Función del 22 de julio de 2020.
Después de cuatro meses, la ópera regresa a Madrid. Cuatro meses en los que la capital española se ha enfrentado con entereza a una pandemia global de la que era foco principal en el país, silenciando su vibrante actividad y la alegría de sus habitantes que tuvieron que confinarse en sus casas. Este forzoso silencio llegó al Teatro Real, que tuvo que mantener durante ese tiempo su telón bajado. Por eso, cuando se anunció que en julio retomaría su actividad con el título previsto para ese mes, La Traviata, con nada menos que ¡28 funciones!, para acoger a los que ya tenían entrada y cumplir las medidas de seguridad; la propuesta fue recibida con un poco de escepticismo, pero también con una gran alegría entre los aficionados. Al fin volvería la ópera a nuestra ciudad.
Nunca, el Teatro Real había ofrecido funciones tantos días seguidos. Posiblemente desde el siglo XIX, cuando era un teatro de repertorio. La Traviata vuelve a Madrid con cinco repartos, y dos directores de orquesta. Con este valiente regreso, el Teatro Real es el primer teatro importante del mundo en volver a abrir sus puertas con una ópera completa y con estrellas internacionales.
Las representaciones se llevan a cabo con fuertes medidas de seguridad. Cada zona del teatro tiene una hora de entrada específica, y de forma escalonada: primero las zonas más altas, y por último el patio de butacas. En la entrada, se reparten mascarillas y gel. Luego en los arcos de seguridad hay cámaras a las que el personal pide mirar, y limpiar los zapatos en una alfombra. Tras atravesarlos e inspeccionar la mochila o el bolso, una enfermera mide la temperatura del espectador, y finalmente ya se puede presentar la entrada y acceder al teatro. El aforo del teatro está al 50%, y cada dos asientos hay al menos tres que no se pueden usar. La mascarilla debe usarse durante todo el espectáculo. Durante el intermedio, cada zona del aforo tiene una delimitada área para moverse, con un baño y una mesa de refrigerio asignados, no pudiendo ir a ninguna otra del teatro. Por último, la salida se hace de forma escalonada, esperando que una fila se vacíe para que pueda salir la otra, siguiendo las instrucciones del acomodador.
Estaba prevista para esta Traviata la famosa producción de Willy Decker, pero ante las limitaciones del coronavirus que impedían llevarla a cabo, se optó por una versión semiescenificada a cargo de Leo Castaldi. De nuevo para cumplir las medidas se seguridad, el escenario está conformado por unas tarimas divididas en areas cuadradas donde los cantantes y el coro pueden moverse individualmente sin ponerse en riesgo entre ellos. Ello conlleva que los solistas no puedan tocarse ni abrazarse, algo tan importante en esta historia de amor, pero pese a todo la magia no se ha perdido, por ejemplo cuando Violetta le da a Alfredo la flor no se la da realmente, sino que ella coge una flor en su sitio y él otra. Al iniciarse el preludio, el coro va entrando lentamente y ocupando sus lugares, con la mascarilla puesta, hasta que empiece la obra, cuando se la quitan. Poco atrezzo en escena: unas mesas, un sofá, un escritorio y un diván, cada uno situado en un recuadro distinto. Los cantantes vestidos con elegantes trajes, que varían en cada acto, especialmente el de la protagonista. En el segundo cuadro del segundo acto vuelve el coro, esta vez con gorros de fiesta. Hay una mesa de juego, y Alfredo arroja cerca de Violetta las fichas de juego. Entre las escenas hay pausas para los cambios pertinentes. En el acto final hay una cama. Un momento emotivo es el largo dúo final entre los protagonistas, ya que están muy cerca el uno del otro, a un borde y otro de la cama. Al final, Violetta alza los brazos y con la luz solo iluminándola a ella, como una alegoría de su muerte y el fin de su vida.
La orquesta del Real ha sido dirigida por Nicola Luisotti, quien vivió el cierre de la Scala de Milán a causa del Covid-19. Aquí también ha habido medidas de seguridad: el foso se ha ampliado casi a la capacidad requerida para grandes orquestas como en las óperas de Wagner, para que así puedan entrar los músicos con la distancia de seguridad requerida. En el podio del director de orquesta hay una mampara que le protege. Los músicos llevan mascarilla, salvo la sección de viento y el propio director de orquesta. Luisotti ha dirigido una versión opulenta, con un sonido wagneriano, lo que a veces hacía pensar que abusaba del volumen, si bien el sonido de la orquesta es estupendo, quizá por los días que lleva ya interpretando la obra. Cuando sonaron las cuerdas del preludio, algo mágico sucedió: como si la emoción por volver se pudiera percibir en la entregada interpretación. Pareciera que la orquesta hiciese el esfuerzo de su vida por devolvernos la ilusión de escuchar música en vivo. Y ya desde el principio el sonido de las cuerdas se distinguió por su brillantez, como pocas veces, así como el clarinete cuando Violetta escribe la carta. No obstante, hubo momentos donde iba demasiado rápido para lo que demandaba la obra en ese momento. Los preludios fueron sin duda alguna, los grandes momentos.
El Coro también parecía hacer un esfuerzo inmenso por volver a deslumbrar al público, y esa entrega pudo palparse en cada momento, especialmente en el final del segundo acto donde sonó rotundo, amenazante, potente. Una interpretación excelente, en su línea habitual.
Lisette Oropesa ha sido la protagonista de una función no solo por que canta el rol principal sino porque su interpretación le ha supuesto un triunfo absoluto anoche. Oropesa ha deslumbrado al público con una voz potente, apasionada, una coloratura que domina y unos agudos excelentes. El primer acto fue para el recuerdo, con un Ah, forse lui che l'anima donde convenció con un profundo dramatismo y un Sempre Libera que hizo que el teatro se viniese abajo hasta el punto de que tuvo que salir a saludar porque el público la reclamaba. Además también tiene unos graves estupendos, convenientes al drama, y unos pianissimi muy bonitos, especialmente en la frase di chi nel ciel tra gli angeli donde le salió uno inolvidable, que emocionó al casar con los últimos momentos de vida de su personaje. Su interpretación, además, fue increíblemente teatral, siendo capaz de transmitir tristeza en el segundo acto y sobrecogiendo en el tercero al recrear notablemente a la protagonista consumida por la enfermedad. Gran noche de canto a cargo de esta soprano? a quien aplaudieron -literalmente- hasta con los pies, en una ovación como no se había escuchado en esta accidentada temporada. Y así, este ruiseñor latino se consagra como una de las divas predilectas del público de Madrid.
Ivan Magrì canta con una voz muy potente, quizá un tanto excesiva para el personaje. Tuvo algún apuro en la primera mitad, con sus líneas cantándolas a veces de forma rápida, quizá para prevenir. En cambio en la segunda mitad, en el concertante final del segundo acto y a lo largo del tercero sí cantó con mucha más seguridad y con la voz a pleno rendimiento, y volumen.
Nicola Alaimo es un barítono de voz rotunda y presencia muy imponente, pero a la vez un poco ligera para el personaje, su mejor momento fue la caballetta Non udrai rimproverì, y en el final del segundo acto.
Ivan Magrì canta con una voz muy potente, quizá un tanto excesiva para el personaje. Tuvo algún apuro en la primera mitad, con sus líneas cantándolas a veces de forma rápida, quizá para prevenir. En cambio en la segunda mitad, en el concertante final del segundo acto y a lo largo del tercero sí cantó con mucha más seguridad y con la voz a pleno rendimiento, y volumen.
Nicola Alaimo es un barítono de voz rotunda y presencia muy imponente, pero a la vez un poco ligera para el personaje, su mejor momento fue la caballetta Non udrai rimproverì, y en el final del segundo acto.
Esta Traviata ha supuesto el regreso también de los comprimarios más habituales de esta casa, como el veterano y espléndido bajo Stefano Palatchi como el doctor Grenvil, el barítono Isaac Galán como el barón, la mezzosoprano Sandra Ferrández como una Flora de volumen generoso, la dulcemente cantada Annina de Marifé Nogales o el siempre solvente Albert Casals como Gastone.
Había ganas de ópera, después de unos meses duros, cuya dificultad aún no termina. De hecho, hace unos meses, pocos creían que se podrían llevar a cabo estas funciones. Personalmente, no dejé de perder la esperanza. Por eso a pesar de las condiciones, el público está muy feliz de volver a sentarse en su butaca. Confiemos en que puedan llevarse las próximas temporadas a cabo, ya que si algo nos ha enseñado esta pandemia es que todo puede pararse en cualquier momento.
Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
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