viernes, 20 de octubre de 2023

Redención (wagneriana) al redentor, y al mundo: tercer acto de Parsifal en el Auditorio Nacional de Madrid.


Madrid, 20 de octubre de 2023.

Cada año, la temporada de la Orquesta Nacional de España, nos ofrece un título operístico o sinfónico-coral de grandes dimensiones en el Auditorio Nacional de Música. En junio fue una gloriosa Octava Sinfonía de Gustav Mahler, y ahora, como única propuesta operística, tan solo el tercer acto de la monumental Parsifal de Wagner, el festival sacro-escénico que el maestro concibió para el Festival de Bayreuth; y que sería su última ópera. No deja de ser sorprendente, cuando en épocas pasadas nos han ofrecido Tristán e Isolda, el Holandés Errante, Elektra o Salomé, que esta vez no sea una ópera completa sino solo un acto de la misma. Sin embargo, para los wagnerianos no deja de ser una auténtica celebración. Más aún cuando la última vez que se oyó esta música en Madrid fue durante las funciones del Teatro Real en 2016, con el mítico montaje de Claus Guth y con Klaus Florian Vogt a la cabeza de un excelente reparto. 

Pese a su dificultad y su poca frecuencia, Parsifal no es desconocida al público madrileño actual: además de las funciones de 2016, también se vio en concierto en el Real en 2013 con la Balthasar Neumann Ensemble, con instrumentos originales, y luego en 2001 con el gran Plácido Domingo. Tampoco en el viejo Real, tras su estreno en 1914, con cada cantante cantando en su lengua respectiva, luego con Francisco Viñas y en 1921 por dirigida por Leo Blech, entre otras interpretaciones.

Wagner, tras la apoteosis de Tristán, la comedia y la alemanidad de Los Maestros Cantores, o la épica del Anillo donde retrata la condición humana, gira su visión hacia la lucha entre el bien y el mal, representada en la pugna entre el mundo de  Titurel y el de Klingsor por el poder del Santo Grial, y la redención por la fe, en Parsifal. El tercer acto nos muestra la desolación: los antiguos ordenes representados por Klingsor y Titurel han caído tras las muertes de sus líderes. Gurnemanz, el otrora poderoso y autoritario caballero del Grial es un ermitaño, Kundry, la pecadora errante que se rió de Cristo en su martirio, ya no es una tentadora y una salvaje huraña, sino una dulce y servicial mujer, que no habla, y por fin libre del yugo de Klingsor, quien la esclavizaba. Amfortas, hijo de Titurel, ha perdido la razón y no quiere descubrir el Grial pese a la insistencia de su decrépito séquito. Es aquí donde el héroe, Parsifal, el puro loco anunciado por Dios, pese a que él mismo se convirtió en errante tras resistir a la tentación lujuriosa en el acto anterior, vendrá a reestablecer el orden y redimir los pecados de todos, y así a la humanidad entera, como Cristo había hecho mil años antes. 

Mucho se ha hablado del mensaje de la obra, y del uso que se le dio por el nacionalismo alemán y los wagnerianos más conservadores tras la muerte del maestro. El redentor elegido por Dios que redime un país arruinado (que ni más ni menos se trata de España) y restaura el orden, teniendo como contrapeso a una pecadora, una semita procedente de Judea que se rió del creador, son algunos de los argumentos que se han prestado a muchas y sesgadas interpretaciones. Fuera de escena, el que un judío, Hermann Levi, dirigiera la ópera cristiana del músico más famoso de Alemania en ese momento supuso también un escándalo, algo que tras la muerte de Wagner (quien además le invitó a abrazar el cristianismo), se acrecentó debido al desprecio de la esposa de éste y del wagnerismo radical, imbuído de nacionalismo, racismo y supremacismo. El hecho de que Wagner deseara que semejante obra se representase solo en su teatro de Bayreuth, hizo que sobre esta obra pesase un aura de culto, el culto a Wagner, que era también el culto a la cultura alemana, de la que Cosima Wagner y sus seguidores se erigieron en autoproclamados guardianes y sacerdotes. Durante treinta años la obra fue exclusiva de Bayreuth, y todos debían desplazarse allí para escucharla hasta que en enero de 1914, todos los teatros del mundo, incluidos Madrid y Barcelona, la representaron tras la caducidad de los derechos de autor, entregando Parsifal al resto de la humanidad. 

Este tercer acto es el más estático, ya que en su primera escena hay más intercambios de narraciones y reflexiones entre Parsifal y Gurnemanz, manteniendo a la torrencial y seductora Kundry, silente y obediente, ya redimida de sus pecados. Ya no está la majestad de la escena de Grial del primer acto ni la sensualidad del segundo, sino está la calma que antecede al clímax final. No obstante, el Preludio y el Encanto del Viernes Santo, algunas de las más célebres páginas musicales wagnerianas, están aquí presentes. No deja de estar presente la capacidad de Wagner para retratar  la sensación de pesadez y ruina en el preludio, la angustia de Amfortas, el interludio entre escenas, la descriptiva y esperanzadora música de la escena primera, y la emocionante redención del final con el coro cantando :"Redención al redentor".

Esta noche, la ONE nos ha dado una versión notable con David Afkham al frente, confirmándose, una vez más, como la orquesta  más idónea para este repertorio disponible en la capital. Alejado de la profundidad y majestuosidad germánicas (aun siendo él mismo alemán), el maestro Afkham ha optado por una versión dinámica, lírica, con tempi no demasiado lentos. y en alguna ocasión hasta un poco rápidos, como en el interludio del tercer acto, el que pese a ese detalle sonó apotéosico. No obstante, se reservó para el final, donde dio una interpretación conmovedora. La cuerda sorprendió, desde el tímido arranque al comienzo del preludio, hasta que el trémolo de los bajos anunciaba el climax de dicha pieza. Luego alcanzaría un bello nivel, especialmente cuando interpretan el tema del preludio durante el bautizo de Kundry, acompañados de la madera, esta sí en forma, igual que el viento durante el interludio y las escenas de mayor clímax, con un metal que trabajaba la sobriedad y los momentos más sobrecogedores, de forma eficiente. Una pena que al percusionista de la campana se le oyera más bien poco dado su situación y el torrente orquestal, algo que afectó al interludio. El Coro Nacional de España volvió a impresionar con la fuerza de sus voces masculinas, empezando su intervención desde un tímido "Geleitet wir... " hasta unos aterradores "Zum letzten mal", en la que piden a Amfortas que descubra el Santo Grial por última vez. Junto a las voces femeninas, el final fue tan sobrecogedor como etéreo, celestial.  

El veterano bajo austríaco Franz-Josef Selig interpretó a Gurnemanz. Si bien la voz, ya madura, mantiene su imponente y autoritario timbre, así como su espectacular grave, a veces la voz pierde fuelle por momentos, llegando a ser tapada por la orquesta cuando esta toca al unísono. De este modo, en la bellísima escena en la que encuentra a Kundry, la voz suena en todo su esplendor, pero da muestras de cansancio, alternadas con espectaculares notas, en la famosa escena del Encanto del Viernes Santo. Aun así, pocos intérpretes más experimentados que él hay para este repertorio y este rol.

Parsifal ha sido interpretado por el tenor estadounidense Bryan Register, poco conocido en España, se abre camino poco a poco en el panorama tenoril wagneriano. No obstante, si su voz tiene un centro lírico, juvenil, que sin ser lo más bello, no suena mal, el agudo no es el más agradable del mundo, y en expresividad palidece frente a Selig en la primera parte. Aun así, esa parte lírica le conviene a escenas como el Encanto del Viernes Santo, siempre que no vaya muy arriba la voz.

En cambio Tomasz Konieczny vuelve a impresionar a los madrileños con su poderío vocal, con una voz que llega a todos los rincones del Auditorio, tan poco amigable con este instrumento. En su breve intervención como el desesperado rey Amfortas, este bajo-barítono polaco se mete al público en el bolsillo con su visceral y desgarradora interpretación. Aunque su timbre vocal tiene un toque gutural no siempre agradable, impresiona por su volumen y rotundidad, ya que supera a todos sus compañeros, además de transmitir la ansiedad de muerte de su personaje. Tras su excelente interpretación de Iokanaan en la Salomé del año pasado,deja al público otra vez con la boca abierta. 

Tristemente, el personaje de Kundry, tan importante en la obra, en el tercer acto solo da tres gritos y canta dos veces la palabra "servir", aunque esté presente en todo momento. Si bien parecía que no iba a aparecer en esta ocasión, ya que no se anunció hasta la semana pasada, finalmente la soprano lírica y corista del CNE Francesca Calero, se encargó de la breve intervención.

Parsifal, pese a su importancia y formar del repertorio tradicional, no es una obra que llene en España, y por eso había varios asientos libres, aunque la ocupación era alta. Pero el público asistente sí aplaudió con entusiasmo el concierto, siendo este uno de los más esperados de la temporada, y además servido notablemente.

Mientras tanto, a dos mil kilómetros de aquí, en Berlín, una de las mejores intérpretes de esta obra, la insigne Waltraud Meier, una de las más grandes Kundry de todos los tiempos, ha cantado esta noche la última función de su larga carrera operística, aunque no con una ópera de Wagner, sino con la Elektra de Strauss, la misma con la que se despidió el año pasado del público español, en Barcelona. Aunque todo el mundo tiene derecho a descansar, y ella se lo ha ganado más que nadie, su sucesora en esta ópera aún no se ha consagrado. La echaremos de menos en los escenarios.

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