domingo, 27 de febrero de 2022

Cuando te sonríe la fortuna ¿es por tu bien?: El Sobre Verde por el Proyecto Zarza, en el Teatro de la Zarzuela.

Una vez más, el Proyecto Zarza, compañía formada por cantantes-actores menores de 30 años, vuelve al Teatro de la Zarzuela para acercar el género a los más jóvenes. Estos muchachos han convertido sus producciones anuales en una cita obligada, despertando el entusiasmo entre los alumnos y las familias que asisten a las funciones. Hace un año, esta compañía logró su mejor producción con "Amores en Zarza", un estupendo y divertido popurrí dramatizado, con números muy populares, que llegaron al espectador, haciéndole sentir, más que con cualquier otra de las suyas, parte del espectáculo.  

Ahora es el turno de El Sobre Verde, un "sainete musical con gotas de revista" del maestro Jacinto Guerrero. Una de las obras más importantes del llamado "género frívolo". En una época donde el consumismo, el desarrollo económico y el desparpajo de los felices años 20 se abrían paso en una conservadora España sumida en una dictadura militar, esta obra tan frívola como castiza, fusiona elementos tan clásicos como el chotis o el pasacalle junto a otros, entonces modernos como el tango, el fox-trot o el charlestón. Pero además entre tanta alegría, esta obra tiene una moraleja.Que la fortuna y el dinero no siempre traen la felicidad y  el cómo de mal los administremos; nos puede hacer colisionar a alta velocidad con la dureza de la realidad, como le pasa al pobre Nicanor, un pobre vividor que no sabe cómo lidiar con su buena suerte.

Este año, las cabezas de esta producción son dos mujeres: una es Nuria Castejón en la puesta en escena. Castejón, coreógrafa del inolvidable "Amores en Zarza" del año pasado, ahora debuta en Zarza como directora de escena. En principio, la producción es bastante tradicional, aunque Álvaro Tato se ha encargado de adaptar el texto para el público actual. La puesta en escena muestra, a diferencia de la tónica general de las adaptaciones que suele hacer Zarza, la época en la que se estrenó esta obra, tanto en el vestuario, como en parte de la iconografía. Por tanto, los años 20, sus modas y su cine, una época ya muy desconocida para los más pequeños, aparecen en escena. Precisamente por eso, el personaje de la Fortuna y su mayordomo aparecen de vez en cuando haciendo una pausa para explicar cosas como el equivalente actual del gordo, el charlestón o los peinados garçon (que aunque estemos viviendo unos nuevos años 20, no parece aún que vayan a volver en masa). La puesta en escena tiene como referencia unos bancos, que reciben al espectador cuando entra en la sala. Una curiosidad es que cuando Nicanor cuenta que ha ganado el gordo, cada vez que se refieren al cupón o al premio, saltan dos "niños" de San Ildefonso cantando "Quince millones de pesetas", como un recuerdo de los antiguos gordos que están en el recuerdo de todos los que tenemos más de treinta años. 

Espectacular el acto segundo, con la representación del Hotel Fortune, en Nueva York, con las luces de los rascacielos de fondo y también lo ha sido la escena de los bailes en lo alto del rascacielos. Todo, sin embargo, se desvanece cuando Nicanor descubre su pobreza. Entonces la música colorida y alegre da paso a una escena de solo diálogo donde Fortuna le recuerda al desdichado protagonista, que más que ella, las malas decisiones de Nicanor le han llevado allí. Entonces un coro hablado, el Trabajo, trae una pequeña luz de esperanza. El pobre protagonista aparece de nuevo donde empezó todo, en la pobreza. ¿Habrá aprendido? Un espectacular baile final (lo que da cuenta del buen hacer de Castejón como Coreógrafa) nos recuerda que la suerte es efimera: hoy eres rico, pero mañana duermes solo en un banco. El vestuario de Gabriela Salaverri muestra el colorido, la fantasía, la brillantez de la revista con el vestuario de las monedas (que nos recuerdan a otro clásico, las burbujas de Freixenet), de la Fortuna y en las danzas en Nueva York. 

La otra lideresa, es la maestra Cecilia Bercovich. La violinista ha estado al frente de la orquesta, en esta ocasión compuesta por ocho músicos, todos ataviados como en los años veinte. La orquesta, puede decirse que ha sonado con fuerza, recreando la vitalidad de la música y de sus ritmos, haciendo que el ambiente mágico del género chico se percibiera en la sala. Uno se sentía realmente en una función de cabaret, con el vigor de estos músicos.

Esta obra está repleta de personajes, y además la gran mayoría del elenco hace hasta dos o tres, lo que el sentido de lo coral se incrementa. La entrega de estos muchachos año tras año hace los espectáculos cada vez más disfrutables. Y esta juventud ha descubierto nuestro género, nuestro gran patrimonio lírico. Ellos parecen ser una prueba más de que la zarzuela, sobretodo el género chico, no es un desfile de chulapos hablando en una vieja jerga, sino que puede seguir conteniendo mensajes de rabiosa actualidad. La zarzuela ya es suya para siempre. Y lo saben. Aun así, pueden destacarse participaciones, pese al excelente nivel del grupo.

David Pérez Bayona, uno de los principales artistas de la compañía, ha encontrado en la zarzuela un nuevo camino en su carrera gracias a Zarza, donde le vi por primera vez en 2019, y del que el Teatro de la Zarzuela ha sido un feliz testigo. En esta producción el rol protagonista ha recaído sobre él: el pobre Nicanor, que no supo gestionar su fortuna. Pérez Bayona interpreta a un Nicanor que pese a su pobre condición, es un joven soñador, que pese a la miseria aparenta hidalguía. Encarnado por él, el protagonista es un joven que se entrega a los excesos, como sucede con millones de jovenes en la vida real, sin medir las consecuencias. Resulta conmovedor y enternecedor ver este retrato de Nicanor, al mismo tiempo que transmite lo pillo y dicharachero del personaje.

Cristina García ha dado la nota de glamur, sensualidad, e hilaridad con su personaje de la Fortuna, el hilo conductor de esta comedia con moraleja. De esta manera, da una idea de la sensualidad y el humor de la revista en la época. Estupenda. 

Nuria Pérez, en el rol de Chelo, ha sido una de las grandes sorpresas de la noche, en la mejor prestación que le he visto en estos cuatro años que llevo siguiendo a Zarza. En el chotis de las organilleras ha interpretado con una graciosa y al mismo tiempo grave voz la animada pieza, pese a que no le debió resultar nada fácil por tesitura. Pero no solo salió airosa, sino que realmente la interpretó como su personaje: una cantante callejera, pero entregada a su oficio para sobrevivir. Maravillosa. 

Julia Adún hizo una interpretación colorida, sensual de su baile brasileño, en una recreación entre Joséphine Baker y Carmen Miranda. Andro Crespo estuvo muy divertido en el rol del fiel y compasivo Simeón, del mismo modo que Aarón Montes como el desternillante mayordomo de la Fortuna. 

La función, con el patio de butacas lleno, y alta ocupación, terminó con una jubilosa ovación por parte del público. Como es habitual en Zarza, el evento terminó con un coloquio final, en que el público confirmó su entusiasmo y preguntó a los jóvenes intérpretes sobre temas como su implicación por la zarzuela o la adaptación de esta obra en concreto. Además, el director Daniel Bianco pidió un aplauso para dos familiares de Blanca Suárez Zarza, quien interpretó a Chelo en el estreno de 1927. Al tratarse de la última función, Bianco no pudo evitar emocionarse al pedir a los artistas que definieran su participación en una palabra, antes de terminar el encuentro. 

Zarza, una vez más, y lo volveré a decir el año que viene seguramente, lo ha vuelto a hacer. Ahora, por primera vez (otra pregunta del público: ¿harán giras?) saldrán de Madrid para llevar esta obra a Avilés. Confiemos en que los asturianos disfruten tanto como lo hemos hecho nosotros. ¡Hasta el año que viene, Zarza!

Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.


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