Hoy tendría que haber comentado la función prevista de Un Ballo in Maschera con la que el Teatro Real abría temporada. Hoy tendría que haber visto, por primera vez, a Ramón Vargas, el legendario tenor mexicano, quien cantaba en la función prevista para este día. Pero nunca, en 19 años de espectador de ópera me podía imaginar que esas expectativas se podrían hundir debido al mayor escándalo que se ha visto en la historia moderna de este teatro, consecuencia de esta pandemia que está afectando nuestras vidas.
Poco antes de que empezara la función, y con las luces de la sala aún encendidas, una voz grabada por megafonía daba la bienvenida al público y mencionaba el cumplimiento de medidas de seguridad, cuando en ese mismo momento desde la zona del Paraíso (la más alta y la más popular del teatro junto a la Tribuna) empezó a abuchear y gritar con fuerza. La razón se debía a que en esta parte del teatro los espectadores estaban ocupando la mayoría de las butacas, todos juntos, sin las separaciones de seguridad que se llevó hace dos meses en las funciones de La Traviata. Mientras tanto, en las zonas más bajas, y por tanto más caras, la distancia de seguridad se cumplía perfectamente, e incluso con las cintas de "No disponible" que separaban los asientos ocupados de los que no se podían llenar, e incluso había palcos enteros vacíos.
Al mismo tiempo que los espectadores del paraíso aplaudían, abucheaban, pitaban y gritaban fuertemente, la gente de Platea miraba estupefacta. La gente gritaba "vergüenza", pero aunque no se oía, algunos ya gritaban "suspensión". Ya se temía que la función no se realizaría. Aún así, por megafonía una voz femenina dijo que por "problemas de colocación en Paraíso (no se entendía bien)", la función se reanudaría en quince minutos". En la zona mencionada la gente se rió a carcajada abierta y siguió protestando. Poco antes de que la función comenzara, la voz de megafonía dijo que los espectadores que no estuvieran satisfechos, podrían pedir la devolución de sus localidades y apuntarse en una lista. La gente empezó a irse, pero no toda.
De repente se apagaron las luces y el maestro Nicola Luisotti empezó a dirgir a la orquesta. Entonces el público de arriba empezó, además de abuchear más fuerte, a zapatear y mover las luces de los móviles. No podía escucharse la obertura, tras la cual, los músicos empezaron a golpear los instrumentos y se bajó el telón. Hubo aplausos. La situación empeoraba, y de nuevo la voz de megafonía ofrecía la posibilidad de devolver el dinero a quien quisiera irse. En este punto la policía llegó al Teatro Real. Tres policías estuvieron hablando en la zona de Paraíso, pero no estuvieron mucho rato. La prensa, al parecer, dijo que habían visto cumplidas las distancias de seguridad.
Aunque mucha gente se había ido para entonces, y el Paraíso quedaba bastante despejado, no se fueron los artífices de la protesta. En este punto empezaron las diferencias entre el público de arriba: algunos pedían que ya que les habían ofrecido la devolución de la entrada, que dejaran que la función comenzara. Pero les respondieron que no. Incluso algunos exigían que se les reubicara en las zonas de abajo, donde había muchos espacios vacíos. Y la palabra "suspensión", junto a "fuera", sonaba cada vez más clara: mal presagio se cernía sobre la función. De nuevo se apagaron las luces y el director Luisotti volvió a salir al foso, pero esta vez se dirigió al público y movió las manos para intentar hablar. No le dejaron: los abucheadores seguían protestando, incluso algunos pedían que dejaran hablar al maestro, sin éxito. Aunque había menos gente arriba, estaba la suficiente para hacer el ruido necesario para impedir escuchar la música en condiciones, debido a los aplausos y los gritos de fuera durante la obertura. Alguien pidió respeto a los artistas, y una mujer dijo sonoramente: "respeto para la gente de Paraíso", otra persona le respondió: "Te vas a contagiar de tanto chillar". Todo esto mientras sonaba la obertura. En ese momento, tras el coro inicial, el tenor Vargas salió a escena, pero el público empezó a abuchear y no pudo cantar, siéndole entre otras cosas, imposible escuchar a la orquesta. Tras un rato, pudo empezar a cantar su aria "La rivedrò nell'estasi", pero las protestas no cesaron ni tampoco los gritos de suspensión, con lo que escucharle en condiciones no era posible. Con todo, pudo terminarla, pero en ese momento Vargas miró al foso en un gesto que parecía decir "¿Qué hacemos?". Entonces Luisotti abandonó el foso de la orquesta y el telón se bajó, esta vez definitivamente.
Tras iluminarse de nuevo la sala, hubo gritos desaforados, incluso amenazas entre la gente del patio de butacas y el paraíso... Por última vez, la voz de megafonía (en ningún momento salió algún responsable, posiblemente por no estat allí al ser función de domingo) argumentó que las entradas vendidas habían sido un 50% del aforo total, lo que desencadenó una última y sonora protesta. Tras esta afirmación por parte del teatro, la representación se dio por suspendida, una hora después del inicio del alboroto. La gente abandonó la sala con una mezcla de indignación y frustración. En las salidas se podía ver algunas acomodadoras visiblemente afectadas y nerviosas debido a la situación que tuvieron que enfrentar, imposible de lidiar ante unos enérgicos y violentos espectadores que si pudieron suspender la función, habrían podido cómodamente con ellas.
¿De quién fue la culpa? ¿Quién ganó y perdió? A priori, no queda duda de que el único responsable es el Teatro Real con su caótica venta de entradas. A principios de mes, la venta estuvo cerrada para la mayoría de las funciones, dejando las últimas para la venta. Se entiende que pudo ser, ante la subida de contagios de Covid-19 en toda España, que estuvieran esperando a saber qué harían con el aforo vendido y sin vender. De la gala juvenil finalmente celebrada el día 16 no se sabía nada a dos semanas de su anunciado estreno. Finalmente se reabrió la venta, y asegurando el Teatro que lo haría con el 65% de aforo y cumpliendo con las mismas medidas de seguridad que tan bien funcionaron hace dos meses con La Traviata. Nada de eso ha podido verse esta noche en la zona del paraíso: Si bien es cierto que dentro del mismo había zonas libres como las tres filas más altas del final, no habría sido posible reubicar a toda la gente allí concentrada para poder cumplir con la distancia de seguridad. Tampoco habría sido posible realojarlos abajo: desde hace al menos dos temporadas los acomodadores no permiten bajar a las zonas más caras que quedan vacías después del descanso... Aun así, desde mi asiento no pude verlo, parece que sí se intentó reubicar a algunas personas abajo. Y era evidente, que abajo se podían cumplir mejor estas medidas por lo antes mencionado.
Si el Real busca "conquistar" la normalidad, ¿qué quiere decir con ello? La impresión que ha dado es la de intentar vender como en el pasado y abrir a toda costa, sometiendo al espectador a la incertidumbre ya que las directivas del gobierno son claras: aforos reducidos. Y tampoco acompaña la situación de elevados contagios que España enfrenta de nuevo. Todo el respeto que ganó con la inolvidable Traviata que le plantó cara a la enfermedad hace dos meses, se ha perdido por completo. Y estoy convencido de que el escándalo que esto levante internacionalmente, nos va a convertir en el hazmerreír operístico del orbe por una temporada. En un comunicado oficial, el Real afirma que ha sido un grupo aislado de agitadores en el Paraíso, que se había ocupado el aforo en un 51 %, y que investigará lo sucedido para que no vuelva a ocurrir en un futuro.
Pero pese a que los grandes perdedores han sido el público que no ha visto una función de ópera, así como los artistas que hasta dos veces han intentado simplemente hacer su trabajo y nadie les ha dejado, desde el mismo momento en que los alborotadores se quedaron para exigir la suspensión del espectáculo, como si las fotos, las denuncias, las reclamaciones y las noticias no fueran ya suficientes como para meter al Real en un soberano lío, y boicotear la actuación en marcha, flaco favor han hecho a la inmensa mayoría que ha reclamado legítimamente su derecho a ver ópera con seguridad ante la falta de seriedad de las normas de aforo del Real. Era descorazonador ver a músicos y cantantes no poder hacer su trabajo. Se ofreció la posibilidad de devolver las localidades, pero pese a la, repito, legitimidad de la protesta, mucha gente ha perdido la oportunidad de ver ópera, para lo que habían pagado y puesto sus ilusiones en ello, también en la zona afectada. Y para muchos será difícil volver a verla: primero por lo caro de las localidades, las circunstancias de cada espectador y segundo por algo mucho más difícil.
A partir del lunes 21 de septiembre, 37 zonas básicas de salud de la Comunidad de Madrid entran en restricción de movilidad, lo que implica que casi un millón de personas no podrán salir de sus barrios salvo para lo imprescindible, entre lo que no está contemplado ir a la ópera o al teatro. Por lo tanto, aunque nos devolvieran el dinero, algunos de los asistentes, como yo, que vivimos en estas zonas; hemos perdido definitivamente la esperanza de ver esta producción o a Ramón Vargas, quien debido su edad, posiblemente no vuelva a cantar una ópera completa en Madrid.
Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
Hace ya muchas semanas leí a una médico decir que si un evento, reunión o lo que sea no se puede hacer con todas las garantías, no debe hacerse, que era la única manera de acabar con esto. Obviamente aquí no se cumplían las mínimas medidas de seguridad exigibles.
ResponderEliminarYo no estuve allí y lo siento mucho por los músicos, el director, etc. pero los que se atrevieron a alzar la voz se merecen un aplauso y una ovación. Tenían el mismo derecho a ver la ópera que los demás. Cambios de asientos o devolución de entradas es sólo un parche que deja la sensación de que no todos tienen el mismo derecho.
Culpando a los que protestaban el Teatro Real ha decidido seguir con la misma actitud lamentable y repugnante que demostró ya con la distribución de asientos. Sólo cuando los artistas sobre el escenario digan que no piensan actuar si no se cumplen las medidas para el público habremos avanzado algo (y no quiero en absoluto culpables de nada a ellos). Lo que sí es lamentable es el público que sí estaba bien situado y criticó a los que protestaban. Cuando dejemos de mirar sólo nuestro ombligo, y nos indignemos viendo lo que le han hecho a los demás habremos conseguido algo. Pero no, solo se queja el que lo sufre, y así nos va, de cabeza a una segunda ola que nos merecemos.
Lo siento por los que se quedaron con ganas de ópera, pero ayer el espectáculo se dió en las gradas altas, y fue un buen espectáculo. Un aplauso para ellos, en nombre de todos los que no nos atrevemos a alzar la voz cuando las medidas no se cumplen.
Totalmente de acuerdo. Como si los que están en paraíso, me agrada ese término, pues son ángeles sin pretensiones que realmente van a escuchar y aman el espectáculo, ellos tienen el mismo derecho de estar seguros. No puede darse una función cuando el resultado puede ser la muerte de un ser humano cualquiera que sea.
EliminarCuanta majaderia! Acaso no van en metro todos atropellados! Es una desconsideracion con los cantantes, musicos y demas artifices de un espectaculo. Realmente, siento verguenza ajena, lo que querian era sabotear el espectaculo. Que luego no se quejen cuando quiebren las operas y los teatros. Una verguenza
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