lunes, 30 de noviembre de 2020

Marianela de Pahissa en el Teatro de la Zarzuela: recuperación galdosiana con tintes posrománticos




Este año 2020 es el centenario de la muerte de Benito Pérez-Galdós, uno de nuestros escritores más brillantes, quien retrató la España decimonónica en sus inolvidables novelas, y la condición humana a través de ellas. Uno de sus dramas, Marianela, trata sobre la triste chica fea que es el lazarillo de un bello joven ciego y de buena familia, del que se enamora y cuya recuperación de la vista supone el fin de su vida. Es una de las historias más bellas y celebradas por los lectores del universo galdosiano.  

Sin embargo, el protagonista de esta velada es otro: el compositor de la ópera basada en esta gran novela, Jaume Pahissa, puso música a la historia de Marianela, estrenando su ópera en 1923 en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Pahissa tuvo una carrera importante en este teatro, donde estrenó muchas óperas, todas con éxito. La influencia de Richard Wagner, el músico favorito del público de la ciudad condal, es notable en la obra, aunque también hay una sucesión de estilos musicales que terminan siendo una mezcla de todos ellos: hay trazos de verismo, hasta de dodecafonismo, además de música muy española. Hay momentos que recuerdan a Sigfrido, como el interludio después del primer coro y la canción de Mariuca, o en el acto segundo las cuerdas agitadas nos recuerdan a la agonía de Tristán. El inicio del primer acto y las danzas por la recuperación de Pablo nos evocan a Albéniz más folclórico. La partitura resulta por momentos bastante moderna, a veces recordándonos incluso a Korngold. Sin embargo, también hay momentos que parecen apuntar en dirección al dodecafonismo, como la frenética y disonante música que refleja la tensión de Pablo nada más recuperar la vista. De hecho, a veces uno se pregunta si más que cerca del wagnerismo mayestático esta obra se acerca más al posromanticismo en crisis y con bastantes grietas que despertaban la atonalidad (que Pahissa cultivaría en cierto momento de su carrera), como en los Gurrelieder de Schönberg, salvando las distancias, aunque con las mismas rupturas presentes. 


Ante semejante obra, el maestro Óliver Díaz dio una lectura lo más esmerada posible de esta opulenta obra, sacando de la Orquesta de la Comunidad de Madrid un sonido ágil, potente, como en el segundo acto, sacando del mismo toda la tensión teatral. La cuerda supo en dicho acto sacar la tensión del momento en que Pablo puede ver. En las danzas logró un sonido bucólico, si bien en algún momento los tutti sonaron algo pasados de volumen o de coordinación, pero no parece esta una obra fácil de interpretar. Aún así se agradece la estupenda labor de escucharla con una batuta digna, además del placer de ver a una gran orquesta en el escenario, frente a las reducciones de la misma por la pandemia en otros títulos. El Coro en sus breves intervenciones alcanzó un nivel aceptable, y los solistas del mismo que cantaron breves roles estuvieron todos magníficos.


Además de la complejidad musical, la partitura de Pahissa es extremadamente difícil de cantar, y exige demasiado a la pareja protagonista, con una tesitura plagada de agudos y sobreagudos para ella, y una resistencia y canto de heldentenor para él. De hecho yo me sorprendía, a medida que transcurría la obra, al ver las piedras en el zapato que parecía poner a los cantantes, unas tesituras asesinas sin lugar a dudas.

Adriana González interpretó a Marianela, con una prestación más que notable, dado la dificultad del rol, con una voz lírica, que pudo salir airosa de los agudos de su primera intervención, ya que el personaje tiene una entrada de la que depende toda la función, Todas las flores del campo, que abordó bien. González saca adelante esta tesitura, además de cantar bellamente algunos de esos agudos en pianissimo, como en su intervención final en el primer acto, la bella Lágrimas que voy virtiendo. Además, en el tercer acto el rol parece exigir una tesitura más dramática, incluídos graves. Estos últimos son bastante buenos en boca de González, llegando a ofrecer una conmovedora interpretación. 

Alejandro Roy, fue, sin embargo, la estrella de la noche, con su potentísima voz, su timbre baritonal, que a veces se pasa de grave al principio de la obra, y con unos agudos increíbles en todo momento. Como ya dije antes, este es un rol de heldentenor, un desafío del que Roy sale victorioso, con ese sonido heróico, una interpretación deliciosa en el dúo con Marianela del primer acto y muy dramática  en los actos restantes, especialmente cuando recobra la vista y en el dúo con Florentina.

Simón Orfila estuvo excelente como el Patriarca de Aldecoa, padre de Pablo, con una potente y gran versión de su romanza en el primer acto. Su voz de bajo sigue siendo impresionante y con un volumen que llena la sala. Paola Leguizamón fue una magnífica Florentina, con una deliciosa, bella voz de mezzosoprano, excelente en el dúo final con Pablo. 

El rol del médico Teodoro Golfín, quien evoluciona desde un rol de carácter en el segundo acto, a  una importante intervención en el tercero, romanza de lucimiento incluida, estuvo defendido por Luis Cansino, cuya interpretación fue subiendo a medida que avanzaba la función, y  que supo darle la autoridad y la ternura necesarias al personaje. Pese a alguna dificultad  al principio del tercer acto, en su romanza alcanzó toda su plenitud interpretativa y de voz.

María José Suárez, habitual de esta casa y del Real, cantó muy bien su breve intervención en el primer acto. Del mismo modo, César Méndez Silvagnoli interpretó al mismo buen nivel que el resto del reparto, al padre de Florentina.


Las recuperaciones de obras olvidadas de nuestro género lírico por parte de este teatro llevan ya tiempo obsequiándonos con noches inolvidables, y en algunos casos, como María del Pilar en 2018, Mirentxu el año pasado y esta que nos ocupa, de obras que no deberían de haber dormido el sueño de los justos. Es de agradecer eternamente esta labor que nos pone en contacto con música increíble. De haber sido francesa, alemana o italiana, no solo se representaría más sino que tendríamos grandes versiones por leyendas del canto. Estoy plenamente seguro.

Y el público ha aplaudido entusiasmado esta exhumación, confirmando su éxito artístico, y sus ganas de descubrir nuevos horizontes, obras que nada tienen que envidiar a las mejores de nuestro género y del repertorio internacional. 



Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Rusalka at Teatro Real, Madrid: the nymph as theatrical muse and goddess.


This new production of Dvorak's Rusalka comes to the Teatro Real in a new situation for its audience: after the big scandal due to lack of observance of social distancing in the cheapest zones in the Ballo last month, the theatre had to re-adapt to the maximum capacity allowed, around a 65% of the seating plan. On the other hand, and with the numbers of covid cases dropping or at least staying stable, Madrid is the main operatic scene still performing, with Teatro Real staging this Rusalka and Teatro de la Zarzuela performing the hit La del Manojo de Rosas by Pablo Sorozábal, always hanging the sold out sign.

This masterpiece returns to the Teatro Real stage after a long pause of 96 years. In 1924, the Czechoslovak National Opera premiered on its stage, going on tour. However, the last time it was seen in Madrid was in 1975, when Teatro de la Zarzuela invited the Narodni Divadlo Prague company, with Nadezhda Kniplova as the princess and Gabriela Benackova in the title role. 


Its 21st Century return comes in a new production by Christof Loy, who is also returning to Madrid after his successful staging of Strauss' Capriccio last year in this stage. In his own vision, Loy turns Rusalka into a ballet dancer, and the humans' and nymphs' world becomes the lobby of an elegant  theatre, with some statues decorating the big entrance and a ticket office. This Rusalka has a leg injured, and at the beginning she rests on the bed while her three sisters dance and play throughout the lobby. There is also a rock present, the mermaid rock, on one side of the stage. So, Loy's perspective is theatre inside the theatre, the powerful attraction which artists, beautiful ballerinas have in the audience, like the mermaids used to have on the people in fairy tales. Also, human passions also happen in a theatre: love, envy, rivalry... as Loy has said, Rusalka needs to know the human world because of love, but that feeling would end up badly, when she discovers the complex relations between men and women. 

In this version, Jezibaba, who works in the box office, will restore Rusalka's health by healing her injured leg, so she will be able to dance again. In the second act, a  painted set at the bottom, seen from the big door opened, reveals that we are after a performance, and the painting suggest it is the Prague Opera. The ballet is an orgiastic dance between guests and servants, in which their frenetic passions are let go. The final act feature the sea rocks, a dead deer, and the big door opened, showing a clouded sky, but with some sun rays lighting, to which Rusalka seems to ascend to heaven after the Prince's death, instead to descend to the lake.


It premiered successfully on last tuesday, November 12, but I attended the dress rehearsal on November 10, so my impressions are complete different from the actual performances. 

Ivor Bolton has done a great job with the orchestra, making it to sound beautifully, sometimes lento, but not boring, and most of the times shining and agile, recreating the evocative, descriptive and magic sounds of Dvorak's score. Strings gave a remarkable rendition, and seconnd and third acts reached a high level theatrical dramatism. During the premiere, which I didn't attend, the orchestra stopped the music during Act 3, due to an indisposition, related with technical problems with the nymphs scene, but after some minutes of silence, the orchestra reprised the work until the end. The Chorus, unseen in this case, gave a fantastic rendition, specially its female section in third act, melancholic and imposing when repudiating and regretting her sister's lack at the same time.

Asmik Grigorian has succeeded with her fragile, tender and at the same time strong-willing Rusalka, with a beautiful, dramatic voice which in the dress rehearsal seemed to have sung reservedly during the first act but in the remaining two she gained such power, dark tone and volume that her rendition was simply memorable, and quite tragic. In addition, her good acting and beauty contributes to her portrait of this enrapturing young mermaid, even she could dance some ballet, astonishing the audience.

If Rusalka is injured on stage, the tenor Eric Cutler is in real life. Suffering from injuries in his Achilles tendon, he had to have it operated, and as a result he sung using crutches to move during the show. His Prince is sung with his heroic-toned voice, not always sounding nicely but he reached a great high note at the end of  Act One. During the remaining acts, his rendition got better and better, both singing and acting, and as well as Grigorian, his final act was sung with convincing dramatism and beauty.

Karita Mattila returns to Madrid after her iconic Katia Kabanova in 2008, edited in DVD, but now as the Princess. Her voice is past her prime, specially in the highest notes, but still able to steal the show, with a nice middle register, her low notes, but above all her amazing performance as Rusalka's rival, showing her authority and viper-like, femme fatale profile, revealing to be even a higher primadonna than Grigorian during the second act.

Katarina Dalayman, a great Brünnhilde in the 2000s, appears now as Jezibaba, in her Madrid debut. Her singing is good, and as actress she conveyed the grotesqueness, evil of her character, resuting in a great interpretation, but she seemed to have reserved her voice, leaving unclear if it was because of rehearsal or if this low-register demanding role is not suitable for her, even remaining a remarkable singer.

Bass Maxim Kuzmin-Karavaev was the big surprise of the night with his powerful, impressive and beautifully sung Vodnik. His portrayal is not of a monster, a creature from the deep waters, but a worried, moving father.

The rest of the supporting cast sung at a very good level, to mention specially baritones Manel Esteve as one of the servants and Sebastià Peris, who sung nicely the hunter. Among the nymphs, mezzo-soprano Rachel Kelly revealed to have an interesting, big-volumed voice and beautiful high notes. 


Christof Loy has outdone himself with this Rusalka, fitting his theatre-world vision with the enchanting fairy tale original set. Grigorian has conquered Madrid with his seductive performance, and Dvorak's masterpiece, has triumphed in a Madrid which fights for go on with its operatic life, something to be treasured in these challenging times, specially in an Europe with most of opera houses closed right now.

My reviews are not professional and express only my opinions. As a non English native speaker I apologise for any spelling mistake.
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domingo, 15 de noviembre de 2020

Amor, vecindad y felicidad en el Madrid castizo: vuelve La del Manojo de Rosas al Teatro de la Zarzuela.

                   
No he sido siempre de zarzuelas, pero desde que el año pasado tuve una catártica, e inusualísima donde las haya, experiencia con la Verbena de la Paloma del Proyecto Zarza, empecé un tardío acercamiento a nuestro querido género. Y no me arrepiento, estoy descubriendo música maravillosa. Cuando vi anunciado el título de noviembre, no dudé en hacerme con una localidad. La ocasión lo valía por muchos motivos. En esta ocasión reseñaré la función del 14 de noviembre.

Este mes el Teatro de la Zarzuela se está convirtiendo en una verdadera fiesta. ¿La razón? El regreso de la muy querida y clásica producción de La del Manojo de Rosas a cargo del Emilio Sagi, montaje que ya tiene 30 años. Uno de los clásicos del género, la obra maestra de Sorozábal nos divierte y nos emociona,  casi noventa años después de su estreno y de la época que representa. Los amores de Joaquín y Ascensión, que nos demuestran cómo cambia la vida en el momento más inesperado, la pedantería del redicho Espasa que resulta desternillante, la superficialidad de Ricardo, los divertidos Capó y Clarita, nos sacan una sonrisa, y nos llevan a un mundo que nos es conocido aunque cada vez esté menos vigente: ese Madrid castizo, hoy convertido más en una atracción turística que una realidad para sus vecinos, cada vez más desplazados por las gentrificaciones. Sin embargo, cada vez que veo una obra española de los años 30, ya sea esta zarzuela o la película de La Verbena de Benito Perojo, no puedo dejar de pensar que tan solo dos años después del estreno de esta obra, todo este mundo mágico desaparecería para siempre en medio del horror de nuestra Guerra Civil. Imaginarme cómo lo afrontarían estos vivaces personajes me entristece: al final de la obra, cuando Capó cuenta que su despido se debe a diferencias políticas con su jefe,  nos advierte del negro porvenir que estaba ya muy cerca.

La música de Sorozábal, a su vez, moderniza la zarzuela, uniendo a su tradicional casticismo de pasodobles, chotis, y sus intensas romanzas, los ritmos más modernos de su época como el foxtrot, acercándolo al music-hall o la opereta. Esa breve introducción orquestal, anunciando el aria "No corté más que una rosa" que describe el amanecer en la plaza "delquevenga" nos muestra el genio musical y del compositor, una contraparte al festivo preludio del segundo acto, todo un festín musical que se corona con la popular aria "Madrileña Bonita". Tanto es así, que ya tengo ganas de repetir o ver otras versiones.

La producción de Sagi es clásica, pero de una gran calidad. Y por ello muy celebrada. Durante toda la obra, que se representa sin pausas, se ve una fachada madrileña , con el bar, la floristería y el taller como marca la obra. También se pueden ver algunas casas por dentro, como un salón con teléfono o en el segundo acto el rellano del edificio donde vive Joaquín. Muy bello el efecto del atardecer con un espejo situado en el lado del taller, visible desde las zonas laterales de la izquierda de la sala, también en el segundo interludio la recreación de la lluvia en el cielo nocturno es un logro. Las danzas, la estupenda dirección de actores, nos dan como resultado un trabajo inolvidable, que esperamos seguir viendo por mucho tiempo.


La orquesta de 23 músicos, reducida por las causas que tristemente ya sabemos, estuvo genialmente dirigida por Guillermo García-Calvo, quien destacó en las páginas más descriptivas como los interludios o la preciosa introducción orquestal. Igualmente muy festivo en el preludio del segundo acto, aunque los cuchicheos del público no permitieron disfrutarlo como es debido. El Coro también cumplió bien con su cometido.



Ruth Iniesta ha triunfado como la bella Ascensión, con una voz deliciosa y una interpretación creíble de esta joven aparentemente frágil pero con fuerte determinación. Algunos la encuentran fuera de tesitura, pero yo encontré un personaje muy bien resuelto y bien cantado. Al final se llevó una atronadora ovación. 
El gran Carlos Álvarez se ha metido al público en el bolsillo con su varonil, gallardo y muy humano Joaquín. En un espléndido momento vocal, su grandiosa voz se hizo sentir en toda la sala, haciendo que el teatro se viniera abajo con el Madrileña bonita.

El resto del reparto estuvo a un nivel tan excelente como la pareja protagonista: el Espasa de Ángel Ruiz fue divertidísimo, ágil y creíble en el pedante personaje. Vicenç Esteve tiene una bellísima voz de tenor de carácter, ideal para el soñador Ricardo.  

En cuanto a Capó y Clarita, el primero estuvo interpretado por David Pérez Bayona, y la segunda por Sylvia Parejo, ambos artistas habituales del Proyecto Zarza. Bayona es joven y muy atractivo, quizá demasiado para Capó, pero termina sacando adelante el personaje trabajando muy bien el lado despistado e impulsivo del mismo. En los celos de su Capó recordé los celos de su gran Julián de hace un año. Parejo me pareció mejor como Clarita: divertida, temperamental. Ambos son excelentes bailarines, como ha quedado demostrado en las coreografías. Debido a que son más actores que cantantes líricos, en ocasiones la orquesta les sobrepasaba.

Mención especial a los veteranos Enrique Baquerizo, un divertido y cascarrabias Don Daniel; y a Milagros Martín, como Mariana, la madre de Joaquín, a la que da un perfil de auténtica señora. 




Pocas veces habré visto al público de este teatro tan entregado y disfrutando, riendo tanto como hoy. Una vez más, la obra de Sorozábal, ha conseguido que el respetable salga con una sonrisa en los labios, todo un regalo cuando fuera del teatro nos espera esta pandémica rutina de la que la lírica en directo nos rescata, aunque sea tan solo por un instante.



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viernes, 13 de noviembre de 2020

Così fan Tutte en Sevilla: la ópera de las tentaciones.

 

He podido ver en vídeo, gracias al streaming de Canal Sur, la última producción del Teatro de la Maestranza, el Così fan Tutte mozartiano, en la función del 5, de noviembre. Debido a las restricciones de aforo, solo se permitió la asistencia a tan solo 200 personas. Una de las cosas buenas de las modificaciones que están llevando a cabo los teatros a causa de esta pandemia es la iniciativa de transmitir en directo, a través de internet, sus representaciones para que todos podamos disfrutar y juzgar. Y más de lo primero en este caso concreto. Cuando uno piensa en esta ópera, se piensa en juventud: la de Mozart a la hora de componer esta obra o la de los personajes. Es sorprendente comprobar la vigencia de esta obra, donde el compositor y el gran libretista Da Ponte se ríen de la fidelidad y demuestran que cuando se le pone a prueba, no es oro todo lo que reluce. Aunque también esta palabra puede aplicarse a muchos de los miembros del equipo artístico de esta producción.

Para esta ocasión, se ha encomendado el montaje al joven director de escena Rafael Rodríguez Villalobos, un nombre emergente en la escena operística española en la actualidad. Villalobos lleva a nuestra época el libreto de Da Ponte. En estos tiempos de realities como el lamentable fenómeno televisivo La Isla de las Tentaciones, donde se premia y se celebra la infidelidad por una gran audiencia, la obra sigue adquiriendo cierto sentido. No obstante, a veces uno tiene la impresión, después de verlo, que se entiende esta versión como un conjunto global más que cuando se analizan sus elementos por separado. 

La idea principal, al menos como la he entendido, es que los protagonistas siguen siendo tan jóvenes, tan inmaduros, impulsivos, como lo eran desde su temprana adolescencia, esto se verá reflejado con proyecciones de adolescentes jugando. La obra empieza a telón cerrado, un telón transparente, de apariencia leather, dando la idea de que en esta primera escena los hombres están en un puticlub en plena despedida de soltero, donde Alfonso les hace la apuesta. De repente aparece una desconocida dominatrix. El telón se abre para mostrar un salón vacío, donde transcurrirá toda la obra. Vemos a las protagonistas vestidas de boda, a las que se suman sus novios. Cuando suena el coro Bella vita militar aparecen las madres de ellos, vestidas para la boda, y con cestas de las que dan a sus hijos una bolsa de Cheetos y otra un bocadillo envuelto en papel aluminio. De fondo, se proyecta la imagen de un niño jugando con soldados de juguete. Despina luego aparecerá en su rol de empleada, dando la impresión de que lleva una doble vida, lo que casa con la psicología del personaje de ayudar a Don Alfonso en este lío. Uno se pregunta si los perfiles de estos personajes los podemos encontrar hoy en día en los date shows, como ya han afirmado algunos. Para camuflarse, Ferrando se pondrá una peluca rubia y Guglielmo un mostacho y una peluca morena, además de primero enfundarse en coloridos trajes de rayas de cebra. Uno de los momentos más destacados es la aparición de un peluche formado de varios corazones con la forma de una escultura de Koons mientras Despina canta su primera aria. Y es que los peluches, señales de impulsividad y adolescencia tardía, son una constante en la obra, ya que las hermanas se pasean con un osito de peluche, luego proyectado en una de las escenas a telón bajado. Fuerte es el momento en que ellos ya disfrazados de albaneses se encuentran con sus amadas recién salidas de la ducha, envueltas en toallas, en el primer "asalto". Al comienzo del segundo acto suena la canción People, de Barbra Streisand, mientras las empleadas bailan por el salón hasta que llegan las señoras. Después veremos los corazones peluche organizados de tal modo que hacen una montaña, de la que Dorabella y Guglielmo se entregan "el corazón", cogiendo uno de ellos en su dúo. Las escenas se van cantando o bien a telón bajado, cuando son los momentos más introspectivos de la obra, y a telón subido. Al final de la obra, de nuevo las parejas vuelven a casarse, ahora sí, como está reflejado en el libreto, sin estar claro si lo que se vio al principio de la obra era un ensayo o qué. Pero tras desvelarse el engaño, cuando los hombres descubren al fin sus indentidades y Despina se quita el traje de criada para ser una dominatrix, ellas están desconcertadas y ellos decepcionados, de manera que la obra termina con una sensación de incertidumbre, posiblemente con el fin de las relaciones.

Habiendo tenido que cortarse la representación debido a los horarios impuestos por la Junta de Andalucía para salir lo antes posible, teniendo en cuenta estos tiempos que vivimos, la dirección orquestal ha estado en manos de Iván López-Reynoso, quien ha obtenido de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla una dirección orquestal ágil, vivaz, apropiada para Mozart, con una obertura que he disfrutado mucho. El Coro ha cumplido su cometido bastante bien aunque en esta ocasión haya sido fuera de escena.

No tengo más que buenas palabras para el reparto, que da una idea de lo muy bien que se puede cantar a Mozart en nuestro país.

Vanessa Goikoetxea lo lidera con una memorable Fiordiligi, cantado con una gran voz, tan bien proyectada, firme, con un sonido dramático estupendo y con unos pianissimi en el Per pietà, ben mío, perdona, completamente memorables. Igualmente magnífica en el Come Scoglio del primer acto.

Xabier Anduaga ha cantado un fantástico Ferrando, con una voz bella, lírica, juvenil, ideal para Mozart.Así las cosas, le salió Un'aura amorosa de muchos quilates. Otra  gran interpretación.

Maite Beaumont fue una estupenda Dorabella, encontrándose en su repertorio habitual, al igual que en el barroco donde es muy celebrada. Simon Mechlinski interpretó un buen Guglielmo, con una voz muy agradable.

La Despina de Natalia Labourdette fue otra de las grandes actuaciones de la noche, con su deliciosa voz, su excelente canto y su desternillante vis cómica tanto como el doctor y el notario. Muy convincente como actriz en el retrato que hace de una empleada con doble vida, escéptica ante la fidelidad.

Roberto de Candia fue un Alfonso mejor en lo interpretativo que en lo vocal, si bien fue a mejor a medida que avanzaba la función.

Così fan Tutte es una de las obras más actuales de Mozart por el tema que trata.  Hemos podido verlo en esta fiel adaptación moderna con un gran reparto. Gracias a la Maestranza y a Canal Sur por descubrírnoslo.


En este vídeo pueden ver el Così sevillano: 


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jueves, 12 de noviembre de 2020

Rusalka en el Teatro Real: la ninfa llega a Madrid como reina del teatro.


La nueva producción de Rusalka del Teatro Real llega en una nueva era para su escenario. Por un lado en un Madrid que sigue con su actividad económica y teatral con un Covid-19 acechando con el temor a un nuevo confinamiento, y por otro en un Teatro Real que ha tenido que replantearse su situación tras el escándalo del Ballo el mes pasado. Ahora el teatro se encuentra reubicando a abonados para acomodarse a la nueva normativa de un máximo de un poco más del 60% del aforo. Esta publicación dará cuenta del ensayo general del primer reparto, con lo que se espera mejoría de algo que de por sí será un éxito indudablemente. 

La obra maestra de Dvořák se vio solo una vez antes en el Real: en 1924 la compañía de la ópera nacional checoslovaca fue invitada por el teatro, para deleite de nuestros bisabuelos. Hoy regresa en una producción coproducida con Barcelona, Dresde, Bolonia y Valencia, de la mano del director de escena alemán Christof Loy; quien regresa a Madrid tras su exitoso montaje de Capriccio el año pasado en el mismo escenario.

En esta ocasión, Loy nos presenta una historia de teatro dentro del teatro. La acción transcurre en el vestíbulo de un teatro, del que se puede ver la taquilla a un lado. Un elegante y lujosamente sobrio salón. En él, una cama a un lado del escenario nos muestra a una joven enferma descansando. Por el escenario mientras suena la obertura, danzan unas bailarinas de ballet. Porque para el director de escena, esta Rusalka es una hermosa bailarina, lesionada al comienzo de la acción. Las ninfas son bailarinas, quienes solían interpretar a estos míticos personajes en las danzas y así ha quedado en el imaginario colectivo teatral en muchas ocasiones. Las piedras de la orilla del río o del estanque están presentes, donde las ninfas-bailarinas juegan con los mortales. Cuando Rusalka bebe el elixir que le da forma humana, se traducirá en que se recupera de su lesión y puede volver a bailar. El segundo acto tiene lugar en el mismo salón, pero al fondo se ve una imagen del anfiteatro, curiosamente un telón pintado que sugiere representar la ópera de Praga. El ballet es una danza orgiástica y salvaje donde sirvientes e invitados dan rienda suelta a su pasión. El tercer acto muestra esta vez la sala en completo caos, y al fondo unas rocas que llevan a un cielo abierto, que es al que se eleva Rusalka, no como demonio del lago, sino como figura sobrenatural cuya pasión mortal se evapora en una admiración intensa, como la fascinación que ejercen las grandes artistas.  

Loy desarrolla el hechizo del mundo de las hadas y lo lleva al del teatro, porque en este el arte y el cómo nos eleva representan en nosotros la misma pasión que despiertan las legendarias ninfas en los legendarios príncipes. Es en el mundo del teatro donde envidias, pasiones como las desatadas en el segundo acto se desatan no solo entre bastidores sino entre el público. Rusalka, como dijo el propio Loy, necesita probar el mundo exterior, pero ese amor la destruirá porque su inocencia no resistirá los avatares de las emociones y relaciones humanas. El genio de Dvořák se muestra en una partitura bellísima, mágica, evocadora, con una dulzura y sensibilidad que se convierten en tragedia cuando la ninfa definitivamente está condenada. Hay que destacar la presencia del arpa para evocar el agua, la naturaleza de donde viene la protagonista, aunque también es muy bohemia en sus danzas, y todo esto sin perder el encanto. Es quizá una pena que el momento más conocido se encuentre al principio de la obra, pero no puede ser de otro modo: la canción de la luna es el momento en que con incomparable candor, la ninfa la evoca para preguntarle por su amado. Y el compositor checo le da a este momento la magia que emociona al espectador. 

Ivor Bolton realiza un estupendo trabajo con la Orquesta del Teatro Real, de la que obtiene un sonido bello, a veces lento pero nada metálico, y casi siempre ágil, recreando la hechizante atmósfera de la obra. Memorables las cuerdas a lo largo de toda la obra, así como impresionante el conjunto de la orquesta en los actos segundo y tercero. El Coro titular del Real ha exhibido su impresionante conjunto femenino, que ha dado voz a las ninfas, con una interpretación bella y a la vez melancólica y enérgica cuando repudian a su hermana. Lástima que canten fuera de escena, ya que en el segundo acto el coro ha sido sustituido por bailarines y actores.

                                    
Asmik Grigorian interpreta a Rusalka, en una entregada interpretación, aún reciente su enorme éxito como Salomé en Salzburgo hace dos años. Grigorian, soprano de gran belleza y capaz de bailar y hacer pasos de ballet según las indicaciones de la puesta en escena, canta una Rusalka dramática cuyo cénit se alcanza en un tercer acto inolvidable. Reservada en el primer acto, su versión de la famosa Canción de la Luna fue tierna, introspectiva, pero no al nivel excelso del acto final. La voz es bella, de timbre un tanto oscuro, conveniente en los desgarradores dos actos finales.

Eric Cutler sufrió una lesión hace unos días, lo que hace que cante esta función con muletas. La voz es heróica pero el timbre no siempre es grato, sobretodo cuando se va al agudo, aunque logró uno impresionante al final del primer acto. También reservado al principio, para realizar un segundo acto interesante y un tercero casi al memorable nivel de Grigorian.

Karita Mattila regresa al Teatro Real después su icónica Katia Kabanova en 2008, pero ya como la villana, en el breve rol de la Princesa Extranjera. La voz está ya desgastada (el agudo no es lo que era), pero la autoridad, la clase, las tablas después de dos décadas de increíble carrera, así como el grave, y el caudal vocal que mantiene hacen que se robe la función en el segundo acto, incluso siendo más primadonna que la propia Grigorian.

Katarina Dalayman debuta en el Real como la hechicera Jezibaba. Conocida por sus interpretaciones  pasadas de las grandes heroínas wagnerianas, hoy en día es una mezzosoprano. Si bien como actriz ha estado indiscutiblemente soberbia, vocalmente ha estado contenida pese a haber cantado bien y al igual que Mattila, tener un más que apreciable grave.

La gran sorpresa de la noche ha sido el Vodnik de Maxim Kuzmin-Karavaev, un joven bajo ruso con una gran voz de apreciable caudal, y bellísimo sonido, con unos graves magníficos, además de  muy bien actuado.

El resto del reparto se mantuvo a un gran nivel, con Sebastiá Peris como un excelente cazador, igualmente estupendos Manel Esteve y Juliet Mars como los criados. De las tres ninfas, destaca la mezzo Rachel Kelly, con una impresionante voz en el rol de la segunda de ellas, e increíbles agudos.

El señor Loy se ha superado a sí mismo, en una producción que está destinada a ser uno de los más grandes éxitos de esta temporada. Después de casi un siglo, algo inexplicable, la genial ópera de Dvořák ha regresado a Madrid para conquistar a los afortunados que puedan verla.

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domingo, 1 de noviembre de 2020

Despidiendo a la diva: últimos conciertos de Callas en Holograma en Madrid.

Anteayer volví para despedirme de la Callas. Una locura, lo sé. Pero con esto estoy entregándome al teatro antes de que la pandemia, y la demora en venta de entradas del Real se lleven mis últimas posibilidades de ópera en vivo por un tiempo...otra vez. En esta ocasión pude constatar el alto volumen que ponen en algún momento para que la voz suene por encima de todo, y tapar así cualquier atisbo de sonido orquestal o coral grabado, o la mezcla de audios de las distintas versiones de la Habanera en algunas notas para evitar que resulte evidente. O los cortes y repeticiones de frases sueltas en el Casta Diva o la Habanera.

Aún así... volviendo a ver el vídeo introductorio sobre su vida ,me volví a emocionar, y casi que no me arrepiento de haber vuelto. Y luego al volver a escuchar la voz de la Callas, aunque sea enlatada. Recordar de nuevo los agudos del Je veux vivre, tan espectaculares, o la destreza, la pasión y el dramatismo de la primera escena de Lady Macbeth. Su voz madura en ese momento de su carrera es un ejemplo de lo que Verdi deseaba para este personaje, pese a que su versión legendaria con De Sabata es la cima del rol, así como la belleza, que en 1959 (año de esta grabación) todavía tenía, en la zona aguda en la escena del sonambulismo, pese a que se corta.

Hoy me he centrado en la escena de la locura de Hamlet, que si bien el día 11 estuve un poco ausente en este momento, ahora he disfrutado del virtuosismo de la diva en la tesitura pese a sus fallos en una coloratura que dominaba hacía tan solo unos años. Al igual que en La Wally, que es la pieza anterior del concierto, pese a todo también deja una versión de bastantes quilates.

                               

También he vuelto a recordar el poderoso grave, sustentado más que nada en su talento dramático en la etapa final, que suena en sus números de Carmen, donde en la escena de las cartas ese "Toujours la mort" suena tan trágico que sobrecoge. He recordado que en el Vissi d'arte, que sigue siendo el momento más emocionante de la velada, pese a que Callas sigue siendo imbatida en la emoción, el poderío vocal, en la grabación aquí usada (la de Prêtre de 1965, en el final de su carrera), ya le cuesta llegar y mantener el agudo como en su legendaria versión de 1953 en el "Perché signor", pero aún así, sigue siendo la Tosca. Ni aún en declive, es superada. El Casta Diva final es un momento redondo, como ya dije antes, donde está maravillosa y emocionante.

A la Orquesta Sinfónica de Bankia la encontré igual que la vez pasada, por momentos un poco más inspirada. Lo que hoy falló un poco fue el proyector de vídeos, que dejaba el sonido pero tenía problemas con la imagen, de hecho tapó la mitad del video promocional de Bankia, llamado "Humanismo digital" pero luego funcionó sin problemas con los vídeos escogidos en el documental.

El público también formó parte del espectáculo. Con el teatro con alta ocupación, para los estándares de estos tiempos de distancia, el respetable estaba entusiasmado, sí, pero cuando el holograma hacía algún gesto como de parar al director o pedirles que esperen, algunos reían. Lo malo es que a veces no se sintonizaban con la Divina, ya que cuando su holograma pedía parar, la gente seguía aplaudiendo, posiblemente por hacer más caso al director de orquesta de carne y hueso. Y luego cuando se acercó al primer violín, posiblemente para que se levantase y le aplaudieran, nadie aplaudió. El problema que tuve fue que detrás de mí había una pareja madura que hablaba incluso en voz alta, cuando la orquesta o la Callas estaban en una nota alta, lo que fue un suplicio en el Casta Diva.

                                     

Por mi parte, he terminado con estas entrañables sesiones de ouija con La Divina. Tenía que volver, porque tal es la fascinación que ejerce en mí la diva que me he querido dar el gusto de "verla" en vivo una vez más. No obstante, el Teatro Bankia Príncipe Pío parece seguir adelante en su, ciertamente rentable, programación espiritista: ni más ni menos que Whitney Houston sustituirá a la reina de la ópera el próximo mes en la estación, ya hay marquesinas por toda la capital española anunciando su regreso a los escenarios. ¿Se convertirá Madrid en un referente mundial de hologramas cantantes?

La fascinación que el genio, la belleza y la trágica vida de Maria Callas despiertan en el público se manifiesta en el éxito mundial de esta gira "póstuma", que llena teatros pese a que todos sabemos que se trata de una entrañable farsa, porque tal y como dijo una espectador mexicano al finalizar el concierto en un vídeo de Youtube, "más que ver a la persona, la estás sintiendo".

Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.