lunes, 25 de marzo de 2024

Las consecuencias del odio, y un pasado atroz que aún golpea: La Pasajera de Weinberg en el Teatro Real.

Madrid, 24 de marzo de 2024.

Mieczysław Weinberg fue un compositor polaco que desarrolló su carrera en la Unión Soviética, y hasta hace no mucho, era poco conocido, frente a su gran colega y amigo Shostakóvich. Weinberg era judío, y tuvo que huir de su Polonia natal cuando los nazis invadieron su país, y tuvo que ir a la Unión Soviética. Pero cuando los nazis entraron en Bielorrusia, tuvo que exiliarse a Tashkent, Uzbekistán, donde se casó y conoció a Shostakóvich. Una gran parte de su familia pereció en el Holocausto. Sin embargo, su mala suerte no acabó allí. En 1953, puesto que fue detenido por ser un "burgués judío", encarcelado en la terrible prisión de Lubiánka, y su tío fue víctima del complot de los médicos, una de las persecuciones contra los judíos que tuvo lugar en la dictadura de Stalin en los años despúes de la Segunda Guerra Mundial. Al poco de morir el tirano, la intervención de Shostakovich le salvó. La amistad de ambos compositores influyó en el interés que este último mostró por temas judíos en su obra, además de que admiraba la primera sinfonía de Weinberg. Los años 60 fueron sus años de mayor gloria, en los cuales su actividad incrementó, recibiendo la condecoración de Artista del Pueblo de la RSFSR en 1971.  Durante estos años, compuso una ópera llamada "La Pasajera", sobre el encuentro de una guardiana nazi y una prisionera en un crucero, basada en la novela de Zofia Posmysz, periodista que fue prisionera en Auschwitz. Estaba programada para su estreno en el Teatro Bolshoi de Moscú en 1968, pero no pudo ser estrenada hasta 2006, cuando el compositor llevaba ya diez años muerto. Sin embargo, la presentación internacional de esta obra, en su primer estreno escénico, fue en el Festival de Bregenz en 2010, bajo la dirección de Teodor Currentzis y con la puesta en escena de David Pountney, un montaje que fue grabado en DVD y se ha visto en muchos teatros, y que ahora recala en el Teatro Real. En 2020, estaba previsto su estreno en la capital, pero la pandemia del Covid-19 pospuso este estreno. 

No cabe duda de que estamos ante una obra maestra, una de las óperas más interesantes de la segunda mitad del siglo XX. Por un lado, el tema que trata golpea aún a las sociedades occidentales, por otro, la dura y descriptiva música que no puede disfrutarse separada de lo que ocurre en escena, que en la segunda parte es más lírica y musicalmente más bella. Esta ópera tiene la peculiaridad de estar cantada en varios idiomas. Incluso, en una rara práctica en estos días, el coro canta su parte en español. Dado que los presos de Auschwitz procedían de todo el continente europeo, no deja de tener sentido que canten sus partes en varios idiomas, así escuchamos además del alemán, el yidis, el ruso, el polaco, el francés y el inglés en las escenas en la cubierta del barco. En los años 60, los alemanes no habían enfrentado todavía su pasado nazi. Es más, nadie hablaba de él, y si comenzaron a hacerlo en esta misma época fue debido a eventos como el juicio de Adolf Eichmann, los juicios de Auschwitz celebrados en Frankfurt, la deportación de Estados Unidos de Hermine Braunsteiner o la publicación de las memorias de la ex joven hitleriana Melita Maschmann. Mucha gente con las manos manchadas de sangre vivía perfectamente integrada en la sociedad, siendo los menos interesados en remover en el pasado, y eso es algo que la URSS usaba para criticar a Alemania Occidental, y el tema principal de esta ópera.  

De ahí que el personaje de Lisa, la guardiana de las SS, quizá sea más interesante que el de Marta, la prisionera. Lise representa a una sociedad a la que los nazis habían despojado de cualquier atisbo de alma y en la que habían educado en el más absoluto odio. Y tras la derrota del régimen,  hicieron borrón y cuenta nueva,  excusándose  en que no lo sabían, o que cumplían órdenes, o incluso algunos sostenían que se defendían de los muchos "enemigos" que Alemania tenía. No eran monstruos por si mismos, sino que terminaron haciendo cosas monstruosas que les facilitó el régimen. Marta en cambio significa la resistencia, la resiliencia, y la suficiente fuerza para mirar a la cara a la cruel Lisa. Se ha señalado la lentitud de la obra, al perderse la trama en los personajes, desde los tres oficiales de las SS que llenan de odio todo el escenario hasta las pobres prisioneras, procedentes de toda Europa, que rezan, hacen planes de futuro, cuando el público sabe que no van a sobrevivir, y que finalmente, son enviadas a la cámara de gas. 

El montaje de Pountney es convencional, clásico para esta obra y el tema que trata. Hay una única plataforma escénica que en la parte superior muestra la cubierta de un barco, mientras que en el nivel inferior se ven las instalaciones de un campo de concentración nazi, en este caso Auschwitz. Las vías del tren rodean en círculo toda la parte inferior del escenario. Unos vagones de mercancías, en los que transportaban a los presos allí, hacen de cambio de escena. Sobre una de ellas, el coro masculino se sitúa, vestido de negro. Sobre otra, está la habitación de Lisa en el crucero. En el interior de ese mismo vagón se ven las barracas donde duermen las presas, y en sucesivos cambios de escena se ven los talleres de trabajo y los hornos crematorios. 

La maestra lituana Mirga Gražinytè-Tyla, especializada en la música de Weinberg, dirige a la Orquesta del Teatro Real, en una interpretación de alto nivel. Llama la atención la destacada presencia de la percusión en esta obra, con tres xilófonos, y una celesta, además de los tambores que abren la obra. El viento tiene también una importante presencia. Aún así, dado que la música es más bella en la segunda parte, la orquesta se luce más en ella que en la primera. Los interludios son dirigidos con mucha fuerza y son lo más espectacular. El Coro del Teatro Real canta en español, como ya se dijo antes, erigiéndose en la voz de la conciencia que no tiene idiomas. El coro masculino suena la mayor parte del tiempo apianando, sonando ominoso, como si estuviese en la mente de Lisa, y en la del público. En la escena final es cuando, los coros masculino y femenino cantan con su habitual vigor, en un momento de mucha fuerza. 

La soprano Amanda Majeski interpretó a Marta, la prisionera. La voz es bella, aunque el agudo a veces es estridente, pero está entregada a la interpretación y resulta conmovedora en su monólogo final.

Daveda Karanas interpretó a Lisa, la nazi que lucha ocultar su sangriento pasado y disfrutar de la vida. Esta mezzosoprano está igualmente entregada a la interpretación y al montaje, pero aún teniendo una bella voz, sentí que le faltaba algo de presencia.

El tenor Nikolai Schukoff como el embajador alemán en Brasil y marido de Lisa fue una de las sorpresas de la noche, con una voz aún en forma y que se hizo oír en toda la sala. 

Gyula Orendt fue Tadeusz, el prometido de Marta. Este barítono húngaro también estuvo a un buen nivel vocal y actoral. En la escena en la que interpreta el violín antes de ser asesinado, fue doblado por el violinista Stephen Waarts.

De las prisoneras, todas estuvieron entregadas, pero podríamos destacar a la soprano Anna Gorbachyova-Ogilvie, en el rol de la prisionera Katja, protagonizó uno de los momentos más emotivos, cantando una canción a cappella. Igualmente destacó Olivia Doray, la pobre Yvette, que hace planes para volver a Dijon pero acaba seleccionada a la cámara de gas, con una dulce voz de soprano de coloratura. El tenor y los dos barítonos que interpretaron a los perversos oficiales de las SS, también cumplieron muy bien con su cometido. 


Muchos de los que han asistido al Teatro Real han hablado de esta ópera en redes sociales. De su excelente mezcla de música y drama, y han salido sobrecogidos por su historia.  La prensa igualmente se ha hecho eco de sus virtudes. Pero independientemente de todo ello, esta obra es más necesaria que nunca. En estos tiempos donde hay guerras, sufrimiento humano, y lo que es peor, un resurgimiento del populismo extremista y en particular del antisemitismo, algo de lo que todas las redes sociales están infestadas. Y otra curiosidad: se escuchaba alemán por varias partes, por lo que se entiende que muchos teutones han venido a Madrid a ver esta ópera. 

Las ovaciones otorgadas al elenco y los comentarios en las redes sociales del Teatro Real sugieren que estamos posiblemente ante el gran éxito de esta temporada. 


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