Este mes de junio en el círculo lírico de Madrid reina la comedia. O al menos eso parece después de ver una desternillante producción de Viva la Mamma de Donizetti en el Teatro Real y El Rey que Rabió de Ruperto Chapí en el Teatro de la Zarzuela. Esta obra de Chapí supone una incursión en la comedia del autor de obras tan dramática como Curro Vargas o La Tempestad, en la que supondría su última colaboración con los libretistas Miguel Ramos Carrión y Vital Aza, con los que crearía una obra maestra. La música de Chapí es festiva, bucólica, romántica, pero sobre todo inspirada, con páginas tan célebres como el divertido coro de los doctores o la famosísima romanza "Mi tío se figura", con las famosas líneas " Yo que siempre de los hombres me burlé /Yo que siempre de los novios me reí / Yo que nunca sus lisonjas escuché / Hoy en busca de un amante vengo aquí", el dúo de amor que le sigue y el bellísimo Nocturno instrumental, tan descriptivo y evocador.
En cuanto al argumento, la divertida trama política que entraña no puede ser más actual. La representación en la historia de personajes muy reales pero sin nombre para evitar problemas con la censura en el libreto original sigue cobrando vida. Ese rey que vive ajeno a la realidad de su pueblo porque los políticos a su cargo le disfrazan la realidad con viajes oficiales donde todo el mundo es feliz es algo que sigue ocurriendo hoy en día. Y no solo en las monarquías, si bien el tópico del mandatario que se hace pasar por un ciudadano anónimo, aunque sigue siendo atractivo es algo que no ocurre hoy en día. Hasta la valerosa Rosa, una plebeya que se convierte en la reina no solo, valga la redundancia, del reino sino también del corazón el Rey es algo que a los que vivimos en monarquías parlamentarias democráticas tampoco nos es tan lejano o no nos suene.
Esta crítica hablará de las funciones de los días 13 y 20 de junio, la última de todas.
La genial obra de Chapí nos llega en una nueva producción a cargo de Bárbara Lluch, quien ya dirigió la aplaudida producción de La Casa de Bernarda Alba hace tres años en este escenario. Lluch lleva el marco atemporal de la historia a un mundo de colorido y fantasía, un mundo inexistente pero al mismo tiempo muy real por lo humano de sus personajes. De este modo, se presenta la obra como un cuento, ya que la escena transcurre dentro de un enorme marco dorado que rodea la caja escénica. En un intento por darle ese toque tan mágico propio de los cuentos, pero también como una exposición clara de los defectos de los personajes, el vestuario de Clara Peluffo Valentini muestra una zoomorfización de los mismos, poniendo al general orejas de burro, o al capitán una cola de gato, o al rey una entre otros personajes. La corte lleva un vestuario barroco con una estética exagerada, para resaltar lo artificial de la vida en palacio. En cambio, las gentes del pueblo visten con colores más oscuros y austeros, sin olvidar el verde amarillo con manchas azules o el púrpura de Rosa. El escenario está dividido en tres partes, con las paredes cubiertas de espejos. El espacio central es donde tiene lugar la trama y sus ambientaciones, si bien en las escenas de paisajes éstas se amplían a todo el escenario. En las escenas de palacio, los espacios laterales aparecen cubiertos por un paisaje de nubes, en cuyo centro se ve un salón rococó. En la primera escena, en el centro de dicho salón se ve una enorme corona en la que duerme el rey, rodeado de aduladores. En las escenas en el campo, los paisajes aparecen reproducidos por idílicas pinturas que en el famoso nocturno se convierten en animadas, como las estrellas fugaces y las estrellas brillantes que aparecen en el firmamento mientras los protagonistas se declaran su amor, todo un logro del escenógrafo Juan Guillermo Nova y del iluminador Vinicio Cheli. En la última escena, aparece un enorme sillón que es el gigantesco trono real, en el que se sientan Rosa y el Rey culminando su amor, no sin antes degradar a sus inútiles ministros, a los que retira las insignias.
Al frente de la orquesta estuvo el director mexicano Iván López-Reynoso logró una dirección opulenta, completamente festiva, de tempi ágiles y rápidos en los tutti, pero también con una exquisita sensibilidad en el Nocturno instrumental del segundo acto, donde las cuerdas brillaron con luz propia. Excelente la sección de viento, con un sonido reluciente. El coro ha tenido posiblemente su mejor prestación en lo que llevamos de temporada, con unas voces potentes y al mismo tiempo con una vis cómica, que ayudada por este rendimiento musical, tuvo su resultado en una memorable interpretación del famoso coro de médicos.
Enrique Ferrer da vida al Rey, un personaje que puede ser interpretado tanto por una soprano como por un tenor. Ferrer tiene una buena base, de tenor lírico-spinto, con un timbre heroico y una emisión potente, aunque la voz se antoje un poco nasal por arriba. En la romanza Soy un pastor sencillo destacó con una gallardía y un canto seguro. En su romanza del tercer acto Intranquilo estoy ya había entrado más en calor y fue capaz de dar una interpretación plena, con la voz generosamente proyectada, y en la que en el agudo final fue del forte al piano maravillosamente. Como actor ha sido memorable, transmitiendo el entusiasmo juvenil y la simpatía del monarca.
Rocío Ignacio interpretó a Rosa el día 13 de junio. Ignacio tiene una agradable voz tanto en el canto como hablada, con una deliciosa interpretación de la valiente protagonista. En la famosa romanza Mi tío se figura tuvo problemas en el agudo final, que parecía abierto. Mucho mejor estuvo en el dúo siguiente con el Rey. Muy convincente en el lado divertido del personaje. El 20 de junio fue Sofía Esparza, quien fue una espléndida Rosa. Con una bella y dulce voz, así como bien emitida y exquisitamente cantada. Impresionante el agudo que dio al final del primer acto, escuchándosela por encima del tenor, del coro y de la orquesta. En su famoso número lo cantó con sensibilidad, una emisión segura y un timbre bellísimo, sin dar agudo al final, pero tampoco fue necesario. Como actriz también convenció, dándole a Rosa un toque de fragilidad y de dulzura, todo ello resaltado por su belleza física.
Rubén Amoretti fue un excelente General, con su enorme voz de bajo y su hilarante versión de este político gruñón. El veterano José Manuel Zapata logra una de las mejores interpretaciones de la velada, con su divertidísimo Jeremías, capaz de abordar las difíciles partes cantadas, escasas por otro lado, del personaje, del que conserva aún algún impactante agudo. E hizo reír a carcajadas al público con su desternillante interpretación del primo llorón. La también veterana María José Suárez realizó una gran interpretación de la matronil María. Alberto Frías transmite muy bien lo desesperante e irritante del servil Capitán, aquí exagerado en la versión de Lluch, quien le pone una cola de gato y le hace ronronear cuando María se la acaricia. También destacó Ruth González como el confundido y gracioso Paje. El resto del reparto estuvo al mismo excelente nivel.
Función del día 20, con Sofía Esparza como Rosa y con la aparición final de Barbara Lluch.
Un público entregado y agradecido recibió calurosamente la función, habiendo pasado un rato divertido en ambas funciones, y posiblemente inolvidable dado el alto nivel de la producción. Una comedia que divirtió en 1891 y que sigue haciéndolo en 2021 debido a su vigencia, porque poco ha cambiado en la idiosincrasia del poder desde los tiempos en que Chapí concibió esta obra; lo que desmonta por completo la idea de que la zarzuela está desfasada. Nada más lejos de la verdad.
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