sábado, 14 de mayo de 2022

El enorme potencial de la ópera española, en un divertido romance colonial: Don Gil de Alcalá en el Teatro de la Zarzuela.

Madrid, 13 de mayo de 2022.

España no alcanzó a tener una ópera nacional como la tuvieron Italia, Francia, Alemania, Chequia o Rusia. Y cuando tuvo la oportunidad para hacerlo, el público estaba más centrado a la vanguardia internacional que en crear una propia. En parte por ello, ese vacío lo llenó la zarzuela, que se convirtió en nuestro género lírico por antonomasia. Cuando pensamos en teatro musical lírico en lengua castellana, nos viene a la mente la palabra "zarzuela." Sin embargo, hay óperas españolas importantes, y muchos de los maestros del género también compusieron óperas. Y esas óperas españolas han sido muchas veces etiquetadas erróneamente como zarzuelas.  Manuel Penella compuso óperas tan importantes como El Gato Montés, que incorporaba influencias del verismo. Don Gil de Alcalá también es una de ellas, ya que dado su enorme éxito, ha sido incorporada al repertorio como una zarzuela más. 

Estrenada en 1932, esta obra ha sido catalogada por el propio Penella como una ópera de cámara. Ciertamente, con una orquesta de cuerda y arpa, puede parecerlo, así como música en parte inspirada en la del siglo XVIII, época en la que transcurre la obra. Pero en gran parte, es una obra con tintes veristas, modernos, y de gran belleza en los momentos más íntimos. El primer acto y el preludio del segundo son una auténtica delicia, así como los dúos de la protagonista o la famosa Habanera. La historia transcurre en el México colonial, entonces llamado el Virreinato de Nueva España. El vocabulario de los criados Maya y Chamaco, nos sitúa en el ambiente popular del país azteca (naturalmente desde el punto de vista estereotipado del mexicano de a pie que vemos en las películas y las telenovelas), donde curiosamente Penella murió en 1939, en Cuernavaca. Una comedia romántica con un ambiente exótico, casi orientalista, algo que seguía atrayendo al público que vio por primera vez la obra en su estreno en Barcelona hace 90 años. 

Don Gil de Alcalá llega al Teatro de la Zarzuela con una producción procedente de Oviedo, dirigida por Emilio Sagi, y con escenografía de Daniel Bianco, director del Teatro de la Zarzuela. Hay algo mágico en este tándem. Que dos responsables de escena y al mismo tiempo directores artísticos (Sagi lo fue en el Teatro Real y Bianco lo es en la Zarzuela) trabajen juntos en montajes donde la elegancia y lo onírico dominan lo que ve el espectador.  Nada más entrar, un dieciochesco mapa francés del Virreinato de Nueva España recibe al espectador, un telón que se transparenta antes de levantarse, y dar comienzo a la obra. El borde del escenario está recubierto por unos relucientes escalones dorados ¿una alusión al oro americano extraído por la Monarquía Hispánica (el nombre oficial de España por entonces) en plena época colonial? Esta producción tiene un único decorado: un patio de un edificio colonial en medio del escenario, o más bien su estructura, rodeado por una espaciosa habitación, a través de la cual entra la luz del día. Este decorado se adapta para recrear el salón donde tiene lugar la fiesta del cuadro segundo del primer acto, con un fondo de un telón rojo, o el precioso bosque que se ve al fondo cuando tiene lugar la Habanera, a la vez que los candelabros (algo ya visto en el I Puritani de Sagi y Bianco en el Real) descienden hasta el suelo cuando tiene lugar el famoso número. La iluminación de Eduardo Bravo, de tonos anaranjados, evoca el clima tropical, el sol exuberante del nuevo mundo. El bello vestuario de Pepa Ojanguren es colonial, pero no necesariamente dieciochesco en el caso del gobernador o de Don Diego, aunque sí lo es para las mujeres y para Don Gil y Servando.

Ayer por la mañana, el mundo lírico se despertó con la triste noticia de que la mezzosoprano Teresa Berganza, legendaria cantante y embajadora por antonomasia del género, falleció a la edad de 89 años. Una pérdida lamentada por todos los aficionados del mundo. Por eso, antes de empezar la función, Daniel Bianco salió a escena para leer un emotivo discurso de homenaje a nuestra llorada diva. Como bien dijo, aunque lo normal en estos casos es un minuto de silencio, Berganza se merecía un fuerte y sentido aplauso del público, algo que éste dio sin rechistar por razones obvias. No pude ver, por edad, a Berganza, pero soy plenamente consciente de su importancia para nuestra música. Siempre la recordaremos.

Lucas Macías dirige a la Orquesta de la Comunidad de Madrid, la Titular de la Zarzuela, en una interpretación destacable. Ya había visto a Macías dirigir a la Filarmonía de Oviedo en una Primera Sinfonía de Mendelssohn para el recuerdo en el verano de 2020, y aquí confirma de nuevo su eficaz labor. Macías consigue engrandecer a la pequeña orquesta, en momentos tan hermosos como los preludios orquestales, donde hace que parezca más grande, e incluso hacer brillar a las cuerdas en los momentos de inspiración mozartiana. El interludio orquestal en el primer acto fue memorable. El contrabajo también tuvo momentos de lucimiento en esta ocasión. Uno se pregunta  qué podría hacer un crossover como Minkowski con esta obra. El coro, por otra parte, tuvo una destacada intervención por parte del sector femenino, especialmente en el coro de apertura.  

El rol protagonista recae en Celso Albelo, quien también protagoniza, valga la redundancia, estas funciones. Albelo mantiene su poderosa voz, su gallardo tono, su forma exquisita de cantar y frasear (que las aprendió de su maestro, el mítico Alfredo Kraus) y sus aún potentes agudos, con los que en ocasiones aún se engulle a todo lo que tiene por delante. Muy aplaudido en el primer dúo con Niña Estrella, momento en el que sacó a relucir toda su técnica antes descrita, y también nos obsequió con una linea de pianissimo exquisita en el dúo del acto segundo.

Sabina Puértolas interpreta a Niña Estrella, en una interpretación que fue a más a medida que proseguía la función, empezando un primer acto con un tono un poco nasal, que luego fue puliéndose en el segundo acto.

Los años no pasan por Simón Orfila: ni en lo vocal y casi que diría ni en lo físico. Como el Sargento Carrasquilla lo dio todo en escena: la voz sigue siendo imponente, una proyección segura y una vis cómica que le convierte en un referente en roles bufos. 

Carlos Cosías fue un excelente Chamaco, con una voz estupenda, y un canto impecable, además de transmitir la hilaridad de su personaje. Igualmente la Maya de Carol García, excelentemente cantada y actuada. Manel Esteve fue un Don Diego con buena técnica y con voz aseada, si bien como actor sí que transmite bien el despecho de su personaje. 

Del resto del reparto, poco que añadir salvo que estuvo en el mismo e inspirado nivel: desde la gran abadesa de María José Suárez, el potente David Sánchez como el Padre Magistral o el destacable Gobernador de Miguel Sola, todos ellos formaron parte del gran espectáculo.

Parte de que el público general actual, allende el melómano u operómano medios, a veces siga confundiendo ópera española con zarzuela quizá puede deberse a que es el Teatro de la Zarzuela, y no el Teatro Real, el que se encarga de programarlas, ya que el teatro de la Plaza de Oriente  inexplicablemente no se anima a hacerlo. No ya con esta obra que parece encajar mejor en un escenario más pequeño, sino con otras más grandes como Marina, El Gato Montés o La Vida Breve (la útlima vez en el Real, en 2001). 

Como bien dice el diario ABC, este año la ópera española, y una gran ópera pese a su pequeño formato, está en el teatro de la calle Jovellanos. Curiosamente, no se ha llenado el aforo, en el que parece que se trata del espectáculo de la temporada 2021-22 de este teatro. El público (entre el que se encontraban familiares de Penella) se rió a carcajadas en los momentos más desternillantes, sobretodo el final, y aplaudió al elenco con entusiasmo, especialmente a Celso Albelo. 

Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.




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