jueves, 30 de septiembre de 2021

Manuel García llena, divierte y encandila a un auditorio: I Tre Gobbi en la Fundación Juan March.


La prestigiosa Fundación Juan March, famosa por sus ciclos musicales de gran calidad, que en muchas ocasiones rescatan valiosas obras olvidadas; retoma su actividad cultural después de más de un año de parón por la pandemia. Por otro lado, las medidas tomadas por el Gobierno autonómico de Madrid, permiten también el regreso de los aforos al 100% en cines y teatros, lo que supone volver a ver un auditorio, en esta ocasión el del edificio de la fundación, completamente lleno. Una imagen que creíamos olvidada y que echábamos de menos, Posiblemente esta sea la primera ópera en la ciudad en llenar completamente su aforo desde marzo de 2020. La capital española sigue emprendiendo así el camino a la normalidad, aunque el público sigue teniendo que llevar mascarilla.


Este emocionante regreso de la ópera a la renombrada sala lo hace en el ciclo que lleva ya emprendiendo desde hace unos años, rescatando óperas de cámara de autores extranjeros y españoles, en coproducción con el Teatro de la Zarzuela. Esta vez le ha tocado el turno a I Tre Gobbi (Los Tres jorobados), del famoso tenor español Manuel García, favorito del gran Gioacchino Rossini. Todo aquél que conozca la historia de la ópera, se encontrará con la figura de este gran artista, tan importante para la historia del género. Famoso maestro de canto, y padre de tres cantantes míticos como Maria Malibrán, Pauline Viardot y Manuel Patricio García, estos dos últimos también legendarios profesores; también compuso y dirigió sus propias óperas. 

I Tre Gobbi, tercera de García en ser recuperada en la Fundación March, es una de las cinco óperas de cámara que el tenor compuso en 1831, un año antes de morir. Este intermedio, obra de corta duración, en dos actos trata sobre una astuta mujer; la más codiciada de su ciudad, y pretendida por tres adinerados caballeros, a cada cual más rico pero también más grotesco. Esta comedia, en la línea del descaro y lo pícaro del género de la ópera de "entremés", trata un tema que sigue siendo bastante moderno: el dinero todo lo compra, y con ello la codicia, el sexo y la soberbia van unidos de la mano. Segura de su valía, la protagonista, Madama Vezzosa (encantadora), finge amor a todos sus pretendientes, haciendo entender que no puede renunciar a ninguno, algo que al final todos aceptan de buen grado, incluso me atrevería que decir que anticipando el debate sobre el poliamor, algo tan en boga en nuestra sociedad.  Todos los caballeros tienen nombres cómicos:  el jorobado marqués Parpagnacco (cazurro), el  tartamudo barón Macacco (macaco) y el doblemente jorobado, soberbio y tacaño conde Bellavita (bellavida). 

En esta ocasión, se ha presentado en una versión escenificada, pero solo para canto y piano. El director de escena José Luis Arellano, con el dieciochesco vestuario de Ikerne Giménez y la escenografía de Pablo Menor Palomo, realizan una puesta en escena sencilla, totalmente minimalista, pero con una moderna dirección de actores muy efectiva y divertida. La plataforma escénica está compuesta de un escenario rectangular tapizado de rojo, y con una pared cubierta de espejos que oculta  otra totalmente cubierta por un cuadro de flores. Nada más empezar la obra, se ve a la condesa con su criado mudo, que literalmente se comporta como su esclavo sumiso, en lo que podría hacer un guiño a una relación sadomasoquista. Los pretendientes, aparecen con trajes recargados, que se colocan sobre sus más sencillas pero igualmente brillantes ropas, antes de entrar. Y cuando aparece uno nuevo, se esconden en los sitios más insospechados, como debajo de la escalera, o detrás de una silla. Se sugiere incluso que Bellavita tiene una relación bastante cariñosa con el criado. Las situaciones amorosas y desternillantes se suceden, y todo termina con la dama rodeada y besada por sus tres nuevos amantes, todos cantando a la felicidad.

Rubén Fernández Aguirre es el director musical y pianista de esta función. Tiene la titánica carga de la obra sobre sus hombros. García compuso una partitura típicamente belcantista, con endiablados concertantes, una difícil aria de coloratura para el tenor, con el desparpajo de la ópera bufa, con un final pegadizo que deja una sonrisa en el espectador. Y ciertamente el pianista lo sacó adelante con éxito. Inesperadamente, entre los dos actos, a modo de intermedio se interpretó el Preludio nº1 de Mirambel, obra del recientemente fallecido Antón García Abril, a quien se quiso rendir homenaje.  En contraste con la obra de García, este bello preludio relaja al espectador del clímax del concertante del final del primer acto, con una música moderna, seductora y tan española al mismo tiempo.


Cristina Toledo interpretó a la protagonista, Madama Vezzosa. Esta joven soprano capta la esencia seductora de esta cómica femme fatale, con una divertida interpretación en lo actoral y bastante buena en lo vocal, con un agradable timbre juvenil y unos agudos que se dejaron oír en la sala. Su mejor momento fue en el acto segundo, con una estupenda interpretación del aria "Sieu tanto benedetti".

El tenor David Alegret interpretó estupendamente al conde Bellavita, con su bello timbre de tenor lírico-ligero, muy adecuado para este repertorio del que es especialista. Salió airoso de su difícil aria "Veda che garbo", donde se desenvolvió en la coloratura y al mismo tiempo con las indicaciones cómicas para cantarla. Un estupendo tenor al que sería maravilloso volver a oír. 

Los jóvenes barítonos David Oller, quien tuvo que manejarse con la dificultad de abordar cantando su tartamudo personaje, como el barón Macacco y Javier Povedano como el marqués Parpagnacco estuvieron igualmente a un buen nivel. Povedano tiene un interesante timbre oscuro, aunado con su vis cómica ideal para el personaje, algo que comparte con su compañero de reparto. El bailarín Andoni Larrabetti interpretó al criado mudo, en una complicada parte, que supo acometer con agilidad, representando cómicamente a este criado y esclavo sexual al mismo tiempo.

El público salió encantado. Era fácil de prever, dada la combinación de una fundación prestigiosa, una obra agradable, muy bien hecha, y la emoción de volver a ver una sala llena. Con ello, vemos la luz al final del túnel en que la terrible pandemia nos colocó. Y todo esto de la mano del gran García, con una pequeña joya divertida y actual al mismo tiempo. Qué gran alegría.



Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.



No hay comentarios:

Publicar un comentario