miércoles, 18 de marzo de 2020

El Anillo del Nibelungo del Biwako Hall: ¿es Asia la esperanza del naturalismo wagneriano?


En estas semanas, la pandemia global del Covid-19, más conocida como Coronavirus, ha situado al mundo en un estado de alerta tal que ha llegado al necesario confinamiento de la gente en sus casas para frenar esta amenaza de manera segura. Esto ha supuesto, entre otras cosas, la clausura de las actividades menos indispensables, entre las que sin lugar a dudas está incluido el cierre de los teatros de ópera. Cada gran teatro lírico ha ido cerrando poco a poco su actividad, empezando por La Scala. Antes del cierre definitivo, algunos teatros que seguían en activo a principios de este mes; y ante la alarma cada vez más creciente en forma de cierre, decidieron ofrecer unas últimas funciones sin público en streaming en vivo para todo el mundo por internet.
Entre ellos se encontraba el Biwako Hall en la ciudad de Otsu, Japón, en el cual tras cancelar sus funciones previstas de El Ocaso de los Dioses, decidieron representar a puerta cerrada dos funciones que se transmitieron en directo por Youtube, cada una con un reparto diferente. De esta manera, el mundo ha podido asistir a la última entrega del espectacular montaje de El Anillo del Nibelungo que se venía ofreciendo en esta ciudad desde 2017. 
Sigfrido, tercer acto.

Con un despliegue espectacular de medios y efectos especiales teatrales, el director de escena Michael Hampe y el escenógrafo y responsable de vestuario Henning von Gierke han creado una nueva producción tradicional y naturalista; inspirada en montajes clásicos como el de Otto Schenk para el Met, poniendo la tecnología del siglo XXI al servicio de la obra. Asia se perfila así como la última esperanza blanca de la ortodoxia wagneriana con producciones de gran impacto visual que recrean el mágico mundo de bosques mitológicos, cuevas, ríos, donde los dioses, ninfas, gigantes, enanos y héroes se mueven tal y como lo hacían en las Eddas y en el libreto de Wagner. Hace unos años, China hizo lo mismo con un Anillo en Pekín que causó sensación en Youtube. Ahora es el wagnerianísimo Japón el que toma el relevo con este Anillo en una ciudad pequeña, un reto titánico que es para quitarse el sombrero. De esta producción deslumbrante solo tenemos en vídeo un trailer de El Oro del Rin, unos fragmentos de Sigfrido subidos a Youtube por cortesía del tenor Christian Voigt quien encarnó al protagonista y ahora estos dos Ocasos.


De Sigfrido podemos apreciar realmente poco, pero podemos ver el vestuario tradicional y la aparición del bosque, un elemento añorado en las producciones europeas. En el segundo acto se ve un árbol frondoso y de fondo la cueva de Fafner. En este Anillo se unen mucho los elementos del decorado con los decorados LED y proyecciones de animación, como en esta obra por ejemplo es el pájaro del bosque al que se ve volar de un árbol a otro, lo que en vivo debe de ser un resultado imponente. En el tercer acto se ve el momento más bello de los que se conservan en vídeo: Sigfrido apareciendo en lo alto la roca de las valquirias, tras cruzar el fuego mágico, con un idílico paisaje montañoso de fondo y un bello cielo azul. En los fragmentos subidos, se ve al tenor Christian Voigt realizando una correcta interpretación del personaje (aunque el agudo no es siempre agradable como en la mayoría de los heldentenores de hoy), y con una actuación creíble fruto de sus tablas y de la dramaturgia (esta vez interesante) de Hampe. Le acompañan Jun Takahashi como Mime e Ina Yoshikawa como el Pajarillo, esta última con una estupenda voz.


El Ocaso de los Dioses nos da una idea del espectacular concepto. Posiblemente la mayoría del público europeo acostumbrado al regietheater lo encuentre, condescendientemente, en la línea de El Señor de los Anillos o Juego de Tronos, pero pese a algunas irregularidades (que como detallaremos ahora, pueden dar juego a una interesante interpretación) el resultado puede calificarse como un espectáculo de nivel. Y el comienzo es desde luego brillante: el prólogo es posiblemente el mayor éxito del montaje junto al final y la escena de las Nornas tiene aquí una de las más hermosas escenificaciones que jamás se hayan hecho nunca, con la roca de las valquirias y un cielo nocturno en el que se ve todo el firmamente mientras del suelo emergen las llamas del fuego mágico. Este cielo nocturno da paso al día resplandeciente de Sigfrido y Brunilda. Los interludios cuentan aquí con estupendas animaciones, como en el viaje de Sigfrido por el Rin se ven imágenes de las aguas y de la barca que va abriendose paso, así como de los valles germanos. El contraste se da con la sala de los Gibich, con una estética bastante moderna para un ojo tradicional (rancio), con un palacio de líneas arquitectónicas demasiado rectas para la época, muebles de diseño sencillo y vestuario clásico pero más bien atemporal: véase la chaqueta de Hagen y las botas de los hombres. Y es aquí, en este posible patinazo de von Gierke que uno se pregunta ¿será una intención de contrastar o confrontar la estética clásica  del mundo de los dioses y su descendencia con la estética atemporalmente moderna de los hombres?
                                 
Aquí también la animación es usada para dar efectos escénicos: por ejemplo en la llegada de Waltraute surcando el cielo o las hijas del Rin nadando en medio del río, mientras se alejan temporalmente de Sigfrido. La marcha fúnebre es un momento emotivo, porque la animación muestra a los hombres, en medio de la noche, llevar a Sigfrido a lomos mientras que sorpresivamente, al fondo se ve cómo se une a lo lejos la gigantesca e imponente sombra de Wotan, cuyo tamaño va aminorando y que una vez que se aleja el cortejo fúnebre se queda solo como una sombra minúscula.
Cuando Brunilda enciende la pira, aparece Grane en forma de animación, quien corre hacia el fuego. También es recreada parcialmente la destrucción del palacio, resuelta de forma poco efectiva, ya que las columnas se levantan mientras caen los otros escombros virtuales. Al final, las hijas del Rin hunden a Hagen en el agua (que inunda el escenario, y para ello está la iluminación 3D), y con el anillo recuperado, el fondo del Rin vuelve a brillar. La recreación virtual nos acerca un primer plano del Walhalla ardiendo y destruyéndose, para luego mostrar la bellísima imagen final del fondo del Rin con el oro brillando de nuevo mientras ondulan sus aguas y cae el telón.


Este ciclo ha sido dirigido en lo orquestal por Ryusuke Numajiri, al frente de la Orquesta Sinfónica de Kioto. Numajiri realiza una dirección a caballo entre lo digna y rutinaria, pese a que la orquesta nipona es bastante buena. En la función del día 7 se ve al viento metal algo desafinado al principio. Aun así, se hace disfrutable en momentos como el Viaje de Sigfrido por el Rin o la marcha funebre. 
El coro ha estado formado por dos agrupaciones: el coro del Biwako Hall y el Coro del Nuevo Teatro Nacional de Tokio, quienes lograron una prestación estupenda que mejoró en el tercer acto. Destacable el coro masculino quien el 8 de marzo logró una actuación magníficamente actuada y cantada.

Cada día cantó, como ya se dijo antes, un reparto completamente distinto y ningún cantante ha repetido. En el primero la pareja protagonista era internacional mientras que en el segundo, solo el Sigfrido. El resto de cantantes era totalmente nipón. Es envidiable que, con diferencia de cuál sea luego el nivel, en Japón existan muchos cantantes dispuestos a cantar Wagner, lo que indica una intención y familiaridad encomiable por parte de sus teatros.

El día 7 el veterano Christian Franz interpretó a Sigfrido: aún quedan trazos de la voz que un día fue pero ya muy tendentes a vociferar e incluso declamar. Al menos sabe crear el pathos del personaje, dadas sus tablas. Stephanie Müther (que ha cantado recientemente esta ópera en España y cantará Siglinda en Bayreuth) es una Brunilda que si bien tiene material, voz y presencia, aún le queda por pulir, y aqueja un vibrato que a veces dura un poco más de la cuenta, aunque a medida que avanzaba la función mejoraba y e incluso salvó los muebles en la inmolación pese a algún agudo un poco abierto en el prólogo. Hidekazu Tsumaya es un Hagen con la voz un tanto ligera, pero bella, e intenta hacer un Hagen creíble con lo que le dejan sus medios vocales. Mutsumi Taniguchi hizo una Waltraute con más intenciones que medios: voz bonita pero insuficiente, en cuyo agudo final se quiebra, aunque es una buena actriz. Shigeo Ishino y Fumiko Ando fueron unos notables Gunther y Gutrune respectivamente. Las nornas aquejaban un vibrato molesto, aunque la tercera cantada por Eri Takahashi tuvo un buen agudo. Las hijas del Rin estuvieron bien. Fumihiko Shimura fue un Alberich decente.

El día 8, Erin Caves cantó un Sigfrido más juvenil pero en la misma línea que Franz: a veces gritado. Kaori Ikeda es una Brunilda con una de cal y una de arena: de base, no tiene la voz para el rol pero sí le pone empeño. El centro es bastante atractivo, de sonido casi de mezzo de bello timbre dramático, y el grave es igualmente excelente, aunque al principio aquejaba exceso de vibrato. El problema es que el agudo es estridente y revela que la tesitura de Ikeda es demasiado ligera para Brunilda. Kenji Saiki tiene una voz más potente que Tsumaya para Hagen, pero un tanto vociferante, pero para el Hoiho en el segundo acto se recupera. Impresionante la Waltraute de Ikuko Nakajima, con una potente voz y sonido contraltado. Mari Moriya fue una excelente Gutrune, con voz de soprano dramática, con un timbre más bello que el de la propia Brunilda. Daisuke Oyama como Alberich y Tomohiro Takada como Gunther cumplieron con sus roles. En este día, las Nornas tenían mejor nivel que las del día anterior y las hijas del Rin estuvieron bien.


Al final de las funciones, los artistas salieron a saludar a escena en completo silencio, imaginamos que dejando esa tarea para el espectador que lo ha visto en vivo. Sin embargo, era evidente la ausencia de público. Asia lo vuelve a hacer: vuelve a despertar el interés del wagnerismo internacional en un raro y bello montaje tradicional. Esto puede ser una señal: que dado a que el mito en el que se basa esta obra forma parte de nuestra cultura, las lecturas tradicionales wagnerianas quizá deberían seguir siendo una realidad más que un lejano recuerdo. 

Aquí pueden ver la función del día 7 y aquí la del día 8 de marzo. Y aquí los fragmentos del Sigfrido, así como el trailer del Oro.

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