Barcelona, 13 de noviembre de 2022.
Arte, belleza, temperamento, sentido teatral, inteligencia, musicalidad, racionalidad germánica, potente voz ... todas estas cualidades, aumentadas superlativamente, han formado parte de la carrera de Waltraud Meier, una de las más grandes intérpretes wagnerianas de las últimas décadas. En cuarenta y seis años de carrera, la legendaria mezzosoprano alemana ha cautivado a públicos de todo el mundo con su innegable magnetismo en escena. Además, desde su debut en el Festival de Bayreuth en 1983, con tan solo veintisiete años, en el rol de Kundry, en el Parsifal de Richard Wagner, se convirtió en un referente internacional en las óperas del maestro. España es un país en el que la Meier ha cantado en varias ocasiones, pero quizá menos de las que muchos aficionados hubiéramos querido, especialmente en los últimos años. Valencia, Madrid y Barcelona han sido las principales plazas líricas, aunque ha habido otras más (Sevilla, Alicante, Canarias, entre otras), donde la diva de Wurzburgo ha impresionado, emocionado a los españoles con sus grandes interpretaciones de Wagner, Richard Strauss, Beethoven, Wolf o Mahler.
Quien esto escribe ha tenido el privilegio de verla hasta cinco veces, todas en Madrid. Cuando era adolescente, ver a una mujer tan radiante y bella en las fotos de los libretos de ópera (especialmente en el Parsifal dirigido por Barenboim en Berlín en 1990, cuando estaba en la cima de su carrera y su belleza), me hacía imaginarla como la más idónea para el rol. No pude verla en su rol insignia, Kundry, pero tuve la fortuna de verla en 2003, en La Valquiria, como Sieglinde, en 2005 como Ortrud en Lohengrin, en 2008 en Tristán e Isolda, con una Isolda memorable en Madrid, y como cantante de concierto, en 2006 con la Novena de Beethoven dirigida por Barenboim en la Plaza Mayor, y en 2016, en su triunfal regreso a la capital, en una crepuscular pero aún hechizante interpretación en La Canción de la Tierra de Mahler en el Auditorio Nacional. En Barcelona también ha dejado interpretaciones memorables: en 2008, una Valquiria junto a Plácido Domingo, o en 2016 como Clitemnestra en la Elektra de Strauss.
No pude verla en esa Elektra de 2016. Por otro lado, siempre soñé con la idea de despedirla cuando se acercara el final de su carrera. Ese momento está cerca: en octubre de 2023, Meier de despedirá de los escenarios en Berlín, por lo que el concierto que ha dado esta noche en el Gran Teatre del Liceu, junto a la diva de la siguiente generación, Irene Theorin, y la diva de la generación presente, la joven promesa Lise Davidsen; supone su despedida de los escenarios españoles. En una de esas ocasiones en que raramente la vida lo complace a uno, el programa de su concierto final en nuestro país reune escenas de Wagner y Strauss. Junto a ellas, la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu estuvo dirigida por el maestro Josep Pons.
Primera parte
Richard Wagner (1813 – 1883)
Tannhäuser
"Dich, teure Halle"
"Allmächt'ge Jungfrau, hör mein Flehen!"
Lise Davidsen
Götterdämmerung
“Höre mit Sinn” (Escena de Waltraute)
Waltraud Meier
Tristan und Isolde
Preludio y "Mild und leise" (Muerte de Isolda)
Iréne Theorin
Segunda parte
Richard Strauss (1864 – 1949)
Escenas de Elektra
“Allein! Weh, ganz allein” (Escena inicial)
"Die Tausende, die Fackeln tragen" (Escena final)
Iréne Theorin, Elektra
Lise Davidsen, Chrysothemis
Waltraud Meier, Klytämnestra
Poco antes de iniciarse el concierto, se confirmó que este sería el concierto de despedida de Waltraud Meier de los escenarios españoles.
El concierto inició con Lise Davidsen interpretando las dos arias de Elisabeth, de Tannhäuser. Es sorprendente encontrar hoy en día una voz así. Esta joven soprano noruega es una de las grandes promesas del canto wagneriano, y no es para menos: su voz es potente, llena el auditorio, tiene ese sonido contundente y oscuro de gran soprano dramática, y que en algunos momentos recuerda a las grandes glorias del pasado. Las dos primeras arias las abordó maravillosamente, con un canto en piano estupendo a mitad del Dich Teure Halle, transmitiendo la melancolía de su personaje, y en la oración del tercer acto sonando conmovedora.
Siguió la velada con la esperada aparición de Waltraud Meier, quien recibió una fuerte ovación. Cantó el monólogo de Waltraute de El Ocaso de los Dioses, la única ópera wagneriana que canta actualmente. La voz de Meier ya ha pasado sus días de gloria, pero sigue teniendo ese timbre bello, aterciopelado, aunque ya más agudo que antes, que la caracteriza. El propio esfuerzo de la cantante en dar lo mejor de sí y no mostrar demasiados signos de debilidad, hacen que suene tan bien como siempre. Como actriz, la forma de decir, de transmitir a Wagner sigue incólume, la serenidad para describir el Walhalla que hace Waltraute sigue sonando tan enigmático como autoritario en la voz de Meier.
Siguió la primera parte con el Preludio y la Muerte de amor de Isolda. La orquesta dirigida por el maestro Pons sonó con unos tempi más bien lentos, a los que la acústica no ayudó en algunas zonas del teatro. No obstante, los violonchelo tuvieron un momento de gloria, especialmente con violonchelista principal quien estuvo muy inspirado. Poco antes de que terminase el preludio, apareció Iréne Theorin, para cantar una versión potente del Liebestod, aunque el agudo ya no le acompañase en esta obra.
La segunda parte constó de una amplia selección de la Elektra de Richard Strauss, en la que cantantes y orquesta estuvieron más inspirados, resultando en una interpretación inolvidable. La selección constó de dos partes: desde el monólogo de Elektra hasta el final del dúo de Elektra y Clitemnestra, y el final de la obra.
Theorin estuvo mucho mejor, demostrando que aún puede ser una excelente Elektra. La voz sonaba más segura, con excelentes e imponentes agudos, además de un timbre dramático, con una voz que parecía de repente no tener demasiados apuros aunque es evidente que Theorin ya no está en su mejor momento. Además sus expresiones transmitían la ironía y autoridad que desprende el personaje. Tanto en el monólogo, como en el aria Was Blutem Muss, como en el final, soltó unos agudos impresionantes.
Davidsen siguió en su excelente nivel, ahora como una Chrysothemis con una voz potente, firme, con su peculiar tono dramático y oscuro, aunque esta vez parecía demasiado para este personaje que tiende a ser más lírico, pero aún parece pronto para Elektra. Impresionante al agudo que dio al final del dúo con Elektra. Hay esperanza con esta joven soprano, si cuida su voz.
Meier cantó todo el rol de Clitemnestra, por lo que puedo decir con orgullo que le he visto en vivo este rol completo, junto a sus grandes roles wagnerianos en el pasado. Su Clitemnestra no es tan terrorífica como la de su grabación en disco con Barenboim en 1995, pero está cantada bellamente. Comparada con las gigantescas voces de sus compañeras, podría aparecer más debilitada, pero quizá esta limitación pudo jugar en su favor, porque gracias a su temperamento dramático pudo usarlo para recrear un retrato de una villana frágil, perdida, confundida y atormentada por sus crímenes. Durante la primera mitad de su intervención, no se notaron signos de decadencia, con su habitual nivel, especialmente en la escena "Ich will nichts hören". Durante la segunda mitad, con la terrorífica "Ich habe keine guten nächte", los graves de Meier, cercanos al parlato, transmitieron el terror de Clitemnestra al describir su enfermedad. Cerró su intervención con dos grandes agudos en "so bald das rechte blut" y en "damit ich wieder schlafe".
Un teatro puesto en pie ovacionó a las tres grandes divas, con unos aplausos tan prolongados que se seguían escuchando incluso al dejar la sala. Naturalmente, las mayores ovaciones eran para Meier.
Es triste ver a nuestros ídolos retirarse. Pero tienen todo el derecho del mundo a descansar. Waltraud Meier siempre será recordada por sus excelentes interpretaciones y por su inteligencia como artista. Mi, nuestra generación ha sido muy afortunada de poder disfrutar del arte de una gran intérprete wagneriano, un tipo de artista que suele escasear. He sido privilegiado de poder verla hasta seis veces en estos veinte años, desde que era un adolescente en aquella Valquiria de 2003 en Madrid, hasta este concierto, ya en mi treintena. Siempre la admiraremos y recordaremos.
A la señora Meier solo podemos darle las gracias por tanto arte, y por tantas inolvidables noches de ópera.
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