sábado, 12 de febrero de 2022

Otra visión del gran drama: El Ocaso de los Dioses en el Teatro Real dirigido por Friedrich Suckel.


Madrid, 11 de febrero de 2022.

No contaba con ver de nuevo El Ocaso en el Real, pero un amigo me invitó y no pude resistir la tentación de volver. En un principio contaba con ello. Sin embargo, no es nada fácil repetir una función de casi seis horas. Pero al caerme esta entrada del cielo no pude resistirme a la tentación de volver, ahora sí por última vez, a una función más de una de mis óperas favoritas.
Esta semana, han tenido lugar varios cambios en el reparto. El pasado martes, Catherine Foster tuvo que sustituir a Ricarda Merbeth como Brunilda, y Christa Mayer vino para cantar la Primera Norna. Además, ese mismo día el maestro Pablo Heras-Casado anunció que debido al Covid, debía retirarse temporalmente de la producción, siendo sustituido al frente de la orquesta por su asistente, Friedrich Suckel. Además, Lauri Vasar, el Gunther titular, ha tenido que ser sustituido por Markus Eiche. La función de hoy también ha supuesto el regreso de la mezzosoprano Claudia Huckle, en los roles de Primera Norna y Flosshilde. 


Como Gunther, Markus Eiche ha sido de lejos mejor que Lauri Vasar. Partiendo de una voz  más atractiva y con más volumen (lo que no le exime de verse sobrepasado por la orquesta en el tercer acto). La voz de Eiche tiene ese toque liederístico que hace que en roles como Wolfram sea un intérprete destacado, y en el caso del pusilánime Gunther, dándole un bello toque dramático, y también de nobleza.

Claudia Huckle por fin se incorpora tras dos semanas siendo sustituida por varias mezzosopranos. Fue mejor Flosshilde que Primera Norna. Como la hija del Rin, Huckle exhibió una bellísima voz grave, oscura, contraltada, que la hizo destacar por encima de sus compañeras. 


En cuanto al resto del reparto, Andreas Schager repitió su vigoroso Sigfrido, incluso en mejor forma que hace dos semanas, con una voz poderosa, con timbre juvenil. Y de nuevo su interpretación del héroe como un personaje bravucón, violento, que infunde respeto. Ricarda Merbeth sigue sin ser la voz ideal para el personaje, pese que se deja la piel cantándolo, especialmente en la Inmolación, donde tiene unos agudos bellísimos. Stephen Milling como Hagen ha estado mejor que hace dos semanas. Haciendo un gran esfuerzo, se ha hecho notar a partir del segundo acto, con un volumen considerable y una voz oscura, de villano, aunque no le eximió de ser a veces tapado por la orquesta. Micaela Schuster volvió a cantar su destacada Waltraute, una voz de volumen torrencial, con un monólogo cantadi apasionadamente. Martin Winkler y Amanda Majeski repitieron sus destacadas interpretaciones como Alberich y Gutrune, respectivamente. 

De nuevo el Coro volvió a interpretar la obra con su genial sección masculina, especialmente en el tercer acto, con una escalofriante intervención en la línea "Hagen, was tust du?", en la muerte de Sigfrido, demostrando que son capaces de crear ambiente.


Sobre la puesta en escena de Robert Carsen, poco puedo añadir a lo ya dicho en mi anterior crítica. Creo que esta ha sido la mejor escénicamente de las cuatro óperas de la Tetralogía. No es una idea fácil, representar un concepto tan (y cada vez más) actual para una obra tan larga y tan complicada. Y ciertamente, a veces se echa de menos más acción, especialmente al final, pero la emoción no deja de estar presente, como al final, cuando la lluvia que calma el fuego deja todo limpio, sin fuego, sin desperdicios, ¿para siempre? ¿o para que la vida empiece de nuevo?  Aunque no siempre ha tenido una feliz traducción a lo largo de toda la Tetralogía, se ha llevado a escena, a una obra que admite todo tipo de interpretaciones actuales, la advertencia de lo que podría pasarnos si no salvamos el planeta. Que éste nos puede borrar de un plumazo.

 

El público del Real, juzgando por los comentarios escuchados en los pasillos, ha disfrutado del Ocaso. Incluso he visto a niños (lo que no deja de ser una valentía) con sus padres. Ahora solo queda seguir, continuar con la vida lírica, y soñar con la proxima Tetralogía que veamos en vivo en nuestra ciudad. El poder del Anillo, de su drama, de su profundidad, entra en uno y no lo deja salir. Ojalá volvamos a ver pronto una obra wagneriana en el Real ¿Los Maestros Cantores, tal vez? Quién sabe. Pero incluso antes de que acaben las funciones, ya hay ganas de más Anillo. Y de más Wagner.

Gracias a taganana.blog por hacerlo posible. A él está dedicada esta crítica.

Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.



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