miércoles, 28 de julio de 2021
The great return of Wagner's Festival: Der Fliegende Holländer makes history at Bayreuth.
El gran regreso del Festival de Bayreuth: El Holandés Errante hace historia en la colina verde.
La suspensión del festival del año pasado, que tenía previsto un nuevo Anillo, supuso un duro golpe para los wagnerianos de todo el mundo. Desde 1951, tras seis años de suspensión debido a la devastación de la Segunda Guerra Mundial, no se había suspendido ni un solo año. Escuchar el concierto del año pasado tuvo un regusto triste, porque para los wagnerianos, verano es igual a Bayreuth. Por lo tanto, la nueva reapertura en 2021 es un hecho tan histórico como la que dio inicio al Nuevo Bayreuth en 1951, aunque sin el excelso nivel artístico de aquélla. Y de nuevo, un honor para mí celebrar el cuarto aniversario de mi blog comentando el Festival.
De nuevo, y gracias a la generosidad de BR Klassik, 3sat, así como de Deutsche Grammophon, la magia del Festival de Bayreuth llega a todos los hogares del mundo gracias a su retransmisión por streaming en vídeo. Millones de personas están junto a los 900 asistentes en el Festspielhaus, con la mitad de su aforo. En esta ocasión, se trata de una nueva producción de El Holandés Errante, en el año en que se cumplen 120 años de su estreno en Bayreuth en 1901.
El famoso director de escena ruso Dmitri Tcherniakov es el responsable escénico. Conocido por sus provocadoras y deconstructoras puestas en escena, Tcherniakov debuta en el festival wagneriano con un montaje que no muestra el mar, pero que lo hace sentir. El Holandés Errante es un hombre maldito, que incapaz de hallar la muerte, ha de vagar errante por el mundo hasta encontrar una mujer que lo redima, una mujer entregada, que ante Dios jure su compromiso de redención. Tcherniakov transforma todo en un drama moderno, con las señas de identidad de su montaje: reuniones colectivas o familiares en torno a una mesa, algo tomado de la cultura rusa. En esta visión, el Holandés es un hombre maldito no por tener la ayuda del diablo, sino por ser hijo de una mujer proscrita en un pequeño pueblo de marineros, y heredando por tanto su oprobio.
Durante la obertura, presentada como "el extraño y siempre recurrente sueño de H.", se ven los orígenes de la tragedia personal del protagonista. En una pequeña comunidad, la madre del Holandés y Daland tienen amoríos, que las presencia el niño protagonista. Sin embargo, ella es abandonada y señalada por el pueblo, y ante esta situación elige suicidarse. Muchos años más tarde, el Holandés regresa a casa, decidido a vengarse. El montaje muestra la plaza de un pueblo, cuyas casas se moverán para recrear sus calles, en un movimiento escénico muy agradable de ver. De fondo, el cielo azul marino, que evoca el mar, nunca visible pero omnipresente, y sugiriendo que estamos ante un pueblo de pescadores.
En el primer acto, en uno de los bares del pueblo, Daland y los marineros charlan y beben amigablemente, mientras que en la barra se ve un montón de botellas de bebidas alcohólicas y el menú, indicando que "no hay wifi". El holandés, un tipo enorme que calza unas enormes zapatillas, aparece, lo que sorprende a Daland. Los coros y la canción del timonel se convierten en anécdotas y canciones populares en esta visión. Cuando el marinero se duerme y solo quedan unos pocos en el bar, entra el Holandés a contar su terrible historia, que apesadumbra a los que le escuchan. Al terminarla, inexplicablemente, ese momento de tensión se convierte en algo desenfadado, en el que el Holandés invita a sus compañeros de mesa, mientras el espeluznante coro de su tripulación suena fuera de escena. El reencuentro con Daland termina en una algarabía, con el Holandés y el timonel celebrando felices el futuro matrimonio.
En el segundo acto, el escenario se traslada a otra calle, en el que las mujeres ya no se reúnen para hilar, siendo el coro una reunión de canto amateur, partitura en mano, con Mary como directora del coro. Senta aparece como una joven rebelde e inadaptada, una adolescente que pasa del mundo. Sin embargo sí tiene ganas de conocer al Holandés, cuyo retrato es una fotografía que ha sustraído del bolso de Mary. La balada la canta completamente revolucionada. Al acabar, Erik, que ha estado presente al final del primer acto escuchando a Daland y el Holandés, aparece como un personaje afable, pero a medida que el dúo con Senta avanza, asiste impotente a la entrega total de esta a su causa redentora. La acción se traslada a la casa de Daland, donde Mary pone la mesa, y junto a Daland, el Holandés y Senta se disponen a cenar. El dúo de estos dos últimos transcurre ante la atenta mirada de Daland y Mary, esta última cada vez más preocupada a medida que el dúo avanza.
El tercer acto tiene lugar en un espacio vacío, con unas casas a mano derecha, lo que invita a pensar que se trata del malecón que da a la costa. Allí se encuentran celebrando los marineros y las mujeres, hasta que aparece, serio, silente, amenazante, el Holandés, acompañado de su tripulación, quien le sigue en su actitud imponente. En su correspondiente coro, atemorizan a los lugareños, e incluso el Holandés dispara a dos personas. Cuando descubre a Erik y Senta, el Holandés, de nuevo amenazante, permanece impertérrito a las súplicas de su amada mientras arden las casas, presumiblemente incendiadas por su tripulación, o algún poder paranormal. ¿Y si la boda fuese una farsa ideada por el Holandés para vengarse de Daland? De repente, Mary dispara al Holandés, matándole, desencadenando primero la risa histérica de Senta, pero después esta reconforta a su nana, mientras cae el telón. Posiblemente, Mary intuyera las intenciones de venganza del Holandés, y quiso evitarle a Senta una ruina mayor.
Esta producción también es histórica también por otro motivo de peso: por primera vez en su historia, una mujer dirige la famosa orquesta del festival, la ucraniana Oksana Lyniv. Lyniv, quien ya dirigió esta obra en Barcelona no hace mucho, logra una interpretación ágil, vivaz, y al mismo tiempo melancólica de la obra. La obertura destaca por los momentos más íntimos, con una brillante sección de viento, que la maestra dirige con una lentitud tendente a la tristeza, la introspección, como en el trombón, que la evoca maravillosamente. En los interludios dirigió con cierta rapidez, especialmente en el del segundo al tercer acto. En la Balada de Senta se notó cierta aspereza, propia de la escuela eslava, que ya se vio en el Tannhäuser con Gergiev el año pasado. Uno de los momentos más destacados fue el motivo de la redención, fue interpretado con bella lentitud tanto al final de la obertura como de la obra misma.
El Coro, que nunca desilusiona, de nuevo soberbio a las órdenes de Eberhard Friedrich. El coro de la tripulación del Holandés, que canta fuera de escena, en su terrible línea "Ewige vernichtung, nimm uns auf (Eterna aniquilación, llévanos contigo)" fue cantado en una sobrecogedora línea de pianissimo, siendo un momento fantasmal, aterrador. Y también apoteósico en el tercer acto. El resto del coro, excelente: una divertida actuación en el segundo acto por parte de las mujeres, y sensacional por parte de los hombres en la gran escena del tercero.
Asmik Grigorian lidera el reparto con su espectacular Senta. Una tremenda voz lírico-dramática, y una estupendísima actriz, que retrata a la joven arisca y al mismo tiempo ilusionada en la versión de Tcherniakov. Estupenda en la Balada, con un timbre dramático, bien proyectado, aunque a veces un poco nasal. Aún así, el agudo, sigue siendo firme, y el timbre de gran belleza, . Una Senta más ligera de lo habitual, pero consigue salir airosa.
John Lundgren interpreta al Holandés. Cantante de imponente presencia, su interpretación es buena, pero al principio parece algo fatigada. La voz tiene un importante timbre oscuro, profundo, pero también alterna con lineas cantadas casi en susurro, como tratando a través de ellas de liberar el lado más humano y frágil de su recio personaje.
Eric Cutler interpreta un Erik que canta bien, pese a sus limitaciones. Su voz tiene un timbre oscuro, de sonido baritonal, aunque con un agudo también apreciable. Excelente en el dúo del segundo acto, donde dio agudos bellos y un sonido juvenil, pero no parece tener el caudal que necesita el personaje y desde luego Grigorian lo anulaba en escena. Aún así, muy buen actor. Cumplidor en su famosa aria del tercer acto.
Georg Zeppenfeld sigue siendo un excelente bajo de la casa. Su Daland está sensible y exquisitamente bien cantado, y el grave, profundísimo, sigue impactando, aunque en el primer acto parecía algo ligero de voz. Marina Prudenskaya es una excelente Mary, una voz aterciopelada de mezzosoprano y una buena actriz, con un grave estupendo. Attilio Glaser es un timonel de voz agradable, con un toque baritonal y al mismo tiempo un timbre también juvenil, en su canción del primer acto, y en sus escenas con el coro en el tercero.
Al final de la obra el público estalló en un poderoso aplauso y con bravos, quizá en parte por las ganas que tenían de volver al Festspielhaus. No obstante, el equipo escénico se llevó abucheos, especialmente Tcherniakov cuando salió a saludar en solitario. Había ganas de Bayreuth, de Wagner en el lugar donde le corresponde, de la magia de la colina verde, que gracias al streaming llega a todo el mundo. Independientemente del resultado, los wagnerianos volvemos a estar de enhorabuena. El teatro del maestro ha vuelto a nuestras vidas.
Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
domingo, 25 de julio de 2021
The Diva in Madrid: Anna Netrebko closes the Teatro Real 2020-2021 season with her splendid Tosca.
I can't believe my good luck. Neither me nor the madrileños who are living a historical week at the Teatro Real, in a run of performances of Puccini's Tosca, featuring some of the best singers available for this masterpiece, among them there are the most feted divos today, hailed in most major opera houses worldwide, and symbols of an operatic generation, ours: Jonas Kaufmann and Anna Netrebko. Their visit to Teatro Real is really exceptional, since usually the madrileño aficionados have to travel abroad or to watch them on live cinema streamings to see their great performances. However, they don't sing together, but each one in different casts.
When thinking of a primadonna, a diva, in the current active operatic stage, Anna Netrebko comes to mind. She is the most wanted soprano in every operatic venue. An artist with personality, temperament, and style. Through a 27-year career, she has sung a wide range of roles an repertoires, starting with Russian operas under the Mariinsky Theatre, then singing heroines like Lucia, Elvira and the famous Traviata in Salzburg which launched her to stardom, and even made her a sex-symbol-like due to her beauty. Today she sings more dramatic, spinto roles, from which Tosca is one of her signature roles.
Like, Kaufmann, Netrebko made her debut at the Teatro Real two decades ago, more specifically in 2001, in Prokofiev's War and Peace with the Mariinsky company under Gergiev. She wouldn't return to Madrid until 2019, in a concert with her husband Yusif Eyvazov, who is also accompaigning her in this Tosca. Alongside them, Luca Salsi sings Scarpia, in this fourth and last cast of this wonderful performances. Thanks to a friend who invited me, I could see this cast in the last performance on July 24.
Netrebko has given an unforgettable, fantastic performance. Like Tosca, she is a Primadonna and shows it whenever she can. She makes clear that she is the protagonist. There's been a long time since her legendary Traviata in Salzburg, and the wide repertoire she has sung, with different grades of success, has dented in her voice, now in a mature stage of her career. Her tone is still recognisable from her days as a lyric coloratura soprano, now darker and thicker, and with the same big volume, making her listenable throughout the hall. Higher register sound a bit worn, but still impressive and beautiful. And diction, legato, are still there. Low register is dark, contralto-like, with a tragic accent. In addition, she is a good actress: her gestures, expressions, bring to light her great charisma and authority on stage. Some taste of the old divas could be seen: the staging shows Tosca with a great determination but also as a sensible, fragile woman, but Netrebko's Tosca is a good woman, but authoritative, strong-tempered, energical, inspiring too much respect. Maybe because she incorprated late the production, and only for two performances, she went independently from the staging action.
At her entry in the love duet of Act One, the audience, like the Met's one, started to clap when Netrebko appeared on stage. She showed an obvious chemistry with Eyvazov, as he is his partner in real life. Moving in her final line "Egli vede ch'io piango". The best, however, was yet to come. In Act 2 she will show all her vocal powers with her amazing high notes during the torture scene, in very deep-sounding lines like "Non so Nulla" with a beautiful low voice, as well at the end of the scene. The Vissi d'arte was, of course, the climatic moment. She sang it beautifully, with a velvet-like middle voice, and outstanding high notes, apart from a beautiful legato and apianato singing in the famous final line "perché me ne rimuneri così", which unlike Radvanovsky, it could be heard over the powerful orchestra. A devoted, moving rendition, which, unlike her fellow coleagues in the other casts who sang it lying down the floor, she stood in the center of stage while singing. And unlike Sondra, she didn't encore despite the petition of the ovationing audience. At a first sight she moved the head down, what could have been understood as relenting (in my opinion it was a thankful reverence) but after receiving more applause, she shaked her head, refusing and the music continued, not before someone from the audience screamed "How great you are!". During the murder of Scarpia she was really astonishing on stage, and electrifying when she pronounced gravely, rounded, the line "È morto, or gli perdono".
In Act 3 she maintained the level, even surpassing in volume and voice her husband in the final duet Trionfal di nuova speme. The final scene in Com'è lunga l'attesa was really in the line of a great tragedienne, conveying the dramatic tension, and with a diction and volume better than her colleagues. She closed her performance with a glorious final high note in the famous concluding line "O Scarpia, avanti a dio", and run to jump into the abyss very tragically.
Eyvazov has sung a Cavaradossi better than expected, devoted, despite his limitations. Even when departing from an acceptable vocal material, a youthful middle-register, the problem is his strident tone, which strangles the high notes when they go upper., resulting in a performance with ups and downs. In this way, and after a just correct Recondita Armonia, higher moments like "La vita mi costasse" or "Vittoria, Vittoria" had some trouble, despite his enormous volume, which would swallow Kaufmann. However, in Act 3 he convinced and won the audience approval. His tone limitations started to fit into Cavaradossi's desperation, using his interesting middle voice, sounding really good in "Io lascio al mondo una persona cara". As most tenors, since this is the most known aria for them in the show, he reserved for E Lucevan le Stelle, which he sang surprisingly good, in a heartbreaking performance, conveying the anguish of the character, and like his fellow tenor colleagues in the other casts, he sung in a beautiful piano voice from "O dolci baci", linking notes very accomplishedly from his nice piano register. He received a warm applause from the audience, but he didn't encore. During the rest of the act he maintained this good level, though with ups and downs again, and repeated his skilled pianissimo in "O dolci mani, mansuete e pure". His big effort was rewarded with an ovation from the audience, which he welcomed with sympathy.
Salsi is the other star of the cast, and by far the best Scarpia of the three ones in this production. Having an imposing presence, and also a big chemistry with Netrebko as they sang this opera at La Scala, his rendition of the villainous police chief astonishes by his vocal power and his great acting. He can mix successfully the brutality of the character with refinement, conveying even better its evil, remembering (of course considering the big distance) classic performances like Tito Gobbi's. His is a big volumed, a robust, villainesque-toned voice. His first appearance with the terrible line "Un tal baccano in chiesa" was really scary, and very impressive in the Te Deum. In Act 2, he reached his peak thanks to a dark, sounding tone, alternating with a piano singing when flirting with Tosca. From "Ne voglio altra mercede" until Scarpia's murder his singing was splendid, even menacing, a remarkable performance. Even in the death scene, he tries to fight violently with Tosca until the last breath: Scarpia in all his pure evil. Salsi was ovationed, fairly, at the end of the performance.
Luisotti conducted the orchestra in the same good level, inspired as never before in this work. In this occasion, he seemed to care the singers sometimes, like in the Kaufmann performances, by diminishing the orchestral volume, but he still maintained the powerful level. Brass section seemed more inspired this day, and clarinet played a beautiful pianissimo sound in E Lucevan le stelle. The strings, beautiful as usual.
The rest of the cast, chorus as well as the staging is explained in detail in my review on the second cast.
And now, with the last peformance of this glorious performances, the 2020-2021 season of the Teatro Real has reached its conclusion. Myself and many people in the audience has fulfilled a dream: to see the big stars Netrebko and Kaufmann in staged performances, as a long time has transcurred from their early 2000s performances, and many madrileño spectators had to conform with CDs, DVDs or occasional recitals only in recent times. Probably a very long time will happen before we will enjoy of such a vocal feast. After the party, the hangover is coming. We hope this will fizzle out in the promising next season.
Glorioso cierre de temporada en Madrid: Anna Netrebko arrasa como Tosca en el Teatro Real.
No puedo creerme mi buena suerte. Ni yo, ni muchos madrileños que estamos asistiendo a una semana histórica en el Teatro Real, unas funciones de Tosca en las que están participando los mejores intérpretes posibles para la obra maestra de Puccini, entre los cuales se encuentran los divos del momento, un tenor y una soprano, con una legión de admiradores cada uno, solicitados en todos los teatros importantes del planeta y sobretodo ambos iconos de toda una generación lírica, la nuestra. Algo sin duda excepcional en nuestra ciudad, donde habitualmente solemos verlos en recitales muy esporádicos, o en los cines en directo o haciendo falta ir al extranjero. Hablamos, sin duda, de Jonas Kaufmann y Anna Netrebko. Ambos no cantan en el mismo reparto, sino cada uno en un elenco diferente.
Si hoy en día existe una primadonna, esa es sin duda Anna Netrebko. La diva más solicitada en todos los coliseos operísticos, una artista con personalidad, estilo y temperamento, quien ha llegado hasta a aparecer en la prensa rosa. A lo largo de tres décadas de carrera, ha abarcado un amplísimo repertorio, desde las heroínas rusas con las que se dio a conocer, pasando por protagonistas como Lucia o la famosa Traviata en el Festival de Salzburgo de 2005 que la convirtió en estrella y hasta en un sex-symbol, siendo la soprano más deseada debido a su belleza y su físico espectacular. Ahora es una soprano spinto, y Tosca uno de sus roles fetiche.
Netrebko, al igual que Kaufmann, debutó en Madrid al inicio de su carrera internacional, en 2001, en la ópera Guerra y Paz, con la compañía del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, y bajo la batuta de Valery Gergiev, su gran descubridor. Después no volvería hasta 2019, en un recital junto a su esposo Yusif Eyvazov, con el que regresa en el que puede considerarse su segundo debut escénico en la capital, ante una nueva generación de aficionados, y ya convertida en una superestrella. Junto a ellos, Luca Salsi interpreta al malvado Scarpia, en este cuarto y último reparto, que cierra con dos funciones la temporada 2020-2021 del Teatro Real. Esta crítica hablará de la del 24 de julio, última función de esta histórica serie de Toscas. Gracias a la generosidad de un amigo, a quien le sobró una entrada, he podido ver a este reparto al que no tenía previsto asistir.
Netrebko ha dado una gloriosa e inolvidable representación. Como la Tosca a la que da vida, ella es una primadonna y lo demuestra a cada momento. Es la protagonista y lo deja totalmente claro. Ha pasado ya tiempo desde que se consagró en aquella legendaria Traviata salzburguesa, y el amplio repertorio que ha abordado, con desigual fortuna, ha hecho algo de mella en su voz, que está en un período de madurez. El timbre sigue siendo bastante reconocible de sus lejanos días como soprano lírica de coloratura, pero ahora más oscuro y pastoso, y con un volumen que permite que se la oiga en la sala. El agudo está algo desgastado, pero aún es impresionante, bello y sonoro. La proyección de la voz sigue siendo rotunda. Y la dicción, el legato siguen acompañando. Y lo mismo el grave, que suena dramático, oscuro, por momentos contraltado. Posiblemente por llegar con poco tiempo de antelación, tanto ella como el resto del reparto han ido por libre de los movimientos escénicos. Como actriz es excelente: sus gestos, sus expresiones, sus ademanes, sus tablas, ponen de manifiesto su enorme carisma y su autoridad en escena. Es tan visceral como Tosca: esas sonrisas y esos gestos de mujer de carácter, pero también amorosa, en el dúo con Cavaradossi, o esa enérgica mujer en el asesinato de Scarpia, que mata al malvado que intenta abusar de ella, desde una autoridad en escena propia de las grandes intérpretes del rol a lo largo de la historia. Hubo algo de las divas de antes en su interpretación: no es la mujer delicada, pero con una determinación de hierro que el montaje de Azorín pretende hacer ver, sino una mujer buena pero también con un carácter muy fuerte.
Desde su entrada en el dúo de amor del primer acto (en el que el público, al estilo del Met neoyorquino, aplaudió a la soprano nada más salir), Netrebko se propuso dar una clase magistral de interpretación, amén de la química evidente que tiene con Eyvazov, por ser su pareja en la vida real. En la frase final de dicho acto, "Egli vede ch'io piango" sonó potente, conmovedora. Sin embargo, lo mejor estaría por llegar. En el segundo acto demostraría su poderío vocal con sus agudos en la escena de la tortura, o en líneas como "Non so nulla" en el interrogatorio de Scarpia. El culmen llegó con el Vissi d'arte. Netrebko lo cantó bellísimamente, con un centro aterciopelado, y un agudo impresionante, además de un bello legato en la famosa frase final "perchè me ne rimuneri così", que a diferencia de Radvanovsky, se escuchó nítidamente aunque también hacia el final parecía acortarse en algún momento. Una entregada interpretación, dramática y potente, que a diferencia de sus colegas en las funciones precedentes, lo cantó completamente de pie. El teatro estalló al final del aria en una atronadora ovación, pero pese a los aplausos, la diva no accedió a bisar. Al principio al bajar la cabeza, algunos lo creímos, pero tras otros instantes de aplausos, sacudió la cabeza, negándose a ello y continuando la obra. Al acabar un espectador le gritó "¡Eres la más grande!". El grave anteriormente mencionado, hizo su aparición en el asesinato de Scarpia, con una estremecedora interpretación de la frase "È morto, or gli perdono".
En el tercer acto volvió a sobresalir, cantando espléndidamente en el dúo de amor final, con sus generosos medios vocales, e incluso superando al tenor, especialmente en el dueto Trionfal, di nuova speme, donde se la escuchaba a ella más que a él. Memorable la escena final Com'è lunga l'attesa, de gran tensión teatral, que supo transmitir mejor que sus colegas, tanto en la dicción como en el volumen vocal. Igualmente poderosa en la frase final "O Scarpia, avanti a dio", donde cerró su interpretación con un poderoso agudo y un trágico lanzamiento al vacío, frente a la solemnidad de sus compañeras en otras funciones.
Eyvazov ha interpretado a un Cavaradossi entregado pese a sus evidentes limitaciones. Si bien el material del que parte es aceptable, con una potentísima voz, pero el problema reside en ese estridente timbre que tiene, algunos lo llamarían "caprino", que le afecta el agudo considerablemente, dando una de cal y otra de arena. Partiendo un centro con un sonido juvenil, el agudo se queda estrangulado cuanto más sube, quedándose en un sonido poco grato, pese a que se nota que prepara. De esta manera, el discreto Recondita Armonia o los momentos más agudos como "La Vita mi Costasse" o "Vittoria, Vittoria", adolecieron de todo lo dicho anteriormente. Pero no todo es un debe. En el haber queda un solvente tercer acto, donde finalmente convenció. Ya desde su aparición, parecía haber reservado sus fuerzas para el aria más famosa del tenor. En la escena previa, la frase "Io lascio al mondo una persona cara" sorprendió gratamente por su belleza y dramatismo. En el E Lucevan le stelle se metió al público en el bolsillo con su desgarradora interpretación, con un centro que conectó bien con la angustia del personaje que supo transmitir, y como sus compañeros, se ganó el sueldo cuando le tocó apianar en "O dolci baci", y enlazando notas en piano, se ganó un merecido aplauso, aunque tampoco dio lugar a un bis, si quiera para compensar la falta del mismo por parte de su esposa. Durante el tercer acto, se mantuvo a un correcto nivel, si bien no exento de altibajos, aunque de nuevo en O dolci mani, mansuete e pure volvió a acometer un apreciable canto en pianissimo. Sin duda, un enorme esfuerzo que se vio recompensado con aplausos y algún bravo al salir, que recibió con mucha simpatía.
Salsi es la otra estrella del reparto, y desde luego el mejor Scarpia de todos los que han cantado estas funciones. Incluso me atrevería a decir que el mejor que he visto después de Renato Bruson y Ruggero Ramondi allá por el lejano 2004. De imponente presencia, y también con química escénica con Netrebko por haber cantado juntos el rol en sitios como la Scala de Milán, su interpretación del personaje impacta por su poderío vocal y su gran trabajo actoral. Sabe aunar la brutalidad del mismo con refinamiento, transmitiendo la gran maldad del rol. Ha habido momentos en los que recordaba, salvando las grandes distancias, al gran Tito Gobbi, el mejor Scarpia. Vocalmente tiene un sonido potente, un timbre de gran villano, robusto en muchos momentos. Terrorífico en su aparición por la autoridad que desprende en su primera frase "Un tal baccano in chiesa", y tremendo en el Te Deum final. En el segundo acto llegó a su plenitud, gracias a su oscuro, sonoro timbre, que alternaba con un canto apianado en las escenas con Tosca, especialmente cuando la corteja. El culmen de su interpretación fue a partir de "Ne voglio altra mercede", donde estuvo imponente. Incluso en la muerte de Tosca, donde transmite la violencia del personaje al intentar defenderse de la soprano una vez que le ha apuñalado. Un Scarpia que muere matando, completamente en su ley, en una actuación mayúscula.
Por último, el maestro Luisotti dirigió de nuevo a una orquesta que sonó inspirada bajo su batuta, posiblemente como nunca antes en esta obra. En esta ocasión, y como sucedía con Kaufmann, en algunos momentos la orquesta parecía rebajar su volumen para mimar a los cantantes, pero en otros volvió a su poderoso nivel. Hoy el viento parecía estar más inspirado como de costumbre, como la flauta en la primera escena de Scarpia en el segundo acto, o el clarinete, atacando notas en pianissimo en el E Lucevan le Stelle. Las cuerdas como siempre maravillosas en el segundo acto.
El resto de cantantes y el coro estuvieron tan bien como en las demás funciones.
Ahora sí, termina esta histórica temporada del Teatro Real. Tener en ópera escenificada a los divos que hasta ahora habían hecho nuestras delicias a través de tan solo recitales, o directamente solo en vídeos y discos, ha dejado una sensación de euforia en los madrileños que hemos visto cumplido un sueño de años. Tardaremos mucho tiempo en volver a vivir un festín vocal tan importante en la capital, ahora empieza la resaca que poco a poco se diluirá, esperemos en la próxima temporada. Hacía tiempo que el público de Madrid no tenía tanto entusiasmo.
Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
martes, 20 de julio de 2021
'BISI d'arte': Jonas Kaufmann triumphs and encores in the first cast of Tosca at the Teatro Real in Madrid.
BISI d'arte: Jonas Kaufmann arrasa y bisa en el primer reparto de Tosca en el Teatro Real.
Kaufmann ya ha entrado en una fase de madurez vocal. Podrán achacársele muchas cosas, incluído engolamiento, como dicen sus detractores, pero lo que he podido comprobar es que domina el rol de Cavaradossi, lo que pone de manifiesto su musicalidad. Hay momentos en los que comparado con él mismo, la voz suena más frágil, aunque el timbre sigue manteniéndolo. Tiene que reservarse para sus momentos clave, pero el volumen es el suficiente para que la voz se pueda oír. De hecho, parece haberse hecho un poco más frágil, pero ese timbre baritonal, tan heroico en Wagner, cruza cómodamente hacia lo lírico para acomodarse a los héroes italianos, aunque no suene todo lo agudo que se les presupone muchas veces. Si me preguntaran, diría que la voz es agradable, bonita, solvente y con las tablas suficientes para sacar el rol adelante, pero de este no puede decirse que sea tan fácil. Es un cantante inteligente, sin duda. En lo actoral es ciertamente brillante. Sus gestos, sus expresiones logran sacar el lado más tierno y divertido del personaje, algo en lo que no había reparado antes, y de hecho no pocas veces me reí en el primer acto. Pero también le da ese toque de altanería e impulsividad en el segundo acto, que no supone una presa fácil para Scarpia. Es la estrella y parece ser consciente de ello.
Comenzó con un Recondita Armonia un tanto contenido, pero agradable de oír. En el dúo con Tosca en el primer acto ya parecía entrado en calor, especialmente hacia el final, con "Quale occhio al mondo può star di paro" cantado con cierta calidez. No obstante en la frase "La vita mi costasse" lanzó un potente agudo aunque parecía que no sin esfuerzo, y un poco abierto en "vi salverò". La dicción es clara, aunque se le notan las "erres" alemanas. En el acto segundo sin duda mejoró, con una apasionada interpretación tanto en lo vocal como en lo actoral. Prolongado el segundo de los "Vittoria, Vittoria", potente, visceral. De impacto la pelea con Scarpia en esta escena.
Un momento aparte fue el E Lucevan le stelle del tercer acto. Kaufmann ha demostrado que domina esta aria. Que sabe cantarla, que sabe conmover y transmitir el pathos de Cavaradossi, pero no desde el de un hombre temperamental que se queja airadamente, sino como el de un artista sensible que sabe que se va con un suspiro, que tras una intensa tortura su salud es tan frágil que no está en condiciones de gritar. Y ciertamente, tras un inicio solemne, a partir de "O dolci baci" es una auténtica delicia, ya que empieza a acometer el aria en una línea de pianissimo realmente bella, con la que se mete al público en el bolsillo. En la frase "disciogliea dai veli" vuelve a acometer otro pianissimo inolvidable.
Al terminar el aria, la música continuaba, para sorpresa de todos, pero cuando entró el carcelero, poco antes de la entrada de Tosca, el público, de repente pareció recuperar la consciencia o animarse a aplaudir. ¡Y vaya si lo hizo! Un aplauso larguísimo y multitud de bravos. Tanto así que el tenor terminó por sentarse tras aguantar la postura del personaje mucho tiempo. Desde mi asiento pude ver cómo el maestro Luisotti movía la mano para preguntar si finalmente bisaban, pero Kaufmann se hizo esperar, mientras recibía la incesante ovación. Hasta el punto de llegar a salirse del personaje y sonreír. Finalmente accedió a bisar el aria, que acometió desde una nueva y mejor línea de pianissimo, cantándola con mucha ternura y sensibilidad. Y de nuevo, el público tardó en reaccionar ¿no se sabrían la obra o estaban demasiado emocionados o incluso tímidos?. Pero esta vez cuando se arrancaron los aplausos, Luisotti no detuvo la música.
En el dúo final con Tosca llegó al que me atrevería a decir que fue su mejor momento. La voz sonó en plenitud, y de nuevo en "O dolci mani, mansuete e pure" volvió a hacer las delicias del público con su canto apianado y sensible.
Radvanovsky regresa al Real después de cantar en dos funciones exitosas del problemático Ballo el septiembre pasado. La soprano estadounidense ya cantó una memorable Tosca en este mismo escenario en 2011, en la que deslumbró al público madrileño, quien vuelve a acogerla calurosamente diez años más tarde, incluso llegando a bisar el Vissi d'arte en varias funciones. Y esta noche no ha sido una excepción. La voz suena más madura, lo que afecta a su vibrato, pero sigue siendo una intérprete consumada. Si bien durante el primer acto parecía no terminar de arrancar, pese a cosas buenas como la química en escena con Kaufmann en el dúo. No obstante mejoró en el final del primer acto, con una imponente interpretación de la frase final "Egli vede ch'io piango".
En el segundo acto empezó la verdadera gran noche de la buena de Sondra. Como actriz resultó convincente en la ironía inicial del personaje, que se convierte en fragilidad y desesperación al final. En toda la escena con Scarpia los agudos fueron increíbles. Pero como es de esperar en Tosca, el verdadero clímax llegó con el Vissi d'arte. Fue en la famosa aria donde Radvanovsky desprendió todo su poderío vocal, que parecía intacto tras diez años. Aquí es donde la voz llegó a su plenitud, con el agudo más "carnoso", más sonoro y con un bello timbre dramático, oscuro, demostrando un legato maravilloso al final, aunque tapado por la orquesta. Fue aplaudidísima al final de su primera intervención, y la emoción comenzó al ver al maestro Luisotti al pasar hacia atrás las páginas de la partitura para repetir el aria. Y en el bis estuvo, como en las demás funciones, aún mejor y con la voz espléndida, a la vez que se podía ver en la soprano la emoción y la expresión trágica que intensificaban el drama y la fragilidad de Tosca en este momento de la obra. El montaje de Azorín hace que esta Tosca sea más humana, ya que no es esa diva fuerte y recia, sino una mujer frágil capaz de todo por salvar a su amado, lo que en la escena de la muerte de Scarpia parece mostrarse falsamente solícita antes de matarle. Algo que Radvanovsky explota muy bien en esta función. En el tercer acto se mostró también maravillosa en el dúo final, con un poderoso y prolongado agudo en la frase "Io quella lama gli plantai nel cor", que repetiría en la famosa frase final que cierra la obra "O Scarpia, avanti a dio", que fue un momento sobrecogedor en su canto.
Álvarez vuelve a cantar un rol de enjundia en el Real después de largo tiempo. Ya el mes pasado divirtió al respetable con Mamma Agata en Viva la Mamma. Ahora se enfrenta al malvado Scarpia, un rol que ya cantó en varios teatros importantes. De nuevo nos demuestra el gran artista que es, aunque lo que a la voz le sobra en nobleza y elegancia, le falta en brutalidad, algo de lo que no andaba sobrado en el primer acto. La voz, pues, sigue siendo estupenda. Si bien en el primer acto parecía no entrar en calor, pese a una gran interpretación del Te Deum, otra cosa fue el segundo, donde Álvarez bordó el personaje, con todas sus aristas, tanto su lascivia como su sadismo, siempre desde su bella voz, con su timbre aún robusto, siempre dándole al villano ese toque aristocrático que no pierde pese a su extrema crueldad. Memorable en el aria "Ha più forte", en la escena de la tortura y también en "Già mi dicon venal", que cantó con ímpetu.
Sobre el resto de la función, tanto comprimarios, como orquesta y puesta en escena, ya hablé sobradamente en mi reseña del segundo reparto, pero aún así haré algunos comentarios:
Esta vez Nicola Luisotti parecía estar dirigiendo la orquesta sin el extremo forte habitual en estas funciones, especialmente en los momentos donde parecía Kaufmann, como si estuviera mimando más a los cantantes que en el segundo reparto, aunque de nuevo la orquesta volvió a sonar espectacularmente bien en el Te Deum, y de nuevo las cuerdas en el momento previo a la escena de Tosca y Scarpia en el segundo acto volvieron a brillar con los violonchelos sonando maravillosamente. Del mismo modo dirigió con serenidad el interludio inicial del tercer acto, con una destacada participación de los trombones (por cierto, desde mi asiento pude ver como un joven trombón miraba a Kaufmann y Radvanovsky en el dúo del tercer acto, un momento muy bonito y enternecedor) y el clarinete, cerrando la obra con un tutti apoteósico. Parece, que las cuerdas suenan cada vez mejor y podría ser una buena noticia.
El coro, pese a tener una participación breve, volvió a exhibir su habitual gran nivel en el Te Deum, sonando imponente, poderoso, eufórico.
En esta ocasión, me ha parecido apreciar mejor el carcelero de Luis López Navarro, quien estuvo espléndido de voz en su breve papel.
Por último, de la puesta en escena de Paco Azorín, poco hay que decir ya. Me ha gustado advertir, ahora que tenía un mejor asiento, la humanidad que desprende el personaje del carcelero. Con qué cariño trata a Cavaradossi y cómo ayuda a la pareja protagonista. Un soplo de bondad en un mundo cruel. También he podido apreciar mejor la fuga de Angelotti con la que se inicia la obra, y las terribles torturas de golpes y cuchillazos que debe sufrir Cavaradossi. Como dato curioso, el personaje mudo de la Revolución era interpretado por una mujer distinta a la de la función pasada, una dama de largo y lacio cabello, pero recogido.
El público recompensó generosamente la función. Y realmente la sensación fue de habérnoslo pasado en grande, especialmente en los bises de Radvanovsky (el momento más emotivo de la noche) y de Kaufmann. Una noche a recordar por esta singularidad y por el buen nivel alcanzado. Alguna gente en los pasillos decía que era una función para toda la vida. Brillante manera de acabar la temporada, y se avecinan más bises en esta semana final, con la que el Real se apunta un triunfo histórico.
Anna Netrebko, Yusif Eyvazov y Luca Salsi formarán el cuarto reparto de Tosca, con el que terminarán estas esperadísimas y milagrosas funciones. Lamentablemente, este reparto no será comentado en este blog porque un servidor no asistirá ya a más funciones. Y con la obra maestra de Puccini, un año después del milagroso regreso de la ópera a Madrid, termina la primera temporada post-pandemia del Teatro Real. Una complicada temporada que nos ha convertido a los madrileños, así como también a los aficionados de Barcelona, Oviedo, Valencia, Sevilla y demás ciudades españolas que tambíen los mantuvieron abiertos, en los aficionados más envidiados del mundo, pudiendo disfrutar de nuestro arte favorito mientras que los demás teatros importantes han permanecido cerrados e incluso ofreciendo filmaciones de representaciones sin público, en internet. Incluso el Real ha sido catalogado como "el mejor teatro de ópera del mundo" por los International Opera Awards, por su temporada 2019 (de gran calidad, aunque la atención al público general ya es harina de otro costal). De esta manera, el Teatro Real se consagra definitivamente como un teatro importante a nivel internacional al mismo tiempo que hace historia, manteniendo viva la magia de la ópera en unos tiempos tan terribles cuyo final parece vislumbrarse (las vacunaciones avanzan en la capital) pero que aún no termina de llegar.
Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
lunes, 12 de julio de 2021
Revolution rises Passion: Tosca at the Teatro Real, second cast.
Despite the unreliance, the 2020/2021 season arrived, and it did with a big scandal which prevented the second performance of Un Ballo in Maschera, due to lack of observance of safety measures. The protest spread worldwide. The second wave reached Madrid, the lockdown of health areas, preventing many people to attend, the restrictions on private home visits, and finally the Covid variants, but much to the audience in and outside Madrid, the season went on: a successful Rusalka in November, A Don Giovanni for Christmas, Siegfried performed complete by placing the instruments in the balconies now empty due to the capacity restrictions, and a Peter Grimes affected by a Covid outbreak in the chorus and some soloists which forced to move dates and to cancel a George Benjamin opera which concurred in time. By overcoming these obstacles, Teatro Real won the admiration of the international operatic scene, and even foreigner spectators envied our season while no performances or audienceless streamed ones were held in major opera houses across Western Europe and U.S.
Now, it's the turn of this Tosca, with four casts featuring big stars, and the first one being streamed nationwide and by two big screens in the surrounding squares of the opera house, another classical, and longed, event of the summer in Madrid. Puccini's masterpiece returns to the Teatro Real after ten years, when it was seen with the classic staging by Nuria Espert, which was seen thrice. First, in January 2004 also with four casts, the first one featuring Daniela Dessì, Fabio Armiliato and Ruggero Raimondi, inmortalized on DVD by Opus Art, and second cast had a performance with Raina Kabaivanska, who bid farewell to her signature role. It returned in Summer 2004 with two casts, including Carol Vaness, and Renato Bruson and James Morris as Scarpia. The last time we saw Tosca in Madrid was in July 2011, with Violeta Urmana and Sondra Radvanovsky alternating the title role, the latter one is back to sing again Tosca, in the first cast. However, this review will speak about the second one, on July 11.
This "comeback" is done in a new staging (already seen in Barcelona in 2014 and 2019) by Paco Azorín. If we try to reduce this production just to a word, it could be "revolution". It is present during the work. The ideals from French Revolution brought to Italy by Napoleon which are defended by Cavaradossi, who shelters Angelotti, even risking his own life, from the conservative police in Rome. In this production, the Revolution is another character, embodied by a naked woman who appears during the most important moments in the opera. According to Azorín, the inspiration comes from the famous picture by Eugène Delacroix, "Liberty Leading the people". He develops the film potential of the story, whose Act Two leaves in suspense the spectator, exposing the deep passions of the characters and the terrible background around them. This staging flees from the rich ambientations of the 1800s Rome, minimizing the sets, making it atemporal. The costumes by Isidre Prunés and Ulises Mérida (designer of Tosca's gowns) echo this vision: they make the action understandable but they are not very rich in details. Revolutionary mottos are seen before the beginning of acts, and also they indicate the exact hour and place of the action, an intense tragic journey.
During the first act, a dark version of the Sant'Andrea church is shown, with a a baroque altarpiece. At the Te Deum, the paintings on it appear at the bottom, while the chorus sings, the Pope's procession enters. At some point, Scarpia leaps on a bishop, which reveals to be Tosca, while singing "Tosca, mi fai dimenticare iddio"... a symbol of his wildest instincts covered by his fake religiousness. In this frenetic moment, he loses his control and terrifies the chorus while the procession enters in the church. Second act shows two big red curtains, surrounding a terrific, wide hall. In the interrogation scene, they fall down to show two big cells, in which the repressed prisoners lay, presumably tortured previously, and to show Cavaradossi being tortured. At the thrilling end, the Revolution appears to encourage Tosca before stabbing Scarpia. After his murder, Tosca greets the prisoners, announcing them the tyrant has fallen. In Act 3, during the charming little shepherd song, Scarpia's body is discovered, and then the curtain raises again, to show a lot of eye images, remembering Dali's curtains in Hitchcock's Spellbound. In this act Teatro Real's amazing machinery is shown: the set disappears in the ground, to make the new set appearing from the bottom, while Pedro Yagüe's beautiful lighting illuminates the complete hall in a beautiful white light. The new structure, spacecraft-shaped, is actually Cavaradossi's cell. At the bottom, the big full moon dominating the night, dark sky. At the end, Revolution sees the death of Cavaradossi and also Tosca's, who gazes at her before jumping into the abyss, and wind shakes Revolution's curls, who gives a final gaze to the audience. The main couple is dead, but revolution continues its triumphal course.
Nicola Luisotti conducts the Teatro Real Orchestra, one year later of his magical post-covid Traviata. Again, the orchestra has a Wagnerian volume. Last year could be explained because of the magic of returning to work after four hard months of lockdown, but now, even when necessary for Puccini, in some moments of First act, it sounded too loud. The instruments sound really inspired, with a beautiful rendition of strings in Act 2, when they conveyed the suspense athmosphere. The violas had a great moment in the Spoletta's entry after Vissi d'arte. However, in Act 3, the orchestra played the beautiful prelude before Mario's last aria in a very calm, smooth way. Clarinets had a beautiful sound in that aria. The Chorus were at their usual good level, but in the previous scene to Scarpia's entrance they were surpassed by the orchestra. The child chorus also were good. The Te Deum scene saw all their vocal powers, as usual.
Maria Agresta sings the title role. At a first hear, the voice seems unfit for the diva, sounding a bit lighter. However, with her delightful tone and a devoted performance, she can solve any limitation, specially in the most fragile scenes of her role. In the final line of first act "egli vede ch'io piango" she holds during a moment, the note to finally liberate it, an interesting legato. The Vissi d'arte was beautifully sung, and she give a convincing Act 3.
Michael Fabiano definitely led the night with his heroical Cavaradossi. His voice can easily move from lyrical to heroical register, and it has a generous volume, which surpasses of his fellow singers and can be heard among the powerful orchestra. In the Recondita Armonia he started a bit reserved, but he gave an amazing high note in the La vita mi costasse line, one of the best moments of the night. In Act 2 he got along well with the role, both in acting and singing and in the Vittoria, Vittoria, the second one was longer and better projected than the first one. In third act he gave a wonderful rendition of E Lucevan le stelle, in which he sang the note in "O dolci mani..." in a beautiful falsetto, sounding in pianissimo, and once again later, in an intimate portrait of Cavaradossi's sorrow. Surprisingly, the audience reacted late, but the applause was long, and Fabiano seemed moved for that. In the final duet his voice sounded even more majestic and heroical.
Gevorg Hakobyan sang Scarpia. His is a big-volumed voice, but not a refined singing, but at least that fits with the rudeness and toughness of the character. In Act 2 his rendition of Gia mi dicon venal was well sung and conveyed with nobility the Scarpia's twisted sexual desire towards Tosca.
The rest of the cast, the comprimary roles, were led by the always magnificent Mikeldi Atxalandabaso, whose Spoletta is sung with his beautiful spieltenor voice, and with a touch of Mime's style, but here portrayed as a repulsive, servile henchman. Gerardo Bullón is a correct Angelotti, better in his last appearance than in the opening. Valeriano Lanchas is a good deep bass, and his Sacristan had a nice low register but sometimes hid by the orchestra. The young basses David Lagares and Luis López Navarro were correct respectively as Sciarrone and the Jailer. Inés Ballesteros as the Little Shepherd's voice gave a charming rendition of his song, in a childlike style.
To see Tosca is always a pleasure, such an electrifying drama, transcurring in a sigh. The audience showed that in their final applauses, and ovationing largely Agresta and Fabiano. I won't give the usual conclusion in this review, because I will see next week the first cast, with Sondra Radvanovsky, Carlos Álvarez and Jonas Kaufmann. See you in the next and final review of Teatro Real's 2020-2021 season!
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