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Madrid, 21 de abril de 2025.
Tras aplazar el concierto inicialmente previsto por una faringitis aguda, la soprano francesa Patricia Petibon debuta en el Teatro de la Zarzuela, en el marco de su Ciclo de Lied. A sus 55 años, Petibon, famosa en sus interpretaciones de ópera barroca, de Mozart (en Madrid cantó en Lucio Silla en 2017), o de ópera contemporánea, siendo una intérprete referencial de la ópera Lulú de Alban Berg, por no hablar de sus interesantes incursiones discográficas en el mundo de la canción lírica (en la década pasada grabó un disco de zarzuela, en un nítido español). Acompañada por el pianista Alfredo Abbati y el violonchelista Christian Pierre La Barca, la diva francesa se ha presentado un programa tan amplio como su repertorio de concierto. Canciones populares en español e inglés, y otras de autores como Falla, Canteloube, Satie, Lara, Copland, Barber entre otros.
Cuando escribí esta introducción, esperaba ver un recital como los demás del Ciclo de Lied: íntimo, recogido, serio. Sin embargo no estaba preparado para el peculiar recital que he presenciado anoche. No voy a reparar en las zapatillas de los acompañantes, ni siquiera en la peineta y el gigantesco moño que llevaba la señora Petibon, porque al final lo que espero es una buena velada musical. Incluso si el repertorio elegido era de un ecléctico que daba vértigo.
Petibon ya no está en su mejor momento vocal. Los agudos son estridentes, gritados,y le requieren un enorme esfuerzo. Si hay algo que a esta señora le queda es expresividad, y una entrega exagerada. Si acaso queda un centro aún escuchable. En la primera parte, asistimos a un repertorio muy variado, incluida una canción de Falla que cantó bien y con gracejo, defendiéndose con la pronunciación, siguiendo por una apasionada (aunque vocalmente fuese correcta) versión de El vito de Fernando Obradors, canción que conoce y pronuncia bien. Las canciones francesas estuvieron mejor por la parte idiomática, y esta primera parte terminó con una personalísima, aunque poco memorable versión de la Granada de Agustín Lara. Así las cosas, la primera parte fue recibida con unos aplausos más bien discretos. La segunda parte fue mucho mejor, con una sugerente versión de Je te veux, de Satie; y concluyó con una, ahora sí, bellísima, cantada con sentimiento y memorable versión de Danny Boy, la popular canción irlandesa. Dos bises se dieron, una canción en gaélico y otra en francés, ambas mejor cantadas que el resto del programa.
Lo que es digno de mención, y elevó a la categoría no ya de memorable, sino de circense, fueron las bromas y juegos que la señora dio para el carcajeo del público. En la primera parte, al terminar la canción de Jean Cras, La rencontre, debería de haberse pasado a una tradicional escocesa, pero el piano empezó a tocar "Tiburón" de John Williams, mientras Petibon empezó a jugar con una cola de tiburón y a simular que nadaba, hasta acercarse al pianista que gritó: "¡un tiburón!". En la segunda parte, la señora desplegó todo su desparpajo. Abordó "Dona Janaina" de Francisco Mignone con una marioneta de una cacatúa, e imitando ruidos de ave. También se dedicó a agitar peluches, y una de las canciones la cantó con unas gafas oscuras, con la montura de un girasol. Incluso, antes de cantar "Les gars qui vont à la fête" de Poulenc, se puso a golpear un sombrero de copa y cantar La Marsellesa. Luego, mientras sonaba una pieza de solo piano, se puso una nariz de payaso y a canturrear.
En un recital de canto, sin embargo, quienes estuvieron espléndidos fueron los acompañantes: el violonchelista La Marca dio unas espléndidas versiones de una obra de Marais y de El cant dels ocells, así como el pianista en sus intervenciones. Los momentos musicales más redondos de la noche, si nos atenemos a lo musical fueron, además de la pieza final del programa, las dos introducciones instrumentales: un Estudio de Ravel y la famosa Danza del Fuego de Falla.
Al final del concierto, las sonrisas de los tres artistas revelaron lo bien que se lo habían pasado y que sentían haber cumplido su objetivo: hacer que el público se haya divertido de lo lindo. Misión cumplida, entonces.
ENGLISH: Singing and Circus. The original Patricia Petibon recital at the Teatro de la Zarzuela.
Madrid, April 21, 2025.
After postponing the initially planned concert due to acute pharyngitis, the French soprano Patricia Petibon makes her debut at the Teatro de la Zarzuela, in its well-famed Lied Cycle. Aged 55, Petibon, famous for her performances of baroque opera, Mozart (she sang Lucio Silla in 2017 at the Teatro Real), or contemporary opera, being a leading performer of Alban Berg's Lulu, not to mention her interesting recordings and performances of songs from different countries and in different languages (in the last decade she recorded a zarzuela album, in clear Spanish). Accompanied by pianist Alfredo Abbati and cellist Christian Pierre La Barca, the French diva has offered a program as extensive as her concert repertoire. Popular songs in Spanish and English, and others by authors such as Falla, Canteloube, Satie, Lara, Copland, Barber among others.
When I wrote this introduction, I expected to see a liederabend: intimate, calm, serious. However, I wasn't prepared for the recital I witnessed last night. I'm not going to notice the sneakers of the companions, not even the peineta comb or the gigantic Top Knot that Mrs. Petibon was wearing, because what only matters for me is to have a good musical evening, even if the repertoire chosen was dizzyingly eclectic.
Petibon is past her prime. The high notes are strident, shouted, requiring enormous effort. If there is something that this lady has left, it is expressiveness, and exaggerated devotion. There still is a listenable middle voice. In the first part, we witnessed a very varied repertoire, including a song by Falla that she sang well and gracefully, followed by a passionate (although vocally correct) version of El vito by Fernando Obradors, a song that she knows and pronounces well. The French songs were better because of pronounciation, and this first part ended with a very personal version of the famous Agustín Lara's Granada, which for sure won't last in the audience's memories. As it was, the first part was received with rather discreet applause. The second part was much better, with a seductive version of Je te veux, by Satie; and concluded with a beautifully, heartly version of Danny Boy, the popular Irish song. Two encores were given, one song in Gaelic and one in French, both better sung than the rest of the programme, excepting that charming Danny Boy.
What is worthy of mention, and elevated the recital to the category not only of memorable, but of a true circus, were the jokes and games that Petibon gave, much to the audience's amusement. In the first part, at the end of Jean Cras' song, La rencontre, the program should have continued with a traditional Scottish song, but the piano began to play "Jaws" by John Williams, while Petibon began to play with a shark's tail and faked a swim, until she approached the pianist who shouted: "Theres's a shark!" In the second part, she displayed all her self-confidence. She tackled Francisco Mignone's "Dona Janaina" with a puppet of a cockatoo, and imitating bird noises. She also dedicated herself to shaking stuffed animals, and she sang one of the songs with sunflower-framed sunglasses. Even before singing "Les gars qui vont à la fête" by Poulenc, she started to hit a top hat and to sing La Marseillaise. Then, while a solo piano piece was playing, she put on a clown's nose and hummed.
Despite being a singing concert, the splendid ones were the accompanists: the cellist La Marca gave splendid versions of a work by Marais and El cant dels ocells, as well as the pianist in his interventions. The most complete musical moments of the night, if we stick to the musical aspect, were, in addition to the final piece of the program, the two instrumental introductions to the second part: an Etude by Ravel and the famous Fire Dance from "El Amor Brujo" by Manuel de Falla.
At the end of the concert, the smiles of the three artists revealed how much fun they had had and that they felt they had fulfilled their objective: to make the audience have a great time. Mission accomplished, then.
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