viernes, 11 de octubre de 2019

El Caserío en el Teatro de la Zarzuela, segundo reparto. 10 de octubre de 2019.


Hoy día, se cumplen 163 años desde la apertura del Teatro de la Zarzuela, la catedral de nuestro género lírico. Durante todo este tiempo, sobre sus tablas se han visto y escuchado las más deslumbrantes, intensas y divertidas historias cuyos creadores nos han legado, para el deleite de todos. Y por ese motivo, antes de empezar la función de esta noche, se escuchó por megafonía la voz de Daniel Bianco, el director artístico del teatro, conmemorando este importante aniversario y dedicando la velada a esos autores que llevan más de siglo y medio haciendo las delicias y éxtasis del público.

La obra escogida para inaugurar la temporada 2019-2020 de la Zarzuela es precisamente uno de sus más grandes clásicos: El Caserío, de Jesús Guridi, una de las cumbres del género grande y una apuesta segura. En mi camino de descubrimiento de la zarzuela, me interesó verla, ya que el autor me llamaba la atención. Y la experiencia ha sido muy agradable.


Guridi, a través de una partitura inspirada, descriptiva, bucólica, costumbrista y llena de lirismo, nos lleva al pueblecito ficticio de Arigorri, en el País Vasco más profundo. En la música se encuentran muchas referencias al folklore vasco, algo que puede verse por ejemplo en las danzas, pero también transmite de forma teatralmente muy efectiva, los sentimientos más profundos de los personajes. El compositor estudió en París, durante la ebullición musical que se vivía en los primeros años del siglo XX en la capital francesa, si bien su música, quizá por el propósito de la obra, aquí  resulta más conservadora que la de Falla o Albéniz. Sin embargo, a veces el bucolismo de la música a veces nos recuerda, por ejemplo, a los Cantos de Auvernia de Canteloube, contemporáneo de Guridi. Las romanzas, no tienen nada que envidiar en calidad a las arias veristas más importantes de la ópera verista italiana, como la romanza de José Miguel en el segundo acto. Al comienzo del dúo de Ana Mari y Santi la música puede recordarnos al aria de Xenia del Boris Godunov de Mussorgsky.


En cuanto al libreto, el costumbrismo y la estructura típica de la zarzuela, crean, a oídos de un neófito como un servidor, una especie de "casticismo vasco", que se percibe en los diálogos. Las situaciones cómicas relajan la tristeza y las preocupaciones de los protagonistas. Sin embargo, la producción que estos días estamos viendo en Madrid, ha recortado los diálogos hasta dejarlos en la más básica síntesis de la historia, ceñido a la trama principal, algo que afecta a la parte cómica.

Y es que esta presentación de la exitosa producción de Pablo Viar, procedente del Teatro Arriaga de Bilbao, recorta la obra hasta dejarla en una función de una hora y cuarenta minutos sin descanso. Por lo demás, el montaje es de una gran belleza, sin demasiadas pretensiones de escandalizar. El ambiente rural y el verde vasco se ven en sus decorados, aunque hay algunas incoherencias con el libreto o algunas omisiones como la procesión, sustituida por la entrada del sacerdote Leoncio con una banda. Al abrirse el telón se ve un imponente muro de piedra en el que se encuentra una igualmente imponente puerta de madera: es Sasibil, el caserío de Santi que da título a la obra. Se ven árboles y vegetación. Los personajes están caracterizados como a finales de los años veinte y treinta, si bien no faltan los tradicionales trajes típicos vascos en los bailarines y los pelotaris vestidos de blanco con sus txapelas rojas. En el segundo acto se ven unas gradas donde se situará el pueblo, quien además de la liturgia y las fiestas de la aldea, será espectador de las tramas de los personajes. Al fondo, se ve un árbol marchito con el cielo del atardecer. Uno de los momentos más bellos tiene lugar al final de la obra, cuando el muro de al fondo se retira para mostrar un precioso paisaje: unos árboles con el resto del cielo en la puesta de sol, todo como fondo de la entrada final de Ana Mari. Para la ocasión, se ha contado con la compañía Aukeran Dantza Konpainia, dirigida por Eduardo Muruamendiaraz, que se ha ocupado de las danzas tradicionales vascas.


La Orquesta de la Comunidad de Madrid, titular del teatro, estuvo dirigida por el renombrado director Juanjo Mena. Mena logró una dirección, una vez entrada en calor, que mantuvo un nivel cada vez mayor en la función, si bien los metales a veces se excedían de volumen, y en alguna ocasión la orquesta tapó a los solistas. Sin embargo, pudo extraer los colores suficientes que transmitían la magia evocadora de la obra, con un acto segundo memorable. El coro también estuvo a un buen nivel, especialmente en el comienzo del tercer acto.



La de hoy fue función del segundo reparto.

José Antonio López interpretó al tío Santi, con una excelente voz, que si bien se mostró un tanto contenida y necesitando entrar poco a poco en calor en la romanza "Sasibil mi caserío", pero en los dúos estuvo sencillamente formidable. Memorable en el dúo con Ana Mari.

Carmen Solís fue la voz más destacada de la noche, con su imponente voz de soprano. El color vocal y las dotes de actriz de Solís le permitieron crear una Ana Mari sufrida, pero con mucha personalidad. La voz es buena, aunque nasal en algún momento, pero con unos agudos impresionantes y en general un registro alto que a veces me recordó incluso a Mariella Devia. Gran función.

José Luis Sola fue un José (o Joshe) Miguel lírico, que salió airoso del reto, con una voz lírico-ligera interesante, aunque con el volumen un tanto controlado. En su romanza "Yo no sé que veo en Ana Mari" cantó estupendamente, con un pianissimo final alargado que le salió bien y dramáticamente efectivo, a medida que abandonaba el escenario.

Jorge Rodríguez-Norton, quien cantó este verano en el prestigioso Festival de Bayreuth en Tannhäuser, fue en lo actoral un excelente Txomin, cumpliendo con la complicada vis cómica que requiere el personaje, llevándole a dar una divertida versión de "Chiquito de Arigorri" en la que dio réplica al tenor principal que tampoco le anduvo a la zaga.

El resto de solistas estuvo a un nivel tan bueno como divertido, empezando por Ana Cristina Marco como una divertidísima Inosensia que además cantó estupendamente en su dúo final con Txomin. La veterana Itxaro Mentxaka cumplió sobradamente con la matronil e hilarante Eustasia. Manu y Don Leoncio estuvieron bien servidos por Eduardo Carranza y José Luis Martínez respectivamente.


La temporada se abre con una disfrutable versión de una de los títulos más celebrados del género grande. El desempeño de los artistas, pese a los defectos , entre otras cosas, de la producción; hace que el gran triunfador de estas funciones sea Guridi con su maravillosa música. Nadie debería perdérselo.

Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario