miércoles, 9 de agosto de 2017

Las seis canciones orquestales de Arnold Schönberg, opus 8.


Autorretrato

Arnold Schönberg es uno de los compositores que revolucionaron la historia de la música. Más bien, para hacerla emprender un camino evolutivo sin retorno posible, valga la redundancia. Un genio universal, consagrador del atonalismo y padre del dodecafonismo y por ende del serialismo. Todo un revolucionario de la música, una obra fascinante a la par que compleja. El Schönberg que conocemos es el atonal, ese que nada más verlo anunciado se nos antoja difícil ya de antemano. ¿Aunque, a veces no es una obra de arte más interesante por el desafío que nos supone, una vez abandonado cualquier intento de aproximación simple o evasiva?

Y sin embargo, entre sus obras más populares o celebradas, se encuentran algunas de su período anterior al atonalismo, entre ellas la famosa Noche Transfigurada, Pelléas et Mélisande o los Gurrelieder, que es de esas obras puente entre su etapa tonal y atonal. Personalmente, pese a la fascinación que la obra completa del autor me produce, he de admitir que escucho más sus obras del período tonal.


Casi al final de este período, se encuentran unas canciones maravillosas, poco conocidas para lo que su calidad merece: las seis canciones orquestales, opus 8.

En 1903, tras una estancia en Berlín exitosa en lo compositivo pero fallida en lo profesional, se adentró en un campo musical poco explorado por él: la canción orquestal. Estas canciones suponen su primer intento serio en este campo, terminando la composición en 1904.

Las canciones son en concreto seis:

1. Natur (Naturaleza)  de un poema de Heinrich Hart.

2. Das Wappenschild (Escudo de armas)

3. Sehnsucht (Añoranza)

Ambas tomadas del ciclo de cantos populares Des Knaben Wunderhorn de Clemens Brentano y Achim von Arnim.
        
4. Nie ward ich, Herrin (Soneto 82,Jamás de amar a vos me vi cansado)

5. Voll jener Süße (Soneto 116, Lleno de la inefable y gran terneza)

6. Wenn Vöglein klagen ( Soneto 279, Si queja de ave, o movimiento suave)

Esas tres son tomadas de los sonetos del Cancionero de Petrarca.

La influencia wagneriana en  es evidente y perceptible en la mayor parte de la obra. La voz se enfrenta a una gran orquesta, aunque también el avance hacia una ruptura crítica es igualmente manifiesto, así como la personal instrumentación.

 En el primer lied, Natur, se presentan los motivos del resto del ciclo, con una bellísima introducción de trompeta seguida de la orquesta y una bella línea de canto. Das Wappenschild es más interesante: Schönberg crea una canción explosiva con influencias tomadas de la ópera Die Walküre, de Wagner. Sehnsucht es más íntima y tiene una orquesta reducida.  Pero son las canciones de Petrarca las más bellas, dramáticas, evocadoras. Y de ellas, las dos últimas son las más wagnerianas, que además terminan con largos postludios orquestales, que nos evocan la música de Tristán e Isolda. Voll jener Süße es una de las canciones más célebres del catálogo schoenbergiano pero Wenn vöglein klagen es si acaso la más hermosa, empezando con una melodía de flauta respondida por la cuerda, evocando al ave del texto de Petrarca, yendo hacia un éxtasis orquestal desde la segunda estrofa, terminando con un pasaje orquestal final mágico, etéreo, con el  viento al frente de la orquesta cerrando la obra con broche de oro; he aquí su letra en español:

Si queja de ave, o movimiento suave
de la verde floresta a la aura estiva,
o un murmurar de ondas ronco y grave
se oye de margen fresca y sugestiva,

allá donde suspenda Amor y escriva,
la que el Cielo mostró y en tierra hoy cabe,
veo, y oigo, y entiendo que aún es viva:
tan lejos responder mis cuitas sabe.

«¿Por qué, ¡ay! antes de tiempo languideces»,
me dice con piedad, «¿Por qué así rojos
vierten río tus ojos tantas veces?

Ni más me llores ni te cause enojos,
que, al morir, a la luz de eternas preces,
cuando cerrar me viste, abrí los ojos.»


Schönberg tardó una década en imprimirlas, y estrenarlas. Él prefería las canciones de Petrarca (las dos últimas, especialmente) y Das Wappenschild sobre las demás. Y así, el 29 de enero de 1914, Alexander von Zemlinsky dirigiría estas tres canciones, en la voz del tenor Hans Winkelmann, al que el autor le pidió que cantara "piano, y sobretodo legato, sin enunciar el texto abrasivamente".

Poco después, Schönberg escribiría a Zeminsky: " Ya sabe, que había vislumbrado su interpretación de forma distinta a la suya. Pero la interpretación es temporal, variable en el arte de la música. Es uno de los métodos para retratar el significado, para despertar y resucitar el espíritu".


Esta composición poco frecuente, tiene  sin embargo varias interpretaciones muy destacadas a lo largo de la discografía, si bien siempre con voces femeninas.

La versión de referencia es la que interpretó Anja Silja en 1979, junto a la Filarmónica de Viena, dirigida por su esposo Christoph von Dohnányi. Grabada al mismo tiempo que su legendaria versión del Erwartung, Silja ofrece una interpretación entregada y experimentada ya que juega en casa: sus interpretaciones de Berg y Schönberg son históricas. Aunque ya no está en su esplendor vocal como en la década anterior, es capaz de transmitir los diferentes estados de ánimo de las canciones, una excelente y sensible interpretación de Natur, seguida por unas espectaculares versiones de la segunda canción y las de Petrarca, aunque a veces el agudo tienda a abrirse. Pero cualquier defecto palidece ante las tablas y la aún presente belleza de su canto. Y ni se diga de la Filarmónica de Viena, que logra una versión épica y bastante operística de la partitura.


Dos décadas después, Giuseppe Sinopoli dirige la que quizá sea la otra gran versión, al frente de la Staatskapelle Dresden y en la voz de Alessandra Marc. Marc tiene una voz más hermosa y grande que la de Silja, pero no tan teatral ni apasionada. 


En el año 2009, Manuela Uhl grabó las canciones con la Beethoven Orchester Bonn, dirigida por Stefan Blunier, con ocasión de un concierto. Uhl es una de las sopranos alemanas más aclamadas en la actualidad, con una deliciosa voz y fuerte personalidad. La orquesta se desempeña muy bien, aunque comparada con las anteriores nos puede parecer que suena hasta camerística. Uhl no defrauda y nos da una sensible interpretación. Y a título personal debo decir que la propia soprano me dijo que era una obra difícil pero que Wenn vöglein klagen era su favorita de todas las canciones.


Como curiosidad, una versión de Natur, por la soprano Eva Marton, ya en época de madurez vocal. 

Además de las mencionadas, el experto en Schoenberg Robert Craft grabó una notable versión con Jennifer Welch-Babidge, y también se han grabado versiones para orquesta reducida.







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