Madrid, 29 de junio de 2025.
Cada vez que se programa La Traviata en el Teatro Real es un evento cultural y social: mención en los medios de comunicación, presencia de la flor y nata de la alta sociedad madrileña el día del estreno, el cartel de "No hay billetes" colgado en las taquillas, y si se tercia, emisión por televisión. Este año, además coincide con la Semana de la Ópera, con lo que habrá transmisión directa de una representación en pantalla gigante en la Plaza de Oriente, con afluencia de miles de personas, y a muchos centros culturales de España el 19 de julio.
Para este regreso, se ha contado con la famosa producción de Willy Decker, que se estrenó hace veinte años en el Festival de Salzburgo, y que catapultó a la fama a Anna Netrebko, la gran diva rusa. Esta producción ha recorrido los principales teatros del mundo, con gran éxito, y se ha convertido en un clásico. En la temporada 2019-2020, el Real ya lo había programado para dos tandas de funciones en mayo y julio de 2020. Sin embargo, ese año tuvo lugar la pandemia por el Covid-19, que paró toda la actividad en el mundo y confinó a sus habitantes en sus casas en todo el planeta, lo que incluyó la paralización de la actividad operística, no había tiempo de pensar en ópera con tanta gente muriendo por coronavirus. Perdidas las funciones de mayo, cuando se anunció que en julio de ese año se iban a programar veintiocho funciones de esta ópera, con los repartos inicialmente previstos (excepto Nadine Sierra, Plácido Domingo como Germont padre, debido al escándalo surgido entorno a su persona; y el legendario Luigi Roni como el Doctor Grenvil ya que murió por Covid en marzo de ese año) , la sorpresa fue mayúscula. Finalmente, las funciones tuvieron lugar, con fuertes medidas de seguridad, en una versión semiescenificada (sin posibilidad aún de representar montaje alguno) que separaba a cantantes y coro en el escenario. Con este emotivo regreso de la ópera a la ciudad, también regresaba la ópera de primer nivel al mundo, pues el Real fue el primer teatro importante en volver a representarla.
Cinco años después, esta aclamada producción por fin llega a la capital, y con ella, el director de orquesta Henrik Nanási y la soprano Nadine Sierra, previstos para las funciones de mayo de 2020, y un par de secundarios de las funciones de julio de ese año; acompañados de nuevos elencos. En las navidades de 2022, Sierra y el tenor español Xabier Anduaga cautivaron al público del Teatro Real con La Sonnambula, y en la primavera pasada hicieron lo mismo en Barcelona con ese título. Ahora estos artistas, favoritos del público, vuelven a subirse a las tablas del Teatro Real para deleitarnos con la ópera más famosa del mundo, de la que son además reconocidos intérpretes.
La puesta en escena de Willy Decker sigue siendo tan dura y tan impactante después de dos décadas. Es una Traviata distinta a cómo estamos acostumbrados a verla, y al mismo tiempo tan fiel a la esencia de la historia, que sigue siendo vigente, ciento setenta y dos años después de su estreno. ¿Qué familia "bien" recibiría con agrado que su hijo tenga relaciones con una prostituta de lujo? Este tipo de personajes son víctimas de la hipocresía de la sociedad: son usadas como juguetes de placer, a las que se niega el derecho de rehacer su vida si intentan abandonarlo. De todo esto la minimalista producción se hace eco: no hay romanticismo, ni galanterías, ni trajes barrocos, ni salones lujosos ni habitaciones elegantes, aquí lo que importa es la tragedia de una mujer a la que le queda muy poco tiempo de vida, que sufre por intentar amar y luchar contra su inevitable muerte, y que la sociedad desecha tras haberse aprovechado de ella. Uno deja la función con una sensación de tristeza para con Violetta, y con indignación por su sufrimiento. Duele ver tanta crueldad para con una mujer enferma.
Nada más entrar al teatro nos espera ese curvo escenario blanco, con un enorme reloj, que representa el poco tiempo de vida que le queda, y cerca de él sentado el Doctor Grenvil, que representa la muerte. Al fondo, a veces se ve un mural de flores. La única mujer que importa aquí es Violetta, con su ya icónico vestido rojo. Los demás, son todos hombres babosos (incluso las mujeres, aquí vestidas de hombre salvo la sirvienta) que la rodean lujuriosamente. El reloj avanza rápidamente en el breve coro final del primer acto, acortando la vida de Violetta. El segundo acto empieza con Violetta y Alfredo jugando como una pareja juguetona, envueltos en batas floridas que se funden con las sábanas que cubren el sofá. La segunda escena de dicho acto no muestra a gitanas y toreros bailando, sino al coro enmascarado atormentando a Alfredo con un hombre con el mismo vestido rojo que lleva Violetta y acosándole sin parar,. Solo cuando, en la ya clásica escena en la que Alfredo humilla a Violetta tirándole el dinero para pagarle lo que ha gastado en él, el coro muestra algo de humanidad y aparece sin máscaras. Poco les durará: en el tercer acto, aparecerán para llevarse el enorme reloj, y poner encima de él a otra mujer vestida de rojo: el próximo juguete roto. En el triste tercer acto, el escenario más vacío que nunca, se ve a una Violetta débil, agonizante, ante la mirada antenta del doctor-muerte, a la que solo anima un poco la visita de Alfredo. De hecho, al final, la pobre muere sola ante la apática mirada de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario