jueves, 24 de diciembre de 2020

Don Giovanni en el Teatro Real o la agonía del libertino en el tenebroso bosque.




El 23 de diciembre es una fecha navideña. Y cada vez que en el Teatro Real se representa algo en este día se siente el espíritu festivo. Años atrás, vi funciones inolvidables de Sigfrido y Luisa Miller en un día como este, que solían ser las últimas funciones del año. Después de mucho tiempo, he vuelto a coincidir con este día 23, para ver el Don Giovanni de Mozart.

Después de 7 años regresa el clásico mozartiano a la escena madrileña, después de que la anterior ocasión, la escandalosa y a la vez estática producción de Dmitri Tcherniakov indignara y llevara a la más sonora protesta al público del Real. Ahora, en medio de una pandemia de nuevo en ascenso, no hay mucha razón para escándalos, especialmente tras el que tuvimos meses atrás.


Para esta ocasión, se eligió la versión original de Praga, cortando el epílogo y final feliz, así como arias como Il mio tesoro.Aunque nos parezca hoy en día raro (salvo si lo hacen compañías modestas), hace cien años la obra se representaba así, terminando con el protagonista descendiendo a los infiernos, lo que le daba y le sigue dando un toque romántico, si bien al final todos quieren saber qué pasa con esos personajes que tienen que aprender a vivir sin ese hombre del que han dependido.


En esta ocasión, el montaje elegido es uno procedente del Festival de Salzburgo estrenado en 2008, y que ha tenido recorrido, dirigido por Claus Guth, habitual de la casa, quien ambienta toda la obra en un bosque nocturno, en un escenario giratorio. En su particular visión, a lo que asistimos en realidad es a las dos últimas horas de vida de Don Giovanni, a un repaso de su disoluta vida a medida que esta se va apagando; porque es el Comendador quien da muerte a Don Giovanni, de un disparo. La escenografía de Christian Schmidt recrea ese frondoso, tenebroso, lúgubre bosque que no parece tener fin, al punto de que uno desea que ese decorado esté en una producción de Sigfrido, que ya raramente lo muestra cuando debería de mostrarlo. Por lo tanto, toda la obra es como un flashback, y del mismo modo que en el montaje que lo precedió, este Don Giovanni no es un hombre apuesto que se las mete a todas en el bolsillo a primera vista, sino un hombre desaliñado que despierta más compasión que otra cosa. No obstante, algo de patanería, pillería, del personaje original queda en la concepción de Guth. Y es que visibiliza la omnipresencia del seductor en los sentimientos de los personajes: lo hace aparecer junto a una dolida Elvira en el aria del catálogo o cuando Ottavio canta el Dalla Sua Pace aparece seduciendo a Ana, quien sale del coche en el que está para unirse a él y no a su amado. En este bosque de alucinaciones, evocaciones, la oscuridad profunda, el mal vestir de Don Giovanni y Leporello, la aparición de una cabaña que parece una parada de autobús, todo parece rodear de un aura de sordidez libidinosa al lío de enredos amorosos, como si fuera un "picadero". Al final, y tras dos horas de degradación, pobreza y vileza, la nieve cae sobre el bosque, y Don Giovanni expira cayendo a una fosa que el Comendador ha cavado para él tras llegar a escena, para desesperación de Leporello.


Ivor Bolton dirigió la Orquesta del Real en un nivel bastante sorprendente, hasta el punto de decir que fue casi el triunfador de a noche. Tras un inicio un tanto perdido, la orquesta ya desde la obertura sonó a un gran nivel, con las cuerdas sonando con intensidad, brillo y tensión dramática, y dos ejemplos de ese sonido brillante los encontramos en las arias Batti, Batti o bel Masetto y en el Fin ch'an dal vino. El viento también tuvo un sonido solemne, mozartiano, con los clarinetes con un bello y potente sonido en la escena del banquete final. La escena del Comendador sobrecogió por su fuerza wagneriana y trágica, con una percusión que estuvo en estado de gracia en toda la obra. ¿Está la orquesta alcanzando un nivel mozartiano? De ser así, enhorabuena. Si bien sus participaciones son escasas en esta obra, el Coro del Real sigue en su gran nivel, especialmente en la primera escena de Zerlina y en el terrible final.



Christopher Maltman, quien estrenó el montaje y lo ha interpretado en muchos teatros, lleva a Madrid su decadente Don Giovanni, retratando esta versión del personaje repulsiva y al mismo tiempo inspiradora de lástima. Vocalmente suena bien sin ser impactante, quizá por conveniencia al drama. Sus aria Fin ch'an dal vino y el Deh, vieni all finestra estuvieron muy bien cantadas.

Junto a él, Erwin Schott estrenó también la producción en Salzburgo hace ya doce años; y vuelve a interpretar el Leporello en esta. Este es un rol que el uruguayo conoce muy bien, y en este caso parece vivirlo, de lo bien que lo canta y lo actúa. Su vis cómica, el fraseo hilarante componen un divertidísimo retrato del criado, humanizado por la dirección de actores. Mientras cantaba el aria del Catálogo, no pudo venírseme a la mente cuando cantó esta pieza en el concierto homenaje a Plácido Domingo por su 70 cumpleaños, en este mismo escenario, catálogo en mano.

Anett Fritsch, habitual mozartiana en esta casa y tras una gran Pamina a principios de año, ahora interpreta una Donna Elvira, si bien con una bella voz y dramáticos graves, como en su entrada, en el Mi tradì quell'alma ingrata se reveló un tanto ligera para el rol.

Brenda Rae fue una correcta Donna Anna, con una interpretación sensible en el Non mi dir, bel idol mio. Mauro Peter igualmente correcto como Don Ottavio, aunque el Dalla sua Pace si bien empezó con un fraseo delicado y tierno, no siempre estuvo acompañado de un timbre grato. Discreto el Masetto, de Krysztof Baczyk al que no siempre se le oía, y como Zerlina, Louise Alder dio una de cal y otra de arena, si bien el Batti, Batti estuvo más o menos bien cantado, a veces la voz parecía abrirse un poco en la zona aguda, pero en general fue correcta. Tobias Kehrer como el Comendador tiene la voz, tiene el físico, pero no siempre el volumen para imponer como le pide el personaje, pese que no canta mal y los graves, con más volumen, podrían aterrar.


Aunque no fue un Don Giovanni de campanillas, o referencial, este montaje agradó al público, que llenaba el aforo permitido, a juzgar por las generosas ovaciones y aplausos que dio. Schrott fue sin duda el más ovacionado del reparto. En estas fechas tan tristes para los madrileños debido a las medidas para frenar la pandemia; el poder disfrutar de ópera en directo mientras que muchos países siguen optando por el cierre o el streaming sin público, es un verdadero regalo de navidad.





Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
 









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