Oviedo es una ciudad que ama la música. Todos los veranos tienen lugar festivales de música en espacios emblemáticos del centro a cargo de músicos principalmente asturianos. En 2012 estuve en dos conciertos en el patio del Museo de Bellas Artes, uno de piano y otro con un contratenor excelente.
En mi segundo viaje por la bella Asturias, descubrí que la Orquesta Filarmonía de Oviedo estaba organizando un ciclo de conciertos en el Edificio histórico de la Universidad de dicha ciudad. El aforo es limitado, de unas 130 personas, separadas para velar por la distancia de seguridad. La demanda para estas actuaciones es elevada, tanto que la cola llega habitualmente a la plaza de la Escandalera. Se reparten fichas que se deben cumplimentar: el fin es, siguiendo la nueva normativa, el hacer un seguimiento a los asistentes en caso de que se declarase en el lugar un brote (que desgraciadamente en España están surgiendo muchos) de Covid-19.
El programa para esta tarde ha sido la Obertura Coriolano y la Primera Sinfonía de Mendelssohn.
Lucas Macías, titular de la orquesta, es el director de estos conciertos. Al salir al escenario saludó al público y dio a conocer el programa, por otra parte ya anunciado, y a contar que Mendelssohn escribió su primera sinfonía a los 15 años y estaba dedicada a su hermana Fanny, la famosa pianista.
En la primera parte, la orquesta parecía aún no haber entrado en calor, aunque el poco a poco se hacía con la trágica obertura, especialmente en el cello. Una de las singularidades de tocar en público es el oír espontáneamente los cantos de las gaviotas durante los silencios y las partes menos sonoras como los pizzicatos de las cuerdas. Parecían sincronizarse.
La segunda parte fue la sinfonía de Mendelssohn, en la que la orquesta se inspiró por completo, logrando una interpretación electrizante de una obra ya de por sí impetuosa. Las cuerdas sonaron enérgicas, brillantes, con ese brío romántico de cuando se compuso la obra. En el segundo movimiento los fagotes sonaron maravillosamente en este Andante íntimo, con una preciosa música para cuerdas, flauta y fagot. Mendelssohn fue un genio y aquí lo demuestra con esta sinfonía potente, hija de un romanticismo impulsivo pero cautivador, que siempre nos deja al borde del asiento. Y todo ello a los 15 años ¡para que luego Wagner despreciase este arte!
El concierto fue calurosamente acogido por el público. Y es que la afición ovetense tiene fama de ser muy melómana: quizá por eso la Filarmónica de Oviedo dio una interpretación memorable del joven Mendelssohn.
Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
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