lunes, 2 de octubre de 2023

Música para la peor tragedia, el filicidio: Medea, de Luigi Cherubini, en el Teatro Real.

 

Madrid, 1 de octubre de 2023.

Tras una temporada pasada dedicada al mito de Orfeo, sigue el Real por la senda de la mitología clásica. La temporada 2023-2024 está consagrada al mito de Medea, la hechicera semidiosa que en venganza por la infidelidad de Jasón, por quien dio todo, hasta su familia y su patria, mata a sus propios hijos. Y la primera ópera de esta temporada es la Medea de Cherubini, estrenada en 1797 en París, en plena Revolución Francesa. Esta ópera no conoció el éxito inmediato. Sería a partir de su estreno en alemán en Viena, en 1802, cuando empezaría su exitoso camino, afianzado por una nueva traducción en 1855. Beethoven, Brahms, Spohr, Schubert y Wagner alabarían las virtudes de esta ópera, considerándola como una de las cimas de la ópera de aquél entonces. Sin embargo, la presencia moderna de esta ópera se debe a que la gran Maria Callas la interpretó por primera vez en 1953, haciendo una interpretación icónica de este personaje, pavimentando el camino para otras grandes sopranos en las décadas siguientes. Curiosamente, y por el centenario de la Callas en este 2023, el Teatro Real le dedica a estas funciones, algo curioso porque si bien cantó en Madrid (1958,1973, por no hablar de su holograma, que lleva haciendo las delicias de los madrileños desde 2020 en la estación de Príncipe Pío), no lo hizo en el regio coliseo.

La música de Cherubini, a caballo entre el virtuosismo de finales del siglo XVIII y el ímpetu romántico que vendría en el siglo siguiente, intenta poner música al trágico mito, desde su conocida obertura, trágica y poco convencional para su época, hasta el preludio del tercer acto, donde de forma moderna recrea el conflicto de la protagonista mientras sueña. La tragedia de Medea, tanto el mito como la obra de Eurípides mantiene su vigencia, más aún en estos tiempos donde ya se habla del peligro social de la violencia vicaria, donde un cónyuge (habitualmente un hombre) daña a los hijos del matrimonio para hacer daño al otro cónyuge (habitualmente una mujer), aunque aquí es la mujer la que mata a sus hijos para hacer daño al marido (casos que también se han visto últimamente en la realidad española); y la traición de un hombre hacia una mujer que por él lo deja todo, y  la venganza de esta que se cobra como víctimas a sus hijos para sumir al padre en el dolor más absoluto, se reviste de una rabiosa actualidad.

Es algo que Paco Azorín, director de escena, intenta concienciar al público en su visión de Medea, en un montaje de gran impacto visual. Nada más entrar, se ve a unos niños jugando antes de que empiece la obra. Cuando empieza la obertura, se ve a Medea matando a sus hijos. Es el inicio de la tragedia. Durante la misma introducción orquestal, se ve a Medea y a Jasón vestidos como en la Grecia clásica, frente al vellocino de oro. Pero esta es una producción moderna. Al acabar la obertura, se ve una enorme plataforma con un ascensor, que presidirá el escenario durante el espectáculo, en el que a veces desciende otro escenario rectangular, con dos enormes manchas de sangre en el suelo, que hace las veces de templo y palacio de Creonte. Al fondo se ven proyecciones, y durante un momento se ve una tierra yerma con la bandera de Ucrania de fondo. Pero el vestuario de Ana Garay es contemporáneo, con abundancia de los colores oscuros. Los hijos de Medea y Jasón son estrafalarios adolescentes que hacen vídeos en TikTok. Creonte está vestido como un dictador fascista. Además, Medea tiene un avatar en escena, una actriz sin diálogos que es la Medea mitológica, con la que confiesa sus fantasmas. La boda entre Jasón y Dircé se celebra según el rito griego ortodoxo, viéndose a sacerdotes de esta fe en escena. En la breve pausa entre los actos segundo y tercero, aparece proyectada la Declaración de los Derechos del Niño, y el hecho de que lo haga mientras afinan los instrumentos, le da un tono aún más siniestro. Durante la larga introducción orquestal del tercer acto, esta Medea intenta matar a sus hijos infructuosamente, mientras la verdadera Medea está sentada, dormida, ya que se trata de una recreación del sueño. Se ve la muerte de Dircé, al ver cómo emana humo del vestido envenenado que le regala Medea. Al final, Medea se eleva hacia el cielo, mientras Jasón se retuerce de dolor en el suelo, aparece fuego real en el escenario y los hijos de Medea ya no aparecen, habiendo sido, ahora sí, asesinados, mientras el pueblo huye despavorido.

La Orquesta del Teatro Real, dirigida por Ivor Bolton, fue de menos a más durante la función. La trágica y conocida obertura fue interpretada de forma más bien correcta, aséptica. No obstante, a partir del segundo acto fueron mejor las cosas, las cuerdas a partir de entonces alcanzaron un sonido más dramático y enérgico. Excelente el fagot en el aria de Neris, y la percusión también tuvo su momento de gloria. El mejor momento de la orquesta fue sin duda la larga introducción orquestal del tercer acto, ya con la orquesta entrada en calor. En cambio el Coro, ahora con un nuevo maestro, José Luis Basso, tuvo una excelente intervención, muy especialmente en la escena de las bodas de Dircé y Jasón, con ese coro "Fils de Bacchus, descend des Cieux", que las voces masculinas entonaron con una fuerza única, revistiendo ese momento de gran solemnidad, que se hizo oír bien en la sala. Fueron replicados por las voces femeninas, que tuvieron ahí también su mejor momento. 

Medea es una ópera que necesita de una protagonista que debe ser un animal vocal y escénico, una primadonna capaz de poder con la fuerza dramática de la obra. Maria Pia Piscitelli, que ha cantado solo dos funciones con el primer reparto, es una cantante cumplidora, con un material que parece correcto, una zona media que no suena mal, pero que necesita ese carisma antes mencionado, durante toda la obra. Es una voz con un timbre con un toque oscuro, pero el agudo si va muy arriba puede ser estridente. Luego mejoró mucho desde la mitad del segundo, llegando a una intervención notable en su gran escena del inicio del tercer acto. 

Enea Scala interpretó a Jasón. El tenor italiano sufre de una afección de carácter gripal, según anunciaron por megafonía, pero por deferencia con el público salió a cantar. Scala tiene una voz de base lírica, pero a medida que se dirige al agudo suena a veces un poco estridente. Habría que verlo cuando esté completamente sano, para una mejor apreciación, más aún si su timbre parece agradable. En lo actoral, su espectacular físico es conveniente al héroe que interpreta. 

Jongmin Park fue una de las grandes voces de la noche, como el rey Creonte, con su generoso caudal vocal y su timbre de bajo profundo, destacando en la escena de enfrentamiento con Medea en el segundo acto. 

Sara Blanch fue una excelente Dircé, dando muestras de sus estupendos agudos en su complicada aria del primer acto. Nancy Fabiola Herrera fue otra de las grandes voces de la noche, como la sufrida y leal Neris, criada de Medea. Abordó así su bella y desgarradora aria Ah! Nos peines seront communes, del acto segundo, donde su voz aterciopelada, madura, cuyo bello sonido se unía al del fagot, siendo uno de los mejores momentos de la noche. 

A pocas funciones para que termine esta producción, es de agradecer al Real que programe una obra compuesta para grandes voces y que pese a lo universal de su historia, no se vea mucho en los principales teatros. A la pareja protagonista de anoche quizá le faltara un poco más de carisma vocal, pero se entregaron al drama. Y eso último trajo ovaciones a los artistas, especialmente a Piscitelli.


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