domingo, 25 de julio de 2021

Glorioso cierre de temporada en Madrid: Anna Netrebko arrasa como Tosca en el Teatro Real.

No puedo creerme mi buena suerte. Ni yo, ni muchos madrileños que estamos asistiendo a una semana histórica en el Teatro Real, unas funciones de Tosca en las que están  participando los mejores intérpretes posibles para la obra maestra de Puccini, entre los cuales se encuentran los divos del momento, un tenor y una soprano, con una legión de admiradores cada uno, solicitados en todos los teatros importantes del planeta y sobretodo ambos iconos de toda una generación lírica, la nuestra. Algo sin duda excepcional en nuestra ciudad, donde habitualmente solemos verlos en recitales muy esporádicos, o en los cines en directo o haciendo falta ir al extranjero. Hablamos, sin duda, de Jonas Kaufmann y Anna Netrebko. Ambos no cantan en el mismo reparto, sino cada uno en un elenco diferente.

Si hoy en día existe una primadonna, esa es sin duda Anna Netrebko. La diva más solicitada en todos los coliseos operísticos,  una artista con personalidad, estilo y temperamento, quien ha llegado hasta a aparecer en la prensa rosa. A lo largo de tres décadas de carrera, ha abarcado un amplísimo repertorio, desde las heroínas rusas con las que se dio a conocer, pasando por protagonistas como Lucia o la famosa Traviata en el Festival de Salzburgo de 2005 que la convirtió en estrella y hasta en un sex-symbol, siendo la soprano más deseada debido a su belleza y su físico espectacular. Ahora es una soprano spinto, y Tosca uno de sus roles fetiche. 

Netrebko, al igual que Kaufmann, debutó en Madrid al inicio de su carrera internacional, en 2001, en la ópera Guerra y Paz, con la compañía del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, y bajo la batuta de Valery Gergiev, su gran descubridor. Después no volvería hasta 2019, en un recital junto a su esposo Yusif Eyvazov, con el que regresa en el que puede considerarse su segundo debut escénico en la capital, ante una nueva generación de aficionados, y ya convertida en una superestrella. Junto a ellos, Luca Salsi interpreta al malvado Scarpia, en este cuarto y último reparto, que cierra con dos funciones la temporada 2020-2021 del Teatro Real. Esta crítica hablará de la del 24 de julio, última función de esta histórica serie de Toscas. Gracias a la generosidad de un amigo, a quien le sobró una entrada, he podido ver a este reparto al que no tenía previsto asistir.

Netrebko ha dado una gloriosa e inolvidable representación. Como la Tosca a la que da vida, ella es una primadonna y lo demuestra a cada momento.  Es la protagonista y lo deja totalmente claro. Ha pasado ya tiempo desde que se consagró en aquella legendaria Traviata salzburguesa, y el amplio repertorio que ha abordado, con desigual fortuna, ha hecho algo de mella en su voz, que está en un período de madurez. El timbre sigue siendo bastante reconocible de sus lejanos días como soprano lírica de coloratura, pero ahora más oscuro y pastoso, y con un volumen que permite que se la oiga en la sala. El agudo está algo desgastado, pero aún es impresionante, bello y sonoro. La proyección de la voz sigue siendo rotunda. Y la dicción, el legato siguen acompañando. Y lo mismo el grave, que suena dramático, oscuro, por momentos contraltado. Posiblemente por llegar con poco tiempo de antelación, tanto ella como el resto del reparto han ido por libre de los movimientos escénicos. Como actriz es excelente: sus gestos, sus expresiones, sus ademanes, sus tablas, ponen de manifiesto su enorme carisma y su autoridad en escena. Es tan visceral como Tosca: esas sonrisas y esos gestos de mujer de carácter, pero también amorosa, en el dúo con Cavaradossi, o esa enérgica mujer en el asesinato de Scarpia, que mata al malvado que intenta abusar de ella, desde una autoridad en escena propia de las grandes intérpretes del rol a lo largo de la historia. Hubo algo de las divas de antes en su interpretación: no es la mujer delicada, pero con una determinación de hierro que el montaje de Azorín pretende hacer ver, sino una mujer buena pero también con un carácter muy fuerte.

Desde su entrada en el dúo de amor del primer acto (en el que el público, al estilo del Met neoyorquino, aplaudió a la soprano nada más salir), Netrebko se propuso dar una clase magistral de interpretación, amén de la química evidente que tiene con Eyvazov, por ser su pareja en la vida real. En la frase final de dicho acto, "Egli vede ch'io piango" sonó potente, conmovedora. Sin embargo, lo mejor estaría por llegar. En el segundo acto demostraría su poderío vocal con sus agudos en la escena de la tortura, o en líneas como "Non so nulla" en el interrogatorio de Scarpia. El culmen llegó con el Vissi d'arte. Netrebko lo cantó bellísimamente, con un centro aterciopelado, y un agudo impresionante, además de un bello legato en la famosa frase final "perchè me ne rimuneri così", que a diferencia de Radvanovsky, se escuchó nítidamente aunque también hacia el final parecía acortarse en algún momento. Una entregada interpretación, dramática y potente, que a diferencia de sus colegas en las funciones precedentes, lo cantó completamente de pie. El teatro estalló al final del aria en una atronadora ovación, pero pese a los aplausos, la diva no accedió a bisar. Al principio al bajar la cabeza, algunos lo creímos, pero tras otros instantes de aplausos, sacudió la cabeza, negándose a ello y continuando la obra. Al acabar un espectador le gritó "¡Eres la más grande!". El grave anteriormente mencionado, hizo su aparición en el asesinato de Scarpia, con una estremecedora interpretación de la frase "È morto, or gli perdono". 

En el tercer acto volvió a sobresalir, cantando espléndidamente en el dúo de amor final, con sus generosos medios vocales, e incluso superando al tenor, especialmente en el dueto Trionfal, di nuova speme, donde se la escuchaba a ella más que a él. Memorable la escena final Com'è lunga l'attesa, de gran tensión teatral, que supo transmitir mejor que sus colegas, tanto en la dicción como en el volumen vocal. Igualmente poderosa en la frase final "O Scarpia, avanti a dio", donde cerró su interpretación con un poderoso agudo y un trágico lanzamiento al vacío, frente a la solemnidad de sus compañeras en otras funciones.

Eyvazov ha interpretado a un Cavaradossi  entregado pese a sus evidentes limitaciones. Si bien el material del que parte es aceptable, con una potentísima voz, pero el problema reside en ese estridente timbre que tiene, algunos lo llamarían "caprino", que le afecta el agudo considerablemente, dando una de cal y otra de arena. Partiendo un centro con un sonido juvenil, el agudo se queda estrangulado cuanto más sube, quedándose en un sonido poco grato, pese a que se nota que prepara. De esta manera, el discreto Recondita Armonia o los momentos más agudos como "La Vita mi Costasse" o "Vittoria, Vittoria", adolecieron de todo lo dicho anteriormente. Pero no todo es un debe. En el haber queda un solvente tercer acto, donde finalmente convenció. Ya desde su aparición, parecía haber reservado sus fuerzas para el aria más famosa del tenor. En la escena previa, la frase "Io lascio al mondo una persona cara" sorprendió gratamente por su belleza y dramatismo. En el E Lucevan le stelle se metió al público en el bolsillo con su desgarradora interpretación, con un centro que conectó bien con la angustia del personaje que supo transmitir, y como sus compañeros, se ganó el sueldo cuando le tocó apianar en "O dolci baci", y enlazando notas en piano, se ganó un merecido aplauso, aunque tampoco dio lugar a un bis, si quiera para compensar la falta del mismo por parte de su esposa. Durante el tercer acto, se mantuvo a un correcto nivel, si bien no exento de altibajos, aunque de nuevo en O dolci mani, mansuete e pure volvió a acometer un apreciable canto en pianissimo. Sin duda, un enorme esfuerzo que se vio recompensado con aplausos y algún bravo al salir, que recibió con mucha simpatía.

Salsi es la otra estrella del reparto, y desde luego el mejor Scarpia de todos los que han cantado estas funciones. Incluso me atrevería a decir que el mejor que he visto después de Renato Bruson y Ruggero Ramondi allá por el lejano 2004. De imponente presencia, y también con química escénica con Netrebko por haber cantado juntos el rol en sitios como la Scala de Milán, su interpretación del personaje impacta por su poderío vocal y su gran trabajo actoral. Sabe aunar la brutalidad del mismo con refinamiento, transmitiendo la gran maldad del rol. Ha habido momentos en los que recordaba, salvando las grandes distancias, al gran Tito Gobbi, el mejor Scarpia. Vocalmente tiene un sonido potente, un timbre de gran villano, robusto en muchos momentos. Terrorífico en su aparición por la autoridad que desprende en su primera frase "Un tal baccano in chiesa", y tremendo en el Te Deum final. En el segundo acto llegó a su plenitud, gracias a su oscuro, sonoro timbre, que alternaba con un canto apianado en las escenas con Tosca, especialmente cuando la corteja. El culmen de su interpretación fue a partir de "Ne voglio altra mercede", donde estuvo imponente. Incluso en la muerte de Tosca, donde transmite la violencia del personaje al intentar defenderse de la soprano una vez que le ha apuñalado. Un Scarpia que muere matando, completamente en su ley, en una actuación mayúscula.

Por último, el maestro Luisotti dirigió de nuevo a una orquesta que sonó inspirada bajo su batuta, posiblemente como nunca antes en esta obra. En esta ocasión, y como sucedía con Kaufmann, en algunos momentos la orquesta parecía rebajar su volumen para mimar a los cantantes, pero en otros volvió a su poderoso nivel. Hoy el viento parecía estar más inspirado como de costumbre, como la flauta en la primera escena de Scarpia en el segundo acto, o el clarinete, atacando notas en pianissimo en el E Lucevan le Stelle. Las cuerdas como siempre maravillosas en el segundo acto.

El resto de cantantes y el coro estuvieron tan bien como en las demás funciones.

Ahora sí, termina esta histórica temporada del Teatro Real. Tener en ópera escenificada a los divos que hasta ahora habían hecho nuestras delicias a través de tan solo recitales, o directamente solo en vídeos y discos, ha dejado una sensación de euforia en los madrileños que hemos visto cumplido un sueño de años. Tardaremos mucho tiempo en volver a vivir un festín vocal tan importante en la capital, ahora empieza la resaca que poco a poco se diluirá, esperemos en la próxima temporada. Hacía tiempo que el público de Madrid no tenía tanto entusiasmo.

 Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.




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