Tras un aplazamiento por motivos de salud, el recital de la soprano italiana Anna Caterina Antonacci cierra el XXIV Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela, con un programa dedicado al siglo XX, con obras de Debussy, Respighi, Boulanger, Britten, Poulenc y Albéniz. La acompañaba el pianista Donald Sulzen, quien destacó en las obras de Boulanger, Britten y Albéniz.
Antonacci ha dado un recital muy disfrutable, gracias a su versatilidad, su exquisitez interpretativa y su entrega, tan propia de un animal escénico como ella. Aunque la voz acuse cierto declive, que afecta a la zona aguda, el centro sigue manteniendo un bello sonido aterciopelado; lo que permite a la soprano dar interpretaciones notables.
Empezó con unas canciones de Debussy que evidenciaron un poco las limitaciones en el agudo. Continuó con el ciclo Deità Silvane, de Respighi, que mejoró por razones idiomáticas, pero fue en las canciones de Nadia Boulanger que cerraron la primera parte del recital donde ya se encontró cómoda y abordó maravillosamente, con algún grave y algún agudo impresionantes.
En la segunda parte continuó con el ciclo On this Island op.11 de Britten, que abordó de tal forma que nos recordó a su gran interpretación de Gloriana en el Real hace unos meses. En la primera canción, Let the florid music praise se manejó muy bien con la coloratura, y en el resto del ciclo usó su bello centro para interpretar las oscuras canciones, con una dicción inglesa impecable y una interpretación que transmitió el patetismo de la obra. Cerró el programa oficial con el ciclo Le travail du peintre de Poulenc, dedicado a famosos pintores y con la bella canción The gifts of the gods de Isaac Albéniz, en las que alcanzó un buen nivel.
Tras el aplauso de un público entregado, llegaron los bises, que fueron sólo dos pero fueron de lo mejor de la noche:
El primero fue el madrigal barroco Se l'aura spira, de Girolamo Frescobaldi, que abordó maravillosamente de voz y con gran estilo, como experta que es en este repertorio. Cerró la noche con una interpretación referencial de la Habanera de Carmen, de Bizet, que dedicó al director Antonio Moral. Un servidor puede decir que es la mejor versión de esta aria que haya escuchado en directo. Antonacci domina el aria en todo sentido: musicalmente aún muestra una bella voz, e interpretativamente consigue transmitir la pasión y la sensualidad del aria de manera memorable, con una destreza interpretativa que sólo pueden tener las grandes. Incluso Sulzen logró con su sensible interpretación al piano sumarse a este pequeño derroche de sensualidad.
Un recital disfrutable para cerrar la temporada. Ojalá volvamos a ver pronto a esta gran artista.
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