versiones y aproximaciones de la inmortal obra de Bretón me han llevado esta vez al Teatro Victoria, donde la pequeña y valiente Compañía Ditirámbak, dirigida por Óscar Cabañas (quien también hace la adaptación de la obra) lleva programando todos los meses, desde hace ya varios años, las más importantes obras del género chico.
El Teatro Victoria es un pequeño y acogedor teatro, en cuyos pasillos hay un techo de madera. Nada más entrar, una música de organillo acoge al espectador, como una forma de hacer entrar en ambiente. Es tan pequeño el aforo que uno se hace parte de la obra.
La adaptación de Cabañas, a fin de hacer el espectáculo un poco más duradero, empieza con una introducción, llamada La Prehistoria de La Verbena de la Paloma, a cargo de dos personajes clave: Don Pedro, dueño de la imprenta y Don Sebastián (que será también el Tabernero), quienes nos introducirán en la historia tanto de la composición como en el argumento, presentando a los personajes por medio de números de otras zarzuelas, como el dúo de La Revoltosa de Chapí que canta la pareja protagonista (recordemos que iba a componerla en un principio y Bretón fue quien le sustituyó).
La versión reducida se hace con acompañamiento de piano y ocho artistas que interpretan a los personajes principales aunque alguno hace doblete o canta incluso partes o números de otros personajes: por ejemplo la absorción de Sebastián por parte del Tabernero, que se queda con su nombre, o Casta interpretando la Soleá de la cantaora.
El telón se abre y deja paso a una calle de Madrid representada, con la botica y el Café de Melilla, con una verja al fondo. Entre los momentos más destacados a nivel escénico podemos destacar la escenificación de Hilarión cabalgando con Casta y Susana, y así hasta tres cambios escénicos dentro del mismo número musical (las coplas).
El reparto cumplió sobradamente con el cometido de hacer zarzuela, aunque sea en formato pequeño, y con ello conseguir que la gente pase un rato muy divertido durante la hora y media que dura. Se puede destacar el memorable trabajo de Lolo Martín como el Tabernero- Don Sebastián, con una vis cómica maravillosa y capaz de llevar primero el hilo conductor en la narración previa y luego de transmitir la chulería castiza del personaje. La pareja protagonista también merece una mención especial, especialmente la estupenda Susana de Marta Pineda, a quien ya escuchamos este rol en el Teatro EDP Gran Vía el mes pasado, estando en esta ocasión incluso más inspirada que entonces. Fernando Benito fue un Julián de voz baritonal muy interesante. El resto de artistas estuvo en el buen nivel anteriormente mencionado.
Puede decirse, que después del mismísimo Teatro de la Zarzuela, Ditirámbak es de las escasísimas compañías estables de nuestro género en Madrid, por no decir la única. Esta iniciativa recupera la vieja magia del género chico: la de una época en la que había varios teatros en la capital donde se representaban zarzuelas, donde se hacía el llamado teatro por horas. Quizá no con todos los medios disponibles pero sí con mucha ilusión y entrega, suficientes para cautivar al público en el encanto de nuestro gran género lírico. Por ello, es de agradecer la labor difusora de esta compañía, la cual esperamos siga por mucho más tiempo.
Las fotografías pertenecen a otro reparto, salvo la última.
Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
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