lunes, 21 de julio de 2025

Elegancia, sorpresa y emoción: Juan Diego Flórez y Sabina Puértolas en La Traviata en Madrid.



Madrid, 20 de julio de 2025.

Juan Diego Flórez es desde hace dos décadas, uno de los divos favoritos del público de Madrid. Casi todos los años, canta en la capital en uno u otro escenario, especialmente en el Teatro Real, donde hace las delicias del público. Sin embargo, la mayoría de estas noches gloriosas han sido recitales. A lo largo de su trayectoria lírica en Madrid, sus actuaciones en óperas completas han sido pocas; al contrario que en Barcelona, donde ha cantado lo mejor de su repertorio en sus años de plenitud. Incluso, cuando ha sido en óperas completas, la mayoría de las veces ha sido también en versión concierto: en el Teatro Real cantó Orfeo y Eurídice en 2008, que fue grabado en disco, I Puritani en 2010, y Los Pescadores de Perlas en 2013. Pero habría que remontarse al año 2005 para recordar su única ópera escenificada en Madrid: el ya clásico Barbero de Sevilla rossiniano que cantó con María Bayo, Pietro Spagnoli y Ruggero Raimondi, que fue grabado en DVD. A punto estuvo de cantar en 2009 en un Rigoletto escenificado junto a Leo Nucci, pero finalmente canceló y como compensación dio dos conciertos. 

Por ese motivo, cuando se le vio anunciado en tres funciones de esta Traviata escenificada que cierra esta temporada, la sorpresa fue mayúscula: por primera vez en veinte años, se le veía actuar en una ópera en Madrid. Y además con esta ópera que debutó en 2018, y cuya gran escena del inicio del segundo acto es pieza habitual de sus recitales. 

Se ha dicho de Flórez que no tiene la voz para el personaje de  Alfredo Germont, ni el volumen suficiente. Sin embargo, la bella voz del tenor peruano y su experiencia en escena consiguen que saque adelante la representación y se siga metiendo al público en el bolsillo. Esa elegancia, ese refinamiento, esos bellos agudos, ese timbre juvenil, siguen presentes a sus 52 años, aun con la voz un poco más madura, tras tres décadas de carrera. Durante el primer acto, el canto es impecable pese a que hay momentos en los que la orquesta le tapa. Por otro lado, su capacidad para apianar algunas notas, y de mantenerlas durante un largo tiempo  en frases como "Vi fia grato" antes del brindis, o en "Ah sí, da un anno"; o luego meter un agudo en "croce, croce e delizia", le dan un toque de pirotecnia vocal. Era de esperar que se reservara para su gran momento, el inicio del segundo acto: la voz brilló y se dejó oír  como en "E le pompose feste ove, agli omaggi avvezza" en el recitativo anterior, frase cantada por Flórez con una brillantez que transmite la alegría del personaje. En la preciosa aria "De miei bollenti spiriti", en la que su legato y su capacidad para apianar en frases como "io vivo quasi in ciel". En la cabaletta siguiente que cierra su gran escena, "O mio rimorso", siguió en su línea brillante, cerrando la escena con un gran agudo final en "Quest' onta laverò". En la segunda parte del segundo acto la orquesta le tapaba un poco, aun así en el final de dicho acto se resarció, en "ah si che feci, ne sento orrore", que cantó con exquisitez, transmitiendo el arrepentimiento del personaje. Su otro gran momento fue el tercer acto, donde estuvo brillante en todo momento, especialmente en el dúo con la soprano el famoso "Parigi, o cara",  en el que estuvo espléndido y cantó exquisitamente.

Me costaba imaginar cómo se desenvolvería Flórez a nivel actoral en una producción tan poco convencional, especialmente en el segundo acto, donde va en calzoncillos en una escena y en otra es acosado por el coro, pero la personalidad es inconfundible: la elegancia vocal del tenor se traduce también en una elegancia, gallardía y sensibilidad en escena. Su Alfredo es un joven muy refinado y sensible, aún no lo suficientemente maduro, que no mide las consecuencias de sus acciones. 

Para esta representación estaba previsto que la soprano estadounidense Nadine Sierra hubiera interpretado a Violetta; pero desgraciadamente debido a un problema de salud, tuvo que cancelar la función y fue sustituida en el último momento por la española Sabina Puértolas. Pocos imaginaban que la decepción inicial por la ausencia de Sierra diera paso a uno de los éxitos personales más emocionantes que se recuerdan en el Teatro Real. Y es que Puértolas, con su temperamento escénico y su entrega cosechó un enorme éxito. La voz tiene un timbre que va de lo juvenil a lo oscuro, y en el primer acto parecía la voz más consistente que la de Sierra. En momentos más dramáticos como el Alfredo, Alfredo di questo core, en el final del segundo acto, se mostró desenvuelta. Pero tenía que llegar el tercer acto. Ya durante la lectura de la carta sonó desgarradora, pero durante el Addio del Passato, esa gran aria, Puértolas sacó todo su potencial dramático, en una conmovedora versión, muy especialmente en las dos veces que canta el estribillo "Ah, della traviata sorridi al desio", donde la voz sonó bella, dramática, transmitiendo la tristeza profunda del personaje ante su propia muerte. Y fue entonces cuando al terminar el aria, el público estalló en una fuerte y prolongada ovación a Puértolas, que hizo que terminara por salirse del personaje y agradecer al público, llorando de emoción. La posibilidad del bis estuvo muy cerca, y se escuchaba cómo algunos lo pedían, pero finalmente no se dio. Varias posibilidades llegaron a mis oídos: que si no lo hizo para no eclipsar a Sierra, o incluso que el director lo intentó pero que no pudo ya que la función siguió. Durante el resto de la representación siguió en su inspirado nivel. Al terminar la obra siguió recibiendo aplausos y ovaciones muy entusiastas.

En el rol de Germont padre, estaba el barítono albano Gëzim Myshketa, de enorme y consistente voz, aunque un tanto gutural. No obstante se defendió lo mejor que pudo en el aria Di Provenza, cuya primera mitad fue cantada bellamente. 

Al estar en un asiento más cercano al escenario, o quizá porque con el transcurrir de las representaciones, ya estaban más rodados he escuchado mejor a la orquesta y el coro. Ya he mencionado que la dirección de orquesta del maestro Henrik Nánási es más de acompañamiento a los personajes que de brillar con personalidad, pero la lentitud de sus tempi permite disfrutar de la belleza de los preludios. Las cuerdas de la orquesta los conocen y se nota cierta brillantez en estas dos piezas. Igualmente inspirado vi al clarinete acompañando a la soprano en el Sempre Libera. Y el coro esta vez potentísimo en la mitad del primer acto, salvo cuando le toca cantar arriba, ya que no se le oye bien.

Poco hay que añadir de lo demás: los comprimarios al mismo buen nivel, especialmente el veterano Giacomo Prestia como el aquí siniestro Doctor Grenvil y Tomeu Bibiloni, un Barón Douphol de potente voz. 



Tampoco hay que decir mucho más sobre la puesta en escena de Willy Decker que no haya dicho ya en mi crítica del día 29 de junio. La producción de Decker es quizá la Traviata de nuestros días al coger la esencia de la historia y llevarla a tiempos modernos, donde sigue siendo vigente. La tragedia de una mujer objeto, en un enorme y casi vacío escenario que contribuye a desnudar los sentimientos de los personajes. Sigue siendo una producción dura y fascinante al mismo tiempo y que no envejece mal.

Quedan solo dos funciones para que termine esta serie de Traviatas que han sido un éxito para el Teatro Real, con elencos de primer nivel y con gran afluencia de público, pues la función del sábado fue transmitida en directo para muchos ayuntamientos, plazas y centros culturales en diversas ciudades españolas, además de emitirse por televisión. Pero los que hemos asistido hoy recordaremos el emotivo éxito de Sabina Puértolas, acompañada por el gran Juan Diego Flórez en una bella tarde de ópera.


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