lunes, 13 de septiembre de 2021

Juan Diego Flórez en el Teatro Real: triunfal inicio de temporada con un gran recital del tenor peruano.


He tenido el raro honor de cerrar y abrir temporada en el Teatro Real: la última función de las gloriosas Toscas, con una estupenda Anna Netrebko, el pasado julio y ahora el primer concierto del ciclo de grandes voces, con la primera actuación de la temporada 2021-2022, a cargo del gran tenor peruano Juan Diego Flórez, junto al pianista Vincenzo Scalera. Flórez es uno de los divos más queridos en Madrid, ciudad que visita casi cada año para dar un recital, si bien hace ocho años que no canta una ópera entera en el Teatro Real, cuando vino con Los Pescadores de Perlas en 2013, en concierto.

Gracias a la generosidad de mi amada madre, quien me invitó a ir a este concierto ,con el que no contaba con ir debido a lo muy rápido que vuelan las entradas y lo caro que es; he podido ver a mi compatriota después de ocho años, precisamente desde esos Pescadores. A ella está dedicada esta crítica.



El programa del concierto fue el siguiente:

Primera parte

Franz Schubert :"An Sylvia", "An die Musik", "Serenade"
Vincenzo Bellini: "Malinconia", "Per pietà, bell'idol mio", "La ricordanza"
Gioachino Rossini : Dans sibérienne, piece for piano n.12, de Péchés de vieillesse (piano solo), “Deh! Tu m’assisti amore”, de Il signor Bruschino y“La speranza più soave” de Semiramide.
 
Segunda parte

Paolo Tosti : "Sogno", "Seconda mattinata", "Aprile"
Gaetano Donizetti: "Inosservato penetrava... Angelo casto e bel", de Il Duca d'Alba
Vincenzo Bellini: Largo e tema in fa minora (piano solo)
Giuseppe Verdi: "Je veux encore entendre ta voix", de Jerusalem
Giacomo Puccini: “Torna ai felici dì”, de Le Villi

Bises

Salvatore Cardillo: Core 'ngrato
Popurrí de Canciones de Chabuca Granda: Fina Estampa, La Flor de la Canela y otras
Tomás Méndez: Cucurrucucú Paloma
Jules Massenet: "Pourquoi me réveiller"  de Werther.
Giuseppe Verdi: "La Donna è mobile" de Rigoletto
Giacomo Puccini: "Nessun Dorma" de Turandot
Gaetano Donizetti: "Una furtiva lagrima" de L'Elisir d'Amore

Flórez lleva experimentando nuevos repertorios en los últimos años, y este ecléctico recital es prueba de ello. El programa comenzó con tres lieder de Schubert, algo novedoso pues raramente el tenor peruano canta en alemán. El primero fue la bellísima An Sylvia, en la que cantó  bien: la voz intentaba acomodarse al estilo germánico, cerebral e íntimo del lied, pero igualmente se le veía contenido, quizá por encontrarse fuera de estilo. A medida que iba avanzando la voz iba entrando en calor, hasta que llegó a Serenade,  que se ajustaba a su voz gallarda. Más desenvuelto se encontraba en las canciones de Bellini, cuyo ritmo y estilo sin duda manejaba mejor, especialmente con los agudos y la coloratura en La Ricordanza. La primera parte del concierto lo cerró con lo que está considerado como "lo suyo", el repertorio en el que no tiene rival: Rossini. Empezó con Deh! Tu m’assisti amore de "Il signor Bruschino", que cantó a pleno rendimiento y con la voz segura, con su habitual y exquisito canto y técnica, en una bella interpretación. Le siguió la complicada aria La Speranza più soave de la no menos terrible "Semiramide". Esta pieza es todo un festín pirotécnico vocal. Y Flórez la sigue abordando con pasión, dominando la coloratura (cada vez más endiablada a medida que el aria avanza), el fraseo, el asombroso legato y los agudos, especialmente el final que se dejó oír en la sala. 


La segunda parte comenzó con tres canciones del gran Tosti, que abordó de forma sensible, aunque eran para entrar en calor. Después vino la bella y tremendamente complicada aria de Il Duca d'Alba Angelo Casto e bel, que cantó muy bien, con la voz plena. El concierto oficialmente se cerró con repertorio pesado, el aria del Jérusalem verdiano, la versión francesa de la conocida aria La mia Letizia infondere de su versión italiana "I Lombardi alla prima Crocciata". La dicción francesa de Flórez resulta ser buena, incluso acomodándose bien a sus interpretaciones en este idioma, que resultan frescas, elegantes, seductoras. No obstante, la dificultad se asoma con alguna nota abierta, especialmente en la palabra "espoir", pero que supo compensar con creces con los bellísimos (aunque alguno esforzado) sobreagudos finales, que proyectó maravillosamente, siendo característicos de este tenor. Y por último, el aria pucciniana  "Torna ai felici di" de Le Villi, que pese a estar bien cantada y soltar dos agudos potentes, parecía que le costaba, y a la voz le suponía un esfuerzo añadido. 

La ronda de bises, que por su cantidad podría ser considerada como la tercera parte del concierto, en la que se escuchó lo mejor de la noche, si exceptuamos o les unimos los fragmentos rossinianos, donde lo dio todo y para lo que podría pensarse que se reservó. Y como ya viene siendo habitual en sus recitales, en algunos de ellos (los tres primeros) salió a interpretarlos acompañado de guitarra, tocada por él mismo mientras cantaba. El primero fue la napolitana Core 'ngrato que abordó tiernamente. Después anunció que durante el entreacto estuvo preparándose una canción de Chabuca Granda, pero debido a que la letra era extensa, optó por hacer un popurrí (medley fue la palabra que usó) de canciones de la gran cantautora peruana, de los que reconocí Fina Estampa y la universalmente célebre La Flor de la Canela. La voz, tanto por tamaño, como por emisión y por su timbre galante, aristocrático, se acomoda en el vals peruano, el cuañ canta con gusto, y cerrando la parte con el habitual gran agudo en la frase final "del puente a la Alameda", que fue respondida por el público con una gran ovación. La tercera propina, según advirtió el propio Flórez, podría tener más que harto al respetable de tantas veces que la ha cantado, pero admitió que se sentía en la necesidad de hacerlo. Se trataba de la famosa ranchera Cucurrrucucú Paloma, en la que en la frase "qué van a saber de amores" acometió un pianissimo prolongado, tanto, que terminó por reír al público. 



Tras la sesión con guitarra, volvería el pianista Scalera, para acometer la famosa Pourquoi me réveiller del Werther massenetiano, rol que ha cantado en diferentes teatros. No puedo decir cómo abordaría el rol entero, pero desde luego el aria lo cantó con una gran pasión, de forma exquisita y al mismo tiempo elegíaca, transmitiendo el patetismo del personaje, con el consabido gran agudo en la penúltima frase, homónima del aria, para cerrarla con un "O souffle du printemps?" cargado de patetismo. Siguió con la famosa La Donna è mobile, donde al principio amagaban con las notas, bromeando con que no habían decidido todavía, pero al empezar a arrancar el aria el público estalló en aplausos. Un rol controversial en su carrera, el Duque de Mantua no es de base el más idóneo a su tesitura, pero consigue sacar adelante el aria. E igualmente con el Nessun Dorma, en la que está fuera de estilo: tampoco podría con el rol de Calaf completo, pero al menos el aria puede resultarle en concierto, como fue el caso, pese a que en algún momento se pudo ver en apuros, como en la línea "Dilegua o notte, tramontate stelle". No obstante, con el prolongado, espectacular agudo final en la celebérrima palabra final "Vincerò", se metió al público en el bolsillo, premiándole este con una igualmente prolongada ovación. Finalmente, el concierto se cerró de verdad con uno de sus clásicos: Una Furtiva Lagrima, del Elisir que tantos éxitos le ha supuesto en su carrera, y que cantó tan deliciosamente como siempre, demostrando que la conoce y la domina perfectamente, con ese timbre tan juvenil, esa proyección aquí inmensa, y cerrándola con unos "Si può morir, Si può morir d'amor" conmovedores.

Scalera demostró su buen hacer como pianista acompañante, siendo uno de los más prestigiosos en su gremio. Durante las canciones schubertianas el piano sonó con brillantez liederística, y de haber acompañado a un cantante más experimentado en ese campo, habría sido aún más memorable, desde el intimismo y la alegría en An Sylvia hasta la elegancia en Serenade. En las introducciones a las arias de Rossini y Donizetti logró recrear un ambiente operístico, igualmente brillante, en las que se podía sentir una tensión teatral, algo a lo que contribuyó Flórez cuando apareció poco antes de su entrada en el aria de Il Duca d'Alba, dejando que el maestro Scalera fuera metiendo al público en situación. Uno de sus mejores momentos fue sin duda en Il Signor Bruschino, donde obtuvo un sonido resplandeciente, con un pulso muy rossiniano, ágil y bello. En sus dos momentos de lucimiento en solitario, estuvo simplemente magnífico, abordando la Danza siberiana de Rossini como si fuera una tarantella. Pero fue en el Largo de Bellini en Fa menor donde alcanzó su mejor momento, en una interpretación cargada de belleza y melancolía.


Un Teatro Real con todas las localidades vendidas y el  aforo lleno dentro de lo que permiten las limitaciones, algo que podría acabar si el gobierno madrileño aprueba finalmente volver a los aforos en cines y teatros al 100%, premió generosamente al tenor con fuertes aplausos y ovaciones. La ronda de bises fue simplemente el delirio, con los espectadores en éxtasis, y con una prolongada, calurosa ovación después de cada propina.  Además, podía verse a muchos peruanos entre el público, con visibles ganas de ver a su paisano. Flórez abre la nueva temporada del Teatro Real demostrando por qué es tan admirado en la capital española, y dejando claro que aún es capaz de seguir regalándonos noches de belleza como esta.

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