lunes, 27 de abril de 2020

La voz debe de ser oída: Gala en casa con los artistas del Met.


En estos tiempos de Coronavirus, los teatros de ópera llevan cerrados unos dos meses aproximadamente. Casi el tiempo que llevamos sus espectadores confinados en nuestras casas. Para hacernos este encierro más llevadero, muchos han subido vídeos de sus producciones a sus plataformas digitales. El Metropolitan Opera House de Nueva York ha querido ir más allá, y en la línea de los artistas que han cantado desde sus hogares, ha organizado una gala "en casa", en la que participaron cuarenta de sus grandes estrellas el pasado sábado desde sus hogares; emitida para todo el mundo desde su página web. Junto a ellos, también participaron la orquesta y el coro del Met, en medio del escándalo suscitado por el teatro debido a las cancelaciones de contratos y suspensiones de empleo y sueldo de su personal.

Pese a que las circunstancias especiales la han hecho más particular que nunca, la emoción sentida hace que esta gala siga la estela de las habitualmente fastuosas y multitudinarias que suele celebrar el teatro neoyorquino, el más grande del mundo. No obstante ha habido ausencias destacadas como las de Juan Diego Flórez, Sondra Radvanovsky y por supuesto Plácido Domingo, por las razones que en el mundo de la ópera ya sabemos.


Con el lema The voice must be heard (La voz debe de ser oída, en inglés) la gala fue presentada por el director general del teatro, Peter Gelb, y su director musical, Yannick Nézet-Séguin, ambos desde sus domicilios. Cada artista presentaba al siguiente, aunque en determinados momentos Gelb y Nézet-Séguin lo hacían, aunque principalmente para hacer alguna pausa que anticipaba los momentos orquestales y de coro. 

Nombrar de repente a cuarenta artistas es una tarea complicada, pero se intentará hablar de los momentos más destacados de la velada. 

Peter Mattei fue el primero de esta larga lista, interpretando el Deh Vieni alla Finestra de Don Giovanni, acompañado de un acordeón. Le siguieron Roberto Alagna y su esposa Aleksandra Kurzak quienes con mucho desparpajo hicieron una interpretación hilarante del dúo del Elisir d'Amore, si bien Alagna parece no estar ya para demasiados Nemorinos, aunque se metió al público en el bolsillo con su vis cómica. Renée Fleming, la diva del Met,interpretó una versión emotiva  aunque ya más cercana al espiritual que propiamente verdiana debido a su estado vocal, del Ave Maria de Otello, que sin embargo resultó bellísima y terminó con la propia Fleming emocionada. Anita Rachvelishvili dio una conmovedora y sentida interpretación del Mon coeur s'ouvre à ta voix. Jonas Kaufmann y el mítico pianista Helmut Deutsch interpretaron el aria Rachel, de La Juive. Kaufmann ya está en un período de madurez, y pese a mantenerse aún, el agudo es cada vez más complicado para él y la voz más abaritonada. La interpretación fue buena con todo, aunque en honor a la verdad, Deutsch brilló hasta más que él.


Bryn Terfel interpretó una canción acompañada de arpa. Elina Garanca dio una de las interpretaciones más destacadas de la noche, cantando la Habanera de Carmen. Su bella, seductora y aterciopelada voz acompañaron a una recreación pícara, coqueta del personaje; sumado a su belleza física la confirman como la mejor Carmen de los últimos veinte años junto a Anna Caterina Antonacci. Jamie Barton volvió a impresionar con su impresionante voz en el O Don Fatale. Michael Volle representó a Wagner con su liederística versión de la romanza de la estrella Wolfram de Tannhäuser. René Pape dio una versión bellamente cantada del aria In diesen heiligen halle de La Flauta Mágica. Joyce Di Donato interpretó el aria Ombra mai fu "teleacompañada" por la orquesta, en una íntima y serena versión.


La orquesta y el coro del Met se encargaron de las pausas, con, el Intermedio de Cavalleria Rusticana, el Preludio del tercer acto de Lohengrin, luego una interpretación de la meditación de Thais con David Chan al violín y Nézet-Séguin al piano. La última de esas pausas fue el famoso coro Va, Pensiero de Nabucco, que se convirtió posiblemente el momento más emotivo de toda la gala, con los músicos interpretando esta inmortal pieza desde sus casas, pero con la misma entrega que si estuvieran en el escenario.

Sonya Yoncheva cantó el aria de la Luna de Rusalka, espléndida de voz y aún mejor acompañada al piano. Günter Groissböck interpretó un aria de La Mujer silenciosa de Strauss, con un grave final de ultratumba. Los tenores belcantistas Lawrence Brownlee y Javier Camarena (el último en cantar) dieron sendas maravillosas interpretaciones de dos óperas de Bellini: Brownlee con el A te, o cara de Puritani y Camarena con la complicada Nel furor delle tempeste, cabaletta incluida de Il Pirata, que recientemente cantó en Madrid. Ambos tenores demostraron su enorme destreza en estas páginas tan bellas como inclementes, con agudos potentes y control de las difíciles tesituras. Aylin Pérez y Soloman Howard cantaron una versión apasionada y dramáticamente bien resuelta del dúo de Luisa y Wurm de Luisa Miller. Diana Damrau y su esposo Nicolas Testé cantaron el La ci darem la mano de Don Giovanni desde su cocina, y antes de despedirse se sumaron sus dos hijos pequeños, creando una estampa familiar. Stephen Costello y su esposa violinista interpretaron el Salut, demeure chaste et pure del Fausto de Gounod, que pudieron sacar adelante pese a las limitaciones del tenor, que pudo salvar el aria con un agudo en piano al final. Piotr Beczała cantó una apasionada versión del Recondita Armonia, e Ildar Abdrazakov cantó una pieza de Rachmaninov.


Entre las estrellas más jovenes, hay que destacar la gran cantera de sopranos: Angel Blue dio una bellísima versión de Depuis le Jour, de Louise, Golda Schultz interpretó una deliciosa versión de Chi il bel sogno di Doretta de la Rondine, Erin Morley cantó un aria de La Fille du Régiment mientras tocaba el piano; todo un mérito el tocar un instrumento y cantar esa tesitura dificil al mismo tiempo. Nadine Sierra, desde España, interpretó el aria Sì, mi chiamano Mimì.

Lisette Oropesa cantó un aria de Robert le diable, y volvió a deslumbrar con su coloratura y sus agudos, siendo su actuación una de las mejores de la noche. Una agradable sorpresa fue descubrir a Anthony Roth Costanzo, quien cantó el Pena tiranna del Amadigi de Haendel: una bella voz de contratenor, un aterciopelado timbre contraltista y unos agudos magníficos, además de una apasionada interpretación. 

Muchos más artistas cantaron hasta llegar a los cuarenta. Los anunciados Anna Netrebko y su esposo Yusif Eyvazov finalmente no cantaron, por lo que en su lugar se ofrecieron dos piezas cantadas por ambos en la gala de la ópera de Viena, grabada en un estudio hace una semana: ella cantando maravillosamente una hechizante canción de Rachmáninov y él una soprendentemente bien cantada versión del Che Gelida Manina.

Al final, la gala terminó con una despedida de ambos directores y los títulos de crédito finales fueron acompañados del Intermedio de la Cavalleria y una dedicatoria al público.

Las circunstancias de este virus terrible que nos acecha han llevado al Met cambiar el lujo de los trajes de noche por la informalidad del hogar, pero con millones de telespectadores en todo el planeta. Y eso no le ha restado a esta noche de "teleópera" ni un ápice de emotividad ni calidad. De hecho, las reacciones en las redes sociales han sido de agradecimiento y satisfacción. Independientemente del resultado final, esta gala del Met pasará a la historia como las que la han precedido, porque los músicos se han convertido en valientes artistas en medio de la adversidad, y todo ello para hacernos la vida más feliz.


Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

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