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Emociones Líricas
viernes, 25 de octubre de 2024
Purcell's brief, intense epic: Sonya Yoncheva leads a superb Dido and Aeneas in Madrid.
Épica breve pero intensa: Sonya Yoncheva arrasa con Dido y Eneas en el Auditorio Nacional.
Madrid, 24 de octubre de 2024.
La soprano búlgara Sonya Yoncheva está estos días de moda en España debido a la entevista que le hizo el famoso presentador David Broncano en su programa "La Revuelta" en La 1 de Televisión Española. Pero para los habituales de los teatros de ópera es una cara bastante conocida. Aquí en Madrid ha actuado bastante, cantó El Pirata de Bellini con Javier Camarena, debutó en la zarzuela con un gran concierto, en el teatro homónimo, cantó la ópera Siberia, de Giordano, y participó en el regreso de Plácido Domingo al Teatro Real, entre otros. Ahora nos visita con la obra maestra de Henry Purcell "Dido y Eneas" en el Auditorio Nacional.
Purcell es, junto al alemán Händel, el compositor barroco más famoso de Inglaterra, y uno de los más importantes de la historia del país. Si acotamos el campo hacia la ópera, es aún más importante, ya que tras su muerte, hubo que esperar hasta Benjamin Britten, dos siglos y medio después, para encontrar un operista inglés de su calibre. Estrenada en 1687, con libreto del dramaturgo Nahum Tate, basado en una obra suya y en la Eneida de Virgilio, "Dido y Eneas" es la única ópera de Purcell, pero su música escénica se extiende con las famosas semióperas (música cantada que acompañaba a obras de teatro) como King Arthur, The Fairy Queen o The Indian Queen, que se vio en Madrid hace once años en unas representaciones memorables. Por su corta duración, de poco más de una hora, y su popularidad, Dido y Eneas es bastante frecuente, y en la capital se ha visto con muchísima frecuencia por prestigiosas orquestas barrocas, y en los últimos cinco años, ha sido escenificada dos veces, la última en enero de 2023 con William Christie y coreografía de Blanca Li. Ahora viene a Madrid, en versión de concierto, de gira con la compañía de la Ópera Real de Versalles, con un reparto liderado por Yoncheva, tras haberlo representado la semana pasada en la ciudad palaciega francesa.
La Orquesta y Coro de la Ópera Real de Versalles sonaron espléndidos bajo la dirección de Stefan Plewniak. La orquesta fue de menos a más muy rápidamente. Una pena que el electrizante e intenso preludio no se acomodó a la acústica, ya que las cuerdas, muy ágiles, parecían tener un sonido más bien delgado. Pero eso se solucionó muy pronto. A partir del final del primer acto, y en todos los interludios orquestales añadidos, la agrupación por fin se hizo con la sala y sonó espléndida. Plewniak da una dirección enérgica. Muy bellas las tiorbas antes de la entrada de Eneas, la viola da gamba al comienzo del aria final, y en general en los interludios del segundo acto, de lucimiento para todas y cada una de las secciones. El Coro sí sonó formidable en todas sus intervenciones, especialmente en el final, tras el aria de Dido, con un toque casi religioso, que el coro abordó de forma sensible, emocionante, más aún cuando al final, poco a poco se situaron al borde del escenario, sumándosele el resto del elenco (menos Yoncheva), concluyendo de forma conmovedora el concierto.
En el rol de Dido, Sonya Yoncheva tiene una voz oscura y voluminosa para lo que suele ser este tipo de repertorio. Si bien ya cantó esta ópera al menos una vez, en Moscú en 2010 con Christie. Ante la pequeña orquesta, y su estilo vocal, no solo se hacía oír por encima de todos, sino que al principio, a veces daba la impresión de que la producción estaba hecha para mayor gloria suya. Su entrada en "Ah, Belinda" fue realmente hermosa, con su timbre más dramático, cantando la pieza con una sensibilidad elegíaca, de forma exquisita. Luego en el segundo acto cantó con una dramática coloratura en su breve intervención "The skies are clouded, Hark!" En el tercer acto, abordó su gran escena con enjundia dramática, y así la famosa aria final "When I am laid in Earth" la cantó con entrega y dramatismo, aunque a veces un poco nasal, pero nada que pueda empañar un momento mágico como aquel.
El barítono Halidou Nombre interpretó a Eneas, con una voz potente, con un apreciable grave, aunque el timbre algo gutural, pero después de Yoncheva tenía la voz más grande. Ana Vieira Leite fue una notable Belinda. Irregular la Bruja y el Marinero del tenor Attila Varga-Tóth, quien no tuvo un segundo acto muy brillante, pero en el tercero mejoró notablemente. Mucho mejores Pauline Gaillard y Yara Kasti como las otras brujas, especialmente Gaillard con su voz ligera, con una divertida y grotesca entonación que conviene al personaje. El contratenor Arnaud Gluck como el espíritu y Lili Aymonino, quien tuvo una breve y bien interpretada intervención añadida en el segundo acto, cumplieron con sus personajes.
La sala estaba no estaba llena, de hecho había grandes vacíos en las zonas más altas y en la tribuna, lo que da cuenta de lo poco publicitado que estaba el evento (organizado por Impacta, una empresa privada, si hubiese estado en Universo Barroco las entradas ya se habrían agotado hacía tiempo) y de los precios de las localidades (lo que se notaba en lo muy arreglada que iba la gente en el patio de butacas). Pero al terminar el público aplaudió entusiasmado, estábamos los que teníamos que estar. Pero no se quedó en eso. Hubo dos propinas: la primera, todo el elenco, con Yoncheva incluida, interpretó junto al coro "Tendre Amour", de la ópera Les Indes Galantes, de Rameau. Después, todo el elenco bailando, invitando al público a dar palmas, y con Yoncheva bailando con la pandereta, interpretaron Forêts Plausibles, de la misma ópera. De esta forma se cerró una magnífica velada de ópera barroca.
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sábado, 19 de octubre de 2024
Belcanto made in Spain: entregada y exitosa Marina en el Teatro de la Zarzuela.
Madrid, 18 de octubre de 2024.
"¿Aún no has visto Marina? Pues deberías."
Fue lo que me dijo un amigo en el año 2013n cuando el Teatro de la Zarzuela programó Marina en una nueva producción de Ignacio García, con tres repartos de lujo, el primero con Mariola Cantarero, Celso Albelo y Juan Jesús Rodríguez, que fue filmada y emitida en televisión. Le hice caso, y la vi en "la noche de los teatros" de ese año, que coincidía con el miércoles santo.
Si hay una ópera que defina el "belcanto" español, esa es la Marina de Emilio Arrieta, una de las pocas óperas españolas célebres, tanto, que muchas veces se etiqueta erróneamente como zarzuela. Aunque como tal se estrenó en 1855. Sin embargo, la Marina tal y como hoy la conocemos se debe una iniciativa del célebre tenor italiano Enrico Tamberlick, que quiso cantarla en el Teatro Real, para lo cual se convirtió en una ópera al estilo belcantista, que fue estrenada en su nueva versión en 1871. Ya para entonces, las óperas de nueva creación habían dejado ese estilo, pero su repertorio seguía siendo el mayoritario en los teatros, especialmente en los españoles. Ciertamente, su música es tan ágil y virtuosa, como los intérpretes que requiere, que uno hace pensar que si esta ópera fuera italiana, posiblemente sería más interpretada en todo el mundo. Al oírla, uno parece que estuviera escuchando un sucedáneo, valioso eso sí, de una ópera de Donizetti o Bellini. La tesitura del rol de Marina recuerda a heroínas de óperas tales como Lucia di Lammermoor, La Sonnambula o I Puritani. La música belcantista, que acompaña a historias ambientadas en cortes medievales o renacentistas, o en idílicos pueblos europeos, aquí lo hace en una comunidad de pescadores en una pequeña ciudad de la Costa Brava catalana.
Hacía siete años que no se veía la obra del maestro Arrieta en el Teatro de la Zarzuela, después de una reposición en 2017. Ahora regresa en una nueva producción igualmente tradicional, pero de diferente estética, a cargo de Bárbara Lluch, quien adelanta la acción a principios del siglo XX, creando unas imágenes más propias de postales idílicas de una playa de vacaciones sacada de un cuadro de Sorolla, algo que parece reforzar el vestuario diseñado por Clara Peluffo. Si bien Marina es una enérgica joven aldeana, Jorge y Roque parecen sacados de la tripulación del mismísimo Titanic. Por no hablar del vestuario de Jorge y Pascual en la boda de este último, demasiado elegante para un astillero. El hecho de que veamos a los aldeanos con gente elegantemente vestida hace pensar que los turistas van para presenciar una boda de pueblo. O que la posición de los personajes es más elevada que en la historia original. La escenografía de Daniel Bianco es la misma para toda la obra: con el mar y el cielo recreados por animación y proyectados sobre el espejo, con arena en el escenario dando la sensación de estar en una playa real, presidida por un pasillo de madera. La animación y la recreación del cielo es estupenda. El segundo acto muestra la misma plataforma de madera, pero dentro de la astillería. La coreografía de Mercé Grané prevé unas danzas y una divertida pelea final. El montaje de Lluch podrá no ser tan fiel en ambientación, pero permite el entendimiento de la obra y su estética tradicional no molesta, incluso llega a agradar al público.
La función de anoche, cantada por el segundo reparto, ha sido una función inspirada en todos los sentidos. La Orquesta del Teatro de la Zarzuela, dirigida por José Miguel Pérez-Sierra, ha sonado todo lo entregada que ha podido, notándose que ya tienen la obra rodada. El segundo acto fue de lucimiento para la cuerda, el arpa y el clarinete, secciones que brillaron. Un poco torpe pero igualmente cargado de patetismo el metal en el preludio del tercer acto, con esa trompa presagiando los conflictos que están por venir. El Coro del Teatro de la Zarzuela estaba igualmente entregado.
Es curioso cuando la protagonista tiene el mismo nombre que la cantante que lo interpreta. Pero Marina Monzó cumplió las expectativas para el personaje: por su técnica, su habilidad con la coloratura, su voz carnosa y al mismo tiempo con agudos impresionantes. Sacó adelante el rol de principio a fin. Además, es una mujer muy joven y muy bella, lo que hace que sea una Marina completa.
Celso Albelo, quien cantó Jorge en 2013 en este escenario, repite con el mismo personaje. Once años después, la voz ha madurado, pero sigue impresionando con su juvenil voz y su volumen, que llena la pequeña sala, y sus potentes agudos, especialmente un sobreagudo con el que cerró el acto segundo.
Pietro Spagnoli, a quien hacía tiempo que no veía en un escenario, sigue en plena forma como Roque, especialmente en lo escénico, ya que llenaba el escenario con su presencia.
Notable el Pascual de Javier Castañeda.
Se nota el cariño del público por Marina. Todas las entradas estaban vendidas, y el público aplaudía con entusiasmo tras cada número. Al finalizar el Rondó que concluía la ópera, el teatro se vino abajo, con atronadoras ovaciones, tras una estupenda noche de ópera.
jueves, 17 de octubre de 2024
Winifred Wagner, the controversial Bayreuth manager: views on the 1975 Syberberg film.
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miércoles, 9 de octubre de 2024
The Bayreuth Rings between Barenboim and Janowski: Levine's Götterdämmerung and Thielemann's Walküre.
Between 1992 and 2016, there were three productions of the Ring at the Bayreuth Festival, which weren't filmed completely. Three productions, the first one between 1994 and 1998 directed by Alfred Kirchner and conducted by James Levine, the second one between 2000 and 2004 by Jürgen Flimm, conducted in its first year by Giuseppe Sinopoli and the remaining ones by Adam Fischer, because of Sinopoli's death, and between 2006 and 2010 by Tankred Dorst and conducted by Christian Thielemann. As the Ring, as well as Parsifal, is the icing of the cake for every Bayreuth season, every staging has its complicated working progress and setting, as well as it should offer a new, interesting vision.
The 1994-1998 Ring directed by Alfred Kirchner became known as the "designer's Ring", because of the plastic artist Rosalie's sets and costumes. Only Götterdämemrung was filmed in 1997, without audience. However, the documentary of the following year 'The Road to Bayreuth' shows some fragments of the entire cycle. It seems a very minimalist, simple Ring, which does not dwell on ideologies or brainy reflections, but tries to do more with less: it tries to be spectacular with the few, but spectacular resources that Rosalie displays on stage. Rosalie and Kirchner show enormous infrastructures that appear to be simple, but the documentary reveals to be done through a complicated process. The problem is that such minimalist beauty can also be boring. Even if there is a clear influence or similarity to Wieland Wagner's ‘New Bayreuth’ stagings. One recognises on stage the drama that the music is telling us, but the feeling of déjà vu and boredom are present. And it doesn't seem to please much people: ugly for those who want a more traditional option, and boring and classical for lovers of thought-provoking stagings. And one thing that is a problem is the costumes, large, colourful, with armour and enormous hips, or backpacks like those of Alberich or gigantic masks more similar to the Lion King musical that the giants wear on their backs... a costume more typical of cartoons such as Disney's, or the Transformers, or B Sci-fi fiction or a than of a staging worthy of the Festival.
In the documentary, we see excerpts from Rheingold, where a huge screen of blue lights recreating waves dominates the stage, with a round floor, the stage around which the whole cycle takes place, illuminated in blue, and in the centre a huge structure of three wings on which the Daughters of the Rhine play, and in the centre of it an illuminated triangle, which is the Gold. In 1994, the costumes of the Daughters of the Rhine were longer than in 1998. There are also fragments of the finale, showing how they make a rainbow infrastructure with tubes of rows of cubes with lights inside them, and in the background a formless structure of huge poles that are the Walhalla. From Die Walküre, we have the beautiful duet of the gods, again with the huge screen of glowing lights, now sky-blue, and a huge ramp down which the gods walk. We can also see the highlights of the third act: the ride of the Valkyries, in which the Valkyries dance on high, attached to platforms that move constantly throughout the scene. From the finale, we see that the screen of blue lights is now bright red, and Brünnhilde sleeps surrounded by a Magic Fire circle made of bright police siren lights. From Siegfried we only see the Murmurs of the Forest, in one of the most successful moments of the cycle: a sea of green umbrellas recreating the forest and their breeze.
In these excerpts John Tomlinson can be heard, singing a beautiful ‘Abendlich strahlt der sonne auge’, much better than in Barenboim's complete Ring, as well as Richard Brunner in a wonderful Froh a little earlier. In the Act II excerpt from Walküre, Tomlinson is heard again, with Hanna Schwarz as Fricka in a state of grace, even more spectacular in voice than in her legendary recording of Boulez's Ring two decades ago. In the forest murmurs is Wolfgang Schmidt, who sounds best in the first few phrases, with a vigorous, even tender voice, soon to deceive deeply, by making us listen his unpleasant, vociferous vocal timbre in ‘Meine mutter, ein Menschen weib!’
As for Götterdämmerung, once again, Wieland's influence is visible in the second act, reminiscent of his famous 1956 staging. The curtain opens with the spherical stage empty, while the Norns wander about on it, in beekeepers' costumes, with huge arms that fold to shrink. In the background, Loge's red light. In the scene of Siegfried and Brünnhilde, again the rock of the Valkyries represented by a wing-shaped structure that looks like a ship's sail. Brünnhilde wears a rare blue shield with a blue coat of arms that emphasises her breasts. Siegfried, in a pair of trousers with a matching light blue waistcoat, with a boyish attitude rarely seen. The Gibichung's palace is represented by containers suspended in the air, and a pair of thrones on which Gunther and Gutrune sit, the latter resembling a peephole. In Rosalie's words, she is nothing more than an object of exhibition. The most successful part of this staging is the second act, where there is hardly any infrastructure. Hagen, static, appears in absolute emptiness while Alberich walks around him. Then in the second scene, the chorus sets up their spears and surrounds the protagonists, in a nod to Wieland's staging as already mentioned. The third act begins with poles planted, and the stage illuminated in green, and blue, the latter half being where the Daughters of the Rhine move, both dressed in a tyical nineties's aesthetics, with coloured bows. The finale is a play on light, but equally exciting: the huge screen of lights appears first incandescent red, then blue. The Rhine daughters drag Hagen to the back of the stage and then themselves. A massive pole structure appears in the background, which is Walhalla burning in deep red light. Finally the stage appears empty, with the floor all blue: the waters of the Rhine have returned to their course, and the curtain falls.
James Levine conducts a very powerful Bayreuth Orchestra, with slow tempi, typical of his conducting, but as Thielemann would later do, by using slow tempi that alongside the spectacular sound of the orchestra, giving the performance an epic, solemn, tragic dimension.The strings penetrate the ear, shining brightly, the sound of the clarinet in the first act interlude reminded me very much of what I heard in the Tannhäuser performance I attended last August there,, which makes me wonder how far the sound engineering faithfully reconstructs the acoustics, including the spectacular percussion and brass. The same goes for the chorus: the same chorus that seems to eat up the orchestra as it dialogues with Hagen is able to deliver an incredible pianissimo in ‘Heil dir, Gunther’.
At that time, Deborah Polaski was an important Brünnhilde. The American soprano is at her best, with a spectacular voice, and despite her perhaps slightly dull tone in later years, here the high voice is firm and the sound of the voice quite remarkable. As an actress she is excellent, showing a fragility and bewilderment like few others, in the scene where she enters with Gunther at his wedding. Eric Halfvarson is the other star of the cast, with his dark, well-sung Hagen, which I saw him in at the Royal six years later. As an actor he is even more interesting, with his pale characterisation, and showing a more human Hagen, with a more fragile side, as opposed to the brute we are used to imagine.
The same cannot be said of Wolfgang Schmidt as Siegfried. While it must be acknowledged that the voice is big and remains equally strong, it does not have a pleasant sound. His singing is vociferous, yelling, especially at the highest voice. There is no beauty, only screaming and tough singing.
Falk Struckmann is an excellent, low-voiced and beautifully sung Gunther, and Anne Schwanewilms, at the start of her career, a sweet Gutrune, sung with that peculiar timbre of hers that worked for her fot the following two decades, though it is fair to say there have been better ones in this role. The veteran Hanna Schwarz is a Waltraute with a round, dark, almost contralto voice. The years do not seem to have passed this mezzo who twenty years earlier sang in the Centenary Ring. Ekkehard Wlaschiha is an Alberich whose massive, vociferous voice suits the unpleasant dwarf.
From the Flimm/Sinopoli-Fischer Ring no complete videos exist, but only a documentary showing the rehearsals, showing some clips of what must have been an interesting staging, specially in Siegfried and Götterdämmerung, by showing distant landscapes. At the end of Götterdämmerung, a child dressed with Parsifal's armour is shown in an empty staging, as if showing the way of redemption.
Why did Opus Arte release only the audio of Thielemann's entire 2008 Bayreuth Ring and not the video of the complete cycle? There are many speculations. One of them is that the staging by Tankred Dorst, who replaced Lars Von Trier at the last minute, did not convince the critics, the artistic guild and, it seems, most of the Bayreuth audiences. It was a staging quite faithful to the Wagnerian myth, judging by the photographs, but with nods to modernity, interspersed in an inconsistent way, according to those who had seen it. Specially, any reason when after seeing this Walküre, filmed in 2010 during a live performance, Siegfried has a first act set in a school, and the rude hero splits in two not an anvil but a globe, or that the Gibichungs scenes are a carbon copy of Patrice Chéreau's staging. Another reason could be that if this was a traditional, but unsubstantial staging, and the only reason to preserve it was Thielemann's baton, this Ring would have too much competition in the market. To preserve Thielemann's performance, there would be enough with the audio. However, having completed four of the last seven productions of the Bayreuth Ring, and leaving aside the two unbeatable productions by Chéreau and Kupfer, this one by Dorst, had it been released in its entirety, could have been an alternative to Castorf's showy and ultra-modern one, and by far better than Schwarz's tedious and soap-operatic one.
Dorst, in an attempt to please everyone, with so little time to prepare the staging and not much opera experience, makes a Valkyrie that in my opinion is beautiful, but that remains just that. And there are intersections of the modern that are not explained. Thus, the first act takes place in a ruined mansion, hit by an electric pole that has fallen on it. A group of people (possibly refugees, as Germany was receiving in those years) flee the place with their suitcases, while a boy lifts a woman's veil, and runs away: it is Sieglinde, who looks dishevelled. Siegmund enters and she, in early 19th century clothes, offers him water. Hunding enters with his entourage, wearing animal masks. Hunding appears dressed as a Prussian or Austro-Hungarian military man. This setting is another nod to Chéreau's.
The second act begins spectacularly: Wotan and Brünnhilde, dressed in costumes taken from the Star Wars trilogy directed by George Lucas in those years, appear on a rock, overlooking the cloud-covered landscape. These clouds give way to a collection of crumbling statues, in a rocky landscape with some green, like the remains of a civilisation in ruins. Two men in ram helmets appear: behind them Fricka enters, wearing a black suit straight out of some cross between Star Wars and a Tibetan monk. When Wotan kills Hunding with a gesture, his henchmen flee.
For the Valkyries' rock in the third act, an imposing rocky landscape, the structure of which resembles either a cave or a ruined factory. To the left of the stage is the German phrase ‘They love life, we love death’. The Valkyries (dressed like their sister) awaken the heroes fallen in battle. The final scene is a success: Wotan and Brunhild bid each other an emotional farewell, and Wotan weeps after putting his daughter to sleep. Then the tip of Wotan's spear lights up and the whole stage fills with smoke and an orange light takes over the scene, creating a spectacular sight to behold, with the curtain falling.
Christian Thielemann's orchestral conducting is spectacular, in contrast to his not very impressing one Berlin of two years ago: with the Bayreuth Festival Orchestra he is like a duck to water, and both achieve a result that might qualify as the best modern Walküre on video, and among the best ones. From the prelude onwards, the orchestra sounds authoritative, with those powerful strings evoking the storm. The wind, with an imposing sound. The cello, creating a cosy feeling in the first scene. The Prelude to Act II and the Ride of the Valkyries exalt the Wagnerian emotions, with a spectacular rendition. Thielemann's tempi are usually slow, but his solemn, grandiloquent style is of the highest level. Once again, thrilling Magic Fire... how beautiful this music is and how well it sounds in Thielemann's baton.
Johan Botha is a Siegmund with a lyrical, beautifullly sung, youthfully-toned, and at the same time vigorous voice, despite some problematic high voice. Undoubtedly, he is the best of a cast that sounded wonderful despite not being among the best of the time. Edith Haller, whom I remember as a great Elisabeth in Tannhäuser in Madrid in 2009, is a Sieglinde with a powerful voice, dramatic timbre, and though she can sound musically monolithic, I find her solemn and tragic for this character living her own tragedy. Kwangchul Youn is an excellent Hunding.
Albert Dohmen is a good Wotan, here at his best, although his voice is beautiful, though not very deep, but sometimes nasal, especially on the u and o vowels, including those with umlauts, which he pronounces gutturally. Still, in the third act he shows his worth as an actor, portraying a furious but at the same time fragile Wotan, and as a singer giving a beautiful version of the final monologue. I have to say that I have to reconsider what I think of Linda Watson: I always found her voice very high-pitched and very dull. But even so, in this video she doesn't sing badly at all and her commitment to the staging and the role is evident, even if physically she looks more like Wotan's wife than his daughter. Mihoko Fujimura is a fine Fricka: not a powerful voice, but with a deep and commanding sound, unlike some of today's mezzos who are rather light. The eight Valkyries are excellent.
The performance ends with an enthusiastic reception by the audience, especially a Thielemann in a state of grace that is not at this level in other recordings of the Ring outside Bayreuth. It is a pity that this Ring is not preserved in its entirety, as there is only one traditional video version, Levine's from the 90s Met. But discography, alas, is also a business and depends on sales. The same could be said of the interesting minimalistic Ring of Levine/Kirchner, but it couldn't compete with the Boulez's and Barenboim's previous ones. Not even the aforementioned Levine Ring from the Met.
Let's hope streaming could help us to preserve the Bayreuth stagings to come in the next decades, as for every Wagnerian, every Bayreuth staging is an interesting world to delve.
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lunes, 30 de septiembre de 2024
A luxurious tragedy behind the scenes: Cilea's Adriana Lecouvreur premiere at the Teatro Real.
Madrid, September 28 and 29, 2024.
I cannot find an acceptable reason for why such an opera as Adriana Lecouvreur was not premiered at the Teatro Real until last Monday 23, considering that its world premiere was in 1902. Since then it has been part of the repertoire. In fact, it has been seen at the Liceu in Barcelona (who held the 1903 Spanish premiere) twice in the last twelve years. In Madrid, it may not have been seen since times when the Teatro de la Zarzuela was the city's opera house. In fact, in 1974 it was sung there by Montserrat Caballé and José Carreras, to whom these performances are dedicated. The last time it was performed there was in 1988, featuring Giacomo Aragall as Maurizio. In addition, this year's start of the season has coincided with "Opera Week", when every year a giant screen is set up in the vicinity of the opera house, from where thousands of people can follow the live performance outside. The performance of September 28, apart from the big screen in the Teatro Real square, has also been broadcasted to various cultural centres throughout the country.
Based on an 18th century event about the French actress Adrienne Lecouvreur, supposedly poisoned by a jealous duchess because of her love for the aristocrat Maurice of Saxony, Francesco Cilea and Arturo Colautti put music and text to this story, turning it into an opera with beautiful music, whose aria "Io son l'umile Ancella" is part of the concert repertoire of many sopranos.
David McVicar 's staging has been seen in many places: London, New York, Barcelona... it has become the reference staging for this opera. A traditional production, with luxurious eighteenth-century costumes by Brigitte Reiffenstuel , a delight for the sight. McVicar places the action around a huge theatre stage. Behind the scenes, the first act takes place, with a hubbub of artists in old, worn-out dressing rooms, except for Adriana's, which is separated by a curtain. In the background, the performance, with a painted set of a fantastic landscape. The second act is the prince's villa, now in the front part of a luxurious stage with two angels above, and with stairs that lead down to some tables and chairs that serve as a lounge. The third act shows the reception in the villa's great hall. Adriana and Maurizio make their entrance on stage, like the divos of this tragedy. On that same stage, the wonderful ballet takes place with choreography by Andrew George . The final act takes place backstage. With Adriana's death, the actors from the first act appear on stage and take a final bow. The tragedy of Adriana Lecouvreur is over as the curtain falls.
Nicola Luisotti leads the Teatro Real's titular orchestra , which, as usual, he plays at full stamina although he tries to take care of the singers' voices. The first violin in Adriana's first aria sounded beautifully. The orchestra excelled in the beautiful interlude of the second act, but even more so from the orchestral introduction of the fourth act, especially the strings, which shone. The Teatro Real Chorus had a brief participation, but the female chorus had a moment to shine in the ballet scene.
Two top-notch casts alternate in these 13 performances.
Ksenia Dudnikova, Manel Esteve and Maria Agresta in the second cast.
I followed the second casting on the 28th live from myoperaplayer, in the comfort of my home, along with thousands of people who watched it in squares and cultural centers.
Maria Agresta was Adriana, with a dark voice, which seems to have considerable volume, but also a bit screamed, but she acquitted herself well. Matthew Polenzani was Maurizio, with a voice that has a lighter tone, which as it rises, is not so pleasant. His voice is big-volumed, something I have been able to see from him on other occasions live, but he acts well. Ksenia Dudnikova was a revelation as the Princess: a voice that at least on video seems deep, with a beautiful dark tone, contralto-like, imposing. Magnificent in the second act. Manel Esteve was a Michonnet who earned his salary: his voice on video does not seem so dark, but the singing is good, and what is even better, as an actor he was totally convincing and has good chemistry on stage with Agresta. At the end of the performance he was very applauded and he was moved. Josep Fadó was a funny Abate.
The cast on the 29th was the first, and it featured two world-fame primadonnas. I saw this one at the opera house.
Ermonela Jaho and Brian Jagde in the first cast.
Ermonela Jaho is one of the most beloved divas of the Madrid audience, where she has many unconditional fans. And this is due to her moving performances: Jaho lives them intensely, even to the point of crying on stage if necessary. Her stage ability merges with her vocal means to win over the audience. Her voice is not great, but it is beautiful, and together with her phrasing, her beautiful pianissimos and her sense of drama, all these virtues make her to succeed in the show. She was highly applauded after the famous entrance "Io son l'umile ancella", but she was even better in "Poveri Fiori", where all the virtues that she has to bring out in her former aria, serve to intensify the latter with her stage intensity.
Finally, Elina Garanča sings in a staged opera in Madrid, after making her debut at the Teatro Real last year with the zarzuela Luisa Fernanda in concert. The Latvian mezzo-soprano is one of the most internationally acclaimed opera divas of the last twenty years. And yet she has rarely appeared in the capital. Garanča has a special chemistry with roles of seductive, explosive women, such as Carmen, Kundry or the wicked Princess of Bouillon, which she has already sang before. Her singing has a velvety, seductive tone, with a spectacular low voice, one of her vocal specialties. Even so, at the beginning of her famous aria "Acerba voluttà" she began a little discrete, but she quickly gained ground, and at the end of the number she brought out her beautiful middle voice. During the duets with Maurizio and Adriana she stole the scene, as well as in the third act. As an actress, she is as seductive as her character, as she is also a very beautiful woman.
Brian Jagde sings Maurizio. Jagde has considerable volume, but his singing is uneven. In the first act his voice seemed a bit guttural, but it improved as the performance went on. He has a tone that seems heroic, and the highest range did not seem to cause problems; in fact, in the duets he seemed impressive and certainly sounded better than Polenzani, but in the final words "morta, morta" the high notes got a bit strangled. But that would not detract from an appreciable performance, although in the shadow of the two divas.
Nicola Alaimo was a good Michonnet, with a recognizable command of the character on stage and a good vocal performance. Mikeldi Atxalandabaso was an excellent Abbot, with his beautiful characterful voice and his good acting skills.
Maurizio Muraro was an entertaining and well-sung Prince of Bouillon in both casts.
This weekend has been a real opera party in Madrid. Both for the casts, and the enthusiasm of the Opera Week that brings the genre to the street, and for the fact of seeing Adriana Lecouvreur for the first time in this theatre. It is a cause for celebration that, perhaps to settle this historical debt, the Real has begun its 2024-2025 season by performing it in style.
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Tragedia entre lujos y bastidores: triunfal estreno de Adriana Lecouvreur en el Teatro Real.
Madrid, 28 y 29 de septiembre de 2024.
Me cuesta encontrar una razón admisible para que una ópera del calibre de Adriana Lecouvreur no se haya estrenado en el Teatro Real hasta el pasado día 23, teniendo en cuenta que su estreno mundial fue en 1902, y en España, un año más tarde en Barcelona. Desde entonces ha formado parte del repertorio. De hecho, en el Liceu barcelonés se ha visto dos veces en los últimos doce años. Aquí no se había visto desde que el Teatro de la Zarzuela era el teatro de ópera de la ciudad. De hecho, en 1974 lo cantaron allí Montserrat Caballé y José Carreras, y a este último están dedicadas estas funciones. En 1988 se vio por última vez en ese mismo teatro, con Jaume Aragall como Maurizio. Además, este inicio de temporada ha coincidido este año con la "Semana de la Ópera", en que cada año se habilita una pantalla gigante en las inmediaciones del Real, desde donde miles de personas pueden seguir desde fuera la representación de dentro. La función del día 28, además, se ha retransmitido a varios centros culturales por todo el país.
Basado en un suceso del siglo XVIII, entorno a la actriz francesa Adrienne Lecouvreur, supuestamente envenenada por una duquesa, debido a los amores del aristócrata Mauricio de Sajonia; Francesco Cilea y Arturo Colautti pusieron música y texto a esta historia, convirtiéndola en una ópera de bellísima música, cuya aria "Io son l'umile Ancella" forma parte del repertorio de muchas sopranos.
La puesta en escena de David McVicar se ha visto en muchos sitios: Londres, Nueva York, Barcelona... es casi la puesta en escena referencial para esta ópera. Una montaje tradicional, con un lujoso vestuario dieciochesco de Brigitte Reifenstuel, toda una delicia para la vista. McVicar sitúa la a acción en torno a un enorme escenario teatral. En sus bastidores transcurre el primer acto, con una algarabía de artistas en viejos y roídos camerinos, salvo el de Adriana, separado por una cortina. Al fondo, la representación, con un telón de un paisaje fantástico. El segundo acto es la villa del príncipe, ahora en la parte delantera de un lujoso escenario con dos ángeles arriba, y con unas escaleras por las que se desciende, hasta unas mesas y sillas que haen de salón. El tercer acto muestra la recepción en el gran salón de la villa. Adriana y Maurizio hacen su entrada por el escenario, como los divos de una tragedia. En ese mismo escenario tiene lugar el estupendo ballet con coreografía de Andrew George. El acto final transcurre detrás del escenario. Con la muerte de Adriana, sobre el escenario aparecen los actores del primer acto, que hacen un saludo final. La tragedia de Adriana Lecouvreur ha concluído.
Nicola Luisotti está al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real, a la que como de costumbre, saca todo el volumen posible, aunque intente cuidar a los cantantes. A destacar el primer violín en la primera aria de Adriana. Se lució la orquesta en el bello interludio del segundo acto, pero aún más desde la introducción orquestal del acto cuarto, especialmente las cuerdas que brillaron. El Coro del Teatro Real tuvo una breve participación, pero el coro femenino tuvo un momento de lucimiento en la escena del ballet.
Dos repartos de alto nivel se alternan en estas 13 funciones.
El reparto del día 28, que fue el segundo, lo seguí en directo desde myoperaplayer, en la comodidad de mi casa, junto a miles de personas que lo vieron en plazas y centros culturales.
Maria Agresta fue Adriana, con una voz más oscura, que se antoja con un considerable volumen, pero también vociferante, pero se defendió bien. Matthew Polenzani fue Maurizio, con una voz que tiene un timbre más ligero, que a medida que suba, no es tan agradable. De volumen va sobrado, es algo que le he podido comprobar otras veces en vivo, pero actúa bien. Ksenia Dudnikova fue toda una revelación como la Princesa: una voz que al menos en vídeo parece gruesa, de bello timbre oscuro, de contralto, imponente. Magnífica en el segundo acto. Manel Esteve fue un Michonnet que se ganó el sueldo: su voz en vídeo no parece tan grave, pero el canto es bueno, y lo que es mejor aún, que como actor fue totalmente convincente y tiene buena química en escena con Agresta. Al final de la representación fue muy aplaudido y se emocionó. Josep Fadó fue un divertido Abate.
El reparto del día 29 fue el primero, y que contaba con dos primadonnas con todas las letras. Este lo vi en el teatro.
Ermonela Jaho es una de las divas más queridas del público madrileño, donde tiene a muchos incondicionales. Y eso se debe a lo intenso de sus interpretaciones: Jaho las vive intensamente, llegando incluso a llorar en escena si es necesario. Su habilidad escénica se fusiona con sus medios vocales para meterse al público en el bolsillo. Su voz no es grande, pero es bella, y unida a su fraseo, su bellísimos pianissimos y su dramatismo, hacen que saque adelante la función. Muy aplaudida estuvo tras la famosa entrada "Io son l'umile ancella", pero aún mejor estuvo en "Poveri Fiori", donde todas las virtudes que tiene que sacar en su primera aria, Jaho las intensifica con su intensidad en escena en la segunda.
Finalmente, Elina Garanča canta una ópera escenificada en Madrid, tras debutar en el Real el año pasado con una Luisa Fernanda en concierto. La mezzosoprano letona es una de las divas operísticas más aclamadas internacionalmente en los últimos veinte años. Y aun así poco se ha prodigado en la capital. Garanča tiene una química especial con roles de mujeres seductoras, explosivas, como Carmen, Kundry o la perversa Princesa de Bouillon, que ha interpretado ya antes. Su canto tiene un timbre aterciopelado, seductor, con un grave espectacular, una de sus especialidades vocales. Aun así, al principio de su famosa aria "Acerba voluttà" parecía un poco destemplada, pero rápidamente ganó enteros, y al final del número sacó a relucir su bellísimo centro. Durante los dúos con Maurizio y Adriana se robó la escena, así como en el tercer acto. Como actriz, es tan seductora como su personaje, ya que además es una mujer bellísima.
Brian Jagde interpreta a Maurizio. Jagde tiene un volumen considerable, pero el canto es irregular. En el primer acto la voz parecía un poco gutural, engolada, pero fue mejorando conforme pasaba la función. Tiene un timbre que parece heroico, y la zona más aguda no parecía dar problemas, de hecho en los dúos parecía impresionante y desde luego sonaba mejor que la de Polenzani, pero en el "morta, morta" final sí que el agudo se le estranguló. Pero eso no desmerecería una función apreciable, aunque a la sombra de las dos divas.
Nicola Alaimo fue un buen Michonnet, con un reconocible dominio del personaje en lo escénico y cumplidor en lo vocal. Mikeldi Atxalandabaso fue un excelente Abate, con su bella voz de carácter y su buen nivel actoral.
Maurizio Muraro fue un divertido y bien cantado Príncipe de Bouillon en ambos repartos.
Este fin de semana ha sido una auténtica fiesta operística en Madrid. Tanto por los repartos, como el entusiasmo de la Semana de la Ópera que acerca el género a la calle, como por el hecho de ver Adriana Lecouvreur por primera vez en este teatro. Es motivo de celebración el que, quizá para saldar esa deuda histórica, el Real haya comenzado su temporada 2024-2025 reprresentándola por todo lo alto.