Madrid, 19 de septiembre de 2024.
En Perú, Juan Diego Flórez tiene el estatus casi de un héroe nacional, es un un orgullo patrio. Todos los peruanos están orgullosos de este tenor de 51 años que lleva tres décadas llevando el nombre del país por lo alto. Tal es su fama que hasta la televisión nacional peruana retransmitió en directo su boda con la alemana Julia Trappe en 2007 en la Catedral de Lima, como si fuera un miembro de la realeza que el país republicano no tiene. Muy celebradas allí son sus versiones del Himno Nacional, así como canciones peruanas (valses criollos, huaynos y hasta canciones de música negra) y latinoamericanas. Algunas de ellas son las mismas que pasea por los escenarios europeos con su guitarra en múltiples conciertos en los últimos años. El famoso Festival Granda, el único que lleva al país producciones de ópera con elencos de talla internacional, inició en 2008 con unas representaciones de Rigoletto, en las que Flórez interpretó al Duque de Mantua. Y las ediciones en las que canta él, son las más celebradas. También ha cantado en conciertos en sitios como el Estadio Nacional de Lima, o en la Plaza de Armas de la capital peruana, acompañado de las figuras musicales más relevantes del país, y cantando incluso ante el presidente de la república. Aún recuerdo cuando tenía 18 años, en una visita a Lima, mi tía abuela, al enterarse que me gustaba la ópera, me recibió un día con música de Juan Diego Flórez cantando canciones latinas y peruanas. Tal es su fama.
Pero Flórez no es solo una celebridad musical y social en el país andino. También es conocido y admirado por ser el artífice de un proyecto artístico, la Orquesta Sinfonía por el Perú. Se trata de una orquesta sinfónica juvenil que apuesta por la enseñanza colectiva a través de la música, reuniendo a jóvenes de todo el país, para que puedan desarrollarse y labrarse un futuro; a inspiración del "Sistema" venezolano fundado por José Antonio Abreu, conocido por la orquesta que Gustavo Dudamel ha llevado de gira por Europa. Y también a imitación de la orquesta venezolana, la Sinfonía por el Perú ha acompañado a Flórez en varios de sus recitales por el viejo continente. Este año emprenderán una gira por Madrid, Barcelona, París, Ginebra y Viena. Además, recientemente el tenor y esta orquesta han grabado un disco dedicado a la zarzuela, el primero del sello discográfico que ha fundado recientemente.
Para el concierto de esta noche, el programa abarca desde obras de belcanto, el repertorio especialidad del tenor, hasta repertorio francés, Verdi, y zarzuela.
Parte I
VINCENZO BELLINI :Obertura de Norma.
O di Capellio… È serbata a questo acciaro… L’amo tanto e m’è sì cara, de I Capuleti e i Montecchi
GAETANO DONIZETTI: Ed ancor la tremenda porta.... Come uno spirito angelico... Bagnato il sen di lagrime, de Roberto Devereux.
Inosservato penetrava... Angelo casto e bel, de Il Duca d’Alba.
GIUSEPPE VERDI : Obertura de La forza del destino y L'émir auprès de lui m’appelle... Je veux encore entendre, de Jerusalem
Parte II
CHARLES GOUNOD ; Entreacto de Romeo y Julieta, L’amour!... Ah, lève-toi, soleil, de Roméo et Juliette.
JACQUES OFFENBACH : Can-Can de Orphée aux enfers y Au mont Ida, de La belle Hélène.
RUPERTO CHAPÍ : Preludio de La revoltosa
JOSÉ SERRANO : Al mismito rey del moro, de La alegría del batallón.
PABLO LUNA : Mi locura… Paxarín tú que vuelas, de La pícara molinera
RAVERIANO SOUTULLO Y JUAN VERT: Bella enamorada, de El último romántico
GERÓNIMO GIMÉNEZ : Intermedio de La boda de Luis Alonso
AGUSTÍN LARA : Granada
Bises
Paloma Querida
Que nadie sepa mi sufrir
La Flor de la Canela
El Cóndor Pasa (orquesta)
PUCCINI: Nessun Dorma, de Turandot.
La primera parte empezó con un repertorio en el que Flórez juega en casa, el belcanto. La voz ya no será la de hace veinte años, pero solo que ahora canta un repertorio para voces un poco más grandes. Sigue siendo igualmente bella. Sigue ahí esa voz de timbre juvenil, ese porte desbordante de elegancia, aristocrático, gallardo, y sus bellos agudos. Tras una bella intervención en la escena de I Capuletti e i Montecchi, vino la gran escena de Roberto Devereux, donde se entregó más, con un bello canto, que además complementó con algunos ademanes dramáticos, y moviéndose en escena. De hecho, dio una muy bonita interpretación de Come uno spirto angelico. Le siguió una versión igualmente bella de Angelo Casto e Bel, de Il duca d'Alba. Terminó esta mitad del concierto con un Verdi, el aria de Jerusalem, que fue un punto flojo, ya que el volumen y tesitura le supusieron algún que otro apuro.
Sin embargo, sería a partir de la segunda parte cuando el concierto se convertiría en francamente inolvidable y el teatro se vendría abajo. La empezó, tras la introducción orquestal, con una deliciosamente cantada versión de "Ah, lève-toi soleil" del Roméo et Juliette de Gounod. Siguió con una divertida interpretación del aria "Au mont Ida"de la opereta de Offenbach "La Belle Helène", que no solo cantó bien, revelandose como interesante para este género, sino que además hizo reír al público con una vis cómica que antes no había visto, en la frase "un jeune homme Irais et beau, c'est moi". Luego llegó el turno de la zarzuela y fue el delirio, como era previsible. Primero con la bellísima "Al mismito rey del moro", y luego con "Bella enamorada", ambas cantadas con gracejo, y entrega, que revelan también una agradable desenvoltura en nuestro género. El concierto terminó con una popular canción, cuya interpretación es muy celebrada: Granada. Aunque la orquesta parecía subir un poco el volumen, como en "Paxarín que tú vuelas", lo que a veces tapaba al tenor, Flórez cantó esta pieza con el suficiente encanto y el suficiente fraseo galante como para meterse al público en el bolsillo.
Y si la segunda parte había deleitado al público, aún quedaban los previstos bises, que fueron cinco, en los que el respetable fue llevado al delirio. Como era previsible, Flórez apareció con su guitarra. Tras las ovaciones de turno, con vivas a Perú y peticiones de que toque tal o cual pieza, finalmente se arrancó con Paloma Querida, de José Alfredo Jiménez, a la que siguió Que nadie sepa mi sufrir. Ambas piezas fueron acometidas con la sensibilidad, como un susurro, con las que suele acometer estas piezas. Luego llegó una pieza en la que cantó a plena voz, el famoso vals La Flor de la Canela. Con cada propina el público estaba cada vez más extasiado. Finalmente se despidió con el Nessun Dorma de Turandot, una pieza que canta muy bien (otra cosa sería la ópera entera), y fue un momento muy emocionante para muchos.
La orquesta peruana, dirigida por la maestra colombiana Ana María Patiño-Osorio, sorprendió a propios y ajenos, demostrando su nivel, que fue a más. Empezaron con la Obertura de Norma, la cual sirvió para entrar en calor (esos golpes orquestales más acolchados que secos), aunque ya entonces la flauta destacó por su bello sonido. Sin embargo, a partir de la gran escena de Roberto Devereux, ya fue otra cosa: ahí el metal sorprendió por su poderoso sonido, y el clarinete tuvo un precioso sonido en el aria. En la Obertura de La Forza del Destino fue donde ese clarinete tuvo un lucimiento tal que se saldó con una ovación, así como las cuerdas que ya sonaban cada vez mejor. El entreacto previo al aria de Romeo y Julieta fue encantador. Pero fue en las interpretaciones de zarzuela donde se metieron al público en el bolsillo. Primero en la obertura de La Revoltosa, con un sonido espectacular, pero muy en especial el trémolo de los violines antes de ser respondidos por la viola, los violonchelos y el metal. De hecho, en la romanza de La Pícara Molinera, el concertino estuvo sensacional. De nuevo las cuerdas, y toda la orquesta estuvieron memorables en el intermedio de La Boda de Luis Alonso. Era evidente que estaban ante un repertorio que conocían, y particularmente por haber grabado estas piezas en el álbum de zarzuela de Flórez. El único bis de la orquesta en solitario fue El Condor Pasa, muy bien interpretado.
Una vez más, Flórez se confirmó como uno de los favoritos del público madrileño, con casi todas las entradas vendidas y con muchos peruanos entre el público. Recibió ovaciones, vivas y loas hacia su persona, y también hacia la orquesta e incluso hacia Perú. El proyecto musical que ha apadrinado ha mostrado su nivel en el memorable concierto de esta noche, dejándonos un recital con sabor peruano. Al terminar el concierto, se vendían discos varios de Flórez, especialmente el de zarzuela, y hubo una cola para que el tenor firmase autógrafos, discos y se hicieran fotos. Una velada memorable, que tenemos ganas de que se repita más pronto que tarde.
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